La Fiscalía, dirigida por Enrique Rodríguez, llevó adelante el pasado 19 de noviembre una nueva instancia por el caso de Conexión Ganadera. La causa tiene, hasta el momento, a Daniela Cabral —esposa del fallecido Gustavo Basso— y a Pablo Carrasco junto con Ana Iewdiukow imputados.
En el caso de Cabral, cumple prisión domiciliaria como medida cautelar por un delito de estafa. En tanto, Carrasco e Iewdiukow son investigados por estafa y lavado de activos, por lo que continúan en prisión preventiva.
En la audiencia del 19, fue citado a declarar Maximiliano Rodríguez, titular de la empresa Pasfer S. A., que mantenía vínculo con el escritorio rural de Basso y era una de las tomadoras de ganado de Conexión Ganadera.
Rodríguez, quien es indagado en la causa y representado por Alejandro Balbi, comenzó en la actividad ganadera como consignatario y luego trabajó para un frigorífico antes de ser directivo de Pasfer. Actualmente, es representante de jugadores de fútbol.
El empresario relató que empezó a firmar contratos como “tomador” debido a su vínculo de varios años con Basso. “Fue una situación en la que me vi después de firmar una cantidad de contratos. No hay un hecho puntual”, indicó, y afirmó que el fallecido nunca le dijo: “Vas a ser tomador”.
Según declaró, fue Basso quien propuso que firmara esos documentos debido a la dinámica comercial que mantenían, basada en pedidos de adelantos sobre ventas. “En un momento ‘firmame estos contratos’ y yo los firmé”, sostuvo.
La relación entre ambos comenzó en 2010, en una reunión de consignatarios de ganado, y derivó en un vínculo comercial porque Rodríguez era comprador para el frigorífico Las Moras.
Los contratos como tomador
Tras preguntas sobre su actividad, el fiscal Rodríguez le consultó cómo pasó a convertirse en tomador de ganado. Pasfer, dijo, se financiaba mediante “adelantos” de pagos que hacía Basso.
“Porque la empresa necesitaba plata. Íbamos a vender 500 animales, pensábamos que se iban a vender en tanta plata; precisábamos un adelanto de eso”, explicó. Las transferencias iban a las cuentas de Pasfer y, “capaz que alguna vez a alguna mía”.
“Siempre venían desde Basso y desde Conexión Ganadera… le diría que la mayoría desde Conexión Ganadera”, afirmó. En un año, Basso llegó a darle “capaz” US$ 4 millones.
Los otros dos socios de Pasfer, aseguró, “no sabían de ninguna operativa”. Al ser consultado sobre si no debió informarles, respondió que no, porque “la compañía funcionaba”.
Sobre el rol de tomador, relató que un día Basso le entregó documentos y le pidió que los firmara. “La relación era comercial y se basaba en la solicitud de venta y en la asistencia financiera. Él ponía las condiciones”.
En la audiencia, Rodríguez aclaró que no pretendía “echarle la culpa a Basso”.
Afirmó también que no tenía conocimiento preciso de la cantidad de ganado en los campos arrendados por Pasfer. En un momento decidió liquidar los campos, entre ellos la estancia Merín, con la que se quedó Basso.
“Él pone las condiciones y no solo eso: UAG, para no complicar ninguna operativa, pide que esté Gustavo Basso. ¿Qué era Basso para mí? Me daba confianza, credibilidad en un negocio de economía real. Todo el mundo confiaba en Basso”, sostuvo.
El empresario reconoció que demoró la declaración de Dicose porque tenía camiones cargados con ganado y Basso lo apuraba “como un enfermito”.
“Lo que se hizo fue un cálculo a ojo y se puso 13.711 a nombre de inversores”, afirmó. El capataz, Emilio Iewdiukow, ya trabajaba en UAG antes de que Pasfer tomara el predio. “Lo contraté sin conocerlo porque entendía que tenía experiencia”, dijo.
En junio de 2024, el campo tenía unas 6.000 reses. Consultado sobre por qué no verificó con el capataz, respondió: “Decir que alguien es de confianza no es decir que es palabra santa”. Explicó que en ciertos períodos puede ampliarse la capacidad mediante praderas que quedan tras plantar arroz.
Rodríguez declaró más de 13.000 animales de Conexión Ganadera, pero la Justicia encontró solo 800. El fiscal señaló que durante dos años no llevó control pese a firmar contratos como tomador.
Consultado sobre si los 5.758 animales de Conexión Ganadera habían pasado por los campos, respondió que no.
Embromaron a más de un pueblo
El empresario afirmó que la estafa de Conexión Ganadera “embromó a más de un pueblo”, porque entre las más de 4.000 familias afectadas “hay más de un pueblo”. “Embromaron a más de un pueblo. A mí también”, sostuvo.
Dijo que, “leyendo los contratos ahora”, al inversor “lo estafaron desde el minuto uno” porque “no eran dueños de los ganados”.
El fiscal lo interrumpió y recordó que había casos donde ganado declarado por inversores ingresó a campos de Pasfer, pero al contabilizar había mucho menos del registrado por el Ministerio de Ganadería.
El indagado dijo que había “cientos de cabezas” que fueron cambiadas de propiedad y por eso no ingresaron al campo.
Sobre la firma de contratos, relató que pasaba por la oficina de Basso en Montevideo, en la calle Pereira de la Luz, cuando una empleada llamada Marcela lo convocaba.
La firma del inversor no estaba al momento de la firma, aunque sí aparecía su nombre en el documento.
Transferencias
En tres años y medio, desde cuentas de Conexión Ganadera pasaron más de US$ 12 millones a Pasfer. “Entiendo que se deben a los adelantos que yo le pedí a Basso”, dijo.
Consultado sobre si cobraba algo por recibir animales, afirmó que no. “Yo pedía un adelanto y él me los mandaba a modo de transferencia”.
El fiscal insistió en que, al firmar, era tomador de ganado. “Porque yo no era tomador, yo firmaba los contratos para Basso”, respondió. El beneficio, dijo, eran los adelantos, aunque luego debía devolverlos al vender el ganado.
El abogado de la familia Carrasco, Jorge Barrera, le preguntó si la condición para recibir adelantos era firmar esos contratos.
En caso de no hacerlo, afirmó Rodríguez, se le “explotaba la empresa”. A su vez, pagaba un interés del 1% mensual.
Contó que días antes de la muerte de Basso tomó conciencia de que los US$ 12 millones provenían de Conexión Ganadera. Llamaba al empresario “desesperado” y este le decía que le pagaría lo que le debía y que le llevaría US$ 1 millón en cheques.
“Lo llamé un montón de veces porque estaba desesperado. Al otro día, se murió”, cerró.