Montevideo Portal
Desde su regreso a la vida tras el accidente aéreo de 1972, los sobrevivientes de Los Andes han contado muchas veces su historia de redención en las montañas, ya sea en libros, conferencias o documentales. Sin embargo, Fernando Parrado y Roberto Canessa, los dos expedicionarios que hallaron el camino de salida a través de la cordillera, nunca habían realizado en conjunto la narración de su caminata a través de las montañas, que significó la salvación para ellos y los otros 14 compañeros que lograron sobrevivir en Los Andes. Hoy, 22 de diciembre, se cumplen exactamente 38 años del rescate.
"Que lo hagan juntos es una garantía de que esta vez no pueden mentir", bromeó José Luis Coche Inciarte, compañero sobreviviente y presidente de la Fundación Viven. La ocasión de este encuentro fue justamente el almuerzo solidario anual de la Fundación creada por los sobrevivientes, que se llevó a cabo en La Casa Violeta el pasado viernes 10 de diciembre. El almuerzo se realizó en apoyo a la campaña "Hagamos un pacto por la vida", cuya finalidad es concienciar a la población sobre la importancia de la donación de órganos, y el proyecto "Corazoncitos", también de la Fundación, que apoya a los niños con cardiopatías congénitas.
Al final del almuerzo, en el que participaron varias empresas y cuya recaudación fue destinada a estos proyectos de la Fundación Viven, Coche Inciarte introdujo a Parrado y Canessa, que a través de 30 minutos de narración convirtieron un tórrido mediodía montevideano en un demencial viaje en las alturas a 20 grados bajo cero, con el mundo convertido en una enorme inmensidad blanca.
En las montañas de la locura
"Uno tiende a imaginarse a las montañas de día, con luz, pero las montañas son absolutamente terribles de noche, cuando no se puede ver ni a 10 centímetros. Fueron 72 noches espantosas con algo de luz a veces", comenzó Parrado, iniciando la narración de los días de caminata a través de la nieve en una proeza digna de figurar en la Biblia del montañismo.
"Aquella mañana había amanecido sin nubes, y nosotros esperábamos una ventana en el tiempo para poder escalar la montaña que teníamos enfrente en un día o un día y medio, para encontrar de otro lado algún pueblito. Nos fuimos con Roberto y Antonio (Vizintín) sin ninguna idea de distancias, tiempo o montañismo. Lo que parecía una hora en realidad eran tres horas caminando, y esa inconsciencia nos ayudó", explicó Parrado, mientras Canessa recordaba el momento en que Parrado y él decidieron continuar juntos y pedirle a Vizintín que regresara, a fin de aligerar el paso y tener más comida.
"Ese primer día avanzamos bastante, y al mediodía ya teníamos que ponernos unos colchones en las piernas porque te empezabas a hundir. A esa hora empezaba a soplar un viento helado y te mojabas todo. Éramos hormiguitas perdidas en esa inmensidad, nos sentíamos ridículos", dijo Canessa.
"Yo sabía y lo tenía muy claro, lo había visto como en un guión de una película, que si yo volvía me iba a morir", dijo Parrado, "y eso te impulsa a seguir. Había perdido a mi hermana y a mi madre y lo que me empujaba a continuar era el deseo de ver a mi padre. Volvió entonces Antonio y nosotros seguimos subiendo en terrenos cada vez más difíciles, hasta que llegamos a la falsa cima de una montaña. Cuando estaba ahí y miro hacia el oeste esperando ver calles, alguna cabaña, una columna de humo, lo único que había eran cientos de kilómetros de montañas nevadas por todos lados. Me di cuenta que estaba muerto. Era como tirarte en medio del Atlántico, sin salvavidas ni nada, sin saber para dónde nadar".
La decisión de seguir adelante fue difícil, sobre todo porque Canessa no estaba seguro de que fueran en la dirección correcta, pero recordando que "nunca se deben tomar decisiones después de las 7 de la tarde", decidió esperar al día siguiente para contestarle a Parrado, quien pensaba continuar de todos modos. A la mañana siguiente, tras dormir en la cordillera, amaneció un día espléndido. "Era uno de esos días en que te tragás el mundo, y yo me decidí a acompañarlo", contó Canessa.
"Empezamos a bajar, subir, bajar, subir. Escalamos, trepamos, esquivamos grietas. La única sabiduría era que si parábamos, estábamos muertos. Al tercer día encontramos el nacimiento de un río, y debíamos decidir si íbamos a la izquierda o la derecha, algo que podía haber cambiado completamente la historia de elegir mal", continuó Nando. Canessa recordó el momento en que la nieve comenzó a desaparecer para ser sustituida por rocas, agua y pasto. "Llegamos a una parte en que no había nieve y salía agua amarilla, con azufre, y había un poco de verde y una lagartija mirando, como diciendo: ‘¿ustedes no estaban muertos?' La sensación era que habíamos llegado a un hotel 5 estrellas: agua, pasto, lugar para dormir", bromeó.
La prueba de la blancura
"Empezamos a encontrar señales de que nos acercábamos a la civilización, pero ya estábamos muy mal. Creo que de caminar 8 o 10 kilómetros más nos hubiéramos caído y no nos levantábamos más", explicó Parrado. Fue Canessa quien vio finalmente al arriero Sergio Catalán, el nexo que los trajo de vuelta al mundo. El "Músculo", como se le conoce a Canessa, había llegado a esa fase no sólo habiendo perdido más de 30 kilos, sino con una deshidratación importante a causa de una diarrea crónica, ocasionada por chupar su postre, una "dulce" pasta de dientes con leche de magnesio.
Mientras Parrado imaginaba cómo matar una de las vacas que pastaban en el lugar "trepándose a un árbol y tirándoles una piedra", Canessa vio un arriero a la distancia. A los gritos convenció a Parrado, que en principio no le creía, hasta que finalmente ambos vieron a Catalán. De ahí, la historia que todos conocen: los mensajes escritos y arrojados a través de una piedra, la promesa de ayuda al día siguiente y el rescate.
"Yo tenía mis dudas hasta que pudimos conectar a Sergio, que volvió luego con ayuda y los militares de la zona", continuó Nando. Tras la llegada de los helicópteros y las increíbles indicaciones en el mapa para encontrar el avión perdido ("ustedes no pueden haber cruzado así todo esto", dijeron los militares al principio), comenzó la odisea de acompañar a los pilotos de los helicópteros, "De repente estaba volando con los auriculares puestos y dirigiéndolos. El piloto no podía creer cuando yo le decía que siguiera adelante, cruzando glaciares y montañas. Creía que yo estaba perdido. El viaje fue al límite de la altura permisible, hasta que cruzamos unas montañas y distinguí el valle. Le hablé tanto que el piloto me mandó callar", recordó Parrado.
La llegada del helicóptero fue "uno de los momentos más emocionantes", dijo Parrado, dando inicio a un regreso inesperado a la vida, que aún debía ser asimilado por el mundo, al igual que las historias de supervivencia y canibalismo que comenzaron a circular poco después. "Nosotros sabíamos que estábamos vivos y el mundo no. La historia se difundió en todos lados porque nos habían declarado muertos, pero el mundo se equivocó. Ahí estábamos, reviviendo", concluyó Canessa.
"Hay que dudar, dudar sin miedos, acerca de Dios y de muchas cosas", contó Parrado al hablar sobre el posible "milagro" que significó su supervivencia. "Esto fue un accidente de avión. El piloto se equivocó, algunos se murieron, entre ellos mi madre y mi hermana, y nosotros estamos vivos. ¿Por qué? Porque hay preguntas que no tienen respuesta", reflexionó. "Si Dios nos ayudó o no, no sé, ¿por qué nos salvó a nosotros y no a mi madre o mi hermana? Yo dudo muchísimo, y soy más espiritual que católico. ¿Por qué nosotros? ¿Quién puede responder a eso? Muchos dicen que es un milagro. Además de un milagro acá hubo un esfuerzo físico sobrehumano. ¿Cómo lo hicimos? Nadie puede responder a eso".
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