Contenido creado por Sin autor
Varios

Por The New York Times

La batalla del estado de Texas sobre lo que se puede enseñar y los libros

El estado de Texas está inmerso en acaloradas batallas sobre educación, raza y género.

12.12.2021 10:33

Lectura: 8'

2021-12-12T10:33:00-03:00
Compartir en

Por The New York Times | Michael Powell

SAN ANTONIO — A fines de septiembre, Carrie Damon, la bibliotecaria de una escuela secundaria, celebró con sus alumnos latinos de clase obrera “La semana de los libros prohibidos”, un evento anual sobre la libertad de expresión, hablando acerca de la belleza y el poder subversivo de la literatura.

Unas semanas después, el representante republicano Matt Krause, les envió a los supervisores una lista de 850 libros por correo electrónico que era un surtido de novelas con medio siglo de antigüedad y trabajos de Ta-Nehisi Coates y de Margaret Atwood. ¿Están estos libros en los estantes de sus bibliotecas?

No se sabía qué motivos tenía Krause, pero la noche siguiente, en una reunión de la junta directiva escolar en San Antonio, los padres acusaron a una bibliotecaria de envenenar la mente de los jóvenes.

Damon dijo suspirando: “No tengo necesidad de que me suba la presión preocupándome si voy a terminar en la mira de algún político”.

El estado de Texas está inmerso en acaloradas batallas sobre educación, raza y género. Algo que comenzó como un debate sobre el temario de Ciencias Sociales y teoría crítica de la raza (una teoría académica sobre la manera en que el racismo sistémico penetra en los poros de la sociedad) se ha vuelto algo más profundo y de mayor alcance, e incluso un intento de restringir y llegar a prohibir algunos libros.

En junio y luego en las últimas semanas, los legisladores de Texas aprobaron una ley que determina qué enfoque le deben dar los maestros su enseñanza sobre la raza y el género. También el gobernador Greg Abbott, un republicano con ambiciones presidenciales, puso la mira en los estantes de las bibliotecas escolares e instruyó a las autoridades de educación que investigaran las “actividades delictivas en nuestras escuelas públicas que tuvieran que ver con la disponibilidad de pornografía”.

Ese alboroto no sorprende a muchos. En las escuelas públicas es donde la sociedad transmite sus valores y creencias, y esta época tan dividida y tensa ha vuelto a trastornar la educación pública.

“La educación no está sobre la batalla; es la batalla misma”, comentó Robert Pondiscio, exdocente y alto miembro del American Enterprise Institute, un grupo de investigación sobre políticas públicas.

Una lucha que ha tardado décadas en fraguarse

Desde los debates sobre la evolución hasta la guerra de Vietnam, pasando por el Temor rojo, las escuelas públicas de Estados Unidos son un campo de batalla muy transitado.

En la década de 1990, después de mucha controversia, el rector de la ciudad de Nueva York se vio obligado a eliminar de los planes de estudio las referencias al libro “Heather Has Two Mommies”, y en fechas más recientes, un distrito escolar liberal de California dictaminó que “De ratones y hombres” y “Las aventuras de Huckleberry Finn” eran carentes de sensibilidad racial y ya no eran lecturas obligatorias.

En Texas, esas batallas son recurrentes. En 2018, un comité de educación propuso borrar una alusión a los defensores “heroicos” de El Álamo, por considerar que esta palabra “tenía una carga valorativa”. Hubo un estallido de rechazo y la junta directiva de educación descartó la propuesta. Este año, el vicegobernador republicano presionó al museo para que cancelara una mesa redonda acerca de un libro revisionista (“Forget the Alamo”) que profundiza sobre sus combatientes esclavistas.

El año pasado fue especialmente controvertido.

“En un momento están hablando de la teoría crítica de la raza y de pronto resulta que los bibliotecarios están adoctrinando a los alumnos”, señaló Damon.

Krause, quien recopiló la lista de 850 libros que podrían hacer “que los estudiantes se sintieran incómodos, culpables o angustiados” en relación con la raza o el sexo, se rehusó a ser entrevistado. Sus colaboradores tampoco explicaron por qué la redactó, pero parece que su lista vagamente definida ha dejado heladas a todas las juntas directivas escolares. Sin que haya ninguna ley estatal, se les ha dicho a algunos bibliotecarios que, de manera anticipada, quiten ciertos libros. Esta semana, ordenaron en un distrito de San Antonio que se sacaran 400 libros de los estantes para su revisión.

Con respecto al intento del estado de prohibir la teoría crítica de la raza, a pesar de todo el discurso de los republicanos, la legislación de Texas no hace mención alguna de ese término y nadie ha identificado ningún curso a nivel de secundaria en Texas que enseñe esa teoría.

La legislación texana sí establece que los maestros no deben inculcar en los estudiantes ningún sentimiento de culpa ni de incomodidad por su raza o sexo.

En el tema de la esclavitud, por ejemplo, la legislación de Texas determina que los maestros no hablen de la esclavitud y el racismo sino como “una traición o desviación de los auténticos principios fundacionales de Estados Unidos o la incapacidad de estar a la altura de ellos”. Esto se contrapone con las opiniones de muchos investigadores que señalan que, desde la fundación de Estados Unidos, la esclavitud estuvo entrelazada a la estructura del país y la Constitución. La ley señala un texto prohibido: el Proyecto 1619 de The New York Times. Esa edición especial, que ya es un libro, trató de poner a los estadounidenses negros y a las consecuencias de la esclavitud en el centro de la narrativa estadounidense. Este proyecto —por el que su creadora Nikole Hannah-Jones ganó el premio Pulitzer— es objeto de un debate muy acalorado entre los historiadores y se convirtió en una piñata ideológica para los críticos conservadores.

Dentro del aula

¿Qué van a hacer las escuelas y los maestros con estas contracorrientes?

Southlake, un suburbio de gente acaudalada cerca de Dallas, nos proporciona una caja de Petri. Los incidentes racistas dieron lugar a que los administradores anteriores aceptaran las doctrinas sobre la diversidad racial. El asesinato de George Floyd en Mineápolis en 2020 dio origen a un movimiento más insistente de jóvenes egresados que exigieron que los estudiantes combatieran los privilegios de los blancos y que todos los maestros y administradores escolares verificaran si había prejuicios implícitos.

Los administradores escolares no respaldaron esas demandas, pero surgió un movimiento de padres de familia que se calificaron como “arraigados sin arrepentimiento en los valores judeocristianos” y, en mayo, eligieron a una mayoría afín. Hace poco, la junta directiva amonestó a un docente de cuarto grado —quien había sido docente del año— después de que los padres se quejaron de que su hijo llevó a casa un libro sobre el racismo que les preocupó.

Según una grabación obtenida por la cadena NBC News, un representante del plan de estudios llegó a insinuar que los maestros deben buscar puntos de vista “contrarios” si los alumnos leen un libro sobre el Holocausto. El supervisor se disculpó. “Reconocemos que no existen dos lados del Holocausto”, señaló.

Sheri Mills, una administradora escolar de Southlake, fue acusada de marxista y cuestionada en los eventos de atletismo de su hija adolescente.

“Muchos de nuestros maestros están aterrorizados”, afirmó Mills. “Los maestros que en verdad son buenos y que ya están cerca de su jubilación se están retirando”.

¿Cómo termina esto?

“Bueno, prohíben los libros, pero ¿eso prohíbe el tema?”, comentó, moviendo la cabeza, Kathleen Harrison, una maestra de literatura de la escuela secundaria Kerr en Alief, un distrito de mucha diversidad en la parte oeste de Houston. “¿En qué momento practicamos la subversión?”.

Adrian Reyna, un maestro de Ciencias Sociales en la escuela secundaria Longfellow en San Antonio, todavía no tenía ese temor.

“Con sinceridad, yo no he cambiado absolutamente nada con respecto a mis clases”, aseguró.

Su escuela contribuye a la escuela secundaria Thomas Jefferson. Sus alumnos saben que Jefferson escribió la Declaración de Independencia. Reyna les ayudó a entender que el tercer presidente tenía esclavos y tuvo hijos con una mujer esclavizada, Sally Hemings. “Jefferson hizo cosas en verdad buenas, pero algunas otras horribles, y nosotros no descartamos eso”, explicó.

Pondiscio critica aspectos del proyecto educativo liberal, pero este exdocente ve cierta inutilidad vinculada a los esfuerzos de imponer los planes de estudio. Pese a que sus políticas difieren de las de Reyna, ambos saben lo que significa para un maestro intentar estimular la mente de los adolescentes.

“Todos los días, los maestros se esfuerzan por determinar qué materiales y qué palabras darán resultado”, señaló Pondiscio. “Esto revela la arrogancia de pensar que vamos a resolver todos los problemas escolares y de raza aprobando una legislación del plan de estudios”. Adrian Reyna, un maestro de Ciencias Sociales en la escuela secundaria Longfellow, en San Antonio, Texas, el 21 de noviembre de 2021. (Christopher Lee/The New York Times) Carrie Damon, la bibliotecaria de una escuela secundaria de San Antonio, Texas, celebró con sus alumnos el evento anual “La semana de los libros prohibidos”, hablando de la belleza y el poder subversivo de la literatura. (Christopher Lee/The New York Times)