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Por The New York Times

Navalny habla sobre la vida en prisión en su primera entrevista en cautiverio

En la actualidad, los prisioneros políticos rusos son sometidos a la presión “psicológica”, dijo el líder opositor Alekséi A. Navalny, quien es obligado a pasar más de ocho horas al día viendo el canal televisivo estatal.

27.08.2021 11:04

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2021-08-27T11:04:00-03:00
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Por The New York Times | Andrew E. Kramer

En la actualidad, los prisioneros políticos rusos son sometidos a la presión “psicológica”, dijo el líder opositor Alekséi A. Navalny, quien es obligado a pasar más de ocho horas al día viendo el canal televisivo estatal.

MOSCÚ — El prisionero más famoso de Rusia, el líder opositor Alekséi A. Navalny, pasa gran parte de su tiempo limpiando la zona donde está su celda, leyendo cartas y visitando el comedor donde el menú suele ofrecer avena.

Pero, según insinuó, tal vez lo más exasperante es que lo obligan a mirar televisión estatal rusa y películas de propaganda durante más de ocho horas al día como parte de lo que las autoridades definen como un programa de “concientización” para los prisioneros que ha remplazado los trabajos forzados.

“Leer, escribir o hacer cualquier otra cosa”, está prohibido, dijo Navalny sobre el tiempo que lo obligan a estar frente a la pantalla. “Debes sentarte en una silla y mirar televisión”. Y si un recluso cabecea, dijo, los guardias le gritan: “¡No te duermas, mira!”.

En una entrevista con The New York Times, la primera que ha concedido a un medio de comunicación después de su arresto en enero, Navalny habló sobre su vida en prisión, los motivos por los que Rusia ha reprimido con tanta fuerza a la oposición y los disidentes y su convicción de que “el régimen de Putin”, como lo llama, está condenado a derrumbarse.

Navalny fundó un gran movimiento opositor para exhibir la corrupción de alto nivel y desafiar al presidente Vladimir Putin en las encuestas. Fue encarcelado en marzo, luego de volver a Rusia procedente de Alemania y a sabiendas de que enfrentaba un castigo por violar los términos de su libertad condicional en un caso que se considera que tuvo motivaciones políticas. Como bien se reportó en ese momento, salió del país para recibir atención médica después de que, según dijeron los gobiernos occidentales, agentes rusos lo envenenaron con novichok.

Navalny no se ha quedado completamente callado desde que fue recluido en la Colonia Penal número 2, al este de Moscú. A través de sus abogados, que lo visitan regularmente, ha lanzado publicaciones ocasionales en las redes sociales.

Tampoco es que el Kremlin lo esté amordazando activamente. Al preguntarle sobre la presencia de Navalny en redes sociales, el vocero de Putin, Dmitri S. Peskov, dijo el martes que “no es asunto nuestro” si Navalny se expresa.

Pero el intercambio de preguntas y respuestas, un manuscrito de 54 páginas, es hasta ahora su relato más amplio y comprensivo.

Navalny dejó en claro que en la Rusia actual, la experiencia de un prisionero político —un estatus que Amnistía Internacional le ha conferido— consiste en pasar horas viendo la televisión estatal y las películas elegidas por el director. Atrás quedaron los turnos de trabajo forzoso en la minería o la silvicultura y el hostigamiento por parte de criminales y guardias que era el sello distintivo del gulag soviético para los presos políticos.

“Podrías imaginar a hombres musculosos y tatuados con dientes de metal que se pelean a cuchilladas por el catre más codiciado junto a la ventana”, dijo Navalny. “Tienes que imaginarte algo como un campo chino de trabajos forzados en el que todos marchan en fila y donde las cámaras de video cuelgan por todos lados. Hay un control constante y una cultura de la delación”.

A pesar de sus circunstancias, Navalny es optimista sobre el futuro de Rusia y describió su estrategia para lograr un cambio político a través del sistema electoral, incluso en un Estado autoritario.

“El régimen de Putin es un accidente histórico, no una inevitabilidad”, escribió. Y agregó: “Fue la elección de la corrupta familia Yeltsin”, en referencia al nombramiento de Putin como presidente interino en diciembre de 1999 por parte del expresidente Boris Yeltsin. “Tarde o temprano, este error se arreglará, y Rusia avanzará hacia un camino europeo democrático de desarrollo. Simplemente porque eso es lo que la gente quiere”.

Navalny criticó, como lo ha hecho antes, a Europa y Estados Unidos por las sanciones económicas que ha impuesto a Rusia, por su intromisión en el exterior y su represión de los disidentes, incluido Navalny. Dijo que las sanciones afectan a los rusos de a pie y corren el riesgo de alienar a un extenso sector del electorado dentro de Rusia que debería ser un aliado natural.

Las sanciones, dijo, deberían abarcar solo a los principales oligarcas que respaldan al gobierno de Putin, en vez de a las decenas de figuras desconocidas que han sido afectadas hasta ahora. Asegura que quienes son realmente poderosos han evitado, en gran medida, las sanciones porque tienen “un ejército de abogados, cabilderos y banqueros que luchan por el derecho de los propietarios del dinero sucio y ensangrentado a permanecer impunes”.

Durante el siglo XX, y antes, la prisión en Rusia fue un crisol que forjó o quebró a disidentes y escritores, moldeó líderes y aplastó la política pluralista.

La experiencia moderna de un prisionero político ruso, dijo Navalny, es verse sometido principalmente a la “violencia psicológica”, y el tiempo forzoso de pantalla juega un rol importante.

Navalny describió cinco sesiones diarias de televisión para los reclusos, la primera comenzaba inmediatamente después de la calistenia de la mañana, y actividades como desayunar y barrer el patio.

Después de un poco de tiempo libre, hay un periodo de dos horas frente a la pantalla, el almuerzo, luego más tiempo frente a la pantalla, la cena y luego más tiempo frente a la televisión por la noche. Durante una sesión de la tarde, jugar ajedrez o backgammon es una alternativa aceptable.

“Vemos películas sobre la Gran Guerra Patriótica”, dijo Navalny, refiriéndose a la Segunda Guerra Mundial, “o cómo un día, hace 40 años, nuestros atletas derrotaron a los estadounidenses o canadienses”.

Según el líder político, durante esas sesiones entendió “más claramente la esencia de la ideología del régimen de Putin: el presente y el futuro están siendo sustituidos por el pasado; un pasado que era de verdad heroico o está embellecido o es completamente ficticio. Constantemente, todo tipo de pasado debe estar en el centro de atención para desplazar los pensamientos sobre el futuro y las preguntas sobre el presente”.

La estrategia de ver televisión de manera forzada durante mucho tiempo, aunque llevado a los extremos en la Colonia Penal número 2, no es exclusivo de ese lugar, donde reclusos de casos con tintes políticos ya han sido encarcelados.

Surgió de una reforma penal de 2010 para fortalecer el control de los guardias sobre los reclusos durante el día y reducir la influencia de las pandillas carcelarias. La intención no es tanto un lavado de cerebro como de control, dicen los expertos en el sistema penitenciario ruso.

Se trató de una ruptura con el enfoque soviético de mantener el orden en los gulag a través del uso de líderes de pandillas —o “ladrones en la ley”— que fueron cooptados y protegidos por la KGB para acosar, humillar y hostigar a los presos políticos.

“Todo está organizado para que esté bajo el máximo control las 24 horas del día”, dijo Navalny. Advirtió que no había sido agredido ni amenazado por otros reclusos, pero considera que alrededor de un tercio de ellos eran “activistas”, como se conocen en las cárceles rusas a quienes fungen como informantes del director.

Durante sus primeras semanas en la colonia penal, las extremidades de Navalny se adormecieron, por los efectos persistentes del envenenamiento con un agente nervioso o por una lesión en la espalda después de viajar en una camioneta de la prisión. También hizo una huelga de hambre de 24 días, lo que generó preocupaciones por su salud.

Sus síntomas neurológicos mejoraron cuando los guardias dejaron de despertarlo cada hora por la noche, aparentemente para asegurarse de que no estuviera planeando una fuga.

“Ahora entiendo por qué la privación del sueño es una de las torturas favoritas de los servicios especiales”, dijo. “No quedan rastros y es imposible de tolerar”.

Dijo que ahora, “la vida sin el riesgo de estar en una silla de ruedas debido a una falla en una pierna es mucho más alegre”.

Comentó que se lleva bien con otros presos en su pabellón, a quienes describió como hombres con la cabeza rapada y uniformes penitenciarios. A veces, calientan bocadillos en un microondas.

“Cuando cocinamos, siempre recuerdo la escena clásica de Goodfellas cuando los jefes de la mafia preparan pasta en una celda de la prisión”, dijo. “Desafortunadamente, no tenemos una olla tan genial y la pasta está prohibida. Sin embargo, es divertido”.

Navalny, de 45 años, admitió que ha luchado por permanecer visible en la política rusa durante un momento tumultuoso en el que el gobierno ha reprimido a la oposición y los medios de comunicación.

Sugirió que las protestas que estallaron después de las disputadas elecciones bielorrusas del año pasado asustaron al Kremlin. La otra preocupación del gobierno de Putin, dijo, era la estrategia electoral que Navalny diseñó y llama “votación inteligente”.

Según la estrategia, la organización de Navalny respalda a los candidatos que consideran tienen posibilidades de ganar en las elecciones regionales y parlamentarias, que se celebrarán el próximo mes. Estos no siempre son sus candidatos, sino a menudo se trata de figuras más moderadas de la oposición.

El Kremlin estaba tan preocupado por las próximas elecciones, dijo, que este año diseñó una ofensiva no solo contra su grupo y otros activistas, sino también contra los políticos de la oposición moderada, los grupos de la sociedad civil y los medios de comunicación independientes, como Meduza, Proekt y Dozhd TV.

Navalny sugirió que, si bien la represión puede resultar un éxito táctico para Putin, también puede ser contraproducente a largo plazo.

“Putin resolvió su dilema táctico: no permitirnos quitarle la mayoría en la Duma”, dijo Navalny, refiriéndose a la cámara baja del parlamento ruso. “De esta manera, vio el enorme potencial de la ‘votación inteligente’. Y, para desactivarlo, tuvo que cambiar por completo el sistema político, para pasar a un nivel de autoritarismo distinto y mucho más severo”.

A largo plazo, dijo Navalny, la represión conlleva riesgos, ya que Putin hace enemigos en los líderes locales y regionales “que fueron expulsados del sistema político junto con nosotros”.

Navalny insinuó que la medida evidenciaba una gran debilidad del sistema político de Putin. Mientras que izquierdistas y nacionalistas tienen representación en partidos políticos leales a Putin, no hay ningún partido de centroderecha estable y favorable al Kremlin que represente a una clase media emergente y relativamente próspera de rusos citadinos.

“La oposición existe en Rusia no porque Alekséi Navalny ni nadie la dirija desde una sede”, dijo el líder político. “Sino porque alrededor del 30 por ciento del país, sobre todo la población educada y urbana, no cuenta con representación política”.

Cuando se desvanezca lo que define como la anomalía reaccionaria del gobierno de Putin, Rusia volverá a la gobernanza democrática. “Somos peculiares, como cualquier nación, pero somos Europa. Somos Occidente”.

Julian E. Barnes colaboró con reportería desde Washington.

Andrew E. Kramer es periodista en el buró de Moscú. Formó parte de un equipo que obtuvo el Pulitzer en 2017 en la categoría de reportajes internacionales por una serie de investigación sobre la proyección encubierta del poder de Rusia. @AndrewKramerNYT Political Prisoners Poisoning and Poisons Navalny, Aleksei A Putin, Vladimir V Russia