El caso de un hombre de 85 años y una mujer de 87 a punto de quedar en la calle por una acción judicial de su propia hija es tema de debate por estos días en Francia.
La pareja reside en Perpiñán, en el sur del país, y tiempo atrás traspasó la propiedad de su casa a su única hija, a la que adoptaron cuando tenía 4 años. Tratándose de un asunto de familia, no tomaron la precaución de incorporar en la cesión una cláusula que impidiera su desalojo mientras vivieran.
Ahora, en el marco de una querella por motivos económicos, la hija decidió vender la casa y obtuvo una orden judicial para que sus padres la desalojen, de grado o por la fuerza, orden que entró ahora en la “zona roja”, ya que podría ejecutarse a partir de ayer, 2 de junio.
“No, no me iré. Quiero quedarme en mi casa”, dice el hombre, llamado Yves Jamois, en declaraciones al periódico L’Independant. A los 85 años, se ve en peligro de quedarse sin hogar junto con su esposa, Annick, de 87, confinada en cama desde hace tres años a causa de la enfermedad de Paget, una dolencia que afecta a los huesos.
Yves fue director de cine y Annick cuidadora infantil del Departamento de Bienestar Social. A lo largo de su vida, acogieron sucesivamente a 29 niños en su hogar de Sarthe, en el noroeste de Francia. Entre ellos se encontraba un niño, Dominique Chanteu, a quien recibieron a los 16 años y, tras establecerse en los Pirineos Orientales, aún hoy los apoya en la vida diaria como lo haría un hijo. También acogieron a una niña pequeña, su única hija, a la que adoptaron a los 4 años, y con la que ahora mantienen una dura disputa.
“Viven allí a expensas de la princesa”
Hace 20 años, Yves y Annick atravesaron dificultades económicas y su casa corría peligro de embargo. Habían financiado la compra íntegramente mediante el pago de préstamos desde 1986 y, para protegerse de los acreedores, decidieron ponerla a nombre de la hija, quien se convirtió en la única propietaria legal. Luego vendieron la propiedad y, con lo recaudado, compraron una casa en Perpiñán, valorada actualmente en unos 140.000 euros, a la que se mudaron en 2002.
Al mudarse pusieron la nueva casa a nombre de su hija, y los tres acordaron que los padres cubrirían todos los gastos relacionados con el mantenimiento y los impuestos del inmueble.
Para complementar la pensión de la pareja, que suma unos 1.800 euros mensuales, Yves trabajaba repartiendo folletos. Sin embargo, en 2017 ambos se enfermaron. Además de las deudas acumuladas por préstamos para consumo, los ancianos ya no podían pagar el impuesto que se les deducía directamente de su cuenta. Las autoridades fiscales apuntaron entonces a la propietaria oficial, su hija, quien en 2019 tomó una decisión: demandó a sus propios padres.
La mujer, que vive en el norte del país, decidió vender la casa, según afirma, debido a “una situación personal precaria”, y solicitó al juez que ordenara a sus padres que desalojaran la vivienda.
“Viven allí a expensas de la princesa”, fueron las palabras de la mujer, según el citado medio. La princesa sería, obviamente, ella misma.
Desde entonces, el caso ha pasado por varias instancias judiciales, con recursos presentados por ambas partes. Ahora, con una orden de desalojo efectiva y que puede ser ejecutada en cualquier momento, la zozobra de la pareja es absoluta.
Como recurso extremo, ambos contactaron a Jean Codognès, concejal local y reconocido jurista, quien está considerando iniciar un procedimiento por “ingratitud” para anular la donación de la casa y obtener una garantía sobre la hipoteca, aunque quizá ya sea demasiado tarde.
“Pagamos por esta casa, y no deberían echarnos como perros. Nos están matando con esto. En fin, no vamos a vivir otros veinte años, solo hay que esperar un poco más...”, expresa Yves.
“Su desalojo sería un escándalo”
“Su expulsión sería un escándalo, porque son muy generosos y le dieron todo a esa hija que adoptaron”, expresa Dominique Chanteau, uno de los 29 chicos que la pareja de octogenarios acogió a lo largo de su vida. El hombre, que todavía acompaña a sus padres de acogida, asegura que la hija adoptiva fue criada con amor y dedicación.
“Cuando las cosas no salieron bien en la escuela pública, la inscribieron en una privada, y finalmente obtuvo su diploma de técnica farmacéutica. A los 16 años tuvo su primera motocicleta, hacía deportes y ellos la llevaban todo el tiempo a las competencias de las que quería participar. Creo que le dieron todo", asegura en declaraciones a Le Parisien.
“Déjennos terminar nuestras vidas aquí. Después, ella podrá hacer lo que quiera con esta casa”, suplica Yves Jamois.