Seré curioso

Seré Curioso

Núñez: “Algunas no trabajan por miedo a que por su culpa muera un cliente muy mayor”

Líder sindical de las trabajadoras sexuales repasa una vida signada por el meretricio. Hoy “cortó cadenas” y tiene una hija universitaria.

01.05.2020 09:33

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2020-05-01T09:33:00-03:00
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Por César Bianchi

Fotos: Juan Manuel López

La bisabuela de Karina Núñez fue prostituta, su abuela fue prostituta y su madre también lo fue. Ella, Karina, siguió el oficio heredado entre Fray Bentos y Young, donde trabajó durante 22 años. Fue meretriz y hoy se reivindica trabajadora sexual, con todos los derechos que le garantizó una ley que no la satisface del todo, aunque le da garantías jurídicas y laborales que sus antepasados no tuvieron. Lo curioso es que la bisabuela no quería eso para su hija, su abuela no quiso eso para su hija (la mamá de Karina) y su madre no quiso eso para ella. Pero ninguna pudo escaparle al sino que, al parecer, tenían marcado. Como si fuera un camino sin escapatoria o una herencia de vida maldita.

La que sí rompió con el traspaso de esa posta fue Karina. Su hija Valeska hoy está estudiando primer año de facultad (quiere seguir Relaciones Laborales) y su otra hija, Soledad, trabaja en atención al cliente de una empresa. Ninguna de las dos fue explotada sexualmente ni ejerció por voluntad propia. Y son, recién, las dos primeras mujeres de la familia en escaparle al designio de la Pompayira.

Karina tiene 46 años, pero a los clientes les dice que tiene 56 porque en la calle tener más edad y más arrugas le dan otro estatus de mujer experimentada y solvente. Ella, que no terminó el liceo, dice cosas como: "el proceso que yo había deconstruido", "el empoderamiento de las compañeras", "hacemos del sexo erotizado nuestra forma de ganarnos el salario" u "opresiones culturales que van generando estigmatización". En su formación teórica, dice, mucho tuvo que ver Diana González, quien le dio un basamento teórico a su lucha.

 Esta activista social y feminista, celebra precisamente hoy dos años con su colectivo OTRAS (Organización de Trabajadoras Sexuales), pero dice que todavía falta mucho por hacer. Para empezar, quitarle poder a los hombres que manejan el negocio, permitir que ellas puedan mandar sobre su cuerpo y su negocio, y seguir combatiendo la trata. Se anota en su CV haber sacado 27 chicas de ese infierno y haber desarticulado cuatro redes de trata de personas.

Y cuenta que en tiempos de coronavirus, su sindicato pasó de 64 trabajadoras a 127 y las más perjudicadas son las que viven en grandes urbes. Por otra parte, muchas tuvieron que reinventarse y se pasaron al sexo virtual, hoy de moda. Otras, aunque sea por culpa, debieron desistir de atender a clientes mayores de 60 años por no querer ser las culpables de cargar con esa cruz.

-Comenzaste a ejercer la prostitución a los 18 años. Pero antes tu madre, tu abuela y tu bisabuela también fueron trabajadoras sexuales. ¿Por qué pensás que fueron heredando este oficio? ¿A qué atribuís que ninguna mujer en tu familia haya tenido éxito en los estudios?

-Creo que tiene muchísimo que ver con la influencia de mi padre. Él nos sacó del círculo en que mi bisabuela, mi abuela y mi madre nos habían criado. Eso de naturalizar que eso era lo que tenías que hacer.

-¿Y por qué "eso era lo que tenías que hacer"? ¿Por qué no estudiar, ir al liceo, después seguir una carrera u otro oficio?

-Y no sé... no se me ocurre ahora por qué no. Pensando en ellas no sé. Igual mi madre siempre tuvo clarito que no era lo que quería para nosotras. Y nos hizo estudiar, a mango, ¿no? Siempre buscó otra cosa para nosotras, como lo buscó su madre para ella. A los 9 años mi bisabuela se la dio a una familia de plata de Montevideo para que la criaran bien (a mi madre). Mi abuela parió 11 gurises en proceso de trabajo sexual, pero no se quedó con ninguno. Mi bisabuela crió a mi madre y a otro hijo de ella.

"Yo no sabía la tabla del 9, pero sabía cómo desvestir a un cliente, porque veía a mi cuidadora desvestir a los tipos. Y yo nunca había visto a un varón desnudo. Me explotaron sexualmente a los 12, por una moneda de 10 pesos"

Entonces, cuando mi bisabuela estaba muy viejita, la dio a una familia donde ella trabajaba para que fuera la gurisa de compañía de la señora mayor de la casa. Y al final de cuentas mi madre terminó siendo la dama de compañía del hijo de la señora. Ya con 11 años. Cansada de las cosas que pasaba, mi madre se escapó una tarde, se fue, alguien la levantó, con esa persona se quedó, paró en una pensión y a la semana la paró en una esquina a laburar. Pero ya mi bisabuela no quería eso para mi madre. Para mi bisabuela, el mejor camino era que mi madre fuera empleada doméstica de una familia "de bien". Y al final, terminó siendo carne de cañón para los hombres de esa familia "de bien", porque primero fue el hijo de la vieja y después el nieto de la vieja los que tenían relaciones con ella.

-¿Quién te convenció de que vos también tenías que ser trabajadora sexual? ¿Tu propia madre?

-No, no, no. Ella nunca quiso eso para mí. Se me fue dando por normal. Nosotras quedamos a cargo de otras personas en el barrio cuando mamá salía a laburar. Ella le pagaba a alguien para que supuestamente nos cuidara (lo que nunca hizo). Y esas mujeres recibían clientes en casa donde nos quedábamos... Yo no sabía la tabla del 9, pero sabía cómo desvestir a un cliente, porque veía a mi cuidadora desvestir a los tipos. Y yo nunca había visto a un varón desnudo, pero ya sabía cómo se los desnudaba.

-Tú empezaste como trabajadora sexual a los 18 años, con la mayoría de edad...

-Sí, con la mayoría de edad. Pero anteriormente a esa edad era explotación sexual.

-¿Y a qué edad te explotaron sexualmente por primera vez?

-A los 12 años, por una moneda de 10 pesos, aquellas grandes que tenía un ceibo. Continué siendo explotada hasta los 18. Siempre me explotaba gente del contexto cercano. Lo único que cambió con el pasar de los años fue que ya no era que fuera por comida, sino que las compañeras me avivaron y me decían que tenía que ser por plata. Y a los 18 arranqué en la etapa del meretricio. Pero no era trabajadora sexual. Según la ley en Uruguay trabajadora sexual soy cuando tengo la libreta sanitaria.

-Cuando cumpliste 18 o incluso algún año antes, ¿no te lo cuestionaste, siendo que además tu madre no quería que repitieras su camino?

-No, porque en realidad era la forma de la independencia económica, y en ese ámbito era la forma de la libertad, porque en el ejercicio que hice fue a través de la salida del país. Lo tomaba como salir del entorno que me apremiaba y me dolía, que era estar en mi casa. Me iba con camioneros a Bolivia, Paraguay, Brasil, Chile, Argentina, a trabajar. Me contactaban en el puerto de Fray Bentos y de ahí me iba, pero yo trabajaba para mí.

-¿A tus hijos le hicieron bullying por ser hijos de una meretriz?

-Sí. A mi hijo grande y ya más crecida a mi hija mayor. El gurí mío arrancó el jardín de infantes en el centro de Fray Bentos, y en las primeras llevadas estaba con él en la vereda y vino una compañerita y le mostró un molinete que tenía. Y vino la madre, la manotea a la gurisita y le dice: "¡No te dije que no te juntes con este gurí, que la madre changa en el puerto!". Así, a bocajarro. El gurí mío, con 5 años, no entendía nada. La mujer entró a llevar a su niña y yo la esperé a la salida, para que me dijera eso nuevamente. Y salió la maestra a decirme que cómo iba a hacer escándalo en la escuela y blabla... Y la madre esta dijo: "¿Qué podés esperar de las putas estas?". Cuando dijo "putas" voló maestra, voló la madre, voló todo a la mierda... Y ta, me detuvieron y me llevaron a la seccional a una cuadra y no me metieron presa por lesiones porque las otras madres salieron en defensa mía, de que ella había dicho eso. Pero el que la llevó peor fue el gurí mío, porque hacían cumpleaños, fiestitas, excursiones y al negro no me lo invitaban a ningún lado.

"Si estamos en una instancia de visibilización con personas que se dicen progre, siempre te van a decir puta, porque lo toman de las compañeras argentinas y lo toman como que es algo muy pro. En mi vida 'puta' está asociada a sufrimiento"

El gurí mío, Durbal, cumple el 4 de diciembre, el mismo día que la Valeska, una de mis hijas, Entonces les hice un cumple a los dos y no fue ninguno de los compañeritos de él... Entonces ahí dije: "Les va a pasar lo mismo que a mí con mamá, que como mi madre trabajaba en la noche, se creían que podían gritarme lo que se les cantara". Yo sabía lo que eso dolía, y no quería que pasaran con lo mismo. Entonces le dije a mi madre: "Mamá, todo lo que tenga que ver con el negro, andá vos con él, acompañalo vos". Y no me presenté más ni en la escuela, ni en nada.

Después pasó lo mismo con Valeska. Ella iba a la escuela con las gurisas del barrio y todo el mundo sabía en qué laburaba yo. Ella tuvo una pelea con las compañeritas y arrancaron a decirle al resto a qué me dedicaba yo. La cambié de escuela. Y con la Sole, la más grande, no porque sea mi hija pero es hermosa, y cuando nos tocaba a hacer las compras, una vuelta me para un cliente mío y me dice: "¿Cuánto me cobrás por la nena?". Y ya después de ahí nunca más salí a caminar junto con ella... porque yo ya sabía qué era lo que venía...

-¿Quién es María Lina Fontoura? Contame.

-María Lina Fontoura es la "mamá" de Valeska. Es como si fuera la mamá. María Lina es un ser de luz, ella y su esposo Miguel, son quienes cuidan y aman a Valeska desde que ella tenía un año. Se quedaban a cuidado de ella cuando yo trabajaba. Pero no solo a cuidado de Valeska, sino también me cuidaban a mí y a mis gurises cuando lo precisamos. Eso es en el barrio El Arroyito, a media cuadra de donde yo vivía con mis padres y mi abuela en Fray Bentos. Y después, cuando quedé embarazada de los mellizos, les dejé una moto en garantía, para pagarles cuando pudiera volver a laburar y nunca quisieron agarrar la moto, y no quisieron cobrarme nada. Más de una vez no pude laburar y me dieron de comer a mí y a mis gurises.

-¿Te ofendés si te dicen...?

-...¿prostituta? Sí, me ofendo, porque la prostitución es meramente una calificación de un acto impúdico. Tiene mucha moral. Tiene más moral que percepción humana.

-No quiero saber entonces cómo te ponés si te dicen "puta".

-Dependiendo de la forma en que me lo digan. Si estamos en una discusión acalorada, el puta tiene una connotación. Pero si estamos en una instancia de visibilización con personas que se dicen progre, siempre te van a decir puta, porque lo toman de las compañeras argentinas y lo toman como que es algo muy pro.

-¿Y para vos es "pro"?

-A mí todavía me duele la palabra puta, porque tiene una connotación... en mi vida está asociada a muchísimo sufrimiento, pero valoro muchísimo que las nuevas generaciones puedan tomar la rabia y transformarla en lucha.

-El periodista Antonio Álvarez escribió en el prólogo de mi libro Mujere$ Bonita$ (Sudamericana, 2008) que el origen de la palabra puta viene del griego budza, un vocablo griego que significa "sabiduría". "Las esposas ignoradas por sus maridos designaban así a aquellas congéneres conocedoras de los placeres de la carne. El habla popular sustituyó la suavidad de la B por la más vigorosa P, transformándose en pudza. Durante el Imperio Romano, puta intentó retomar su senda de dignidad sin demasiada suerte", escribió él. ¿A qué va todo esto? A que en febrero ustedes un taller que se llamó "Preguntale a la puta". Que ustedes mismas se digan putas, ¿es una forma de luchar contra lo políticamente correcto? ¿O una forma de luchar contra el estigma?

-Hicimos una instancia en la calle que se llamaba "Preguntale a la puta", sí. Es que las compañeras jóvenes toman esa palabra para empoderarse, como que nombrarse a sí mismas con la palabra que para el otro es grosero o denigrante, apropiártelo y usarlo como herramienta política de lucha. A mí me parece genial por ellas, pero a mí me duele todavía la palabra... Tiene que ver con una construcción personal, porque vengo de una década dolorosa.

-"En segundos, una de mis hijas pasará a ser estudiante universitaria. Detrás de ella lloramos cuatro generaciones anteriores de mujeres trabajadoras sexuales que en ella rompimos cadenas". Eso publicaste en febrero en Twitter cuando tu hija Valeska comenzó la universidad. ¿Qué sentiste ese día?

-Rompimos cadenas con respecto al sistema educativo, ¿no? Mi bisabuela y mi abuela eran analfabetas, mi madre hizo hasta cuarto de escuela, y yo llegué hasta cuarto de liceo, no hice bachillerato. Hice quinto, pero no lo aprobé. Ese tuit lo escribí cuando Valeska se anotó en la Facultad de Derecho para hacer Relaciones Laborales.

"Tengo 72 diplomas o reconocimientos, desde talleres sobre VIH o sexualidad hasta exposiciones en Congresos de Sexología. Pero para el cliente soy 'la gorda Karina que changa en la rotonda'. Yo soy lo que decido ser, no lo que me etiqueten"

Ese día tuve muchas ganas de llorar... muchísimas ganas de llorar porque cualquiera de nosotras anteriormente lo hubiéramos deseado, pero no se materializó y que ella pudiera ir a la universidad... es hermoso. Yo sé la diferencia que hace la educación en la vida de las mujeres, cuando todavía están en proceso de empoderamiento y aprendizaje. Pero me aguanté el llanto, porque para ella era un momento que no daba para lágrimas, de mucha alegría. Ella solo había ido cuatro veces a Montevideo y se maravillaba con los edificios. Era muy lindo lo que estaba viviendo.

-¿En qué momento te convertiste en activista y defensora de los derechos sindicales de las trabajadoras sexuales?

-¡Todo el mundo me pregunta lo mismo y yo no tengo ni idea! Eso es por la maldita costumbre de ponerle etiquetas a todo. Esto de "sos feminista de avanzada de la primera ola", "sos tal o cual cosa", entonces dependiendo de la etiqueta, con quién vos te relacionás. A mí me gusta relacionarme con todo lo que me haga bien. Ahora, si del otro lado no tengo receptividad -porque una cosa que me enseñó el trabajo sexual es que la única que no me traiciona es mi piel-, entonces eso de encajar... Yo no quiero encajar en ningún lado. Solo quiero compartir todo lo que sé en la mayor cantidad de lugares posibles. Los que ponen "activista" son ustedes. Yo soy Karina.

-Tenés 72 diplomas o reconocimientos, siete de ellos son de la Udelar. ¿Diplomas en qué?

-Acá están (abre una carpeta y busca). Son diplomas de cursos y capacitaciones, de reconocimientos de juntas departamentales, de cursos en conserjería para personas con VIH, los primeros que tengo son de motosierrista, de ITF/Sida, déjame ver (sigue buscando en la carpeta), de entrevista motivacional, sobre violencia basada en género, sobre sexualidad, sobre derechos para poblaciones LGTBIQ, sobre sífilis, sobre derechos sexuales y reproductivos, discriminación, familia LGTB, sobre sexología. Este (muestra) es cuando expuse en el Congreso de Sexología sobre el rol de los consumidores de sexo en el desarrollo de la sexualidad en niñas y niños explotados sexualmente. Este (muestra otro diploma) es de la Universidad de la República, el último que me dieron, que tiene el loguito brillante...

-Pero sin embargo, paras la gente -pienso en los lugareños de Young, donde trabajaste durante 22 años-, ¿quién eras?

-"La gorda Karina que changa en la rotonda de la ruta".

-¿Y qué moraleja sacás de eso?

-Que yo soy lo que yo decido ser, no lo que ellos me etiquetan.

-Me da la impresión que por tu personalidad, ese estigma nunca te pesó. Lo supiste sobrellevar con tu carácter y tu militancia. ¿Pero cómo lo lleva la mayoría de las trabajadoras sexuales?

-Pah... a muchas de las compañeras eso las hunde, a tal punto de que ni siquiera se permiten participar en espacios entre pares, para que no se sepa que son trabajadoras sexuales.

-En las últimas elecciones nacionales fuiste candidata a diputada por el Frente Amplio en Young. Estuviste en el quinto lugar de la lista 42020 que lideraban Oscar Andrade y Carolina Cosse, y en el puesto 11 al Senado. ¿Qué te dejó la campaña y tu paso por la política partidaria? ¿Qué aprendiste?

-Fui la primera trabajadora sexual en toda Latinoamérica en estar postulada a dos cámaras del Parlamento. ¿Qué aprendí? Yo de ellos nada. Y estar en política me dejó mucha amargura. Viste que no los podés putear... Si supuestamente la política está hecha para ayudar a que los más desfavorecidos lleguemos a nivelar la vara, yo no puedo ser obsecuente cuando me estás pisando la cabeza.

-¿Y eso te pasó con alguien de tu propio sector, del Partido Comunista?

-Sí... La gente de Montevideo se cree que es el ombligo del mundo. Ellos piensan que porque están atrás de un mostrador y tienen en Google Maps se saben todo de todos los territorios. Vos no me podés discutir a mí, que trillé las calles de los pueblos, diciéndome que acá hay tal o cual cosa, ¡si yo sé que no! Yo lo tomo como avasallar mi conocimiento del territorio. Yo con la pata en el piso, y me decían: "Pero acá el Google Maps me dice que hay tal cosa", si yo te digo que fui, golpee, hablé y la gente no está, es porque no está. Era como ningunear mi conocimiento. Pero pelearme a piñas por política, no, no... Me peleaba por mi esquina, me peleaba a las trompadas por mi lugar en la calle. ¿Por política? No.

-Como activista participaste de campañas por la legalización del aborto, contra la baja de la edad imputabilidad, promoviste la ley trans, además de ser una connotada activista feminista. Si hubieras llegado al Parlamento, ¿por dónde habrían pasado tus inquietudes, tus prioridades como legisladora?

-Por la niñez y la adolescencia. Hubiera instaurado la castración de los violadores. Incrementaría los procesos de empoderamiento de la niñez, generaría espacios de escucha activa, real, cuyo centro fueran los gurises.

-Lacalle Pou propuso en campaña y ahora creará un registro de violadores y abusadores sexuales.

-Sí, pero ¿cómo resarcís la vida de las personas que ya violó? Porque por cada víctima que identificás y lo sancionás, ya violó a siete u ocho antes. ¿Cómo reparás los casos que quedaron debajo de la alfombra? La única forma es empoderar a los gurises desde la vivencia, de su corporalidad, y desde la percepción del riesgo.

-Recién decía que sos feminista. Pero en la marcha por el Día de la Mujer del año pasado unas chiquilinas te rompieron un cartel que decía "Las trabajadoras sexuales también tenemos derechos laborales". ¿A qué lo atribuís?

-Lo atribuyo a la euforia esta que se genera con el abolicionismo del trabajo sexual, importado desde la Argentina. Cuando hablamos de abolicionismo (del trabajo sexual) lo que se trae como muestra es lo que pasa en Argentina, donde el trabajo sexual tiene una prohibición total. No se puede comparar con Uruguay, donde nunca estuvo prohibido. Vos no podés comparar un contexto de Argentina donde la trata manda y transversaliza todos los ámbitos y nadie hace nada, con Uruguay...

-"Soy la mujer que más gente presa ha metido en cuanto a redes de tratas y las que más víctimas de trata ha rescatado en este país", dijiste en Desayunos Informales. ¿Cómo es esto?

-Es así, gracias a la confianza que las compañeras me han tenido. Si ellas no te lo cuentan y te llevan a las situaciones, vos no tenés cómo denunciar, porque nuestro sistema jurídico es contra prueba. En números totales, desde el 2008 he realizado más de 600 denuncias contra la trata. Logré meter gente presa de cuatro redes de trata de personas. Y saqué 27 mujeres de ese tormento.

-Hoy -1° de mayo de 2020- se cumplen dos años del sindicato Organización de Trabajadoras Sexuales (OTRAS) que reúne más de 120 trabajadoras sexuales de varios departamentos...

-Yo el 1° de mayo de 2018 hice una convocatoria en mis redes invitando a trabajadoras sexuales que quisieran sumarse a la idea de modificar la ley de trabajo sexual. Tuve que ponerle un nombre para la instancia que hicimos el 26 de junio, cuando en la Sala Zitarrosa lanzamos la campaña por la modificación de la ley de trabajo sexual.

"Cuando hablamos de abolicionismo del trabajo sexual lo que se trae como muestra de Argentina, donde el trabajo sexual tiene una prohibición total. No se puede comparar con Uruguay, donde nunca estuvo prohibido"

Hasta este pasado 1° de marzo éramos solo 64 trabajadoras sexuales de tres departamentos (Soriano, Rivera y Flores). Con esto de la pandemia llenaron el formulario de ingreso al sindicato unas 127 trabajadoras sexuales de Rivera, Salto, Paysandú, Florida, Soriano, Flores, Colonia, Tacuarembó y Canelones.

La finalidad fue rebatir la presentación que hizo el delegado del BPS ante la Comisión Nacional de Trabajo Sexual, la que integro desde el 2010. El representante del BPS presentó una modificación (a la ley), donde a mi entender lo que hacía era validar la figura del proxeneta como patrón. Entonces, cuando lo plantee, se me dijo que era inviable cambiar eso, que se iba a presentar tal como estaba en el Parlamento, entonces por eso salí a las redes y formé OTRAS.

-¿Cuáles han sido los principales logros del sindicato en dos años? ¿Qué has logrado como defensora de los derechos de las meretrices uruguayas?

-De las trabajadoras. Yo no defiendo meretrices. No defiendo a mujeres que no pertenezcan al rango jurídico que nos da la ley. Tengo la convicción de que para llegar a ser trabajadora sexual una tiene que hacer una autopercepción personal de que hay que llevarlo de forma digna y profesional.

¿Logros? Visibilizar un núcleo de personas que estamos al margen de todo lo que tiene que ver con el derecho real, estamos visibilizadas en el papel, pero invisibilizadas en la práctica. Y visibilizar que formamos parte de la sociedad.

-En Uruguay la prostitución está regulada como trabajo sexual desde 2002, pero tú dijiste en nota con Página 12 de Argentina que la actual ley "favorece a los grandes traficantes que manejan el negocio". ¿Por qué?

-Sí, porque ellos ponen las reglas del mercado dependiendo de la cantidad de mujeres que tengan. Es como todo comercio: el que tiene mayor cantidad de stock, maneja el mercado. Tiene la misma lógica que las leyes del mercado, la oferta y la demanda.

-¿Qué cambios te gustaría hacerle a la ley 17.515 que regula el trabajo sexual?

-Hay que ponerle una bomba... Habría que adecuarla a todas las normativas internacionales de derechos humanos como se han reconocido respecto a los demás colectivos. Porque casi todos los otros colectivos han logrado ponerse a tiro con las cosas que tiene que ver con la toma de decisiones basadas en derechos humanos. A nosotras no nos pasa. Me refiero, por ejemplo, a que la autonomía sobre los cuerpos la lograron las mujeres que lucharon por el aborto seguro y gratuito. La autonomía sobre los cuerpos la lograron las compañeras trans al ser reconocidas con el cambio de nombre y sexo registral. Entonces, la autonomía sobre nuestros cuerpos, que en el ejercicio del trabajo sexual, tiene que ser administrado solo por nosotras se nos tiene que ser dado. No como la ley actual que dice que para ejercer tenés que estar en lugares que dependen de otros.

-¿Cómo ha cambiado el trabajo sexual con el Covid-19 y cómo ha afectado la pandemia a las trabajadoras sexuales?

-Para analizar el Covid-19 en clave de trabajo sexual primero tenemos que saber que el coronavirus no es lo mismo para una trabajadora virtual de la capital que para una trabajadora sexual de una whiskería en un pueblo donde ni el ómnibus entra. Se viven de diferentes formas. Hoy en día las trabajadoras que trabajan en los pueblos más alejados son las que más trabajan. Sí les afecta muchísimo a las compañeras que están en las grandes urbes o capitales departamentales. A ellas sí, y muchas tuvieron que adaptarse a esta realidad y reinventarse. Por eso muchas compañeras tuvieron que recurrir a las tecnologías, al Whatsapp, Zoom, trabajar con sexo virtual. ¡Hay muchísima gente que paga por sexo virtual!

Exposición fotográfica en la UCU

"El coronavirus les afecta muchísimo a las compañeras que están en las grandes urbes. Por eso muchas tuvieron que recurrir al Whatsapp, al Zoom, a trabajar con sexo virtual. ¡Hay muchísima gente que paga por sexo virtual!"

-Pero en el sexo presencial y nada virtual, hay un riesgo grande de contagio...

-Sí, corremos riesgo las que vamos a espacios abiertos. Y las compañeras que tienen clientes muy mayores son las que están en el horno, porque son población de riesgo. Muchas prefieren no trabajar por miedo a que por su culpa muera su cliente.

-Sos autora del libro El ser detrás de una vagina productiva para el cual te entrevistaste con casi 300 trabajadoras sexuales que contaron su experiencia en primerra persona. ¿Cuáles son los denominadores comunes, el hilo conductor, que reúne a todas esas historias de vida?

-Entrevisté a 2.000. Unas 313 llenaron un formulario con 30 preguntas. Los denominadores comunes son la explotación sexual comercial por parte de otra persona o su círculo cercano, el mercado de consumo (querer tener los últimos championes, los últimos zapatos, siendo pobre), y la invisibilización. Y el factor educativo, que transversaliza todo: bajo nivel educativo, en general.

-Tus dos hijas son las primeras mujeres de tu familia que no son prostitutas.

-Así es. Ni fueron explotadas. Primero que nada, fueron las primeras que no fueron explotadas sexualmente: no tuvieron que permitir que su cuerpo fuera tocado por necesidad económica o alimenticia.

-¿Y eso qué significa para vos?

-Uff... Nunca hubiera pensado que sería realidad. Es más que un orgullo, es una mezcla de muchas cosas lindas. Pero es más que orgullo, es como un sueño...

-¿Sos feliz?

-Sí, por ellas. Y la verdad que valió la pena todo el sacrificio y todas las puteadas que recibí.

 

Por César Bianchi