Por The New York Times | Karoun Demirjian and Simon Romero
Veteranos de guerra extrajeron a la política de Venezuela, evadiendo oleajes y mares altamente peligrosos bajo vigilancia estadounidense.
La líder opositora venezolana María Corina Machado estaba decidida a llegar esta semana a Oslo, donde esperaba aceptar en persona el Premio Nobel de la Paz. Salir de la clandestinidad y encontrar una ruta segura hacia Noruega iba a requerir sortear controles militares, soportar horas de mar agitado y un acto de fe de que ningún ataque de un dron estadounidense destruyera las pequeñas embarcaciones que la llevaban de contrabando a una isla del Caribe donde la esperaba un avión privado.
Llegó a Noruega demasiado tarde para la ceremonia de entrega de premios. Pero su peligrosa huida entusiasmó a sus partidarios y puso de relieve que Machado —quien pasó el último año escondiéndose del régimen del presidente Nicolás Maduro— sigue siendo una pieza clave en el creciente enfrentamiento entre Caracas y Washington.
Los detalles de su salida también han arrojado luz sobre el trabajo habitualmente secreto de una empresa dirigida por veteranos estadounidenses con formación en operaciones especiales e inteligencia, que orquestó el esfuerzo para sacar del país, sin ser capturada, a una de las figuras políticas más reconocidas de Venezuela.
“No fuimos los primeros en intentarlo”, dijo en una entrevista Bryan Stern, el veterano de combate que dirige la empresa Grey Bull Rescue. El rescate de Machado fue el número 800 para su grupo con sede en Tampa, que se formó a raíz de la caótica retirada estadounidense de Afganistán en 2021, dijo. Pero planteó un desafío único, incluso para los operadores con una larga experiencia en ser contratados para evacuar a clientes de entornos de riesgo.
“Todas nuestras infraestructuras están diseñadas para personas que no son nadie, y María es alguien”, dijo Stern. “El reto de esta operación era ella”.
Aunque una persona que representa a Machado confirmó que Grey Bull Rescue se encargó de su evacuación, no todos los elementos del relato de Stern pudieron verificarse de forma independiente. The Wall Street Journal fue el primero en dar a conocer los detalles de su huida.
Operadores venezolanos habían tratado durante meses de idear una manera de sacar del país a Machado —de 58 años, ex legisladora y activista de vigilancia electoral que ganó fama por unir a la fracturada oposición de Venezuela para desafiar a Maduro— para que pudiera llegar a Oslo. Pero no fue hasta el pasado viernes cuando un contacto personal presentó el equipo de Machado a Stern, dijo él.
Grey Bull Rescue había pasado los últimos meses trabajando desde una base en Aruba para ampliar sus operaciones en el Caribe, anticipando que a medida que el gobierno de Trump intensificara una campaña de presión sobre Venezuela, sus servicios de extracción serían requeridos. La empresa bautizó la operación de rescate de Machado como Dinamita Dorada: oro, por la medalla de 18 quilates que Machado recibiría, y dinamita, en homenaje al invento más famoso de Alfred Nobel, quien instituyó el premio.
Cuatro días después, Machado, disfrazada, emprendió su viaje.
Machado tenía una larga trayectoria en la política opositora venezolana antes de convertirse en una mujer perseguida en su propio país. En 2023, ganó las primarias de la oposición para competir con Maduro en las elecciones presidenciales del año pasado. Pero cuando se convirtió en la favorita, el tribunal supremo de su país le prohibió presentarse.
En el verano de 2024, los recuentos de votos verificados de forma independiente mostraron que el sustituto elegido por Machado, el diplomático retirado y discreto Edmundo González, había vencido a Maduro por un amplio margen. No obstante, las autoridades declararon vencedor a Maduro y su gobierno emprendió una campaña de represión contra quienes criticaron el resultado. Antes de su llegada a Oslo, Machado fue vista en público por última vez el 9 de enero, un día antes de la toma de posesión.
El gobierno venezolano había dicho que Machado sería considerada fugitiva si abandonaba el país, y no está claro si se le permitirá volver sin ser detenida. Las autoridades venezolanas han encarcelado a cientos de sus partidarios.
La primera etapa de su salida fue por tierra. Machado y sus cuidadores tuvieron que viajar desde el suburbio de Caracas donde se había escondido hasta un pueblo pesquero de la costa. Por el camino se encontraron con 10 controles militares, dijo Stern. Pese a que su rostro había aparecido recientemente en vallas publicitarias de campaña en todo el país, eludió la captura.
Luego vino una parte aún más difícil. El martes por la tarde, hacia las 5 p. m., hora local, un pesquero la trasladó desde la costa de Venezuela hasta otra embarcación en la que esperaba Stern. Valiéndose de una serie de embarcaciones, pasaron más de 10 horas navegando por aguas agitadas y altas olas mientras cruzaban el mar Caribe, rumbo al país isleño de Curaçao.
Sin embargo, los vientos huracanados, las aguas turbulentas y los cielos oscuros solo plantearon una serie de problemas. El tramo de mar que atravesaron había estado bajo una fuerte vigilancia militar estadounidense, ya que el gobierno de Trump aceleraba los esfuerzos para contrarrestar el narcotráfico internacional con ataques militares contra las embarcaciones de personas sospechosas de contrabando.
“Múltiples embarcaciones estaban involucradas, y estamos moviendo personas”, dijo Stern sobre la operación de rescate de Machado. Añadió que “desde el cielo, eso puede parecer algo que no es”.
La campaña de bombardeos del gobierno de Trump se ha ganado las críticas generalizadas de muchos legisladores y expertos legales, quienes han condenado las operaciones por matar a civiles desarmados. El Pentágono incluso ha sido señalado de posibles crímenes de guerra por un ataque del 2 de septiembre en el que los militares parecieron apuntar a los náufragos sobrevivientes tras un embate inicial. El gobierno ha rechazado las críticas, argumentando que las ofensivas son una operación antiterrorista legal.
Machado ha sido una firme defensora de la campaña militar estadounidense en el Caribe, que ha incluido al menos 22 ataques a embarcaciones en los que han muerto por lo menos 87 personas. Su insistencia en que la presión militar estadounidense era necesaria para obligar a Maduro a abandonar el poder provocó una oleada de protestas tras el anuncio de su premio Nobel.
Antes de que se lanzaran al agua esta semana, el gobierno de EE. UU. tenía que estar al tanto. Aunque Stern subrayó que el gobierno no tuvo ningún papel en la planificación o ejecución del rescate de Machado, su equipo alertó a las agencias federales de EE. UU. sobre la misión, dijo, para evitar que les dispararan mientras transportaban a Machado a través del Caribe.
“Tenemos contactos de alto nivel con todas las partes importantes de nuestro gobierno”, dijo Stern, enumerando una lista de siglas de agencias de los sectores de inteligencia, defensa y diplomacia con las que se coordina regularmente.
“Nos ponemos en contacto con ellos y les decimos: ‘Oigan, estamos haciendo una cosa aquí, queremos evitar un conflicto’”, añadió, subrayando que la operación Machado ya implicaba suficientes situaciones de peligro como para arriesgarse a un encuentro inesperado con agentes del gobierno estadounidense.
“Corremos el riesgo de que nos maten los F-16, la madre naturaleza, los drones de la Marina, un tipo malo en el barco al que no le caemos bien, mareos, pérdida de comunicaciones, pérdida de navegación, hundimiento del barco”, dijo.
No estaba claro si el ejército estadounidense había tomado alguna medida proactiva para asistir en la misión de rescate.
Se informó a funcionarios estadounidenses que Machado tenía previsto abandonar Venezuela por mar, para que Estados Unidos no apuntara por error a su embarcación o a la de sus rescatadores, según funcionarios estadounidenses que fueron informados sobre el rescate.
Al ser contactados en busca de comentarios, oficiales militares dijeron que no tenían conocimiento de la operación. Un portavoz del Departamento de Estado no respondió a la solicitud de comentario.
Stern dijo que Machado, a la que considera una heroína personal, había resistido durante el agotador viaje y que estaba deseosa de reunirse con su familia.
Dijo que mientras las olas golpeaban el barco y empapaban sus ropas, “no hablábamos de política; hablábamos de nuestros hijos”.
Llegaron a Curaçao y desembarcaron en la madrugada del miércoles. Unas tres horas más tarde y tras tomar una muy necesaria ducha, Machado se encontraba a salvo en un avión privado, despegando y con destino a Oslo.
Julian E. Barnes y Tyler Pager colaboraron con reportería desde Washington. Eric Schmitt colaboraron con reportería desde Miami.
es reportera de noticias de última hora para el Times.
es corresponsal del Times en México, Centroamérica y el Caribe. Reside en Ciudad de México.
Julian E. Barnes y Tyler Pager colaboraron con reportería desde Washington. Eric Schmitt colaboraron con reportería desde Miami.
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