La historia de Budi es una de las tantas que ilustran el lamentable trato al que algunas personas someten a los animales, así como un símbolo de la lucha de las organizaciones que defienden la vida salvaje.
Tal como informa La Vanguardia, el primer año de vida de Budi fue un infierno y estuvo a punto de costarle la vida. Tras ser comprado por una familia en Borneo (Indonesia), vivió diez meses encerrado en una pequeña jaula de gallinas.
Su propietaria lo alimentaba exclusivamente a leche condensada, lo que deterioró su salud con rapidez. Finalmente, decidió entregar a su mascota a las autoridades locales el pasado diciembre y Budi fue a parar a manos de la International Animal Rescue.
El proceso de rehabilitación fue largo y difícil. Budi apenas se movía y no podía caminar ni levantarse por sus propios medios. "Gritaba de dolor y sus ojos se llenaban de lágrimas cada vez que los veterinarios lo movían; es realmente increíble que Budi haya podido sobrevivir tanto tiempo encerrado", dijo Karmele Sánchez, directora del Programa de IAR en Indonesia.
Tras varios meses de trabajo, Budi logró recuperarse bastante bien: ya puede alimentarse por sí solo, colgarse de las ramas y hasta entabló relación con otros animales de su especie.
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