Matías Campero formó parte de varios mundos y en todos ostentaba autos caros, casas lujosas y un nivel de vida alto. El delincuente terminó imputado por usurpación de títulos y falsificación, luego de que se comprobara que participó en la falsificación de documentos para conseguir la prisión domiciliaria al narcotraficante Juan Antonio González Bica, quien a los pocos días de haber llegado a su casa se cortó la tobillera y fugó. 

Campero trabajó con varios abogados, pero en realidad los estafó.

Empezó a relacionarse con narcotraficantes, y los vínculos escalaron dentro de ese ambiente criminal hasta llegar a narcos peligrosos y conocidos como González Bica. 

El delincuente, de unos 30 años, les prometía a estos líderes criminales que les conseguiría la prisión domiciliaria, algo que para los narcotraficantes es clave dado que tienen más facilidad para fugarse o, en todo caso, dar órdenes para así no perder territorio. 

Su nombre y su accionar permanecía en las sombras hasta que la Justicia, a través de la jueza de Crimen Organizado María Helena Mainard, concedió a González Bica la prisión domiciliaria. La fiscal Mónica Ferrero y su equipo advirtieron que esto podría ser perjudicial porque era un delincuente con recursos por fuera de la cárcel, pero Mainard argumentó que existían certificados médicos del Instituto Técnico Forense (ITF) que daban cuenta de una patología renal. 

Mercedes Acosta. Foto: captura de Facebook

Mercedes Acosta. Foto: captura de Facebook

Sin embargo, estos documentos médicos no eran originales sino que fueron falsificados por Campero, quien presuntamente se dedicó a ello junto con Mercedes Acosta, la abogada de Gonzalez Bica por ese entonces. Según fuentes de la causa, la defensora era la única profesional que actuaba a sabiendas de las maniobras fraudulentas de Campero. 

Hay por lo menos tres elementos que forman parte del modus operandi de Campero al frente de las maniobras delictivas. Uno de ellos es el vínculo que forjaba con los abogados, con quienes se relacionaba para conseguir trabajo y así tener acceso a sus firmas. 

Una vez cumplido este paso, en segundo lugar, Campero tenía vía libre para falsificar documentos y realizar diversas solicitudes a la Justicia con la firma de esos defensores. 

En paralelo, les prometía a los delincuentes el cambio de prisión efectiva a domiciliaria, pero les aseguraba que necesitaba dinero para pagar a los abogados, certificados y demás insumos. Se presume que este dinero tenía como único destinatario a su bolsillo. 

Actitudes extrañas 

En la medida que el delincuente avanzó en la forma de estafar, comenzó a tener más ingresos y eso se notaba. Personas vinculadas al mundo del automovilismo contaron a Montevideo Portal que solía ir los fines de semana a correr en el Autódromo de El Pinar y llamaba la atención con los tipos de vehículos que usaba. 

Esta disciplina de por sí es cara y no se suele dar que el que recién comienza a frecuentar tenga vehículos de alta gama y con modificaciones. Las fuentes comentaron que esto era extraño, pero nunca tuvieron sospechas firmes de su actividad delictiva porque el relacionamiento no iba más allá de la pista. 

Sin embargo, un día Campero dejó de ir al autódromo y nadie sabía por qué. Algunos días después se supo que el hombre había caído preso por presuntas estafas. Una vez que fue liberado, volvió a buscar su auto y nunca más regresó para competir. 

Por otro lado, algunos abogados que conocieron a Campero contaron a Montevideo Portal que aparentaba ser una persona tranquila. 

En algunos casos, el estafador se presentó como un defensor que “recién empezaba” y que estaba buscando dar sus primeros pasos en el mundo penal uruguayo. De esta manera fue que obtuvo las primeras oportunidades laborales que le sirvieron para sellar acuerdos con narcotraficantes.  

Varios chips 

Campero también estaría detrás de una serie de casos de estafas en las que se utilizaban el nombre y la matrícula de reconocidos abogados para conseguir dinero. 

Según lo que ha investigado la Fiscalía, el hombre tenía varios chips con distintos números de celular y se hacía perfiles de WhatsApp con la foto de los defensores. De esta manera se ponía en contacto con diversas personas tanto para ofrecerles servicios como para presionarlos. 

A su vez, a través de su propio celular, Campero dialogaba con esos números fraudulentos y luego decía a otras autoridades que tal abogado le había informado sobre determinada cuestión, cuando en realidad no era real.  

Amenazas 

El caso de Campero también engloba una serie de amenazas, sobre todo a personas que estuvieron vinculadas a él en el mundo del derecho. La hipótesis que se maneja es que, ante el miedo de que los profesionales estafados radicaran denuncias, el delincuente procuró amedrentarlos. 

Las amenazas, de acuerdo con la teoría de los investigadores, surgen del vínculo del delincuente con el narcotráfico. Dicho de otro modo, Campero habría acordado con algunos criminales que concretaran el amedrentamiento a determinadas personas, luego de que este cayera en prisión preventiva. 

El modus operandi en estos casos no fue a través de mensajes, sino que los denunciantes aseguran que directamente se presentaron en sus casas o en sus trabajos vehículos de apariencia extraña con dos o tres personas dentro. 

En ninguna ocasión los ocupantes de estos autos los atacaron, pero sí miraron con intenciones de intimidar. Para los investigadores y afectados en la causa, el caso de Campero golpea directamente el ambiente del derecho uruguayo porque siembra suspicacia de quién es quién.