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Internacionales

Por The New York Times

La gran carga de la afluencia de migrantes lleva a una ciudad de EE. UU. al límite

En enero, Denver, de 750.000 habitantes, recibió a casi 40.000 migrantes, la mayor cantidad per cápita de cualquier ciudad del país.

14.02.2024 15:40

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2024-02-14T15:40:00-03:00
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Por The New York Times | Miriam Jordan

DENVER — En sus primeros seis meses en el cargo, el alcalde de Denver, Mike Johnston, logró sacar a más de 1200 personas sin hogar de las calles y les dio una vivienda. Parecía una hazaña apropiada para una ciudad que se enorgullece de su compasión.

Pero terminó por ser una nota al pie de página en comparación con la crisis humanitaria que Denver enfrentó cuando miles de migrantes inundaron la ciudad, muchos de los cuales llegaron desde la frontera sur en autobuses que envió el gobernador de Texas, Greg Abbott, y casi todos necesitaban refugio y apoyo.

El mes pasado, Denver, una ciudad de 750.000 habitantes, recibió a casi 40.000 migrantes, la mayor cantidad per cápita de cualquier ciudad de la nación, aunque la afluencia de migrantes disminuyó durante el frío intenso del invierno. Y la ciudad ha comenzado a sentir el mismo tipo de tensiones que enfrentaron Nueva York y Chicago mientras luchaban con sus propias afluencias migratorias.

Denver, la capital del estado y el centro de una extensa área metropolitana de más de tres millones de personas, ha gastado más de 42 millones de dólares por el flujo migratorio. Si los gastos continúan al ritmo actual de 3,5 millones de dólares por semana, la crisis podría costarle a la ciudad alrededor de 180 millones de dólares en 2024 o un 10 por ciento, o más, de su presupuesto anual.

La ciudad comenzó a sacar a decenas de familias de los hoteles que rentó para alojarlas de manera temporal, con lo que creó nuevas dificultades para los desplazados. Y, esta semana, la ciudad empezará a imponer una primera ronda de recortes presupuestarios no relacionados con los servicios para migrantes, con reducciones en parques y servicios para vehículos motorizados.

Al igual que los alcaldes de Nueva York, Chicago y otros lugares, Johnston ha solicitado ayuda, cada vez con más urgencia, a la Casa Blanca y al Congreso.

Sin embargo, en su mayor parte las súplicas fueron ignoradas, pues tan solo se autorizaron 9 millones de dólares en reembolsos federales para Denver. Y, después de que la semana pasada colapsó una propuesta de acuerdo en Washington para abordar la crisis migratoria, Denver terminó por rendirse.

“Vamos a tener que hacer cambios relacionados con lo que podemos hacer en términos de nuestro presupuesto para la ciudad y en términos de apoyo a los recién llegados a la ciudad”, comentó Johnston el viernes, con una seriedad inusual en su rostro juvenil.

El alcalde, quien estuvo en la legislatura estatal y se postuló para gobernador y el Senado de Estados Unidos, es muy consciente de que los votantes pueden comenzar a cuestionar si se están dedicando demasiados recursos a los recién llegados, un sentimiento con el que Johnston ya se ha encontrado en algunos distritos.

El alcalde afirmó que estaba decidido a lograr un equilibrio. “Queremos seguir siendo una ciudad que no tenga mujeres ni niños en tiendas de campaña en la calle bajo una temperatura de -6 grados Celsius”, comentó Johnston. “Y también queremos brindarles los servicios que merecen y esperan todos nuestros electores”.

DJ Summers, director de políticas e investigación de Institute Common Sense en Denver, comentó que esa ciudad tiene enfrente un camino desalentador. “Los recursos de nuestra ciudad se van a agotar por intentar ayudar a estas personas”, afirmó Summers. “Si esta situación sigue empeorando, sin duda exacerbará un impacto en los contribuyentes y los servicios de la ciudad de Denver”.

El alcalde culpó de la situación de Denver a los líderes republicanos en el Congreso que rechazaron una propuesta que negoció uno de sus propios senadores y recibió el respaldo del presidente Joe Biden. Ese proyecto de ley habría detenido las entradas en la frontera y reforzado el financiamiento para ciudades como Denver.

“Si esa medida hubiera tenido éxito, no habría crisis”, opinó Johnston.

Como muchas otras ciudades de Estados Unidos, Denver no permite que las fuerzas de seguridad locales detengan a migrantes tan solo por su estatus y no se los entrega a las autoridades federales a menos que un juez haya emitido una orden de arresto.

Esto no es impropio de la ciudad, la cual ha sido gobernada por alcaldes demócratas durante más de medio siglo (aunque la alcaldía en sí misma es independiente). No obstante, convirtió a Denver en un blanco para Abbott, un republicano en su tercer mandato que ha intentado exportar el problema fronterizo que enfrenta su estado a las llamadas ciudades santuario.

En 2022, Abbott comenzó a enviar migrantes a Washington, Nueva York y Chicago. En mayo de 2023, sumó a Denver a la lista de ciudades que ha escogido por estar bajo el control de los demócratas. Cuando Johnston asumió el cargo dos meses después, Denver albergaba a unos 400 migrantes, la mayoría de ellos venezolanos que huían del colapso económico de su país.

Sin embargo, durante el otoño, el ritmo de los autobuses y migrantes se aceleró con rapidez. A principios de enero, la cantidad de migrantes en hoteles con financiamiento de la ciudad llegó a 5000, y muchos no tenían posibilidades inmediatas de conseguir un trabajo estable. Para poder optar a permisos de trabajo, los migrantes deben solicitar asilo, un proceso complicado, y, luego, esperar 150 días.

Algunos han encontrado trabajos informales en construcción y labores domésticas. Otros han salido a las calles a vender flores y lavar ventanas de autos. No obstante, el dinero que ganan apenas alcanza para pagar la renta y comprar comida.

El mes pasado, durante una visita a un hotel que alberga a migrantes, Johnston recibió súplicas angustiadas incluso antes de entrar. “No estoy aquí para mendigar en un semáforo. Vine a trabajar”, comentó un hombre con una sudadera roja.

Las personas gritaban que harían cualquier trabajo honesto y que no pedían caridad.

El alcalde, quien habla español con fluidez y les daba clases a estudiantes migrantes de bachillerato antes de ingresar a la política, se acercó a la multitud y explicó que el gobierno federal era el único que podía otorgar permisos de trabajo.

En los sectores hotelero, de la construcción y otros, había empleadores que estaban ávidos de su mano de obra, siempre que los recién llegados tuvieran autorización para trabajar. “Si pudiera, te daría un trabajo ahora”, le aseguró Johnston a un hombre.

Incluso sin ese poder, el alcalde y gran parte de la ciudad han dado un paso al frente.

Andrea Ryall, una madre de tres hijos, inició un grupo de Facebook, Mamás y vecinos de Highlands, que atrajo a 1000 voluntarios en cuestión de días. En diez semanas, el grupo tenía 6000 miembros, divididos en “equipos de acción”, categorizados como “defensa, necesidades físicas, alimentación de la gente y manejo de recursos”. Alrededor de una decena de grupos similares surgieron para coordinar comidas y donaciones para migrantes.

“Se generó conciencia en nuestra ciudad en torno a los migrantes y de verdad quisimos integrarlos”, comentó Ryall.

Hace poco, Denver reincorporó límites de tiempo para los migrantes en los hoteles que proporcionó la ciudad después de suspender la expulsión de ellos en noviembre debido al frío. Las estancias serán de hasta 14 días para adultos sin niños y de 42 días para las familias. Se espera que unas 800 familias deban abandonar los hoteles en las próximas semanas, según autoridades de la ciudad.

Al mismo tiempo, la ciudad implementó una prohibición a los campamentos.

Organizaciones que ayudan a las personas sin hogar han criticado la postura del alcalde sobre los campamentos y lo instaron a designar un sitio, como un estacionamiento, para tiendas de campaña de los migrantes. Sin embargo, el alcalde ha insistido en que la gente se refugie bajo techo y que no se permitan campamentos.

Ryall, la líder de los voluntarios, mencionó que los residentes “nos estamos matando” por cubrir las carencias. “A pesar del increíble nivel de respuesta de la comunidad y la ciudad de Denver, es un gran desafío”, admitió. “Necesitamos ayuda federal”.

El alcalde elogió a las personas que han cocinado para los migrantes, a quienes los recibieron en sus casas y les han ofrecido trabajo. Mientras todos buscaban resolver el siguiente paso, Johnston declaró: “Trabajaremos con el espíritu de servicio que ha demostrado esta ciudad”.