Por Joaquín Symonds
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El exministro del Interior Nicolás Martinelli sigue vinculado a la seguridad pública, según dice. También a la Policía Nacional, ya que tiene encuentros con algunos jerarcas actuales de la fuerza.
Su pasaje por la cartera, a la que muchos llaman “la tumba de los cracks”, le dejó buen sabor. De hecho, asegura que por eso sigue estando en temas de seguridad, aunque ahora lejos de la gestión.
¿Qué cambios ve en la Policía entre el anterior período de gobierno y este? ¿Nota algo positivo?
Continúa el director de la Policía Nacional. La esencia del enfoque dual está; creo que eso vino para quedarse. Incluso en campaña, los dos candidatos —tanto [Álvaro] Delgado como [Yamandú] Orsi— hablaron del enfoque dual, o sea que eso entró. Trabajar, por un lado, con la parte represiva, pero al mismo tiempo también con el tema de las causas.
Y también veo cierta continuidad en lo que tiene que ver con el avance tecnológico. Escucho al ministro Negro decir que va a seguir ampliando los arcos para control de matrículas y control vehicular, y eso está muy bueno. Habló de la incorporación de nuevos drones, que bienvenidos sean. También habló de las comisarías virtuales, que fue un tema que a mí me quedó pendiente; incluso lo había hablado con varios proveedores para que empezaran a innovar en ese tema, y creo que es bueno en ese sentido.
Pero después, lo distinto —lo que ha cambiado y lo que obviamente también condiciona mucho la gestión— es el liderazgo y el mando.
¿Cree que Negro no es un líder?
Sí, absolutamente.
¿Porque no tiene pasado político?
Yo creo que hay cuestiones que son intrínsecas a la persona. Evidentemente no es un líder natural; le cuesta empatizar. Porque liderar no es mandar: liderar, para mí, es estar cerca de la Policía, mirarlos a los ojos, recorrer con ellos, conocer, estar en territorio. Así se va formando un líder. Y esas cosas a veces las tenés o no las tenés. Yo creo que en este caso el ministro Negro ya ha dado sobradas muestras de que él no es un líder. Pero, además, en un ministerio en el que vos tenés una línea de mando vertical —también pasa, por ejemplo, en Defensa—, vos tenés que mandar. Si no mandás, la Policía no tiene nada para ejecutar.
Entonces, creo que son dos grandes debilidades que tiene el ministro y que hoy están muy evidentes, sumado a que el Frente Amplio apostó, en esta gestión, a una figura más técnica que política, con la idea de despolitizar el Ministerio del Interior.
Obviamente, en un ministerio que es esencialmente político, eso no ha terminado de cuadrar, y entonces lo político se está, de alguna forma, comiendo a un ministro técnico. Y eso se evidencia día a día en la gestión.
Hay temas que parecen permear a todas las gestiones, por ejemplo, el narcotráfico. Y ahí, el sistema político corre de atrás en todos los gobiernos. Cerro Norte es un ejemplo de esto, ¿no?
Obviamente que no hay soluciones mágicas. Esto es trabajo, análisis, ensayo y error.
Es cierto que en Cerro Norte hay una particularidad. En realidad, no es todo Cerro Norte —vamos a ser justos, porque después los vecinos se quejan, y así es como se estigmatiza una zona—. Estamos hablando de dos cuadras para un lado, tres para el otro, donde hay una disputa de territorio.
Ahí hay una particularidad también: las viviendas que están ahí, cuando se construyeron, hace muchos años —no sé si eran del Banco Hipotecario—, tenían calles muy bien abiertas. Los vecinos, de alguna forma, fueron construyendo sobre la calle sus patios, digamos. Entonces quedaron esos famosos senderos muy estrechos. Me acuerdo de que en su momento lo hablé con la anterior presidenta del Banco Hipotecario, incluso con el Ministerio de Vivienda, para entender qué había pasado ahí y si era posible derribar todos esos jardines para volver a tener calles amplias, por donde puedan transitar vehículos, y obviamente disminuir los márgenes para que puedan esconder mercadería, armas o esconderse ellos y pasarse de una casa a otra, que es lo que habitualmente pasa. De repente van a allanar una casa y ellos están saltando de un muro a otro, y se hace muy difícil poder agarrarlos.
Otra cosa que funciona, y está probado que es así, es la presencia policial; se distingue de lo que se hacía en la época de [Eduardo] Bonomi —los famosos operativos de saturación—, en los que la Policía iba unas horas y después se retiraba, dejando a la gente absolutamente desamparada. Nosotros cambiamos esa lógica por los operativos de intervención: íbamos al barrio y nos quedábamos el tiempo que fuera necesario hasta apaciguar.
Y mientras la Policía estaba ahí, con alta presencia, coordinábamos con otros organismos del Estado —ANEP, escuelas públicas, liceos, clubes barriales, de repente— y tratábamos de generar un ecosistema que ayudara a bajar la presión entre las barras.
También descubrimos que, cuando la Policía se queda, los vecinos empiezan a agarrar confianza, y entonces también comienzan a colaborar. Porque, al principio, el vecino tiene miedo a las represalias. Si la Policía va, está unas horas y se va, después yo quedo desamparado. Pero si la Policía va, se queda, y yo veo que está ahí las 24 horas, bueno, paso, le digo algo, le tiro alguna información, y eso también sirvió mucho, por ejemplo, para apaciguar barrios como Villa Española. Hoy hace tiempo que no escuchamos nada de esa zona. Lamentablemente, ahora no tengo conocimiento de que eso se siga aplicando. De hecho, veo todo lo contrario: poca presencia en los barrios, poco músculo, poco patrullaje, y sin dudas eso tiene que ver con lo que hablamos al principio: la falta de liderazgo.
¿Ve una madurez política en materia de seguridad?
A ver, lo primero es que al Ministerio del Interior se le pone una mochila de un montón de responsabilidades que no son propias. Como siempre dije, el Ministerio del Interior es el último eslabón de una gran cadena.
Cuando todos los eslabones de abajo fallan y la sangre llega al río, ahí interviene el Ministerio del Interior, porque esencialmente su labor es la de disuasión, prevención y represión. Esas son las tres tareas esenciales de la Policía.
Pero se lo carga también con el trabajo de rehabilitación. Y los que deben estar focalizados en la rehabilitación son todos los organismos que fallaron anteriormente: la educación, la salud mental, las oportunidades laborales, la vivienda digna, los asentamientos, todo eso. De alguna forma, cuando la persona comete un delito y cae al Instituto de Rehabilitación, el Estado se está dando una segunda oportunidad para poder rehabilitarlo. Pero ahí es donde tenés que poner músculo.
Y ahí creo que sí hay una madurez política para generar políticas de Estado, políticas a largo plazo, de luces largas. Un paso muy importante lo dimos nosotros cuando, en 2023, convocamos un acuerdo multipartidario focalizado nada más que en propuestas sobre las causas. Y esto es bien importante, porque a veces se nos achaca que siempre presentamos leyes más punitivas. Sin embargo, las leyes más punitivas las presentaron en el anterior acuerdo, el que hicieron Bonomi y Tabaré Vázquez, en el que sí se centraron exclusivamente en lo punitivo. En este caso, nos centramos en las causas, y de ahí surgieron un montón de propuestas que trajeron todos los partidos políticos, y se sistematizaron 16 medidas.
¿Era posible emplear 2.000 nuevos policías, como prometió Orsi al comienzo del mandato?
No se cumple, además, con el compromiso de campaña de aumentar sueldos. No hay aumento de sueldos en el Presupuesto. Lo que hay son algunas compensaciones puntuales —por ejemplo, por nocturnidad— y temas específicos para la gente que realiza ese tipo de tareas.
Pero no hay un aumento salarial general para la Policía ni para el Ministerio del Interior, porque también están incluidos los funcionarios administrativos.
Y después lo que tú mencionabas, que es la perla, porque en definitiva fue una de las medidas más difundidas en campaña: tener 2.000 nuevos policías a partir del 1º de marzo.
Obviamente ahí hay un mal cálculo, del ministerio y también de quienes armaron el programa del Frente Amplio. Primero, porque no podés crear 2.000 nuevas vacantes si no lo hacés por ley de presupuesto o rendición de cuentas. Segundo, porque aunque las crearas el 1º de marzo, tenés que hacer los llamados, la Escuela de Policía, la capacitación; o sea, tampoco los tendrías disponibles para esa fecha. Además, tampoco valoraron el costo que tiene crear 2.000 nuevas vacantes, porque no es solo crear los cargos con sus remuneraciones: también están los costos de la Escuela de Policía, de alimentación, de nuevos uniformes, chalecos, armas, todo ese paquete.
Evidentemente hicieron todo mal cuando desarrollaron su plan de medidas durante la campaña, y por eso hoy están incumpliendo. Pero, además, están incumpliendo porque prometieron 2.000 nuevas vacantes para tareas represivas, es decir, para el fortalecimiento de comisarías y de la Guardia Republicana. De eso no se cumple absolutamente nada: no hay una sola nueva vacante para la Guardia Republicana.
¿Cómo ve la realidad hoy en día del Partido Nacional? Después de las elecciones hubo varios idas y vueltas entre dirigentes blancos.
Yo creo que hay un muy buen clima hoy. Incluso nosotros —con Martín Lema, José Luis Satdjian, el intendente de Rocha Alejo Umpiérrez— armamos un sector aparte. Lo hicimos en absoluta armonía y en excelentes términos con Álvaro, y la relación con él hoy sigue siendo la misma, incluso mejor que antes.
Entonces, veo un partido que sigue buscando renovarse. Fue el primer partido que hizo elecciones de jóvenes en este país, siempre con esa impronta de renovación, de buscar nuevos liderazgos y horizontes. En definitiva, creo que es un partido que tiene para muchísimos años más.
¿Cree que para la campaña de 2029 es necesario que haya más precandidatos que le compitan a Luis Lacalle Pou?
Sí, sí, sí. De hecho, lo creo yo. Conociendo a Lacalle Pou, estoy seguro de que es algo que él incluso fomentaría: que haya otras candidaturas. Cuantos más candidatos haya, más fuerza tiene el partido, más opciones le das a la gente, más alternativas y, por lo tanto, más posibilidades de crecer y de mostrar diversidad.
¿La elección de Valeria Ripoll como candidata puede haber sido un error?
No, no creo.
Tampoco sumó, ¿no?
Al parecer. No tengo elementos para decirte si sumó o restó. Mi opinión subjetiva es que lo de Valeria no fue la condición para que el partido, en general, perdiera. Al revés: la considero una buena dirigente. La veo muchas veces en el programa donde está, me parece que tiene tremenda capacidad de trabajo, buen discurso, es muy potente y tiene buena llegada.
Por Joaquín Symonds
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