La fundadora de la Organización de Trabajadoras Sexuales del Uruguay (Otras), Karina Núñez, brindó una entrevista en el programa de streaming Hacemos lo que podemos, en la que habló acerca de varios temas sobre el trabajo sexual y el tipo de situaciones que tienen que vivir algunas mujeres en dicho ámbito.
La activista contó que hace tres años se dedica “pura y exclusivamente” a atender clientes con discapacidad. “Es un tema que me apasionó. Las personas con discapacidad generan un poco más de rechazo: por más que fueran con plata, las compañeras no los atendían o les cobraban dos o tres veces más caro y había algunos que dejaban toda la pensión en 20 minutos de orgasmo”, comentó.
Núñez contó que tuvo siete hijos de seis padres distintos y que, antes de parir por primera vez, abortó 20 veces. “A los más chicos les tocó vivir la etapa de que mamá es una señora que sale en la tele y en todos lados, pero los más grandes vivieron mucha violencia”, comentó.
Por otra parte, se refirió a cómo en el trabajo sexual “se hace menos plata” después de los 30 años. “Cuando vos sos menos productiva para los locales, te expulsan. Nosotros corremos con una carga de un estigma social que está extremadamente arraigado: el que te conoce de la whiskería, si le vas a presentar un currículum, no te contrata”, afirmó.
Sobre las whiskerías, afirmó que “cerraron una cantidad” en todo el país porque la modalidad quedó “pasada de moda”, pero dijo que este fenómeno implica que las trabajadoras tengan que ir a trabajar a la calle.
“La ley no te permite tener tu casa o tu apartamento [para trabajar]. Si alguien denuncia que vos tenés ahí tu lugar de trabajo, viene la inspección y se lleva hasta la alfombra. A las únicas que no les pasa son las que están en conexión con la policía corrupta o el sistema judicial corrupto”, comentó.
Por otra parte, Núñez dijo que el trabajo sexual es “el único en el que te obligan a tomar alcohol o consumir cocaína”. “A veces, no te podés negar. Si estás en situación de adicciones, obvio que no vas a decir que no”, señaló.
A su vez, comentó que hasta diciembre del 2024 había 300 trabajadoras sexuales viviendo en whiskerías con entre tres y siete meses de embarazo. “Los hombres van y las piden. Aparte, son más caras por el morbo, pero esos bebés después nacen con los cordones cruzados en el cuello o, directamente, o algunas compañeras que luego al atender al cliente terminan rompiendo bolsa”, relató.
“A los hijos de las trabajadoras sexuales no se los cuida, pero si las trabajadoras sexuales los dan en adopción o si la trabajadora sexual decide interrumpir el embarazo, ‘¡ay, es una mala madre, esto y lo otro!’”, agregó.