Seré curioso

SERÉ CURIOSO

Pata González: “El feminismo es incómodo, y tiene que tensionar más, incomodar más”

La presidenta de la Comisión de Género y Feminismos del FA evalúa cómo actuó el partido ante algunos casos y cuánto falta por hacer.

02.04.2024 09:38

Lectura: 25'

2024-04-02T09:38:00-03:00
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Por César Bianchi

Fotos: Javier Noceti / @javier.noceti

Patricia González Viñoly (37) está curtida. Lleva 12 años de militancia feminista y tiene claro que cuando ella ingresa a un lugar donde hay amigos, algunos murmuran, bromean, con que hay que dejar de decir algunas cosas o hacer algunos chistes porque “llegó la Pata”. Lejos de molestarle, celebra eso como un logro. Sabe que es parte de un proceso de debate y construcción que, como todo proceso, será duradero. Ella lo dice así: “Es como que en un momento entrás por el tubo de: ‘¿Sos feminista? Uh, guarda con las feministas’. Entonces es: ‘Bo, te explico esto de los cuidados: 2 más 2 es 4, lo leés y lo entendés’, pero ya sos feminista, y ‘cómo joden las feministas’”.

Es consciente de que el camino no es sencillo, para empezar, porque no hay un solo feminismo: las feministas liberales lograron el voto de la mujer, pero las feministas de izquierda hoy las miran con recelo, porque aquellas no eran de izquierda; las feministas negras no quieren cuidar hijos de mujeres blancas, quieren cuidar los suyos. Y así hay más, ejemplifica González. Por argumentos teóricos e históricos como esos es que ella dice “los feminismos”, “las niñeces” o “las negritudes”. Porque la realidad no es nada maniquea.

A pocos días de haberse alejado del sector frenteamplista Ir, y con la decisión de no apelar a una banca en el Parlamento en el siguiente quinquenio gubernamental, González tiene algunas cosas claras: el Frente Amplio (FA), al menos, tiene una Comisión de Género y Feminismos —no como los demás partidos—, pudo haber actuado mejor ante la denuncia de Martina Casás al diputado Gustavo Olmos (pero al menos, llegó al “documento posible”), hay que redactar un nuevo protocolo de actuación —y en eso están— y lo dicho más arriba: al menos hay un lugar donde recibir denuncias de acoso o abuso y actuar en consecuencia.

El FA recibe en sus plenarios unas 30 denuncias por año y toma una resolución. Otras tantas no llegan a ser denunciadas.

“Yo soy de izquierda y tengo una mirada de clase también, pero mi forma de acumular pensamiento, emoción, sentimiento, de militancia y lealtad política es con el feminismo. Tengo lealtad política hacia el feminismo”

Basta googlear tu nombre para ver que el feminismo atraviesa toda tu actividad. Hasta tu perfil de Wikipedia te define como tal. ¿Recordás en qué momento te asumiste feminista?

Sí. A mí me costó terminar la carrera, terminé de cursar todo y después no volví nunca más porque empecé a laburar. Y cuando volví a cursar los últimos talleres me tocaba cursar el taller de Nicky Johnson, una politóloga feminista muy importante. A mí la diversidad me gustaba más que el feminismo, porque el feminismo me parecía un embole. Me puse a leer y me convencí, me convencí leyendo. Empecé a militar y como que hice un cambio. Un cambio total en mi vida. Eso fue en 2012. 

¿Y te pasó eso que dicen de que “después que te ponés los lentes del feminismo ya ves el mundo de otra forma”?

Total… Pero me pasó con otras cosas también. Yo tengo otro grupo de interés que son las negritudes, que también tiene que ver con mi historia, y ahí te pasa lo mismo: cuando te das cuenta de que el color de piel de las personas y la racialidad de las personas atraviesan los lugares en los que estás y cómo te podés parar, es difícil después no verlo en todos lados. Son formas de mirar el mundo. Hay gente que dice: “Yo soy de izquierda”. Yo soy de izquierda y tengo una mirada de clase también, pero mi forma de acumular pensamiento, emoción, sentimiento, de militancia y lealtad política es con el feminismo. Yo tengo lealtad política hacia el feminismo. Es mi causa.

¿Te tocó sufrir, alguna vez, algún tipo de ataque o acoso simplemente por tu condición de mujer?

Sí, muchas veces. Es algo normal, empezás a ponerlo en palabras y te dicen que “un compañero que no van a nombrar” y te cuentan, como yo tengo mil historias para contar, de situaciones en las que me he sentido incómoda. Sobre todo hay una cosa que tenés que trascender cuando sos más joven, que es que tenés opinión política, y que vos podés opinar de política aunque te pintes los labios, aunque te pongas pollera y te pongas vestido. Que tu opinión política excede a que te pintes los labios. 

Sos politóloga, y especializada en género. Trabajaste en la Dirección Nacional de Políticas Sociales del Mides, en temas relacionados a la población afrodescendiente, personas trans y mujeres migrantes. Me da la impresión de que en Uruguay nos consideramos respetuosos con la diversidad, que los extranjeros acá son bienvenidos y creemos que acá no se discrimina. ¿Cuánta discriminación y xenofobia te ha tocado ver en tu trabajo?

Enorme, inmenso… Ahí sembramos las primeras semillas para cosas que pasaron después, como la Ley Trans. Ese fue el espacio donde se discutieron los cupos para las personas trans. Una cosa que me impresionó mucho una vez, en Salto, era que las trans contaban que su gran revolución era ir a tomar un helado al centro. Eran personas que no tenían posibilidad de salir en el día porque se reían de ellas. Y con los migrantes pasa una cosa muy loca: tenemos una posición ante la migración blanca y una posición muy distinta ante la migración negra. De hecho, parte de la población negra nos contaba que dos por tres les preguntaban si eran dominicanas, como si acá en Uruguay no hubiera gente afro… Nosotros hemos reconocido que la gente afro es más pobre. ¡Y eso quiere decir cosas!

El otro día unas compañeras ponían un cartel: “¿A quién le incomodan los feminismos negros?”. También en los feminismos, el feminismo negro da una disputa distinta, históricamente, porque las mujeres querían salir a trabajar, y las mujeres negras decían: “Yo quiero cuidar a mis hijos, no a los tuyos”. Había otras agendas de demanda. Y hay arriba de la mesa otras agendas, que capaz que no son el techo de cristal, pero sí es que la mayor parte de las mujeres están empleadas en el trabajo doméstico. Y que el empobrecimiento de las mujeres por la cantidad de hijos, o por el acceso a la educación… hay una diferencia enorme en el acceso a la educación. Mi tarea [en el Mides] era mirar con esos lentes el acceso a la educación, tomar las políticas universales y mirarlas con esos ojos. ¿Universal el acceso a la educación? Y mirá, las mujeres trans no acceden por lo que vivencian en los liceos. Y entonces, no pueden estudiar. Por tanto, el trabajo sexual es un destino inevitable, no es una decisión. Los lugares de donde venís condicionan el lugar en donde estás.

Hace un par de semanas te escuché decir que los problemas de las mujeres “son de toda la sociedad”... Ampliame esta idea.

¿Quiénes definen cuáles son los problemas de la sociedad? Lo define el gobierno, lo define la prensa, lo definen los partidos políticos. ¿Cuál es el planteo del feminismo? Es decir: mirá, si el problema de los cuidados lo tiene el 60% de la población, me parece que es un problema público. Hay ciertos problemas que tenemos las mujeres, que en realidad repercute en la mayoría de la población. Y si la sociedad resuelve un montón de problemas que yo, personalmente, no tengo, bueno… también deberíamos resolver algunos problemas que los dirigentes varones personalmente no tienen.

¿Se puede ser varón y feminista? Lo pregunto porque a los “aliados” los miran de reojo, como desconfiando... 

Esa pregunta no tiene una única respuesta. Yo te doy mi posición personal: yo creo que sí. Yo creo que el feminismo es una perspectiva política y las perspectivas políticas se comparten, de la misma manera que yo soy antirracista y de la misma manera que yo defiendo los derechos de la diversidad de los cuerpos, y un montón de cosas que no necesariamente las vivo yo, pero me parece que están bien. ¿Es lo mismo y es la misma forma de poner el cuerpo en las cosas que no me pasan a mí? Y no, no es la misma forma de habitar el movimiento. Yo voy a la Marcha de la Diversidad, respaldo y defiendo, pero no la encabezo, porque no soy LGBT. 

El punto es el lugar en el que vos te ponés ante la batalla del otro. Y hay una noción que es: dónde vos tenés puesto el cuerpo. A mí me preocupa mucho la distribución de clases, pero yo no vivo en un asentamiento. Entonces, si estamos hablando de eso, tenés que respetar a la persona que lo vive. 

En agosto del año pasado decías en Búsqueda que no tenías claro si el FA, como fuerza política, debía declararse feminista, tras una discusión en el Primer Encuentro Nacional de Feminismos del FA. Una colectividad que sí ya se ha definido “antipatriarcal” y “antirracista”. ¿Seguís sin tenerlo resuelto?

Yo creo que es difícil que un partido político se declare feminista, porque debería ser responsable en relación a eso. Y no veo las mayorías para eso. No creo que nosotros tomemos decisiones colectivas con la perspectiva feminista. Creo que hay muchas feministas en muchos espacios, y que hay una sensibilidad colectiva que se va transformando y moviéndose. No creo en eso de: “Yo te impongo la posición, y después vos ves cómo te adaptás a ella”. Me parece que, a veces, tenemos el mal de leer los procesos históricos en los ciclos de vida de las personas y ta, mi vida va a ser mucho más corta que esta época del feminismo. Capaz que, dentro de 40 años, una compañera que esté acá, te dirá: “No, si el partido no se declara feminista, es un desastre”. Si vos me preguntás si hoy tenemos condiciones para eso, si es la batalla que tenemos que dar, yo te digo que no.

“¿Si se puede ser feminista y varón? Creo que sí. Yo creo que el feminismo es una perspectiva política y las perspectivas políticas se comparten, de la misma manera que yo soy antirracista y que defiendo un montón de cosas que no las vivo yo”

Te afiliaste al Frente Amplio (FA) en 2012, cuando militabas en el sector Ir. El FA hoy tiene un programa único y cuatro precandidatos. Más allá de la decisión de que la fórmula presidencial sea paritaria, ¿el programa del FA tiene perspectiva de género?

Sí. Ahí hay 30 años de laburo acumulado de muchos compañeros. Pienso en Mariela Masotti porque hace muchos años que está, pienso en Patricia Cossani, en Margarita Percovich. Hay compañeras que vienen poniendo perspectiva de género en el programa desde hace muchos años. ¿Qué condensó en este programa y es un gran logro? Uno de los ejes integradores es el de la igualdad de género. Y eso es una ganancia, porque es lograr ver que el problema de la desigualdad en el empleo se mira distinto, que el problema en el empleo es un problema económico, que el problema de la seguridad hay que mirarlo con perspectiva de género. Vos tenés que ponerle perspectiva de género a los problemas, porque la forma de resolver los problemas es distinta, y mejora tu capacidad de respuesta.

Hay quienes creen que el feminismo es una lucha de izquierda, que no se puede ser feminista y de derecha o centroderecha. ¿Sos de las que piensa así?

No. En esto sí creo que no hay un “feministómetro” para medir si otra es más o menos feminista, porque tenés que medirte a vos misma también, ¿no? Hay que ver si sos tan feminista, todos los días, desde que te levantás hasta que te acostás. Cuando te das cuenta de que el “feministómetro” es opresivo también para vos, es opresivo para el resto. Pero, además, el feminismo liberal es un feminismo muy viejo. Todo el proceso del derecho al sufragio hizo crecer el feminismo liberal, que fue muy importante. 

Hace poco, discutiendo con una teórica española sobre las vertientes en el feminismo en América Latina, por ejemplo, ella me decía que en Europa ellos tienen mucha influencia de los feminismos liberales estadounidenses, y después construyeron los feminismos liberales europeos. Acá hay más feminismo local, de pensadores del sur. Las liberales no son de izquierda para mí. El feminismo negro y el feminismo liberal no tienen puntos en común. Unas dicen: “Es un movimiento para la emancipación de la mujer”, otras dicen: “Es un movimiento para mejorar la vida de las mujeres”, otras dicen: “Es un movimiento para la igualdad”. Esas cosas son grandes matices teóricos.

La vicepresidenta Beatriz Argimón o Mónica Bottero, hoy al frente de Inmujeres, ambas feministas, han dejado de asistir a la marcha del 8M por no sentirse cómodas. ¿Por qué pasa eso?

Yo creo que el feminismo es incómodo, es incómodo para mí también. Tiene que serlo. Porque si no, es como que vos te institucionalizás, y es como un feminismo que es el que tiene la voz y el espacio público y es un feminismo institucional. Yo soy feminista institucional. Yo creo en las instituciones. Pero no todas creen [en las instituciones]. Yo no creo en tirarle piedras a la Iglesia. Yo no creo que haya que ir separadas en bloques de mujeres. Hay cosas de la marcha que me incomodan, también. Pero me parece que ahí la diferencia es cómo habitás eso. Yo soy feminista, y no preciso que nadie me dé permiso o me lo revalide. 

Si vos estás en un espacio público y hacés política, la gente tiene derecho a decir que lo que vos hiciste no le gusta, y que no se representa por eso. El asunto es cómo te vas a tomar eso. Si querés que todas te aplaudan y les parezca bárbaro lo que vos hacés es una cosa… Yo estuve en la IM y había compañeras que me pegaban en redes: porque no hicieron esto, porque hicieron tal cosa... Ahí la diferencia es asumir, poner el cuerpo en el espacio, y, si te pegan, no te lo tomes personal. 

¿Cuál es el rol de la Comisión de Género y Feminismos del FA que presidís?

Es una comisión nueva, así que tiene la libertad de no tener un cometido predeterminado por estatuto, pero sí se ha puesto objetivos concretos: el trabajo en la readecuación normativa respecto a la violencia de género; la participación de las mujeres y la forma de organización de las mujeres en el territorio, ahora hay comisiones de género en todas las departamentales del país y en gran parte de los comités de base y en las coordinadoras, y está empezando a emerger una cosa más desde abajo, de la base, y del territorio. 

También la incorporación de las infancias dentro de los espacios políticos, y los espacios de cuidado. Pero, sobre todo, tratar de sintetizar posiciones disruptivas. Yo vengo del planteo de: “Nadie dijo que esto iba a ser fácil”. Era con lío, siempre es con lío. ¿Por qué? Porque tensionan las estructuras más de base. El feminismo está en la sociedad, te guste o no. ¿Querés incorporar parte de eso en la fuerza política? Bueno, tiene costos. Y el FA decidió pagar ese costo, que es altísimo. Los otros partidos no pagan ese costo, porque no tienen ese espacio feminista. ¿Cuántas mujeres feministas nucleadas, organizadas hay dentro de los partidos? Pocas. Sí hay en los cargos institucionales, pero en los partidos, militando como feministas, muy difícil…

“Creo que el feminismo es incómodo, es incómodo para mí también. Tiene que serlo. Porque, si no, es como que vos te institucionalizás. Yo creo en las instituciones. Pero no todas creen. Yo no creo en tirarle piedras a la Iglesia, no creo que haya que ir separadas en bloques”

Has hablado de “los ambientes sexistas en los espacios”. ¿Cómo se lidia con un ambiente sexista? ¿Y qué debemos entender por un ambiente sexista?

Hay una cosa de los chistes, los planteos, las redistribuciones. En el FA pasa que las mujeres hacen las actas, las mujeres hacen las tareas de sostenimiento y administrativas de la organización y los varones hablan en los actos. Vos me preguntás si eso cambió, y te digo “depende”: en algunos lugares sí, y en otros no. Y cuando las compañeras tensionan eso en el uno a uno, pasa como en tu casa, que viene tu compañera y te dice: “Bo, dejaste la toalla tirada… Si no la colgás vos, la tiene que colgar otro”. En el uno a uno, eso es más difícil de negociar, porque en un momento te calentás y decís: “Uh, todo te molesta”. 

Bueno, esa tensión entre el “todo te molesta, no te viene bien nada” a “cambiemos algunas formas de relacionamiento que a mí me permitan sentirme más cómoda en la redistribución de tareas que tenemos” es el proceso de la vida misma. Es el cambio de funcionamiento de la sociedad. Y cuando las compañeras lo plantean, es un problema. Ahí hay un trabajo pedagógico que nosotros tenemos que pensar cómo lo hacemos. Creo que es una cosa en la que hay que ponerle mucho pienso en la próxima etapa. 

El Protocolo de Actuación del Frente Amplio sobre la Responsabilidad Política ante Situaciones de Violencia hacia las Mujeres Basada en Género es de 2020, y me consta que está redactando otro. ¿Qué falencias tiene el vigente? ¿Qué se busca corregir con la nueva redacción?

Más que falencias, tenemos los documentos posibles, el documento que se construye es el documento del acuerdo. Quiere decir que hay cosas que en el proceso de discusión de 2016 y 2017 no eran posibles, que hoy son posibles. Uno de ellos es la violencia privada. Hay algo que pasa por la vía de los hechos, que cuando hay denuncias penales, el FA interviene, toma decisiones, como los casos de abuso sexual. No tenemos un protocolo que permita prever qué hacer en esos casos. 

Después, es necesario construir recepciones: espacios de recepción de denuncias y armar equipos que puedan analizar la denuncia y derivar el caso. Es difícil ese proceso de acompañamiento. Hay que sostener a personas distintas, a personas acusadas, a personas víctimas, hay que sostener los espacios políticos, eso requiere de un trabajo especial. Hay un ejercicio que hemos hecho, que es el de poder tipificar las violencias. Parte de la discusión teórica del momento es que no todo es lo mismo. No es lo mismo hablarle mal a una compañera que tocar su cuerpo sin su consentimiento. Deberíamos tener claro nosotros que hay cosas que son muy graves. 

¿Qué cambiaría con la nueva redacción?

Cambia todo el protocolo, por eso es un protocolo nuevo, entre otras cosas porque tipifica, porque categoriza, porque repiensa cuáles son las penas, porque tiene propuesta de justicia restaurativa, porque intenta ir por el camino de restaurar. Que no solo sea punitivo, sino pensar en las reinserciones de las personas. 

“El documento que se construye es el documento del acuerdo. Hay cosas del proceso de discusión de 2016 y 2017 que hoy son posibles. Hay algo que pasa por la vía de los hechos, que cuando hay denuncias penales, el FA interviene, toma decisiones”

¿Hubo fallas en la aplicación del protocolo en el caso de Olmos y Casás?

(Piensa) Una cosa que pasa con la legislación es que vos tenés normativas y armás procedimientos, y después los casos exceden el procedimiento. Eso pasa siempre y pasa en todos los casos. Quienes tenemos responsabilidad política tenemos que hacer las mejores aplicaciones posibles. Este caso era muy difícil, porque conectaba distintos niveles de problemas: eran dos personas que trabajaban en el mismo espacio y, por tanto, tenían que verse; los tiempos de las personas de hacer las denuncias (cada persona tiene un tiempo, un plazo, para presentar, y tiene que ver con cada uno), y el FA tenía que dar cauce a que cada persona pueda distinguir eso. 

Durante muchos años no tuvimos protocolo, y… te tenías que ir. Ahora lo podés denunciar, lo podés plantear, y es esto de ponerle perspectiva histórica a los problemas. Yo creo que los problemas que tenemos no tienen que ver solo con la aplicación del protocolo, sino con la responsabilidad de cada uno de los sectores. Hoy se filtran los documentos. Eso quiere decir que hay personas que están declarando en espacios que, suponen, son íntimos, y después eso lo leen miles de personas porque le llega a la prensa. Eso es responsabilidad política nuestra.

En el caso del alcalde de Los Cerrillos, Rodrigo Roncio, el Tribunal de Conducta Política (TCP) del FA entendió que hubo varios casos de acoso sexual y el alcalde debió renunciar, aunque lo hizo bajo protesta y dijo que el partido no le dio las garantías mínimas para defenderse. ¿Fue así? 

Mirá, yo no lo leí, yo no leo los expedientes, porque no me corresponde, y además porque es horrible leer los expedientes. No sé si la gente sabe lo que eso impacta, lo que implica leer esos relatos… Pero todas las personas que leyeron el expediente no dudaron en la resolución. Estoy diciendo que hubo discusión sobre todos los temas, y sobre este caso particular: no hubo ninguna duda. Pero ni una. Nadie hizo ninguna observación. Y todos tenían una buena imagen previa de él. Me pasó muchas veces de tener muy buenas imágenes de determinadas personas, y después te enterás de cosas… Es necesario disociar que hay personas maravillosas, que son buenos padres, que tienen buena inserción en la comunidad, que todos consideran buenas personas, y abusan de otras personas. Lamentablemente, es así.

¿Cuánto afectan las filtraciones a la investigación de un caso? Porque los detalles de la denuncia contra Olmos se conocieron por mérito del periodismo, no porque fuera un documento público. ¿Complica un análisis serio y profundo de la denuncia?

¿Sabés qué erosiona? La confianza. Y ese es el fundamento primero de la política. Hay gente que dice: “No quiero discutir en el hermetismo”. No, tiene que haber un espacio de confianza, donde yo pueda ser honesta y pueda presentar matices y donde pueda explicar mis puntos de vista, sin que eso sea público. Porque no todo en la vida de las personas es público, y no todo en la vida de las instituciones lo es. 

La vida privada de una organización política es cada vez más difícil, como es cada vez más difícil poder tener discusiones en confianza, y debates en confianza, que no estén filtrados en los espacios políticos. Pero, además, en los casos de investigaciones, terminan haciendo que la gente tome postura. Yo hablaba con una compañera abogada y me decía que la historia común en los casos de abusos sexuales, (lo común) es amedrentar a las víctimas para que no denuncien o levanten las denuncias. Usar los medios de comunicación para decir cosas sobre las víctimas y para poner a las víctimas en cuestión es una operación política del patriarcado muy vieja. 

Como feminista, ¿cómo creés que queda Martina Casás en todo esto? Ella contó su versión en una comisión, supuestamente “cuidada”, y luego todo el país conoció las dos versiones y definió un Plenario del FA con 200 personas, que cerró el caso…

Yo creo que la posición de Marti es difícil, pero lo fue desde el inicio. Y ella tomó una decisión muy valiente, que mucha gente no toma, que es proceder y procesar una denuncia. Lo que pasa después de que una mujer denuncia es muy trágico para las mujeres, es muy difícil de sobrellevar en tu vida. ¿Sabés lo que me pasa a mí? Yo la conozco mucho a Martina, y tengo una seguridad total del valor político que tiene, independientemente del cariño personal que tenga hacia ella. Es una de las mejores de nosotras. Martina es la única diputada ambientalista, es bióloga, está haciendo una Maestría en Ecología Política, es la única tipa que tiene perspectiva ambiental de largo plazo, con énfasis feminista, y que tiene una causa política: como para mí es el feminismo, para ella es el ambientalismo. Entonces, su aporte excede a que a Martina Casás le haya pasado eso. 

¿A Martina le pasó eso? Sí. A muchas mujeres les pasó. Unas denunciamos, otras no denunciamos. En algunos casos fue más grave, en otros casos fue menos grave. 

Necesito repreguntar: ¿qué te pasó a vos? ¿Qué sufriste vos?

No voy a contar nada que me haya sucedido. Nunca lo he contado…

¿No fue grave, entonces?

No tanto que no me haya dejado moverme. Hay una cosa que es reactiva: si vos tenés la capacidad —que depende de un montón de variables— de parar eso, y tomar distancia. Conozco gente que no tuvo el reflejo de decir: “Che, esto me molesta, me incomoda”. Ahora me doy más cuenta cuando algo me incomoda, me hace ruido, y me corro. Pero no siempre es así. Yo, desde más chica, con compañeros a los que quiero mucho, les he planteado lo que me incomoda.

El TCP del FA dijo que el diputado Olmos está eximido de culpa y, de hecho, volverá a ocupar su banca. ¿Cuál es tu evaluación sobre cómo actuó el FA en este caso?

(Piensa) Con mi responsabilidad y en mi lugar, yo creo que actuó de la manera posible. Llegó a la síntesis posible. Yo soy feminista. Y espero mucho más del Frente. Creo que el camino es tensionar eso mucho más, incomodar mucho más, y tener alguna síntesis entre nosotros, o algunos acuerdos entre nosotros, que no tenemos todavía sobre lo estructural. ¿Me gustaría que pasara otra cosa? Sí. ¿Me parece que lo que pasó es lo posible hoy? También.

Vos señalaste que el FA tiene un espacio donde radicar una denuncia de acoso, abuso o destratos hacia mujeres, mientras que otros partidos no lo tienen. La denuncia contra Olmos es mediática, pero dijiste que hay “muchísimas” denuncias más, que no llegaron a los medios. ¿De cuántas hablamos?

En el pasado Plenario se trataron 8 o 10 casos. No tenemos Plenario todos los fines de semana, hay tres al año. Se resuelven capaz que 20 o 30 casos al año, casos que llegan al TCP, pero hay un montón de casos que no llegan al Tribunal, porque deciden no denunciar. Así que hay decenas de casos, un montón, y en todo el país.

¿Cómo hacés para que Martina u otras como ella no se vayan de la política?

Marti tiene una red de contención grande, porque ella ya es una mujer política inserta en el espacio de las mujeres políticas. No solo cuenta con el respaldo de las mujeres frenteamplistas, ella tiene un espacio grande de pensamiento político… Las mujeres del FA tenemos que ver, una por una, cómo se reinsertan en la política, en algunos casos es más fácil, en otros es más difícil. Pero ahí sí el FA tiene que explorar un lineamiento de trabajo institucional y no tan personal. 

“Martina [Casás] es una de las mejores de nosotras. Es ambientalista, bióloga, está haciendo un Máster. ¿Le pasó eso? Sí. A muchas mujeres les pasó. Unas denunciamos, otras no denunciamos. En algunos casos fue más grave, en otros casos menos grave”

¿Seguís queriendo entrar al Parlamento, un lugar que alguna vez definiste como “liderado por varones blancos y mayores”?

Ja… Yo decidí hace muchos años que, trabaje de lo que trabaje, yo soy una mujer política. Eso excede a lo que me da de comer, o a si tengo un cargo en el FA, en el gobierno o en el Estado. En este período, en particular, decidí armar mi CV y trabajar por fuera de los espacios públicos. Yo trabajo en la Fundación Friedrich Ebert, fundación de la socialdemocracia alemana, y ahí coordino el proyecto regional de Partidos Políticos Progresistas y trabajo en el proyecto de Uruguay. Es una fundación política, yo soy politóloga, pero tampoco es tan fácil conseguir trabajo como politóloga feminista, ¿no? Elegí salir un poco del Estado. En este momento no tengo puesto arriba de la mesa pelear por una banca.

Tenés una hija, Catalina, de 7 años. ¿Te gustaría que fuera feminista? ¿Es una aspiración personal que tenga una conciencia feminista como la tenés vos?

Catalina es feminista. Hay un clic ahí, que es ver a las infancias como personas. Son personas chiquitas, pero personas. Uno no puede evitarles a los hijos la historia de los padres. Ella tiene planteos permanentes, tiene una visión de mundo que tiene que ver conmigo, con el padre y con el entorno también; el papá es un militante político y psicólogo. La hemos criado con juicio crítico. Creo que esta generación va a dar vuelta la maquinita del feminismo, y ojalá rompa nuestros planteos y construya otros. Creo que ella no podrá evitarlo [ser feminista].

¿Sos feliz?

Depende. Depende de los momentos, no creo que la felicidad sea un estado continuo. Soy una mujer que ha tenido mucha suerte, me siento muy realizada. Me duelen muchas cosas también, y me gustaría que fueran de otra manera. Tengo muchos amigos, tengo muchas cosas que tienen mucho valor. Pero el mundo me duele mucho, estoy muy informada. 

Por César Bianchi