Tributo a Escanlar
Los Siete Sentidos 36

LA COLUMNA DE GUSTAVO ESCANLAR

Leo, transcribo, escucho, viene, compro, vuelvo. La columna de Gustavo Escanlar en el portal.
14.12.2006
2006-12-14T00:00:00
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Leo "Yo también sé jugarme la boca", la biografía-entrevista de Joaquín Sabina escrita por el periodista madrileño Javier Menéndez Flores. Me pasa algo curioso con Sabina: antes, hace 15, 20 años, me gustaba. Después me cansé de escuchar la misma cantinela del borracho libertino bohemio y transgresor y dejó de conmoverme. En sus últimos discos, el tipo aparece esforzándose por cambiar aquella imagen e ingresar en el limbo de los cantautores. Pero tampoco me provoca nada: le falta aquella adrenalina del que vive pisando el acelerador o por lo menos diciendo que lo pisa. Pero cuando lo escucho hablar o leo alguna entrevista, Sabina sigue cayéndome simpático: no se la cree, es lúcido, es inteligente y seductor, como la mayoría de los caballeros españoles, incluyendo al Rey Juan Carlos y al Príncipe Felipe. Por ejemplo, es de los pocos artistas capaz de confesar que su materia prima es la mentira, que la mentira es el cimiento de cualquier obra artística: "la mentira engloba a todas las artes. Y también engloba los sueños. Y también a la imaginación y al deseo". Define al arte como "una hermosa mentira", que "se inventó para corregir la realidad". Sabina no sobrevalora la honestidad ni la verdad, pone en su justo término a la ficción y a la creación de personajes. Como el alcohólico bohemio progresista y cocaínomano que diseñó para sí mismo. "En muchas ocasiones me he sentido víctima del personaje por mí creado y culpable de haber colaborado en mi caricatura". Cuando lo entrevistan, el artista compulsivamente mentiroso se pone sincero y habla sin medir las consecuencias de lo que dice. Por eso no duda en decir que ama "las drogas y el alcohol, pero detesto a los drogadictos y a los borrachos". Aunque afirma haberse recuperado de su amor a la cocaína, acepta que "todo lo que me he metido y todo lo que me he bebido se volcó en las canciones. Es decir, ¿quién habría sido yo de no haber probado nunca la coca? Pues no tengo ni idea". Hay algo en lo que Sabina insiste a lo largo de toda la entrevista: se siente tan poeta como músico, tan escritor como compositor. Aunque su poema para Uruguay sea una cagada frita y una suma de lugares comunes. Y lo avalan los libros que publicó en los últimos años. Sabina, además, dibuja la mejor definición que encontré para él. Le envidio esa lucidez, esa capacidad para verse desde afuera. "Soy un anarquista que respeta los semáforos", dice. Perfecto. En esa definición están presentes a la vez el más grande de sus méritos y el peor de sus defectos. Un iconoclasta que respeta al mercado. Un progresista que se viste a la moda. Un bocón que evita hablar sobre el conflicto de las papeleras. Un tipo que sabe jugarse la boca, pero que también sabe qué cosas conviene decir y en qué lugar y en qué momento. Esta entrevista-biografía es el libro ideal para quien quiera conocer a Sabina, y con él al progresismo y el pensamiento de la "izquierda exquisita" española y europea.

("Yo también sé jugarme la boca. Sabina en carne viva", de Javier Menéndez Flores. Cuesta 350 pesos)

Transcribo párrafos de "Que me desmientan", el libro de Pedro Bordaberry. Los transcribo porque estoy totalmente de acuerdo. Y porque me conmueve un tipo que defienda a su padre aun sabiendo que cometió errores. Y porque me parece una actitud valiente. Y porque me gusta que deschaven a los mentirosos. Y porque creo que Bordaberry padre se está comiendo un garrón. Y porque sí. Ahí va:

- "Muchos periodistas me preguntan si estoy de acuerdo con ese decreto del 22 de junio de 1973. Otros me piden que repudie a mi padre. Siempre he inquirido por qué me preguntan eso a mí, que no participé directamente en los hechos y no le preguntan al Ministro de Trabajo Eduardo Bonomi si es cierto que asesinó a una persona por la espalda o al Senador Eleuterio Fernández Huidobro si mandó a asesinar a varios. No entiendo por qué no les preguntan si creen que estuvieron bien y si volverían a hacerlo".

- "Creo que queda claro lo que es una ley de la vida: un hijo defiende a su padre como, me parece, mis hermanos y yo lo hemos hecho. Pero eso no significa que no pueda discrepar en algunas cosas y coincidir en otras. No estoy de acuerdo con que se hayan disuelto las Cámaras en junio de 1973. Ni con que se haya intervenido el Poder Judicial en 1977. Tampoco estoy de acuerdo con que los militares se hayan alzado en febrero de 1973 ni que componentes del sistema político y gremial los aplaudieran. Menos aún que un grupo de individuos, que se decían iluminados, se hayan alzado en armas contra gobiernos democráticos en la década del sesenta y comienzos de los setenta, secuestrado, robado y matado. Tampoco estoy de acuerdo con que treinta años después de ocurridos los hechos, veinte años después de que la Suprema Corte de Justicia declaró que no se podía realizar un juicio contra un ex Presidente, sin un previo proceso político, sin pruebas, se condene a un inocente".

- "Los sesenta y los setenta fueron tiempo de errores (...) Errores de quien, convencido, como aún lo está hoy, que estaba cumpliendo con su responsabilidad disolvió las Cámaras y se quedó en el gobierno dilatando tres años lo que de manera inexorable vendría después. Error de haber pensado en ese momento primero en lo que creía su deber y no en él y su familia. Errores de los que proscribieron personas e intervinieron la justicia".

(Un eslogan durante la dictadura decía que "la historia la escriben los vencedores". Ya se sabe quién ganó la guerra que hubo en Uruguay y la manera en que se está escribiendo la historia reciente. Leer el libro de Pedro Bordaberry es útil, también, para escuchar una campana diferente a la de la historia oficial)

Escucho Love, el ¿nuevo? disco de los Beatles, recopilado y remasterizado para el espectáculo-homenaje que el Cirque du Soleil estrenó en Las Vegas. Por primera vez las canciones de los Beatles son editadas con el sistema digital 5.1. La cosa la empezaron George Harrison y el director del circo, Guy Laliberte. Pero después que murió George, la terminaron George Martín, casi sordo y con 81 años, y su hijo Giles, de 36. Más allá del conventillo de las viudas, más allá del negocio, escuchando las 26 canciones uno comprueba dos cosas. La primera, que los tipos eran unos capos, que siempre estuvieron décadas delante de sus contemporáneos. Eso no es ninguna novedad, a esta altura es casi un lugar común cuando se habla de los Beatles. La segunda comprobación que deja el disco es la importancia de los productores en general y de George Martín para el sonido Beatle en particular.

Controlado por su padre, Giles se puso a jugar en su computadora con los masters originales grabados por los Beatles. Cortó, pegó, remixó, mezcló, agregó, descartó, puso efectos. Y, sobre todo, jugó a mezclar pedazos de canciones, pistas, para generar nuevas melodías. Nuevos sabores en un envase viejo. Enganchó el redoblante de Get Back con el comienzo de Glass Onion. Mezcló Being For The Benefit Of Mr. Kite! con I Want You y Helter Skelter. Mezcló Yesterday con Blackbird. Juntó el bajo y la batería de Tomorrow Never Knows con la voz y la guitarra de Within You Without You. Metió la voz de Ringo en Octopus s Garden por encima de la música de Good Night. A While My Guitar Gently Weeps le sacó el solo de guitarra de Eric Clapton de la versión original y lo sustituyó por cuerdas en la única grabación hecha para este disco. Y en temas como Something, Eleanor Rigby o I Am The Walrus la nueva tecnología permite descubrir joyas ocultas, otros sonidos, otros climas. Todo suena distinto, fresco, nuevo, actual. Como si los Beatles se hubieran vuelto a juntar en estos días, olvidándose que dos de ellos ya están muertos.

(Hay que escucharlo con auriculares. Cuesta 450 pesos, depende dónde lo vayas a comprar)

Viene Tom Jones al Conrad en febrero. Ya estoy reservando las entradas.

(Es un fenómeno, un pionero, un maestro. Y sabe reciclarse, como en aquel disco, Reload, donde cantaba Burning Down The House con los Cardigans y Sexbomb con Mousse T)

Escucho Monsieur Gainsbourg, un homenaje a uno de los mejores compositores franceses que murió hace 15 años, que era feo y que sabía levantarse minas. A Brigitte Bardot, a Jane Birkin, a Juliette Greco, a Catherine Deneuve, a Isabelle Adjani, a la modelo Bambou. En el disco participan Franz Ferdinand (que cantan Sorry Angel con Birkin), Jarvis Cocker, Portishead, Michael Stipe, Tricky, Marianne Faithfull, Sly and Robbie, Marc Almond, Placebo, Carla Bruni y algún otro. Son catorce canciones entre las que no podía faltar el himno Je t'aime moi non plus, la primera canción con orgasmo incluido. Gainsbourg es un grande, un ícono de los años 60 y de la canción francesa, y en este disco tiene el homenaje que se merece.

(En Jenny lo venden a 350 pesos. Si ya no lo tienen, tenés que irte a comprarlo a Buenos Aires)

Compro Fuera de ambiente, de Jaime Roos, en una estación de servicio. Cuesta 190 pesos -bastante más barato de lo que salen en las disquerías- y es una innovación de los mecanismos tradicionales de distribución. Comercialmente, no hay con qué darle: Jaime hace historia, marca la cancha, inventa. Ahora todos van a querer vender discos en quioscos, en supermercados, en estaciones de servicio, con la revista del cable. Pero el primero, otra vez, fue Roos. Artísticamente, tampoco hay con qué darle: cada disco de Jaime Roos viene con cinco o seis canciones que dentro de algunos años serán clásicos. Me animo a decir cuáles (o por lo menos cuáles son las que más me gustan a mí): Te quería decir, Tema del hombre solo, Postales para Mario (con Jaime animándose a rapear), Por la mirada. Además, está Catalina, un homenaje a su madre, y De la canilla, con letra de Raúl Castro, que ya había interpretado Adriana Varela (y hay que reconocer que Jaime también es un gran compositor de tangos: me animo a decir que Las luces del Estadio es de los mejores tangos que se han escrito en Uruguay). Fuera de ambiente va a venderse muy bien, así que no necesita demasiado de mi comentario positivo. Entonces, digo una sola cosa más: si no lo escuchás, te vas a estar perdiendo algo importante en el arte y la cultura uruguayos. Como cualquier otro disco de Jaime Roos.

(Cuesta 190 pesos si lo comprás sin cargar nafta. 150 si gastás 500 pesos en cualquier otra cosa que vendan en la estación)

Vuelvo al teatro por ultima vez este año

* Por más datos, ver los detalles de "Escanlar e Insúa en el OffMetro", Los Siete Sentidos 35