Tributo a Escanlar
Los Siete Sentidos VIII

LA COLUMNA DE GUSTAVO ESCANLAR

Viene, pongo, miro, dormito, conceden, piden, hay. Los siete sentidos, la columna de Gustavo Escanlar.
01.06.2006
2006-06-01T00:00:00
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Viene probando con los tangos desde hace varios discos. Antes aparecían de vez en cuando, como medio perdidos, con un respeto casi reverencial. Ahora hizo un disco solamente de tangos. Se llama Tinta Roja. Los canta Calamaro. El cantante. Qué problema. Algunos lo idolatran. Otros lo hacen pelota, como si lo vinieran esperando desde hace tiempo, como si atentos a que el tipo la pifie para bajarlo del pedestal que se supo ganar con sus canciones. A Calamaro los hondazos no parecen importarle demasiado. Él canta. Se anima con temas inmortales, los tangazos que cantaron Gardel, Rivero, Goyeneche. Algunos los canta destruido, casi al borde, imitando la voz y hasta podría decirte que los gestos del Polaco. Otros los sufre como si los hubiera escrito él mismo. El repertorio que eligió juega a favor y en contra. A favor, porque con estos tangazos es jugar y cobrar. En contra, porque ya se hicieron millones de versiones de las mismas canciones, y las comparaciones, además de odiosas, se hacen inevitables. Después de escuchar el disco de clásicos previsibles, queda la sensación de que el Cantante no se animó del todo, como que no perdió el respeto, como que no les puso personalidad. Al principio de su carrera Andrés chupaba onda de Miguel Abuelo y de Charly García. Ahora chupa onda de Edmundo Rivero y del Polaco Goyeneche.

(Tinta Roja ya está en las disquerías. Incluye Sur, El día que me quieras, Mano a mano, Como dos extraños, Por una cabeza, Tinta Roja, Milonga del trovador, Melodía de arrabal y Nostalgias. Pronto llega el DVD de El regreso, el concierto de Calamaro en el Luna Park. Ahí sí, aparece el Salmón autorretratándose de cuerpo entero)

Pongo Tangos bajos, de Daniel Melingo, y reflexiono sobre la resurrección del tango y la moda de los tangueros contemporáneos, sobre el acercamiento entre tango y rock. Hago una lista personal y parcial de gustos, disgustos e indiferencias. Melingo: sí. Cacho Castaña: sí. Gotan Project: sí. Bajofondo: sí pero no. Francis Andreu: ...y... sí. Malena Muyala: ahora no, antes casi. Adriana Varela: sí, hasta que la agarró Jaime. Omar Mollo: sí. Cristóbal Repetto: sí, pero un ratito. 34 puñaladas: no del todo, demasiada guitarra. La Chiclana: sí, aunque. Casi siempre termino escuchando a Melingo. Podrá haber perdido la creatividad y la sorpresa del principio de su etapa tanguera, pero conserva la actitud, resumida en el nombre de su grupo: Los Ramones del Tango. O sea: si tengo sólo un disco de Melingo y Tinta Roja, de Calamaro, pongo el de Melingo, el que aparecía disfrazado de marinerito en el concierto de los Abuelos en el Opera. Además, Melingo crea, compone, vive tangos. Y además, elige un repertorio mucho más arriesgado. Y, como cantor, respeta y homenajea a los maestros como "Leonel el feo" (Rivero), pero no trata de cantar como ellos. Busca -y consigue- un estilo propio. Cantando tangos, Melingo tiene más personalidad que Calamaro.
(El mejor disco del Melingo arrabalero es Tangos bajos, el primero. El segundo se llama Ufa! y es más aburrido. Y trae un cover espantoso de El violín de Becho, aquella canción de Zitarrosa. También anda por ahí Santa Milonga, una recopilación hecha para Francia, con dos o tres canciones nuevas que no le agregan nada)

Miro la cadena de radio y televisión que hicieron por el asunto de las papeleras. No entiendo por qué un presidente supuestamente popular y salido de La Teja necesita tanta seguridad. La paranoia de Tabaré no es de ahora, no nació con la reina del carnaval paseándose en biquini entre los presidentes. No es actual ni es casual. Es el reflejo de algunos sectores de la izquierda que leen el mundo en clave conspirativa, esperando la trampa, la cáscara de banana que los haga caer. La causa de que el presidente pida tanta seguridad es la misma por la que desconfía de los periodistas que no se muestren activamente "de su lado". Es la misma causa por la que necesita rodearse de familiares y de amigos en los puestos de mayor confianza. El acto, la seguridad, los discursos, la cadena, todo fue más o menos al cohete. Pura impostura. Nadie dijo nada que no se supiera. Acá están los uruguayos. Allá están los argentinos. Nosotros somos buenos. Ellos malos. La lectura del mundo en clave "galianista", en idioma "venas abiertas". Si estuviéramos en otra década, si el mundo fuera menos abierto, si no existiera la bendita globalización, no faltaría quien propusiera construir el "muro de Uruguay". Con lo buenos que somos. Con lo mal que nos trata el mundo.

(Cuatro discursetes en cuarenta minutos. Lafluf, el intendente de Río Negro, dijo "hubieron" cuando tendría que haber dicho "hubo". Y a la que traducía para los sordomudos la tuvieron al trote)

Dormito y cada tanto me despierto, como en un zapping del sueño, con la transmisión de los premios Martín Fierro. Queda demostrado una vez más que Uruguay es la provincia que le falta a Argentina, que nos entusiasman las luces, el glamour, los artistas de verdad, los que están del otro lado, los que no nos cruzamos por la calle, los que ganan guita de verdad. Cómo nos gustan los argentinos. Los amamos y los odiamos a la vez. No nos perdemos las ceremonias del cholulaje, el caretaje, los vestidos de Mirtha, las caras de Susana, los chismes de Ventura. Fue la misma repartija de todos los años, con Mirtha un poco más gagá, hablando todo el tiempo como la tía vieja que se emborracha en Navidad, poniéndole nota a los vestidos, a la belleza, a los discursos de agradecimiento. Pero lo que más me llamó la atención -y lo que más envidié- de los Martín Fierro fue ver a la gente fumando todo el tiempo sin problema, sin nadie que lo amenazara con ponerle una multa, sin nadie que le diera un millón de gracias. Ver a Lanata con el pucho en una mano y el pelpa del discurso en la otra me provocó una especie de nostalgia retro, de libertad perdida. Y eso que no fumo ni fumé nunca. Y además soy asmático.

(Mujeres asesinas ganó el Martín Fierro de oro. Eso. Nada. Jorge Rama ponía cara de admiración. Laport mostraba los pectorales. Soledad Silveyra se tomó hasta el agua de los dientes postizos de la Legrand. Petinatto no se sacó los lentes oscuros. Portal, como siempre, aprovechó para payasear un rato, esta vez con lo de las papeleras)

Conceden además los premios a lo peor. Es una costumbre que impusieron en Hollywood con los premios Frambuesa, paralelos al Oscar. Lo más cómico es que a veces coinciden lo peor y lo mejor. La actitud más inteligente para quienes los ganan es tomarse la cosa con humor: es sólo una parodia, un juego, una humorada inteligente. No da para calentarse. La mayoría de los ganadores lo toman con clase, con inteligencia, con glamour. Los que se enojan se toman tan en serio a sí mismos y a su imagen que terminan perdiendo doblemente: la primera por el premio, la segunda por su propia estupidez.

(En www.periodismo.com podés ver quiénes ganaron los premios Don Segundo Sombra. A Maradona, por ejemplo, lo eligieron como "peor conductor". Y a Bilardo como "peor actor protagónico")

Piden prisión para Z por haber dicho lo que dijo. ¿Estamos todos locos? ¿Le dio de repente a todo el mundo al mismo tiempo un súbito ataque de puritanismo? Habría que encarar una discusión en serio sobre lo que se puede y lo que no se puede decir en público. Pero la cosa se personalizó demasiado y es difícil darse cuenta si uno está siendo objetivo. Están los que me odian y me quieren ver preso no importa por qué motivo, los que odian a Fasano y nunca quieren que tenga la razón, los que piensan que los de La Pasiva arreglaron con el juez, los que piensan que el Z se zarpó, los que creen que el Z quiere fama, los que creen que estuvo bárbaro. Habría que despojar a los hechos de sus protagonistas y ponerse a debatir en serio. Se trata de la libertad de expresión. De si debería tener límites o no. De qué límites les queremos poner. Yo, por ejemplo, estoy convencido de que no debería haber ninguna restricción de ningún tipo. Pero también entiendo a los que creen que debería haber límites para algunas expresiones. Lamentablemente, estoy demasiado involucrado. Pero, repito, insultarse es catártico, es sano, es símbolo de madurez. La libertad para el insulto es un índice de civilización. La barbarie no está en las puteadas. Al contrario. La barbarie está en la represión. Y no nos engañemos: los uruguayos, que nos creemos tan educaditos y civilizados, somos unos bichitos bastante reprimidos.

(El fiscal pidió condena de 10 meses de prisión para Zaidensztat por "desacato". Refiriéndose al juez Pablo Eguren y su actuación en el caso de La Pasiva, Z había dicho que "con un juez así ninguna sociedad puede funcionar", y que si hubiera más jueces como Eguren "viviríamos en una república bananera")

Hay un blogger que me parodia en una de sus entradas. Y, cosa rarísima tratándose de un blog, está bueno. Es bastante divertido, y no derrama resentimiento como la mayoría de los que escriben, se autohomenajean, se autosatisfacen, se erotizan en el espejo de sus propios blogs. Me alegro de encontrar un blog uruguayo que se tome la realidad con humor y con seriedad al mismo tiempo. Miralo un rato, tiene de todo un poco, aunque la mayoría de las entradas son de la más popular de las pasiones orientales, el fútbol.

(La dirección es http://uruguayisimo.blogspot.com/. La columna-parodia se llama Los siete sentados. Además el hijo de siete mil putas agrega una dirección de mail para que la gente escriba: hijodeputa@aguanteescalnar.edu.uy. Todo bien, pero mi apellido es es-can-lar, che)