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La historia de Fernando “Monti”: le salvó la vida al hostigador que le arruinó su niñez

Es acupunturista, practica drifting y competirá en la F1 de esa disciplina. Pero su historia de vida es de resiliencia y puro aprendizaje.

24.03.2022 09:48

Lectura: 28'

2022-03-24T09:48:00-03:00
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Por César Bianchi

Hace unas semanas Fernando “Monti” Montero subió uno de los tantos videos que tienen miles de corazones en Instagram. Pero éste fue distinto y hasta anoche tenía 653.958 reproducciones en su cuenta perfect_ae86. Mirando a cámara, “Monti”, de 39 años, dijo: “¿Cómo están amigos? Hoy voy a contar una historia muy especial, que es la historia de cómo le salvé la vida a la persona que arruinó mi niñez”, y a partir de allí desarrolló un soliloquio de casi 10 minutos.

Sus redes explotaron y otros medios repararon en Fernando Montero.

Es cierto, la historia de “Monti” es especial, o como él reconoce, es digna de un guion de película. Tiene todos los ingredientes que la harían consumida a granel: una niñez complicada por el acoso escolar, un malo, un bueno, un giro de tuerca impensable y, claro, una redención.

Charlando con Fernando una mañana a las 8 AM en el consultorio de su clínica médica repararé que tiene muchas cosas más: un niño que priorizó su palabra empeñada a un compañero, la angustia por una grave enfermedad que -suponía- padecía su madre, ser visto como el freak, el raro, de la clase, y una golpiza con asfixia incluida que fue un clic en su vida: ese episodio puntual haría que muchos años después, cuando estudiante universitario, se decidiera a aprender a intubar, y muchos años después todavía, esos conocimientos le terminaran sirviendo para salvarle la vida a su hostigador (al que Fernando prefiere no nombrar).

Pero, además, la mentira que supuso un juramento inviolable despertó en “Monti” el síndrome de Tourette que hasta hoy sufre -aunque lo tiene controlado, con muchos ejercicios hasta cotidianos en su trabajo de acupunturista-, y que permiten que hoy, siguiendo la receta de su padre -un eximio acupunturista-, pueda atender con éxito a otros niños que repiten “culo” o “sexo” por doquier, cabecean o revolean los ojos sin ton ni son.

Por si algo le faltara a esta historia, Fernando Montero, el médico que superó y perdonó el bullying, es también un automovilista exitoso en su disciplina, el drifting, así como también una estrella de las redes sociales. Conoció y se hizo amigo de los grandes popes del drifting mundial –“derrape controlado”- y se codea con la élite de este deporte de exhibición.

Y claro, como toda buena historia, tiene un final feliz: en 2024 Fernando competirá en Fórmula Drift, la competencia mundial más importante de este métier, este 2022 asegura que recaudará y donará 100.000 dólares a la Teletón con sus shows a beneficio, y afirma que si se cruza con su hostigador, le daría un abrazo. Y una moraleja: tiene claro que cuando sus hijas crezcan, les dirá que nunca guarden secretos y luchen siempre por sus sueños.

Javier Noceti

Javier Noceti

"El neurólogo que más sabe del síndrome de Tourette en Latinoamérica me confirmó que esto era síndrome de Tourette, y me dijo: 'Lo vas a tener toda la vida. Trabajá en tu autocontrol, vas a encontrarlo de alguna manera'”

-Tuviste una niñez marcada por el bullying. Hay un juramento y un secreto que fueron un punto de inflexión en el resto de tu vida. Contame cómo fue eso.

-Era el año 93, yo tenía 10 años, y en un momento este chico que me hacía bullying, me encuentra y me dice: “Me enteré de algo horrible, quiero que lo sepas, pero me tenés que jurar por tus padres que no le vas a contar a nadie”. Obviamente me amenazó con que si lo contaba me iba a pegar. Le tuve que jurar por la vida de mis padres que no iba a contar nada. Me dijo que había escuchado a la madre hablar con una amiga y que mi madre tenía una enfermedad muy complicada: cáncer. Que no me lo iban a decir, pero mamá estaba muy mal, y que recién me lo iba a decir el día que mamá cumpliera años. Eso fue en abril y mi madre cumple años en noviembre.

Desde abril hasta noviembre yo lloré mucho de noche, mis padres me preguntaban qué me pasaba, hasta ahora mis hermanos se acuerdan de cómo lloraba yo de noche. Yo siempre decía que no me pasaba nada, pero lloraba y lloraba. Y empecé a hacer iih, iih (hace un gemido gutural, como una suerte de hipo con onomatopeya), y cuando paraba de llorar, seguía iih, iih. Me levantaba al otro día y seguía iiih, iih, ese tic me duró años… Fue el primero que tuve. Ahí se destapó todo esto.

Llegó noviembre, mamá cumplió años, le pregunté si tenía algo para decirme, me dijo que no, le pregunté si no estaba enferma y me dijo que no, que estaba sana. Yo me acuerdo que ese año 1993 fue eterno: yo lloraba de noche, lloraba de día, lo único que quería hacer de chico era cortar con todo eso…

-Esa mentira de tu acosador y guardar el secreto de esa mentira, ¿despierta el síndrome de Tourette?

-El síndrome de Tourette tiene una carga genética, pero también tiene un gatillo. Ese seguro fue el gatillo, porque me acuerdo el momento en que empezó. Hasta ahí yo saltaba, era inquieto, pero fue después de esa mentira y que guardé juramento que empecé con el iih, iih, y otros tics.

Empecé con movimientos de cabeza, empecé con coprolalia (a decir palabrotas todo el tiempo). Yo estaba tranquilo y decía “mierda”, “culo”… (De adulto, como médico) yo atendí chicos con Tourette. Recuerdo un chico que yo le preguntaba cómo estaba y me decía “sexoooo”, todo el día así. Imaginate el bullying que te pueden llegar a hacer. Siempre son palabrotas porque es lo que está prohibido, es una transgresión.

Cuando pasa eso, mis padres empiezan a consultar a un neurólogo, y dijo que tenía tics. Un día leyendo una Conozca más con Luis, un amigo hijo de un médico muy conocido (Dr. Roberto De Bellis), leyendo esa Conozca más había un artículo sobre el síndrome de Tourette, le dije: “¡Esto es lo que tengo yo!”. Fuimos a leer libros de su padre, y encontramos el síndrome de Tourette. Leías y era exactamente lo que me pasaba a mí. Fuimos a un neurólogo grado 5, y dijo: “Esas son pavadas nuevas, tú lo que tenés es son tics nerviosos”. Me empezó a dar medicación y la pasé muy mal. Se me caía la baba, en un momento se me cayó una tetilla, me hizo mal la medicación…

-¿A qué edad te diagnosticaron con síndrome de Tourette?

-A los 13 o 14 años, cuando pude ir a Argentina, y vi al Dr. Oscar Gershaink, el neurólogo que más sabe del síndrome de Tourette en Latinoamérica. Y él enseguida me dijo que esto era Tourette, me dijo: “Esto lo vas a tener toda la vida. Trabajá en tu autocontrol, vas a encontrarlo de alguna manera”. Empecé artes marciales, también tácticas de respiración y meditación, y empecé a hacer mucho deporte.

-Me consta que es una enfermedad neurológica que se manifiesta en algunos tics repetitivos. Contame cómo te afectó a vos...

-Más que nada en el relacionamiento. Ir a un lugar y que la gente esté murmurando, te esté señalando, eso… Todas las miradas están en vos. Yo en un momento entraba a un lugar y era esto: (Monti hace tics con los ojos, golpetea con el pulgar en el escritorio, revolea los ojos hacia arriba dejándolos en blanco, cabecea. Y unos minutos después, mientras la entrevista continúa, repetirá algunos tics). Yo soy esto. Si yo no tuviera autocontrol, estaría todo el tiempo hablando contigo y haciendo esto. O también con ecolalia, que es repetir lo que vos decís. Por ejemplo, me decís: “Y Fernando, ¿qué opinás?” y yo te digo: “opinás, opinás, y, y, opinás”. Esto lo hacía todo el tiempo… era muy difícil hablar conmigo.

Javier Noceti

Javier Noceti

"Haciendo hipnosis rebobinamos y resultó que tenía miedo a la muerte de mis padres. Me acordé de aquel juramento cuando me mintió que mi madre se iba a morir de cáncer, y ahí caí en la cuenta de todo"

-Él te hostigaba en la clase, pero también fuera del aula.

-En la clase y en el campo deportivo, sí. Si lo veía en la calle, cruzaba la vereda. Tenía mucho miedo que me golpeara.

¿Alguna vez lo enfrentaste?

-Cuando me asfixió. Fue ese año 93, pero todavía no tenía tics, todavía no me había dicho la mentira de que mi madre tenía cáncer. Estábamos en el campo deportivo, los chicos jugaban al fútbol. Me animé y le dije: “¿Por qué me hacés esto? Cortala, yo no me lo merezco. ¿Por qué me atacás si yo no te hago nada?”. Ahí me tiró al piso, empezó a ahorcarme, me desvanecí, él se fue a jugar al fútbol y cuando recuperé la conciencia él estaba jugando al fútbol. Hace unas semanas me tocó atender un paciente por un tema de tobillo. Había visto mi historia y me dijo: “Yo me acuerdo de tu niñez. Yo era profe de rugby. Me molestaba mucho cómo ese chico te hostigaba”. “¿Pero vos te dabas cuenta?”, le dije. “Sí, claro, todo el mundo se daba cuenta”.

Hace unas semanas mi hermana me trajo unas cajas que encontró en el altillo de mi casa, donde crecimos, y me dijo: “Acá hay cosas viejas, agarrá lo que quieras conservar y tirá lo que necesites”.  Ahí encontré fotos de la escuela. Veo una foto donde está toda la clase posando y en la parte de atrás, donde están las firmas de todos tus compañeros, tenía un mensaje solo: el de este chico. Me puso: “Que todos sepan que gustás de Juliana”, que era una compañera. Y me dijo: “Si lo borrás, te pego”. Yo me puse triste y me fui para la clase, mientras todos estaban haciéndose firmar la foto grupal. A mí no me la firmó nadie más, porque no querían que se enteraran que me gustaba esta chica.

Yo llegué a ir a sesiones de hipnosis con Jorge Del Pino, para saber por qué de noche tenía tanta angustia. Toda mi infancia y mi adolescencia pasaba las noches angustiado, con ganas de llorar, y no sabía por qué. Haciendo hipnosis rebobinamos y resultó que tenía miedo a la muerte de mis padres. Cuando vi esa foto y su único mensaje, ahí me acordé de aquel juramento cuando me mintió que mi madre se iba a morir de cáncer, y ahí caí en la cuenta de todo… Fui a la cocina -hace dos semanas- le conté todo esto, me largué a llorar y mi vieja quedó destrozada…

-Llegaste a aprender artes marciales para defenderte de él...

-Sí, claro.

-Ese profesor de rugby vio todo, te dijo ahora de grande que no le gustaba lo que veía, pero no actuó. ¿Los docentes dónde estaban? ¿Ningún adulto intervino?

-Yo pensé que nadie lo veía, pero me di cuenta que sí. Lo veían como algo normal. Creo que no sabían cómo abordarlo.

Javier Noceti

Javier Noceti

"De chico constantemente le deseé la muerte. Y en algún momento fantaseé con la idea de matarme. Pero jamás lo hubiera hecho. Tuve mucho sostén familiar, mis padres estuvieron muy presentes. Un chico con menos herramientas lo haría"

-Hay un episodio de una subdirectora que no obró nada bien. ¿Cómo fue?

-Esto fue a los 8 años, todavía no tenía los tics. Estábamos en un recreo y este chico me dice: “¿Te enteraste lo que pasó con tus padres?” “No, ¿qué pasó con mis padres?” “Te está buscando la directora. Tus papás se murieron en un accidente, en la ruta”. Toda la clase estaba muy tocada, y yo también, porque ese año había fallecido un alumno de la escuela, corriendo en el patio de la escuela. Murió tipo muerte súbita y fue traumático. La mentira de que habían muerto mis padres fue muy poco después.

Voy corriendo a la dirección, estaba la subdirectora y le dije que me había enterado que se habían muerto mis padres, que me contaron qué había pasado. “¿Y vos cómo sabés eso?” “Me dijo Fulano de Tal”. “No, es una mentira. Es cosa de chicos. Andá a jugar con él”, me dijo. “No, ¿cómo voy a jugar con él? Llame por favor a mi casa, quiero saber si mis padres están bien”, le pedí. Me acuerdo que hizo la mímica que llamaba, ni siquiera marcó el teléfono, que además no lo sabía de memoria, hacía que hablaba y me tiró una guiñada. Cortó y me dijo que mis padres estaban bien. Le dije: “Pero no llamó por teléfono”. “¡Cómo no voy a llamar!”, se enojó. Entonces me dijo: “Andá a decirle a Fulano que digo yo que te pida perdón, y que juegue contigo”. Fui a hablar con este chico y le dije que era mentira, que mis padres estaban bien. Me dijo: “Pero ya se van a morir”, me escupió y se fue. ´

Como esa, mil cosas… Yo tenía una cadenita de mi abuelo, que siempre la cuidaba. Le decía a todo el mundo que esa cadenita era muy especial para mí, porque me la había dejado mi abuelo. Fuimos al campo deportivo y un día desapareció, no la encontraba por ninguna parte, la buscó toda la clase… Y este chico se me acercó y me dijo: “¿Sabés que la cadenita la tengo yo, no?” “¿En serio?” “Sí, sí, la tengo yo… No la vas a recuperar nunca. La tengo yo”. Nunca más volví a tener la cadenita.

-¿Pensaste en el suicidio o le deseaste la muerte a él?

-De chico constantemente le desee la muerte. Y en algún momento fantaseé con la idea de matarme yo. Pero jamás lo hubiera hecho. Tuve mucho sostén familiar, mis padres estuvieron muy presentes. Un chico con menos herramientas que yo, lo haría.

-Tu peor momento con este síndrome fue a los 13 años. ¿Qué pasó a esa edad?

-Tenía muchos tics, mucha coprolalia (muchas malas palabras todo el tiempo, como tic). Me tenia que quedar en mi casa porque no podía socializar. A mis padres les afectó mucho… A los 14 años empecé un tratamiento con acupuntura que diseñó mi padre para mí, es hoy el tratamiento con acupuntura que más se usa para personas con Tourette: es el que diseñó papá para mí. En un año bajé mucho (mis tics), y es el tratamiento que yo le hago hoy a los niños con Tourette.

Con papá mejoré muchísimo con la acupuntura. Hasta hoy me hago acupuntura; yo no tomo ningún fármaco, hago acupuntura y deporte. Él empezó a trabajar en este diseño de acupuntura a ver qué pasaba. Si yo hubiera contado lo que me pasaba todo hubiera sido más fácil. Yo hoy con mis pacientes trabajo mucho la parte de angustia, ansiedad, miedos, obsesión. Vos capaz que estás ansioso por algo y somatizás con contracturas o te viene gastritis, yo somatizaba teniendo tics.

Fernando Montero, Jhonnattan Castro, Alejandro Curcio - Foto: Nicolás Fernández

Fernando Montero, Jhonnattan Castro, Alejandro Curcio - Foto: Nicolás Fernández

"Empecé a driftear en la pista de El Jagüel. Conseguí neumáticos viejos, esperaba que lloviera y en El Jagüel hacía ceritos, soñando con driftear. Me empezaron viendo policías que pasaban. Yo era el loquito que cuando llovía, iba a entrenar"

-Fernando, ¿cómo te empezó a picar el bichito por los fierros? Porque desde hace un año y medio sos automovilista profesional...

-Empezó con mi tío, que le encantan los autos… Me empezó a gustar, más que nada por mecánica. Me colgué con la serie Initial D, que es un animé de drifting, que cuenta la historia de un padre que le enseña a su hijo a transportar queso tofú en un auto (el mismo auto que tengo yo, el Toyota Trueno). Le enseña a transportar el queso en una montaña, sin que el queso se rompa y a hacerlo rápido en la mañana. Te muestran el tema de la constancia, lo que tienen los japoneses.

El tofú se transporta en agua, entonces él ponía un vaso de agua al lado del volante, y tenía que hacer todas las curvas derrapando, sin tirar el agua. Después de años de hacer eso, empiezan jóvenes a competir de noche en esa montaña, y mientras ellos competían aparecía el fantasma del auto, que era muy inferior al resto, pero era mucho más rápido. Es como si el fantasma estuviera en la montaña esperando que pasaran los autos para correrle, y el Trueno siempre les ganaba, les ganaba… En un momento descubren quién es el chico, lo empiezan a promocionar para drift y sale campeón mundial. Pero él empieza transportando queso tofú. Es una serie icónica de automovilismo. Ahora ese auto es imposible de conseguir en el mundo. Por la serie (Initial D) su valor se elevó mucho, y hay pocos. En Uruguay había uno desecho…

-Y el destino te cruzó con él, un coche caro y exótico...

-¡Sí Cuando me enteré que había uno en Uruguay no lo podía creer. Económicamente no podía comprarlo, siete veces se me fue de las manos. Se iba revendiendo, pero el tipo que lo compraba lo iba revendiendo porque estaba todo fundido, iba perdiendo valor y nadie lo quería. Laburé años para poder conseguirlo, lo compré y hoy lo tengo.

-Describime tu auto hoy. Sé que tiene un motor de Ferrari que compraste en Francia... Y empezaste a reconstruirlo, a modificarlo, a "tunearlo"....

-Es un Toyota Trueno, que tiene un motor Ferrari F430 Scuderia, es un motor de más de 500 caballos preparado en Estados Unidos. Es un auto de drift, muy liviano, que tiene todo lo mejor a nivel mundial, con una estética increíble. Es un motor V8, mucha potencia. En el mundo a la gente le llamó la atención: tener un auto viejo (es un Trueno del 86, mi auto es del 2007). Un norteamericano, Ryan Tuerck, tomó el modelo nuevo de mi auto y le metió un motor de Ferrari. Yo pensé en hacer lo mismo, sobre todo después de ver que lo de él explotó en redes. Yo tomé mi auto y puse ese motor, él me apoyó, hicimos sinergia y se hizo mundial. Ahí exploté en seguidores: la gente estaba pendiente de que yo le pusiera el motor y prendiera el auto.

Yo empecé a driftear en la pista de aterrizaje de El Jagüel de Maldonado. Como no tenía potencia, conseguí neumáticos viejos, gastados, y esperaba que lloviera y en El Jagüel hacía ceritos, soñando con driftear. Me empezaron viendo policías que pasaban y se quedaban a mirar, después la gente empezó a verme. Yo era el loquito que cuando llovía, iba a la pista a entrenar.

-¿Qué es el drifting?

-El drifting es un derrape controlado, y llevás al auto de costado, en el límite que vos vas a hacer un trompo. El auto va derrapando, haciendo humo, y cuando vos competís contra otra persona, lo que hacés es tándem. El tándem es como un ballet: un auto va adelante, otro atrás, van sincronizados, derrapando, y casi tocándose puerta con puerta. En la competencia gana el que imita mejor al de adelante. El de adelante hace una maniobra y tenés que imitarla perfecta. Si el tipo de adelante se te empieza a alejar es porque está derrapando más rápido que vos y no podés llegar al ángulo ni al ataque, perdés. Digo ataque porque si el de adelante está a 90 grados y vos atrás estás a 70 grados, ya no estás haciendo el ataque bien, tenés que estar a 90 como él. O si estás a más de 90, ahí te fuiste al carajo.

En eso compito yo. No es una carrera, es un espectáculo. Y el tándem es por puntos. La habilidad de esto es leer bien al otro, al de adelante.

-En dos curvas, en dos minutos reloj, gastás dos cubiertas... Más de uno dirá que es un despilfarro, un hobbie de derroche.

-En dos minutos gastás dos cubiertas traseras. Te cuento algo que no he contado: esto es una idea de Alejandro Curcio, un amigo, un tipo que siempre tiene ideas increíbles para la parte ambiental. Es el dueño de Toyota (NdeR. presidente de la empresa familiar Ayax S.A.). Él hace actividades de triple impacto: cuando una parte del dinero (recaudado) va para ti, otra parte para lo social y otra parte para lo ambiental. Yo ya soy triple impacto. Yo hago mi dinero ejerciendo la medicina, y lo que entra por mi página de Instagram, que es más de lo que gano en la medicina (porque los sponsors pagan muy fuerte), con eso pago el equipo -en realidad lo paga Alejandro- y lo que sobra va todo a obras solidarias.

-Contame la movida solidaria que has encarado con esta actividad. ¿En qué consiste? ¿Cómo has podido ayudar a otros?

-El año pasado adaptamos el motor de Ferrari, cosas que económicamente yo nunca podría hacer, se pagó todo eso, y sobró. Y esa donación la hicimos a la Teletón. “Fierreros solidarios” trata de eso, empezamos con Jorge Alegre hace años –(hicimos una kermés para niños con cáncer), él era un tipo muy humilde de Piriápolis, tuvo un ACV y hubo que adaptar su casa como si fuera la sala de un hospital. Si habrá ayudado a la gente él, que cuando yo quise hacer una kermés para donar lo recaudado para él, se juntaron 35.000 dólares en un día. Ahí ves cómo lo devolvieron todo el cariño que él había dado. Ahí empezó “Fierreros solidarios”.

Y con el Covid yo pensé que no podía ayudar a nadie, y cuando no podías tener contacto con nadie dije: “¿Por qué no hacemos una caravana solidaria, donde no tengas que juntarte con nadie, cada uno en su auto?” Ahí aportamos a distintas causas, con Canastas Uy también nos juntamos para darle un plato de comida a la gente, y también a la Teletón.

-¿Y cómo llegás vos a esta competencia deportiva?

-Me empezó a gustar, lo empecé a practicar como hobbie, empecé a crecer en redes sociales, empecé a hacer exhibiciones en el exterior, en un momento -hace dos años- me crucé con Alejandro Curcio como paciente, él vio que había una veta grande en el drifting y quiso potenciarme. “Quiero hacer algo único en el mundo”, me dijo, y pensé: “Este es de los míos”. Lo mismo pasó cuando me llamó Santiago de Canastas Uy, me llamó y me dijo: “Voy a cambiar el mundo, ¿venís conmigo?”. “Dale”, le dije.

Lo que conseguimos con Alejandro (Curcio) es que hoy Toyota Internacional nos acaba de conseguir el primer drift-park del mundo. Un drift park es una pista dedicada a traer pilotos del exterior a prepararse, y a competir más adelante. Es una pista enorme que está detrás del Cerro, y el fin de semana pasado la inauguramos. Toyota Gazoo Racing le dio a Alejandro el primer drift-park del mundo. Acabamos de traer un piloto de Fórmula Drift, el dominicano Jhonnattan Castro, que es como si hubiera venido el (Lewis) Hamilton de la Fórmula 1. Vino este tipo a darnos clases e hicimos algo de mucho nivel.

El auto mío está bueno, pero el que le armé a Alejandro es mundial. Me dijo: “Quiero que me armes un Toyota Supra, pero quiero que me armes el mejor del mundo”, me dijo. Y le armé el mejor del mundo, con lo mejor. Se lo armé para él, y después me dijo: “En realidad, el auto no es para mí. Es para todos, para competir”.

-¿Sentís que utilizaste el drifting como terapia para salir adelante y superar tu enfermedad?

-Sí, seguro. Me ayudó para varias cosas. Para levantar la autoestima baja también. Yo me di cuenta que para la autoestima baja, la solución era verme a mí como una herramienta. No puedo tener ego, porque con la autoestima baja, no genero nada. Si te ponés a buscar agrandar el ego, se genera un círculo vicioso. Yo no quiero terminar como el payaso que al loco lo ves feliz, y es un infeliz. Pensé: “Voy a trabajarme como herramienta”, y es lo que hago ahora. Necesitás acupuntura y estoy, para ayudar a otro, estoy; siempre estoy tratando de darle algo a una persona.

Cuando vos das generás mucha oxitocina. La oxitocina es la hormona opuesta a la hormona del estrés. Cuando vos venís al mundo, cuando te pare tu madre, tenés un pico de cortisol, que es una hormona adaptativa. Te ponen arriba de tu madre, y se da el primer ciclo de oxitocina de tu vida: suspirás y dejás de llorar.  Desde que vos llegás al mundo ves que una hormona opaca la otra.

Yo descubrí con el Tourette que dando -ayudando a la gente con la parte médica o ayudando a la gente en mis actividades solidarias- bajo mi cortisol, me tranquiliza. Pero entrás en un ciclo muy adictivo, porque cuanto más estás dando, mejor te sentís. Entonces, podés caer en el ego. Por eso: si yo me siento como una herramienta, y no ando pensando: “Pah, mirá lo que hice, ¡qué espectacular!”, ahí estoy bien.

-¿Y podés financiar un hobbie tan caro o contás con el apoyo de marcas?

-Yo no puedo financiarlo, es imposible para mí. Poner el motor de Ferrari en mi auto es más caro que comprar una Ferrari, mucho más caro. Si una Ferrari es cara (imaginate lo que vale), ponerle un motor de Ferrari a mi auto, más toda la adaptación es más caro. Conseguí apoyo de sponsors que aparecen de todos lados, marcas que le interesaron subirse a esto. Una historia mía (en Instagram) la ven 100.000 personas. (NdeR: su cuenta perfect_ae86 tiene 447.000 seguidores). De Uruguay me siguen unas 106.000 personas, más o menos, es mucho. Los que invierten son marcas internacionales. Hoy estoy entre los 10 pilotos con más seguidores de drifting.

-¿Te gustaría competir en Fórmula Drift, que viene a ser algo así como la Fórmula 1 de esta disciplina?

-Voy a competir, en 2024. Ya está confirmado. Jhonnattan Castro, el dominicano que vino, tiene un auto muy inferior a todo el equipo y está siempre peleando los podios. Este año saldrá campeón mundial o meterá varios podios, porque lo financiaron muy bien. Estamos hablando de que para competir en Fórmula Drift necesitás un millón de dólares por año. Yo voy a contar con el apoyo de varias marcas grandes, porque, además, no vendo solo ser piloto, vendo difusión y todo el resto. Voy a potenciar los temas ambientales y solidarios, junto a Alejandro. Las marcas se dan cuenta que si me apoyan a mí, no apoyan solo al deportista, están apoyando otros fines también.

Foto: Nicolás Fernández

Foto: Nicolás Fernández

"Acabamos de traer un piloto de Fórmula Drift, el dominicano Jhonnattan Castro, que es como si hubiera venido el (Lewis) Hamilton de la Fórmula 1. Vino este tipo a darnos clases e hicimos algo de mucho nivel"

-El episodio más increíble de tu historia de vida fue hace siete años cuando te tocó salvarle la vida a la persona que te había hecho bullying durante años en tu niñez... ¿Cómo fue?

-Cuando estuve en el último año de internado en Minas nos enseñaron a intubar. Yo dije que no quería aprender, que no tenía sentido porque no me iba a dedicar a eso. Vos podés recibirte de medico sin aprender a intubar, yo me iba a dedicar al deporte y la acupuntura, así que no lo necesitaba. Y el profesor dijo: “Fer, está bueno que aprendas. ¿Sabés lo que es la sensación de sentir que te asfixiás y no podés respirar? Claro, no tenés idea porque no sabés lo que es que te falte el aire”. Y ahí me acordé de lo que me había este chico, que me ahorcó, y esa sensación de que me faltaba el aire… y sin explicarle nada, aprendí a intubar. Me impresionó lo rápido y bien que aprendí. Muchos años después, me encontré a este mismo chico -ahora un hombre- en el casamiento de un amigo, Gastón. Aparece y me saluda con alegría, con confianza. Me abrazó y me dijo: “¡Monti! ¡Qué lindo verte!” Yo pensé: “Pah, este demente…”. Le comenté a mi señora quién era él, y no podía creer: “¿Y te saludó como si nada?” Mirá que lo que me había hecho era dantesco… Un día me dijo: “Cada tic que hagas, te voy a pegar en la cabeza”. Me dejó chichones, me destrozó…

Bueno, en un momento de la noche, me llaman porque se necesitaba urgente un médico. Había alguien -era él- tirado en el piso, duro de cocaína, con los dientes apretados y en coma etílico, con la boca cerrada. Lo puse en posición de salvataje, de costado, y esperamos que llegaran los médicos. Llegaron los médicos y no pudieron intubarlo, porque la médica no sabía intubarlo. Lo tuve que intubar yo, y lo salvamos. Estuvo más de un mes internado en el CTI.

-¿Pensaste en negaste a intubarlo en algún momento?

-Jamás. Tengo un juramento hipocrático: siempre voy a intubar. Cuando la médica me dijo “no sé intubar”, yo dije “yo tampo…” y me acordé que había aprendido a intubar… por ese tipo, por lo que él me había hecho cuando éramos niños. Esa noche, después de intubarlo, me recorrió algo por el cuerpo. Entendí que todo cobraba sentido. Aprendí por él a intubar y lo terminé intubando a él, es joda… es un guion de película.

Fue como una segunda oportunidad. Fijate que hoy, este tipo, que había estado muy mal antes -había estado en situación de calle, fue indigente, adicto a las drogas, todo-, hoy es padre y tiene una familia.

-A los dos meses él te escribió por Facebook para agradecerte, y te enteraste de que él lo había pasado muy mal en su niñez, y tenía una historia de vida terrible. 

-De toda su historia yo me había enterado un tiempo antes. Un amigo me contó todo lo que le tocó vivir en nuestra infancia, situaciones familiares feas que no vale la pena repetir. Tuvo una niñez horrible y se la descargaba conmigo. Si las autoridades del colegio se hubieran dado cuenta de todo, lo hubieran ayudado a él, no a mí. El error fue pensar que yo era el centro, y yo no era el centro de nada.

Si yo hoy lo veo en la calle (a mi hostigador), yo lo abrazo, yo lo quiero. No es cobardía, ni es el síndrome de Estocolmo (cuando te encariñás con quien te secuestró). Yo le debo mucho a él. Él me hizo ser lo que soy. Y yo estoy conforme con quién soy hoy. Sufrí y los clics más grandes de mi vida fueron con él. El loco me escribió por Facebook, y después hablamos por teléfono. Arrancó agradeciéndome que lo hubiera ayudado en la fiesta, y le dije: “Más que gracias, vos me tenés que pedir perdón. Vos me hiciste esto, esto y esto…”. Me dijo: “Fer, yo estuve muy complicado. Me pasó esto, y esto, y esto”. Me contó cosas peores a las que yo sabía. Se largó a llorar y me dijo que había tenido una vida difícil y hasta ahora la tenía.

Él, después de esto, tuvo una segunda oportunidad. Y la está aprovechando, la lleva bien. Es padre y formó una familia. Tiene todo.

Javier Noceti

Javier Noceti

"Salvarle la vida fue como una segunda oportunidad. Fijate que hoy, este tipo, que había estado muy mal antes -había estado en situación de calle, adicto a las drogas-, hoy es padre y tiene una familia"

-El síndrome de Tourette no se cura, pero sí lograste controlarlo. ¿Cómo?

-Con ejercicio, con la práctica de deporte, con la acupuntura, y teniendo un objetivo solidario claro.

-¿La acupuntura no precisa un grado de precisión importante?

-Muy importante. Es lo que busco para combatir el Tourette, como un tratamiento. El jiu jitsu también: no hice un arte marcial de contacto violento, sino que yo marcaba. Venía con toda la fuerza, marcaba y salía. Eso te da autocontrol. Y con la acupuntura yo paso 10 horas de mi día con una precisión impresionante, y no puedo permitirme un tic con la mano. Eso me calma la mente, me ayuda mucho a bajar.

-¿Sacás algún aprendizaje de lo que te ha tocado vivir con el síndrome de Tourette?

-Creo que sí… A no ser el centro yo. Aprendí que ningún niño es malo: hay que ver las circunstancias. Hay que esperar el tiempo indicado, y entender por qué pasó.

-Tenés dos niñas: Guadalupe, de tres años y medio, y Trinidad de siete meses. ¿Cuál es la enseñanza más importante que te gustaría dejarle a tus hijas?

-Lo mejor que me ha pasado en mi vida fue conocer a mi señora, Florencia. A ellas quiero desearles que busquen a alguien que las complemente, les diría que no guarden secretos, que no claudiquen a lo que se propongan, por más que vean que es imposible, que sigan adelante. Eso lo tengo comprobado. Que deseen fuerte lo que sueñan, y después van a ver que el destino conspira y se los acerca.

-Todo lo que te pasó también hicieron al hombre que sos hoy, ¿no?

-Sí, seguro. Muchas cicatrices, y muchos retazos, pero soy yo.

-¿Sos feliz?

-Sí, claramente sí.

Por César Bianchi