Por The New York Times | Max Fisher
No es la primera vez que los dirigentes rusos insinúan la posibilidad de reducir la intensidad de los combates en Ucrania, esta vez en forma de un cese al fuego de 36 horas que habría tenido lugar el pasado fin de semana.
Pero, siguiendo una pauta ya habitual tras casi un año de guerra, los líderes occidentales y ucranianos rechazaron ampliamente la propuesta, calificándola de un intento cínico de generar espacio para reabastecer a las fuerzas rusas.
Los analistas suelen compartir esta postura y afirman que este tipo de propuestas suelen producirse cuando un cese al fuego sería más benéfico para la posición de Rusia en el campo de batalla y no cuando podría favorecer las negociaciones de paz o ayudar a la población civil.
En efecto, aunque el presidente ruso Vladimir Putin prometió una tregua unilateral en algunas zonas, hubo pocos indicios de ello en el campo de batalla, donde los combates continuaron con normalidad.
Es probable que esta oferta fuera también un acto de propaganda dirigido a la opinión pública rusa y, en particular, a los líderes de la Iglesia ortodoxa, de cuyo apoyo depende el Kremlin. Moscú, que se ha presentado como protector de los cristianos ortodoxos ucranianos, había dicho que el alto al fuego pretendía proteger a los civiles durante la Navidad ortodoxa, que se celebró el pasado fin de semana.
Putin dista de haber inventado la práctica de utilizar el cese al fuego o las negociaciones de paz como propaganda o como pantalla para obtener ventajas tácticas a corto plazo. Desde que existen las guerras, los líderes han programado sus esfuerzos diplomáticos para complementar los del campo de batalla, del mismo modo que han ordenado avances militares para reforzar sus posiciones en la mesa de negociaciones.
Esto no significa que Moscú no tenga ninguna intención de entablar conversaciones diplomáticas. La mayoría de las guerras terminan con un acuerdo político, como seguramente saben los dirigentes rusos, que ya lo han hecho, incluso con la propia Ucrania hace varios años, en una ronda anterior de ataques rusos.
Sin embargo, las declaraciones reiteradas, aunque casi nunca asumidas, de Putin en favor de la conciliación reflejan una dimensión particular de esta guerra: sus esperanzas de romper el apoyo occidental a Ucrania, que ha desempeñado un papel fundamental a la hora de obstaculizar sus ambiciones en ese país.
Los dirigentes ucranianos han tratado el esfuerzo por aumentar el apoyo financiero y militar de Occidente como un frente casi tan importante como cualquier otro en el campo de batalla.
Ese apoyo ha evitado el colapso económico del país, ha mantenido abastecidas a las fuerzas ucranianas mucho tiempo más del que permitían sus propias municiones e incluso ha ayudado a esas fuerzas, equipadas con armamento occidental cada vez más sofisticado, a frenar los avances rusos, que antes eran rápidos.
Al mismo tiempo, las sanciones económicas occidentales impuestas a Rusia reducen su capacidad para librar la guerra y debilitan la posición de Putin en su país.
En otras palabras, el apoyo occidental ha contribuido a convertir lo que Putin esperaba que fuera una rápida victoria rusa en una costosa e incierta lucha.
Así que está buscando cualquier oportunidad para acabar con ese apoyo. Esto incluye gestos diplomáticos que parecen diseñados, al menos en parte, para crear divisiones sobre la guerra entre las capitales occidentales, y en la política interna de esos países.
“Los llamados al cese al fuego, que se oyen en Europa y Estados Unidos, están fuera de lugar”, escribió en julio el ministro de Relaciones Exteriores de Ucrania, Dmitró Kuleba, en un artículo de opinión en The New York Times. “No es el momento de aceptar propuestas de alto al fuego o acuerdos de paz desfavorables”.
Moscú ha intentado presentar a los dirigentes ucranianos como obstáculos para la paz, con la esperanza de que algunos líderes europeos o partidos de la oposición acaben por aceptarlo como algo cierto.
Los dirigentes ucranianos temen que esto pueda llevar a algunos gobiernos occidentales a disminuir su apoyo a los esfuerzos bélicos de Ucrania, cosa que los dirigentes rusos esperan ocasionar. El Kremlin también busca que estos gobiernos presionen a Kiev para que acepte una tregua que Moscú podría utilizar para redoblar su ataque. O incluso presionar para que se celebren conversaciones de paz que, teniendo en cuenta que las fuerzas rusas siguen controlando grandes extensiones de Ucrania, quizá favorecerían más las condiciones de Moscú que si las fuerzas ucranianas siguieran haciendo retroceder a los invasores.
No era una expectativa poco razonable, sobre todo en los primeros días de la guerra. En los años anteriores a la invasión de febrero de 2022, las capitales occidentales habían discrepado en numerosas ocasiones sobre asuntos relacionados con Rusia.
Además, por lo general, toda política militar occidental unificada se organiza a través de la OTAN y toda política económica, en parte, a través de la Unión Europea, dos organizaciones bastante burocráticas que tratan de funcionar mediante el consenso de sus casi 30 Estados miembros.
Pero hasta ahora, los gobiernos occidentales han apoyado a Ucrania en la guerra e incluso han llevado este apoyo más lejos de lo que muchos analistas esperaban.
El presidente de Francia, Emmanuel Macron, se había presentado en las semanas previas a la invasión rusa como el intermediario entre Moscú y otras capitales occidentales. Pero ahora se ha convertido en uno de los más firmes defensores militares de Ucrania.
La semana pasada, Macron anunció que Francia entregaría vehículos blindados de combate al Ejército ucraniano, lo cual supuso una nueva escalada del apoyo militar de Occidente para Ucrania y otro ejemplo de cómo los líderes occidentales ignoran las advertencias rusas contra esa participación directa.
Para demostrar el poco éxito que ha tenido Putin a la hora de provocar divisiones en Occidente, el mismo día que anunció la tregua del pasado fin de semana, Washington y Berlín anunciaron que también suministrarían vehículos blindados de combate a Ucrania.
“El equipo diplomático del presidente ha conseguido convencer a los aliados: la época del tabú de las armas se acabó”, escribió Kuleba en una publicación de Facebook, refiriéndose al líder ucraniano, Volodímir Zelenski. Los restos de una escuela de formación profesional en Kramatorsk, Ucrania, que fue alcanzada por un ataque ruso el sábado 7 de enero de 2023, durante la tregua propuesta por Rusia. (Nicole Tung/The New York Times). Un residente de la parte oriental de Bajmut, en la región del Dombás, al este de Ucrania, sale en busca de comida el viernes, 6 de enero de 2023. (Nicole Tung/The New York Times).
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