Por The New York Times | Katie Rogers

ORLANDO, Florida — El fin de semana de Jill Biden incluyó cinco vuelos, once eventos y tres apariciones con demócratas que solicitaron su ayuda antes de las elecciones de medio mandato. Además, encontró tiempo para ir a una clase de “spinning” en algún momento.

Durante un intervalo especialmente activo de 27 horas, Biden, la primera dama, fue a Atlanta, donde la defensora del derecho al voto Stacey Abrams enfrenta una batalla difícil contra Brian Kemp, el gobernador republicano. Después fue a Florida, donde recorrió un centro de investigaciones de cáncer de seno y tuvo una entrevista con Newsmax, una red conservadora. Más tarde, se presentó con la representante Val Demings, demócrata de Florida, quien espera ganar el escaño del senador Marco Rubio, republicano de Florida, y Charlie Crist, demócrata con ideología de centro que está detrás del gobernador Ron DeSantis, un instigador conservador.

“No va a ser fácil”, le dijo Biden a un grupo de personas en el segundo evento en apoyo a Demings el 15 de octubre, que fue el cierre de un día de 15 horas. “Pero sabemos cómo ganar porque lo hemos hecho antes”.

Ahora que la aprobación del presidente Joe Biden es de alrededor del 40 por ciento y los demócratas están en plena batalla por mantener su presencia en la Cámara de Representantes y el Senado, Jill Biden, de 71 años, se ha convertido en el salvavidas para candidatos que intentan llamar la atención y atraer fondos, pero sin las complicaciones que implicaría una presentación con su esposo. Según un funcionario de alto rango en la Casa Blanca, es la representante más solicitada del gobierno.

“No ofende a la gente del mismo modo que puede ocurrir con el presidente, pues causa mucho menos polarización y es menos política”, explicó Michael LaRosa, estratega de comunicaciones y su antiguo secretario de prensa. “Por eso la enviaron a recorrer las zonas rurales de Iowa y Nuevo Hampshire durante la campaña y puede ir ahora a lugares en que no es conveniente ver al presidente”.

En la era moderna, por lo regular la primera dama cumple la función de humanizar a su esposo o traducir su política, pero por lo regular ellas mismas deciden cuánta participación quieren tener. Melania Trump era más popular que su esposo, Donald, y se solicitaba mucho su presencia en representación de su esposo, pero no participó en la campaña de medio mandato en 2018 ni en la campaña de 2020, en general porque dijo estar muy ocupada con la educación de su hijo o tenía muchos compromisos en su carácter de primera dama.

En general, a Michelle Obama se le consideró el arma secreta de los demócratas antes de las elecciones de medio mandato en 2010, cuando compartió en campaña historias personales de su familia. Sin embargo, pasó temporadas prolongadas aislada de la política, y su popularidad no fue suficiente para evitar las pérdidas sufridas por los demócratas en la Cámara de Representantes y el Senado ese año.

Las mujeres que intentan hacer demasiado corren algunos riesgos: cuando los demócratas perdieron la mayoría en la Cámara de Representantes en 1994, tantas personas culparon a Hillary Rodham Clinton por sus proyectos para reestructurar los servicios de salud, que ofreció disculpas públicas. En su carácter de primera dama, Biden ha viajado a 40 estados y, en épocas recientes, ha acomodado muchas visitas políticas en viajes que destacan sus intereses políticos. El jueves, impartió todo un día de clases en el Colegio Comunitario de Virginia del Norte y luego voló a Fort Benning en Georgia, donde visitó a familias militares.

Sus apariciones políticas comenzaron el viernes por la noche, cuando estuvo en el vestíbulo de una casa con Abrams y les pidió a unos 75 asistentes, la mayoría mujeres, acercarse más a ella. Luego habló de Kemp y las políticas que apoya, incluida una ley que firmó que prohíbe el aborto después de unas seis semanas de embarazo, y otra que limita el acceso al voto.

“Sé que eso les causa enojo”, les dijo. “Y claro que debería causarles enojo”.

Su presencia no solo les levanta la moral a los demócratas que enfrentan contiendas cerradas, sino que también impulsa la recaudación de fondos entre la gente de a pie, y las personas donan con más facilidad si ella lo pide, según alguien que trabaja para el Comité Nacional Demócrata, pero no cuenta con autorización para hacer declaraciones públicas. Sus eventos, correos electrónicos, mensajes de texto y correos han ayudado a los demócratas a recaudar millones de dólares.

En Atlanta, le dijo a la audiencia que sabía que ya habían hecho donativos, pero “les pido que hagan el esfuerzo de donar un poco más” (cada persona ya había pagado por lo menos 1000 dólares para asistir). La aparición duró unos 20 minutos en total, después de los cuales emprendió el camino para asistir a otro evento (se retiró por una puerta de la cocina con un séquito de asistentes).

Para el sábado por la mañana, Biden ya estaba en Florida, en la segunda visita que realiza este mes, donde arrancó el día montada en una bicicleta en un estudio de “spinning” en Fort Lauderdale con varios colaboradores (además de asistir a clases deportivas selectas cuando viaja, también es una corredora entusiasta y ha dicho que el ejercicio “crea un sentido de equilibrio en mi vida”). Luego tomó un café (negro, sin azúcar) con la representante Debbie Wasserman Schultz, demócrata de Florida, en Fort Lauderdale, y a continuación ambas recorrieron un centro de investigaciones de cáncer de seno.

Biden dio una entrevista en torno a la concientización sobre el cáncer de seno con la presentadora de un programa de Newsmax, luego voló a Orlando, donde se presentó con Crist y Demings frente al Ayuntamiento; les dio la mano y les levantó los brazos en señal de victoria. Desde hace tiempo, en el mundo de Biden se ha identificado a la primera dama como una “cerradora”: una representante en la que confían para que viaje a rincones del país que son poco accesibles para su esposo, ya sea ideológica o geográficamente. Los funcionarios de la Casa Blanca están convencidos de que conecta con las mujeres suburbanos y puede comunicarse con los estadounidenses “más allá del Twitterverso y los cuchicheos de las noticias por cable”, según Elizabeth Alexander, su directora de comunicaciones.

En comparación con su esposo, Biden es la comunicadora más disciplinada. Sus traspiés, que han sido contados, no han ocurrido por alguna acción improvisada, sino en los discursos que trató de memorizar. En el verano, fue objeto de críticas porque comparó la diversidad de la comunidad hispana con la variedad de opciones de taco para el desayuno en Texas. Las encuestas revelan que los estadounidenses tienen sentimientos encontrados. Una encuesta realizada por CNN este verano descubrió que alrededor del 34 por ciento de los estadounidenses tenían una opinión favorable de ella, mientras que el 29 por ciento respondió que su opinión no era favorable. Casi el mismo porcentaje de personas (el 28 por ciento) dijo no tener ninguna opinión, y el nueve por ciento respondió que nunca había escuchado nada sobre ella.

Esa encuesta también reveló que obtiene buenas reacciones de las mujeres y los votantes negros, y personas de estos dos grupos fueron a verla a los distintos eventos en que se presentó durante el fin de semana.

En discursos diseñados para relacionarse con la multitud y hacerla reír, compartió varios momentos de su vida: “Cuando conocí a Joe, me sentí un poco desconectada de este mundo en D. C.”, dijo. “En nuestra primera cita, recuerdo haber pensado: ‘Gracias a Dios que voté por él’”. De izquierda a derecha: Casey Desantis y su esposo, el gobernador Ron DeSantis, acompañan a la primera dama Jill Biden y al presidente Joe Biden durante una visita para inspeccionar el daño causado por una tormenta en Fort Myers, Florida, el miércoles 6 de octubre de 2022. (Doug Mills/The New York Times).