Contenido creado por Federico Pereira
Seré curioso

SERÉ CURIOSO

Peluffo analiza dejar la medicina para dedicarse a tocar con Buitres y su carrera solista

A 40 años de subirse a un escenario por primera vez, con Los Estómagos, el pediatra y músico repasa sus dos carreras.

05.09.2023 11:25

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2023-09-05T11:25:00-03:00
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Por César Bianchi

Desde hace unos 30 años cualquier mamá joven o no tanto podía saltar en un pogo con canciones de rock cantadas por Gabriel Peluffo, y al otro día llevar a su hijo a atender con el pediatra Gabriel Peluffo, quien de inmaculada túnica blanca atendería al niño con su mejor sonrisa. En otras épocas, cuando el doctor Peluffo todavía era joven, llegó a ir a trabajar con pocas horas de descanso. El médico se fue profesionalizando, llegó a grado 4 y hoy ocupa un cargo clave como director de Inmunizaciones del MSP y asesor de la ministra.

Ese rol tiene los días contados. Peluffo (57) analiza dejar la medicina para dedicarse enteramente a su carrera artística, en tres formatos: como cantante histórico de Buitres —una de las bandas de rock más populares del país—, como cantante de tangos y en una inminente carrera solista en plan cantautor, que honre la impronta de Darnauchans o Gastón Dino Ciarlo.

La excusa para esta charla fue repasar una carrera como intérprete que acaba de cumplir 40 años. Cuando tenía 17 se subió por primera vez a rockear en modo contestatario con Los Estómagos, en el Centro de Choferes de Pando, donde Gustavo Parodi jugaba de local. El Dr. Peluffo, que hace años peina canas, cuenta por qué Los Estómagos jugaron un rol fundamental en el rock de la transición democrática (aunque hayan fracasado), explica por qué Buitres sigue tan vigente, y por qué ignoró los juicios de los puristas que lo miraban mal cuando comenzaba a erigirse en un rara avis del rock.

Foto: Javier Noceti / Montevideo Portal

Foto: Javier Noceti / Montevideo Portal

“Un verano llega Gustavo [Parodi] diciendo que estaba armando una banda con música y letras propias y que quería hacer rock. Me dio unos cassettes para escuchar. Y yo quedé con la expectativa de que me invitara a probarme”

¿Qué música escuchabas de chico, de púber, en Villa Dolores?

Muy eclécticos mis gustos, muy variado. Me gustaba el carnaval, pero tuve contacto con música folclórica, en casa se escuchaba a Zitarrosa y los Olimareños, fui a ver recitales de Aldo Monjes, escuchaba cantantes melódicos como Julio Iglesias o Sandro, pero me gustaba también Barry White y Los Bee Gees. Realmente ecléctico.

Naciste en el seno de una familia de médicos, y pediatras en particular. Como que tenías el sino marcado, como dice el tango... 

Sí, aparte mi abuelo, Euclídes Peluffo, el padre de mi padre, fue toda una eminencia dentro de la medicina nacional. Mi padre era profesor, mi tía Ivonne Rubio también fue profesora de pediatría. Y mi madre fue una gran pediatra que dejó la carrera docente para que mi padre pudiera ser docente. Tenía muy marcada la medicina y muy marcada la pediatría en particular. Eran tres hermanas Rubio y las tres casadas con médicos, todos con hijos, y yo fui el primero de todos, el que compartía la sobremesa con ellos. Y se hablaba básicamente de medicina. Eso en la adolescencia me generó cierta ruptura, porque en determinado momento yo no quería ser médico. 

¿Tuviste una crisis vocacional?

Sí, la tuve, como casi todos. Había una gran presión de mi familia, de mis padres en particular, para que estudiaras una carrera universitaria, de las tradicionales, y yo justo empecé con Los Estómagos a los 17 años. Fue un cambio muy grande en mi vida, una revolución interna que tuve, y al final empecé Medicina para que me dejaran tranquilo. Y en la facultad fue surgiendo la vocación.

Niñez de fútbol en la calle, en La Picada, y carnaval en el 25 de Agosto. No te tenía carnavalero…

Me gustaba todo. Me gustaba la murga cuando hacía chistes verdes. Había mucha censura en ese momento. Me gustaban las murgas más relajadas. Me encantaban los parodistas también, era hincha de Los Gaby’s, porque me llamo Gabriel, pero Los Klapers también me gustaban. Viví esa guerra de Gaby’s vs. Klapers. Pero veíamos todo: la revista, los Capablanca, a Roberto Green. Digo veíamos porque iba con mi hermano, íbamos al tablado. También íbamos al Albatros. Estoy vinculado al Albatros por mi familia y además jugaba al básquetbol ahí. Quedaba en la otra punta de Montevideo, y también íbamos al carnaval del Albatros.

¿Cómo era de niños la relación con tu hermano Guillermo? Además, eran años de dictadura... ¿Lo protegías o lo celabas?

Le llevo cuatro años y medio. Él ahora me protege a mí, pero en aquel momento yo lo protegía a él. Era chiquito, un gurrumín, flaco como un alambre. Cuando llegó la adolescencia y yo empecé en Los Estómagos, él me empezó a acompañar a los ensayos, a los shows. Y bueno, de muy joven empieza a participar de la parte de estética de Estómagos, salía a pintar los murales con las letras, hacía escenografías. Era un gurí de 14, 15 años y se involucró mucho con Los Estómagos. 

¿Y cuándo te pica el bichito del rock?

Yo disfrutaba la música en cualquiera de sus estilos, y me imaginaba la posibilidad de integrar una banda ya sea como cantante, como integrante nomás o como actor, ponele. Yo conocía a Gustavo Parodi de Costa Azul, a él y su barra de Pando. Habíamos compartido los veranos, en los cuales Gustavo se alejaba de su barra y se venía a Costa Azul y nos agarraba a los más chicos y nos llevaba a la rambla a cantar canciones. Nosotros le cambiábamos la letra y paveábamos. Un verano llega Gustavo diciendo que estaba armando una banda con música propia y letras propias, en español, y que quería hacer rock. Me dio unos cassettes ahí para escuchar. Y yo quedé con la expectativa de que me invitara a probarme. Como no consiguieron cantante, me invitaron. Ahí fui por primera vez a un ensayo, en un cuarto en la casa de Gustavo, en el centro de Pando. Ahí estaban el Hueso [Fabián] Hernández y el Cabeza [Gustavo] Marriott.  Y fue un desastre… Canté muy mal. Pero algo vieron, algo les gustó, no cómo cantaba, sino que encaraba. Y a partir de febrero del 83 quedé oficialmente como integrante de una banda que todavía no tenía nombre.

Esta nota arrancó cuando vos me diste la excusa perfecta: hace 40 años te subiste por primera vez a un escenario. Fue en el debut con Los Estómagos. ¿Qué recordás?

Todos esos meses fueron maravillosos porque fuimos una máquina de hacer temas, yo aprendí cuestiones básicas de la canción. Tenía una voz muy en transición, todavía tenía muchos rasgos infantiles y estaba madurando la voz. Recién había cumplido 17, pero la voz estaba “ahí”; imposté una voz media compleja con la que grabé una maqueta que no me gustó. Yo tenía cualidades de imitador, y empecé a imitar, imitaba a Sandro, a cualquiera. Empecé a imitar al Gordo [Parodi], y ahí empecé a entrar en tono. Y en un momento dijimos: “Bueno, hay que salir a tocar, hay que salir a conquistar el mundo”. Un amigo de Pando, el Pinta, consiguió que nos invitaran del Centro de Protección de Choferes [de Pando] en el baile que organizaba un grupo del liceo para conseguir fondos para su viaje de egresados. Y ahí fuimos a tocar por primera vez, en agosto, hace 40 años. 

Y concomitantemente, por ir a romper al programa de Daniel Figares a la radio para que pusiera al aire la famosa maqueta —pobre Daniel, lo tenía podrido, yo le montaba guardia—, ahí conocí al Gato Eduardo que iba a promocionar El Templo del Gato y le pedí por favor que nos metiera, y nos metió justo al otro día de ese toque en Pando. 7 y 8 de agosto fueron esos días. Fueron dos toques muy rudimentarios, pero sonamos bien. Para mí, ¡fueron lo máximo! Hicimos un show larguísimo los dos días, después aprendimos que no teníamos que tocar tanto tiempo. 

Con la madurez que tenés, y mirando en perspectiva, ¿qué significó Los Estómagos en la historia del rock uruguayo? 

En Uruguay hubo un corte cultural con la dictadura… En una sociedad muy chica, muy controlada, donde la mayoría de los músicos por los cuales había una continuidad en lo cultural, o dejaron de tocar o emigraron, algunos por motivos políticos y otros por motivos sociales. Este era un medio totalmente estéril, acá no crecía nada. El Templo del Gato era un tugurio donde se juntaba gente a tocar: músicos muy buenos, de jazz y de fusión, que se juntaban a tocar. Nosotros surgimos de la nada, surgimos como si fuéramos un movimiento posmoderno, sin reconocer ningún antecedente —en teoría— de lo que había pasado acá culturalmente con la música. Y fuimos una serie de bandas de las cuales las más notorias fuimos Traidores, Los Estómagos y Los Tontos. Y después, en otros ámbitos, había otras bandas, como por ejemplo, El Cuarteto de Nos, que tocaba más en el ámbito universitario. 

Para mí fue muy importante [Los Estómagos] porque se empezó a juntar un montón de gente, chiquilines comunes y corrientes, que veían algo que pasaba con la banda que… algo explotaba o les hacía sentir algo que no habían sentido nunca, una sensación de libertad o la sensación de ser alguien, dentro de la sociedad. Los jóvenes no eran nadie, absolutamente nadie. Creo que cumplimos ese rol. Estómagos recorrió todo el país, también. Fue lograr una identificación muy grande con muchísima gente. Igual, de todas maneras, fue un fenómeno complejo, porque la gente fue castigada por seguirnos, y a veces el mismo público se rebeló contra nosotros. Ese fenómeno no tuvo continuidad y quedó ahí, impoluto en ese lugar, es como nuestra adolescencia congelada en un momento. Ninguno de esos artistas pudo salir de ahí. Vos me dirás: “Bueno, pero El Cuarteto siguió, o Tabaré Rivero, por ese entonces estaba Cadáveres, salió Trotsky”. Sí, sí, es verdad, pero otra vez se volvió a lo estéril, a la falta de lugares para tocar, no había un circuito. Después vino un fenómeno explosivo, que duró muy poco tiempo, pero Los Estómagos fueron fundamentales en la historia de la cultura nacional. Yo lo siento así por la devolución de la gente, más allá de la venta de discos o entradas, que no fue mucho.

Entraste a la Facultad de Medicina en 1985, con la restauración democrática. ¿Es cierto que músicos de otras bandas se burlaban de vos porque ibas a la facultad? 

(Se sonríe) Dentro de los códigos de prejuicios que se manejaban en esa época —había muchos, como ahora—, en la Facultad me miraban como un bicho raro porque cantaba rock, y en el ambiente del rock tampoco estaba bien visto que yo fuera a la facultad y estudiara. Pero a mí siempre me importó poco… Mirame ahora, sigo en la misma. Sigo cantando, haciendo cosas y trabajando en distintos ámbitos, muchos con exposición pública, y nunca me afectó. Me volví duro y siempre tuve claro lo que quería hacer. No soy una persona que puede hacer una sola cosa, o que pueda estar mucho tiempo sin hacer nada. 

Escapabas al estereotipo de Pomelo: sexo, drogas, rocanrol y bohemia a full... 

Y desde el punto de vista de la imagen parecía más un puntero izquierdo de un cuadro de fútbol que otra cosa. No parecía ni un estudiante de Medicina ni un rockero. 

Foto: Javier Noceti / Montevideo Portal

Foto: Javier Noceti / Montevideo Portal

“Para mí fue muy importante [Los Estómagos] porque se empezó a juntar un montón de gente, chiquilines que veían algo que pasaba con la banda que… algo explotaba o les hacía sentir algo que no habían sentido nunca, una sensación de libertad”

¿Por qué se separan Los Estómagos en 1989? Incluso con un recital caótico, ¿no?

Creo que por ese estrangulamiento de oportunidades que se dio en el ambiente uruguayo. No había posibilidades para tocar. Se había cerrado todo. Estábamos en democracia, sí, pero sucedió. Hubo una pequeña explosión de alegría por la llegada de la democracia, pero después hubo una austeridad muy grande vinculada a falta de posibilidades. Tenía que ver con la realidad económica, social. Creo que más allá de los músicos de rock, los artistas en general no estaban bien vistos. En esos años se hizo muy difícil todo. Los actores de teatro, ponele, no la pasaban bien, no eran bien vistos, como que era un ambiente promiscuo, de gente con “malos hábitos de vida”, que “consumían droga”, que “eran homosexuales". Toda una cuestión de prejuicios que nos englobaban a todos… Y de repente, llega la década del 90 y las nuevas generaciones empezaron a tener una visión diferente de lo que eran los artistas uruguayos. Fijate lo que pasó en el carnaval: los carnavaleros eran “unos terrajas” y pasaron a ser personalidades amadas, queridas y respetadas. Y eso no fue de un momento a otro, sino que hubo un cambio en la sociedad, propiciado por una nueva generación. 

Ahora, Los Estómagos vivieron siete años, y Buitres ya lleva 34 años de vigencia. Entra en escena Pepe Rambao, y dejan las letras contestatarias y políticas. Parodi ha dicho que les llevó una década ser populares. ¿Qué canciones los despegaron y pasaron a sonar por todos lados?

Con Buitres tuvimos un privilegio que fue ir anclando en distintas generaciones con respuestas de popularidad muy, muy importantes. El primero fue en el 93 con la salida de [el disco] Maraviya, que fue nuestro tercer disco. Ese mismo año la industria nacional empieza a editar CD, y salen un CD doble con nuestros dos primeros discos, y sacamos Maraviya. Ese disco tenía dos videos: el video de “Ojos rojos” y “Condenado el corazón”. Eran videos muy impresionantes, que dirigió Guillermo [Peluffo]. Eso fue una explosión tremenda, y estuvimos dos años tocando por todo el Uruguay. Hicimos 11 en La Factoría, en el ferrocarril de Las Piedras, en El Garage de Pando, de esos hacíamos tres o cuatro toques por año, llenos, íbamos a tocar a Artigas, a Salto, Paysandú, a Durazno, Tacuarembó, y llenábamos todos los lugares donde íbamos. Fueron dos o tres años, impresionante.

Vos has dicho que Los Estómagos no funcionó. ¿Por qué Buitres sí? Incluso explotó y tiene una legión de fans. ¿Cuál es la explicación de la vigencia “buitrera”?

Nosotros habíamos recogido la época de Estómagos, y sabíamos dónde estaban los vínculos genuinos con la gente, y tenían mucho que ver con el toque en directo, con estar en contacto y con la gira. Y ahí nos propusimos salir a girar todos los años, al principio en condiciones muy precarias, después ya nos compramos el equipo. Guillermo nos hizo una escenografía desmontable, y salíamos con eso. Salíamos con nuestro equipo, con una escenografía, a tocar en las mismas condiciones tanto en Montevideo como en el interior del país, y eso generó un vínculo muy grande entre un público que tenía nuestra edad o unos años menos. Pasó medio desapercibido: éramos artistas muy populares, pero que nos conocía gente más o menos entre 18 y 25 años. Fue un fenómeno más juvenil, pero un fenómeno más nacional, gracias a nosotros, y a que la discográfica [Palacio de la Música] entendió que cuando sacaba un disco nuestro… Nosotros logramos que Maraviya saliera el mismo día en todas las disquerías del país. Ese tipo de movidas generó un vínculo muy fuerte con la gente. Nosotros llegamos a ser muy populares, y no nos pasaban ni un tema en la radio. 

Después aparece otro fenómeno: aparecen nuevas bandas como La Vela [Puerca], El Peyote, después No Te Va Gustar, bandas que se hicieron muy populares y se fueron abriendo camino, y nosotros enganchamos otra generación más. Primero con Buena suerte… hasta siempre y después con lo que pasa con Mientras, que otra vez nos trajo un público adolescente, y es un disco que vendió más de 30.000 unidades. Es un disco muy bueno, que nos hizo enganchar con otra generación. 

¿Te reconocés como líder de la banda?

No. No soy el líder de la banda. Se ve que no conocen a Gustavo Parodi. Nosotros compartimos el liderazgo de la banda entre los tres, pero el director de la banda es Gustavo. Es el jefe.  

Foto: Javier Noceti / Montevideo Portal

Foto: Javier Noceti / Montevideo Portal

“Con Buitres tuvimos un privilegio que fue ir anclando en distintas generaciones con respuestas de popularidad muy, muy importantes. El primero fue en el 93 con la salida de Maraviya. Ese disco tenía dos videos: el video de ‘Ojos rojos’ y ‘Condenado el corazón’”

¿Cómo hacía el músico, el frontman de Buitres, cuando al pediatra le tocaba guardia o entrar a las 7:30 al otro día? No debe haber sido fácil compaginar los horarios…

Bueno, lo hice… Tampoco es algo de lo que me sienta orgulloso de haberlo hecho, porque me desgasté trabajando fines de semana, porque había que trabajar. No para hacerme millonario, sino que había que laburar. Hubo algunas guardias a las que entré con pocas horas de sueño. Si no, lo que hacía era tratar de que me aguantaran al mediodía, arreglar con compañeros para dormir cinco o seis horas, y entrar al trabajo al mediodía. Trabajé muchos domingos, del 95 al 2012 trabajé el 80% de los domingos en la medicina, sobre todo las guardias. Y el sábado de noche tocaba con Buitres. Ha habido cambios importantes, desde el punto de vista laboral, en la medicina, y creo que todos hemos entendido que los horarios maratónicos de trabajo no son lo mejor para la salud. 

Y después, un máster, una diplomatura en Infectología. ¿Paraste de tocar cuando tenías que estudiar fuerte?

No, nunca paré de tocar con Buitres. A veces uno acomoda las cosas, lo hace estratégicamente. Igual está bueno ir a ensayar, tocar con tus compañeros y tocar en un show, mientras también estás estudiando para un máster.

¿En algún momento pensaste en vivir solo de la música? ¿O sacaste cuentas que podías haber vivido de la banda?

Nunca estuvo muy claro que pudiera vivir de la música, eh. Con la experiencia de Estómagos y los primeros años de Buitres, siempre lo tomamos como algo zafral, que no sabés cuánto más va a durar… Y al ser una banda nacional nada más, que no tenés un circuito por afuera de Uruguay, tenés que parar por momentos. Aprovechar para componer y grabar, pero de repente hay seis meses que no estás tocando. Entonces pasan seis meses o un año y no tenés ingresos por la música. Pero bueno… en realidad, me lo plantee seriamente antes de la pandemia. 

Quería complementar mi proyecto de tango, hacer algo más como solista, pero no de tango sino más vinculado a grabar cosas que me gustan, y seguir grabando con Buitres. O sea, tengo estos tres proyectos artísticos, y voy dejando la medicina, que llega un momento en el que ya puedo dejar algunas cosas.

Veo que lo estás meditando ahora mismo…

Sí… Lo suspendí, en parte, porque vino la pandemia. Pero estoy retomando esa idea.

¿Cómo vivió el médico la pandemia? Tuviste un rol protagónico, ya que como director de Inmunizaciones eras el vocero del MSP alentando a los adultos a vacunar a sus niños…

Primero, la viví un poco de afuera, porque entré en el cargo público en 2022. Estuve como director en el Pereira [Rossell] hasta 2018, de ahí en adelante quedé como internista y como docente de la facultad, y ese período fue raro, porque prácticamente en el Pereira no hubo ingresos de ningún tipo. Cambió la epidemiología, entonces no hubo ingresos por infecciones respiratorias, no se llenó el hospital como se llena siempre. Hasta que empezó el Covid, y hubo casos de coronavirus de todos los colores, entre los cuales aparecieron muchos niños. Fue una situación muy incómoda de trabajo, no estuvo bueno para nada. Todavía hay médicos trabajando en la primera línea, y es bastante complejo. Y obviamente el principal problema del personal de salud es trabajar en las áreas críticas donde tenés que estar todo el tiempo con los equipos, y eso es muy incómodo, muy complejo, y es angustiante también. 

Cuando entré en el cargo de director de Inmunizaciones, ya estaba definido el Plan Nacional de Inmunizaciones, y lo que quedaba era hacerlo aterrizar, que es lo que estamos haciendo ahora. Aterrizarlo en el plan común. Afortunadamente, hubo un cambio en la epidemiología de este virus, y bueno, tenemos esta situación que es radicalmente diferente a lo vivido en 2021. Pero la función mía es ser director del programa de vacunas general. Mi rol tenía como objetivo venir a recuperar la caída de las coberturas que se había producido en la pandemia por diferentes motivos. 

Foto: Javier Noceti / Montevideo Portal

Foto: Javier Noceti / Montevideo Portal

“No es algo de lo que me sienta orgulloso de haberlo hecho, porque me desgasté trabajando fines de semana, porque había que trabajar. No para hacerme millonario, si no que había que laburar. Hubo guardias a las que entré con pocas horas de sueño”

Tienen una recordada versión de “Cambalache”…

Claro. A mí me gustaba el tango, y escuchábamos tango con la banda. Yo quería, en algún momento, cantar tango. Como me gustaba mucho Edmundo Rivero, y el lunfardo de sus tangos, pensé que ese iba a ser el lugar donde tener un espacio para interpretar. Estuve esperando que mi voz tuviera una madurez necesaria. Y en un momento casual conocí a los hermanos Juan y Jorge Cordone grabando en Argentina, y grabé con ellos el disco. Fui a probar unas sesiones y al final decidí que sí, que sacaba un disco de tangos (De barro y asfalto, 2017). 

En esas sesiones lo que tuve fue una especie de entrenamiento, un montón de piques de tipos que habían estado con los grandes cantantes… Y acá me relacioné con Julio Cobelli, que fue medio una casualidad, porque nos ofrecieron hacer un espectáculo de tango y rock, con Christian Cary, Guzmán Mendaro y Poli Rodríguez. Conocí a Julio, y con él hice un entrenamiento de cómo cantar, y bueno, en realidad, yo quería cantar tango, pero no sabía cantar tango. Ahora canto tango. Fue un aprendizaje de verdad.

¿Pudiste traficar algo de la hinchada de Buitres a tu versión tanguera, o son dos públicos bien diferentes?

No. Al principio alguno vino, más por curiosidad. Pero después no, te gusta o no te gusta. Pero apareció un público nuevo, y tuve aceptación por el público que sabe mucho de tango. Ricardo [Olivera] me invitó a cantar en Bar Fun Fun y canté con él. Él también me ayudó mucho, me dio muchos piques. He tenido el privilegio de participar en una expresión cultural que es tremendamente genuina, y aparte todavía, cuando estoy con Julio [Cobelli, guitarrista], estoy con uno de los más grossos del mundo. Es cultor de un estilo y es una escuela de guitarristas y formas de tocar. Tengo el placer de tocar tangos y milongas con un crack.

¿Cuándo se puede escuchar en breve a Buitres, o a vos cantando tangos?

Con Buitres tenemos show en el nuevo Teatro de Verano el 7 de octubre. Quisimos formar parte de los festejos de la remodelación del teatro, pero fue por iniciativa nuestra. Es un escenario que nos encanta. Estamos componiendo, tenemos que grabar, espero que sea pronto. Con Estómagos nos volvimos a juntar con el Hueso, Gustavo y yo, y vamos a cerrar algunos capítulos con la banda. Quizás temas nuevos, no sé, y hacer un libro que anda ahí en la vuelta. Está todo el material fílmico que tiene Gustavo, le queremos dar forma de documental y está abierta la posibilidad de componer algo nuevo, para cerrar con un moñito el ciclo de Estómagos. 

Y yo tengo encarado mi proyecto de festejar 40 años sobre el escenario y tratar de interpretar a aquellos cantantes que me han tirado más, y de los cuales conservo el estilo, entre ellos Dino [Gastón Ciarlo] y [Eduardo] Darnauchans. Y en mi proyecto de tango quiero grabar otro disco, con todos los arreglos que me ha hecho Julio en estos cinco años que llevamos juntos. Hemos renovado el repertorio, y Julio ha hecho arreglos para los temas, con mucho cariño y profesionalismo. 

¿Cantás mejor ahora, desde que cantás tango, como dijo Aldo Silva? 

Sí. Gustavo me lo dijo también. Y yo lo noto. Llegué a grabar el último disco muy cómodo. Tuve una especie de entrenamiento desde dónde ponés la voz, cómo interpretar. Hay mucho espacio libre en el tango, hay mucho aire y la voz queda muy expuesta, entonces la interpretación cambia completamente.  Y adquirís un montón de recursos técnicos de los que no sos consciente, hasta que realmente lo sos. Podés ver a Ricardo [Olivera] cómo maneja un show, y te puede parecer fácil lo que hace, pero es de una técnica tremenda. Es el cantante con la gente, y tenés que lograr muchos matices con la interpretación. Estás muy expuesto. Adquirís eso, que después, cuando vas a componer y grabar es fantástico. Tenés un arsenal de herramientas.

Foto: Javier Noceti / Montevideo Portal

Foto: Javier Noceti / Montevideo Portal

“Conocí a Julio [Cobelli, guitarrista], y con él hice un entrenamiento de cómo cantar, y bueno, en realidad, yo quería cantar tango, pero no sabía cantar tango. Ahora canto tango. Fue un aprendizaje de verdad”

Costa Azul ¿es tu lugar en el mundo? ¿Es donde vas a encontrar paz?

Sí, sí, es fantástico. Estamos viviendo Gustavo, Pepe y yo ahí (cada uno en su casa, eh). Yo había pensado irme a vivir ahí, por lo tanto, compré un terreno que tenía una casita chiquita, y la reformé como para irme a vivir en algún momento. Teóricamente iba a ser para después de los 60 o cuando me jubilara de la medicina. Pero la pandemia aceleró los procesos y me instalé ahí. Mis hijos están grandes, entonces volaron del nido.

¿Qué rutinas has implementado para controlar una rebelde arritmia que te han detectado?

Tengo una arritmia que tiene mucha gente, la fibrilación auricular, que la tengo desde siempre. El principal factor es el estrés, el cansancio. La clave es conocerte y saber cuándo parar, sobre todo cuando estás muy angustiado, muy quemado. Saber en qué momento parar, cerrar las cortinas y aislarte. Yo lo digo de la boca para afuera, después es difícil lograrlo. A mí me afectan mucho las cosas, más de lo que debieran.

No tenés redes sociales…

No. No estoy acostumbrado a que te destruyan porque sí, y a las figuras públicas las destruyen. No lo podría tolerar.

¿Cómo sos como papá de Catalina y Juan?

Trato de ser lo mejor posible. Yo reconozco que ser padre me costó mucho y tuve que aprender muchísimo. Como todos los padres, cometí errores, pero siempre estuve pendiente de mejorar como padre, y sigo estando pendiente de ser mejor y de acompañarlos permanentemente. Los amo profundamente, y desde el día en que nacieron son lo más importante de mi vida.

¿Sos feliz?

Sí, sí. (Piensa) Sí… Igual, siempre siento que me faltan un par de casilleros, ¿no? Pero… sí, sí, me siento muy querido, me siento muy respetado. Tengo la fortuna de tener gente alrededor mío que me quiere de verdad. Y lo valoro. 

Por César Bianchi


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