"Diremos las cosas a medida que las veamos y

sepamos. Y lo que deba permanecer oscuro,

así permanecerá, mal que nos pese."

Jules Supervielle, La niña de altamar (1931)

 

Si los Pirineos tuvieran pies, ahí estaría acostado un pueblo francés que se llama Oloron-Sainte-Marie. En ese pueblo, en 1817, vivían un relojero-joyero-orfebre, Romain Supervielle, y su muje, Anne Etchehon. En ese pueblo tuvieron seis hijos, de los cuales solo cuatro tuvieron familia. 

El más grande, Bernard, tenía 17 años y se aburría en el pueblo. Para escapar, inventó una excusa: le había enojado que lo mandaran a la escuela cubierto con una capa de lana tejida. Así que en Bordeux, se embarcó a hacer fortuna en otro lado. Se fue sin dinero y en silencio.

Entró en África y enseguida cambia de continente. Se fue a Brasil y, mientras recorre comerciando, su familia le mandó a uno de sus hermanos para convencerlo de que volviera. Auguste, el encargado de traer a Bernard de vuelta, murió de fiebre amarilla en Río de Janeiro.

Por eso, Bernard prefirió embarcarse a Montevideo. Se encontró con una ciudad que le gustaba, había una ex colonia francesa y la posibilidad de un mundo de finanzas.

En 1880 fundó el Banco Supervielle y se casó con Marie Anne Munyo. Y ese banco se expandiría y abriría una sucursal en Buenos Aires.

Bernard invitó a uno de sus hermanos a que viajara a Uruguay y se le uniera en el negocio. Ese hermano, de nombre Jules, se casó con la hermana, Marie, de su cuñada, repitiendo la fórmula de apellidos Supervielle-Munyo.

Y gracias a las casualidades -o causalidades- de un francés rebelde que abre un banco en Uruguay, es que el 16 de enero de 1884 nació el primer hijo de Jules Supervielle y Marie Munyo.

Nació uruguayo y nació francés.

Se llamó Jules, igual que su padre.

Este perfil, en realidad, es sobre él.

Un niño Jules Supervielle en 1885.

***

 

OLORON-SAINTE-MARIE

 

A la memoria de R.M. Rilke

 

(...)

Ya estáis hartos vosotros de la sangre

De esta sangre que nos deja sedientos.

 

Ya estáis hartos vosotros de tanto ver

El mar y el cielo y el monte.

 

Ya terminasteis con los labios, con sus razones y sus besos,

Y con nuestras manos que siempre nos acompañan sin sosegarnos,

Y con el pelo que crece y las uñas que se rompen,

U nuestro pensar errante tras la dura frente.

 

Pero en nosotros nada es tan auténtico

Como este frío que se os asemeja,

Tan solo estamos separados

Por el temblor de un álamo

(...)

 

Le forçat innocent (1930)

 

***

 

En el mismo año que nació Jules Supervielle Munyo, sus padres y sus tíos decidieron visitar Oloron-Sainte-Marie. Era un viaje que, a esa altura, se había vuelto más fácil porque una empresa francesa conectaba Montevideo con Bordeaux o con Marsella. El viaje tardaba siete semanas en concretarse, pero seguía siendo un periplo peligroso.

Fueron en un barco que se enfrentó a lluvias, a tormentas y a la peste. Los pasajeros indigentes se agolpaban en las cubiertas mientras que los ricos tomaban precauciones.

Los Supervielle ocupaban varios camarotes. Se llevaron sus propios colchones, sus cubiertos, los platos, las sábanas y una vaca para alimentar al niño con leche fresca. Esa vaca quedó enferma, enseguida, por el mareo.

La abuela de Jules, Anne, recibió una mañana de octubre de 1884 un telegrama a las ocho en punto. Las dos parejas habían llegado a Francia, a Marsella, y decía que Marie estaba enferma con un Jules de apenas 8 meses de vida.

Al día siguiente de ese telegrama, llegaron a Oloron-Sainte-Marie Jules y su padre. Su madre llevaba muerta unas horas. El sábado siguiente, murió su padre.

La muerte se le atribuyó al cólera, aunque después se recordó que la pareja había tomado agua de un grifo que, posiblemente, estuviera contaminado.

Ese Jules de 8 meses, ya huérfano, pasó a ser solo un invitado tanto en Uruguay como en Francia.

De adulto, Supervielle se preocuparía constantemente por su salud. Siempre revisando su pulso, buscando médicos y atento a síntomas sospechosos, quizá, a causa de una muerte demasiado temprana  y repentina de sus padres.

Sus tíos Bernard y Anne Marie volvieron a Uruguay y lo dejaron a cargo de su abuela.

Con dos años, Jules volvió a Uruguay, esta vez, adoptado por sus tíos. En 1889, lo llevaron a Bearn de visita y cruzó por cuarta vez el Atlántico. Cruzaría ese mismo océano, ese que fue intermediario entre sus dos patrias, muchísimas veces más.

 

***

 

(...)

Otra vez, he aquí que se puso a tocar el tambor, el tambor del pueblo, como para anunciar alguna noticia. Y sentía violentos deseos de gritar alguna cosa que se oyera de un extremo a otro del mar, pero tenía la garganta oprimida y no salía ningún otro sonido. Hizo un esfuerzo tan tremendo que rostro y cuello se le pusieron casi negros, como los de los ahogados. Después devolvió el tambor a su lugar de siempre, en el rincón izquierdo al fondo del gran salón de la alcaldía.

(...)

 

La niña de altamar (1931)

 

***

Jules Supervielle viajando en un barco en 1924.

 

Jules tenía nueve años y, hasta ese entonces, siempre había tomado a su tía por su madre. Un día, apareció un amigo de Marie Anne por su casa y le dijo "¿Es el hijo de tu hermana, este pequeño?"

Así fue como se enteró Jules que era adoptado, por error. Solo unos años después, un familiar le mostró en un álbum las fotos de sus padres. "No conozco una expresión más hermosa", escribió.

Su infancia había sido muy feliz. Tenía como juguete principal un país entero llamado Uruguay que tenía cielos infinitos, flores, sierras, animales, pájaros, árboles, estrellas, ciudades y hombres.

En su mente, Jules sabía que sus padres adoptivos, o sus tíos, le habían dado todo lo que podían, que era bastante. Sabía que lo amaban y lo mimaban acorde a ello. Él no había cometido jamás la falta de delicadeza de ser ingrato con ellos, pero la necesidad de conocer su verdadera identidad le provocó una herida que tardó mucho tiempo en sanar.

Ser huérfano también implicó conocer la muerte a una edad, quizá, prematura. A los 16 años, ya escribía poemas sobre su orfandad.

Los días de semana soñaba con volver a jugar con el paisaje uruguayo, ese que es suavemente ondulado, pero tenía entre las manos sus libros escolares. Era un alumno promedio que tenía como ventaja su bilingüismo. Su profesor de francés le hacía leer fábulas y a Jules eso era lo que más le divertía. Le divertía tanto que se propuso escribirlas en una libreta.

Pero abandonó ese ejercicio bastante temprano. En la escuela era impaciente y tenía malas notas. Las escondía, porque si sus tíos se enteraban, podían impedirle ir a la estancia. Eso quería decir que no iba a poder andar a caballo o pasear en barca por el río Santa Lucía.

 

***

 

SED BUENOS CON EL POETA

 

Sed buenos con el poeta,

De los animales el más dulce,

Nos presta su corazón y su mente

Y reuniendo nuestros males.

Se vuelve hermano gemelo;

En el desierto de los epítetos,

Siempre precede a los profetas

Montado en un pobre caballo;

Es muy honrado y sabe a fondo

De la miseria y sus tumbas,

Y ofrece por nosotros, por ser buen

Animal, su cuerpo a los cuervos;

En lengua clara traduce

Nuestros infinitesimales.

Démosle por su santo

¡La gorra de intérprete!

 

Poemas (1919)

 

***

 

A los diez años cruzó el Atlántico de vuelta.

Sus tíos decidieron instalarse en París, así que allá fue la familia Supervielle. Jules pasó del horizonte uruguayo, calmo, a una metrópolis ruidosa y caótica. Lo que más le asustaba era ver calles interminables y bulevares llenos de gente.

En el tranvía, o en el carruaje tirado por caballos, buscaba con la mirada una vaca, una oveja, el mar o un bote.

Pero creció en París y se fue acostumbrando a los cielos grises, a la disciplina y al Lycée Janson de Sailly, donde hizo secundaria. Con el tiempo, encontró cierta fascinación en una ciudad donde le pasaban por al lado personas de todo el mundo con vestimentas exóticas: rusos, chinos, árabes e indios.

Ese lado brillante, colorido y dinámico de París lo salvó de la melancolía. Cada día libre venía con muchas sorpresas.

Volvía a su casa y soñaba, solo, en su cuarto: se sentía diferente. Pero siguió las leyes de su entorno al pie de la letra: ningún gesto rebelde, ninguna extravagancia que lo distinguiera.

El final de su infancia, su pubertad y su adolescencia no estuvieron marcados por signos particulares. Ocho años, desde sexto hasta el bachillerato, que obtuvo en 1902. En el liceo se codeó con los burgueses y los aristócratas de la sociedad parisina. Su frecuentación ni lo molestó ni lo deslumbró. Se sintió a gusto entre ellos.

Jules guardó inédita, durante mucho tiempo, la anécdota dolorosa de "la primera vez". En realidad, se la confió solamente a su amigo Claude Roy.

Un amigo le dijo que tenía que ir, después de la clase de la noche, que no fuera cobarde. Le preocupaba que su hermana, que siempre adivinaba sus pensamientos, se diera cuenta. Cuando llegó, apareció una señora que lo acompañó a un living y él dijo que iba a ver a Nelly.

Lo que Jules describe es que, mientras estaba con la prostituta, estaba en un estado de distracción, en otra parte del mundo o de su mente. Solo manifestaba su presencia para entrar en calor. Estuvo ahí una hora.

Sus cuadernos adolescentes, secretos, registran lo que Jules fue sintiendo durante esta época. El contexto familiar le pesa. Le tiene mucho cariño a su tío, a quien prefiere sobre su tía, porque es original, es simpático, es dinámico, aventurero y mágico.

Para divertirse, Bernard salía temprano con un solo franco en el bolsillo. Por la tarde, cuando llegaba a su casa, gracias a operaciones pequeñas de compra-venta de rosas, multiplicaba el cambio.

Pero los negocios lo llamaron en Uruguay y Jules quedó en París bajo el control de su primo mayor o con sus cuatro primas: Agueda, Anita, Blanche y Violetta. En el liceo no le va mal, se cubre asistiendo puntualmente a las clases, y los profesores no adivinan en qué está trabajando. Está demasiado ocupado manipulando palabras y creciendo.

Jules Supervielle disfrutando de Punta del Este en 1909.

 

A partir de los 15 años, sus nervios empezaron a torturarlo. Se desarrollaría pulmones débiles, insomnio, migrañas, taquicardia.

Desde 1901 a 1903, Jules se fue a Uruguay a pasar sus vacaciones universitarias. La última vez que había escuchado un tero había sido hacía siete años. Saludó a los ombúes, se encontró con las ovejas y se oxigenó en la estancia.

Siendo uruguayo una de sus dos nacionalidades, tuvo la opción de renunciar a la francesa cuando se le vino el momento de enfrentar el servicio militar en Francia. Aunque no lo hizo, no se le ocurría dejar de ser francés.

Su servicio terminó en un desastre físico. La atmósfera militar lo oprime y, un día, cae. Se derrumba. Fue devuelto al cuartel en estado inconsciente, en un carro de heno. Lo pasaron a Fontainbleau y terminó de servir quince meses después de ingresado, a finales de 1904.

Aunque no estaba mal en París y, de hecho, estaba muy acomodado a nivel económico, se volvió a Montevideo en 1907. Fue a encontrar a la mujer que amaba y a organizar su vida futura con ella.

Bernard murió. Había administrado la parte del banco que le correspondía a Jules y, como a él le desagradaban los intercambios de dinero, no quiso involucrarse en la administración del banco. Deja a su primo, Louis, que era el director nuevo del banco, a cuidado de sus inversiones en Uruguay.

 

***

EL DOBLE

 

Mi doble se acerca y no para de observarme,

Y se dice: "Ya está, ya está soñando,

Es que cree estar solo, pero yo puedo verlo,

Cuando baja los ojos para ahondar su dolor.

En la noche cerrada no puede esconder nada

De lo que su noche hace con mis soledades.

Hasta el fondo del sueño voy a buscarlo,

Con pasos de lobo, como si temiese asustarle.

Y por eso le alumbro con mi electricidad

Delicada, que no le alarmará,

Muy cerca de él me quedo y lo analizo

Mientras de él me llega lo que su corazón esquiva".

 

1939-1945 (1946)

 

***

 

Pilar Saavedra era la decimocuarta hija de un total de diecisiete. Venía de una familia distinguida y respetable. Jules había conocido a Pilar en 1903, por intermedio de su primo, que se casaría con una de las hermanas mayores de Pilar, Amalia.

Sin una vocación definida y siendo un hombre de salud delicada, Jules no era el modelo de los pretendientes. Pero Pilar estuvo de acuerdo con él: esa alma necesitaba un alma como la de ella, con la cual asociarse y fusionarse.

Enseguida, Supervielle tuvo que regresar a Francia.

El 22 de noviembre de 1906 le mandó y le dedicó a Pilar un ejemplar de Brumes du Passe, su librito de poemas. Escribió, "un pequeño recuerdo de mi inmenso amor".

Y en 1907 se casaron en Montevideo.

Él tenía 23 años, ella 19. Su unión duró 53 y tuvieron 6 hijos.

Se convirtió en su compañera, su amante, su consejera, su amiga, su primera lectora, su secretaria y su admiradora. Orgullosa, siempre quiso que se transformara en un gran poeta y lo motivó a ello.

Una vez casados, se fueron de luna de miel a Chile y, después, Jules se va a la estancia. Ese viaje lo alteró mucho y entró en un estado de nervios.Pilar se quedó en Montevideo y él iba a verla. Después, se encontraban en el campo. Así pasaron los dos primeros años de su matrimonio.

En 1909, Pilar lo instó a salir de Montevideo. En dos años, Jules tuvo tiempo suficiente para calmar los nervios, emborracharse de espacio, ensuciarse en la naturaleza y tener un hijo.

 

***

 

BUEN GUARDIÁN

 

En el confín de los bosques mi guardián es una ardilla,

A veces se vuelve pájaro y así ver de lejos puede,

Y luego, de nuevo ardilla, me busca y me remira;

Pero, ¿qué puede hacer por mí, si en su favor nada puedo?

Alargamos el cuello por la ignorancia pelado.

Cuando todo se aclara siempre surge una nube...

Pese a todo seguimos vigilando

Esperando algo más saber mañana.

Sin embargo, el silencio sabe más de nosotros que nosotros,

En su fuero interior nos compadece: tan solo estar en vida

Y siempre a punto de morir, y como seres frágiles nos quiere

Ya que al final seremos hijos suyos.

 

La fable du monde (1938)

 

***

 

Cuando regresó a París en noviembre de 1909, se convirtió en adulto.

Cuando llegó, se instaló en la Avenue de Friedland, en lo de su tía. Ahí no tenía que ocuparse de la mayordomía ni de lo doméstico. Su segundo hijo, que sería mujer, nació mientras estaban ahí.

Jules subió los escalones de la responsabilidad de a uno. Decidió instalarse en su propia casa, pero en Vaucresson, porque todavía no se sentía capaz de afrontar una ciudad como París. Las inundaciones, las tragedias y los disturbios lo impresionaron, así que quiso irse al campo. Lo consideraba más saludable.

Sin embargo, se dio cuenta que los jardines franceses no podían competir con la Pampa.

En 1912 alquiló un apartamento espacioso en 47 Boulevard Lannes, donde vivió los siguientes veintitrés años.

Antes de cumplir los treinta años, le faltaba temperamento, copiaba, imitaba, seguía, llevaba una vida lo más aburrida posible.  Pero lejos de mantenerse alejado de los círculos literarios, se aferró a él. Y leyó poetas en cinco idiomas: francés, español, italiano, inglés y portugués.

Rubén Darío fue el primer gran poeta que frecuentó Jules. Lo conoció durante su estadía en París, desde 1911 a 1912. Por esos años, también entregó su tesis doctoral a la Facultad de Letras de La Sorbona, sobre el sentimiento de la naturaleza en la poesía hispanoamericana. Esa tesis apareció, con algunas copias, en la Biblioteca de Estados Unidos.

Europa estaba floreciendo: música, pintura, escultura, arquitectura, poesía, moda. Jules salía mucho, abrió los ojos, tomó a Pilar del brazo y la acompañó a Bruselas, Barcelona, ??Génova, Florencia. Los artistas eran reyes en todas partes.

Hasta que empezó a sufrir nuevamente. Se sumergió en una neuralgia y el mejor remedio, consideró, era una cura al aire libre, en Uruguay.

La historia se repitió: el barco, el mar, Montevideo, la estancia.

Galopó a caballo, se puso sus botas de cuero hechas a medida, llevó puesto un gran sombrero y se sentó cómodo en el recado: pesado, suave y tan diferente de la montura que se usaba en Europa. Era un buen jinete: los gauchos no se reían de él.

Sin embargo, no compartía con ellos las rondas de mate. La yerba le causaba un efecto irritante y compartir saliva lo aterrorizaba. Por otro lado, participó en bailes folclóricos donde Jules solía ayudar a los gauchos inspirados en su fracaso de conquistar alguna paisana.

Estos interludios uruguayos son beneficiosos porque podía ajustarlos como a él le gustaran.

Al cabo de ocho meses, Europa ya no le asustaba.

Volvió a París antes de que se desencadenara la Primera Guerra Mundial. Fue asignado en agosto de 1914 al servicio auxiliar de la mayordomía en Saint-Cyr-l´Ecolde, donde alquiló una casa para tener cerca a Pilar y a sus hijos. En marzo de 1915, fue trasladado al control de censura postal del Ministerio de Guerra.

Hojeó miles de cartas en español, en italiano, en inglés. Hubo una carta de amor en español que tenía un espacio en blanco demasiado largo. La carta era de una mujer y justificaba el espacio diciendo "aquí pongo un beso". Jules advirtió que el margen contenía un mensaje en tinta y que su autora era Mata Hari, una espía alemana.

Ascendido a cabo, incluso Jules se sorprendió de su avance.

A pesar de la guerra y de la tensión que le infligió, Jules empezó a excavar sus propias galerías. No paró de escribir poemas que publicó apenas estuvo firmada la paz.

Sus amigos los pintores André Favory, André Lhote y Dunoyer de Segonzac ilustraron Los poemas del humor triste.

Paul Fort, príncipe de los poetas, fue su prefacio ideal. Lo había animado a recopilar su poesía en un tomo "digno de su genio". Su editor, Eugene Figuiere.  

A partir de 1917, leyó en profundidad a autores como Paul Claudel, Arthur Rimbaud, Stéphane Mallarmé, Jules Laforgue y Walt Whitman, quienes influyeron en su obra posterior.

En diciembre de 1919 partió hacia Uruguay con sus cuatro hijos y con baúles llenos de orgullo tras la publicación de sus Poemas.

Su poesía ya no viviría más en la prehistoria.

Jules Supervielle junto a su hija Anne-Marie.

***

 

(...)

Por el camino, en el medio del desierto pampeano, un hombre avanza solo, a pie, llevando dos alforjas en bandolera y un maletín en la mano. Pese a la inmensidad del paisaje que confunde un poco sus rasgos, se reconoce su tipo oriental y que ha debido dejar su tierra hace poco: a veces vuelve la cabeza como si lo estuvieran siguiendo. Su pequeña pipa voluntariosa lo envuelve en una intimidad ambulante de inestable arquitectura.

(...)

 

El camino y la laguna (1931)

 

***

 

Jules visitó Buenos Aires y descansó en una quinta en Montevideo. Haber retomado los ritmos de estancia tuvo un efecto tranquilizador. Los paseos en la mañana, almuerzos con carne de animales criados ahí, trabajo de campo en horas frescas y acostarse al llegar la noche.

Cerca de todo eso, es que escribe y escribe mejor.

Años después, le escribiría en una carta a René Etiemble, un amigo suyo de la intelectualidad francesa. En ella ponía que antes no se sentía lo suficientemente fuerte. Cuando Arthur Rimbaud dejó de escribir, Jules sintió un miedo a la locura. Lo había visto en Rimbaud y eso le había impedido dedicarse.

A Jules le costaba hacer homogeneidad en sí mismo: miedo a perderse en sí mismo, exceso de cautela en la escritura, creatividad exagerada, salud mental relativa.

Aunque los Poemas habían sido un gran éxito. Quizá, Jules no podría haber resistido en caso de fracaso: su equilibrio psicológico dependía entonces de la recepción que se le diera a su poesía.

Encerrado en su cabeza y en su cuerpo, pedía ayuda constantemente.

 

***

 

QUE QUERÉIS QUE YO HAGA

 

¿Qué queréis que yo haga con el mundo,

ya que muy pronto he de dejarlo?

Algo de tiempo para saludar,

Para ver lo que falta por acabar,

Ver acercarse a una o dos mujeres

En cuya juventud ya no estaremos,

Y en seguida el asunto de las almas.

De tanto apuro el cuerpo morirá.

 

Les amis inconnus (1934)

 

***

 

En 1913, incluso antes de la guerra, Jules se había suscripto a la revista Nouvelle Revue Française (N.R.F.) Era una revista literaria y rebelde que circulaba en París.

Fue fundada en 1908 en torno a un grupo de escritores formado por André Gide, Jean Schlumberger y Jacques Copeau. Durante la primera mitad del siglo XX influyó en el mundo de la literatura ofreciendo una ventana a los nuevos autores y corrientes.

Sus principios rondaban en torno al rechazo de la moral y la política en el arte, la desconfianza hacia el éxito, la primacía del estilo sobre las ideas.

Según Auguste Angles cuando Jacques Copeau "lanzó una convocatoria para el teatro en el Vieux Colombier en septiembre de 1913, calculó que la NRF tenía 3.000 lectores". Y el secretario de la revista, Jacques Riviere, escribió a sus tías en Burdeos:" Ah, esto es extraordinario, podemos llegar a 1400 suscriptores".

En condición de suscriptor, a Jules le aburría la revista. Pero, como sabía del valor de los choques literarios que se daban en esas páginas impresas, cualquier propuesta de colaborador lo hubiera atraído.

Hacia 1919, la publicación de sus Poemas llamó la atención de André Gide y Paul Valéry, y entró en contacto con la N.R.F.

Aunque en esa revista se publicaran autores que se transformaban hacia corrientes nuevas de la escritura en Francia, Jules siempre se mantuvo alejado del surrealismo como estilo. Su poesía era más realista, más humana, más universal.

Negó la escritura automática y también negó el control del inconsciente, desaprobando un método que utilizaron -aunque después abandonaron- poetas como Charles Baudelaire, Arthur Rimbaud y Guillaume Apollinaire. Eran las innovaciones típicas del surrealismo.

Breton afirmaba que el surrealismo era un movimiento revolucionario, siendo asociado a causas políticas como el comunismo y el anarquismo. Quizá, por eso, en su apolitismo, Jules se alejó de ese movimiento literario. Quizá, sus razones ni si quiera fueron políticas, porque no lo consideraba.

Fueron sus contactos con la N.R.F, y la apertura de un mundo de intelectuales frente a él, lo que lo impulsaron a volver a Francia.

Siempre en movimiento, había viajado al norte y al sur de Argentina, río arriba del Paraná, y volvió a Uruguay a través del sur de Brasil. Después de siete meses, era hora de forjar un lenguaje poético suyo y darles vida a los personajes que vagaban, no del todo definidos, en su imaginación.

Uruguay y sus alrededores le habían servido de escala. Acá dormitaba su "espíritu de escalera", escribió. Fue en París donde logró hacerse cargo de la sustancia literaria con la que venía dentro.

En julio de 1920 partió de un Río de la Plata que estaba muchísimo mejor que Europa. En consecuencia de la guerra, los sudamericanos se habían beneficiado vendiendo carne, trigo, lana, cereales, café, tabaco, minerales, petróleo y todas las materias primas con las que abundaba el continente. Argentina y Uruguay disfrutaban de un nivel de vida mucho más alto que el promedio de una Europa en recuperación.

Ese año fue fundamental. Marcó el comienzo de un período próspero, empezó a desarrollar toda aquella literatura con la que soñaba, pero que quedaba ahí, detrás de sus ojos. Sus inversiones en el Banco Supervielle le habían proporcionado gran independencia, hasta que la relación de Jules con el dinero empezó a complicar esa relación.

Se avergonzaba de sus privilegios porque, a diferencia de otros escritores de clase alta, él no sabía ganarse la vida de ninguna forma. Empezó a negarle al dinero su valor y empezó a ignorar los consejos financieros de su primo que se encargaba de su fortuna en Uruguay.

Dejó de importarle ese mundo y escribió: "La nobleza de los animales, lo más puro a sus ojos sin duda proviene de su ignorancia del uso del dinero. No le des a un tigre más de veinte centavos que a una hormiga".

De izquierda a derecha: Colette, Marcel Pagnol, Jules Supervielle y el Príncipe Pierre de Mónaco (1956)

 

***

 

EL PERRO

 

Yo soy un perro errante

Y la verdad no sé más,

Pero hete aquí una voz

Que se me cae encima

Una voz de poeta

Que me quiso escoger

Para agasajarme un poco,

A mí que nada sé decir,

Y que tan solo ladrar

Para que se me aclaren

Las nieblas y la voz.

De mis oscuridades

No quisiera salir,

Nada quiero saber

De un cerebro habitado

Por palabras precedentes

De alguien que vino de fuera

Soy un perro vagabundo,

No preguntéis más nada.

 

1939-1945 (1946)

 

***

 

En 1922 publica su primera colección importante de poemas, Débarcadères.

Con esta publicación, aumentó enormemente su reputación. Su círculo literario empieza a expandirse y se gana el respeto de los poetas. Henry de Montherlant, por ejemplo, no dudó en que Jules se volvería cada vez más brillante con el tiempo. Estaba ahí, en su folclore.

Un año después, inicia una larga amistad con Henri Michaux, un gran poeta también de doble nacionalidad. Él era belga y francés. En esta época publica su primera novela: L'homme de la pampa.

Alcanzó la plenitud literaria mucho más rápido en la prosa que en la poesía.

A pesar de haberse hecho un nombre entre los intelectuales franceses, Supervielle caminaba solo. Era agnóstico en religión y en política y, en su profesión, no tenía realmente cómplices.

Para estar cerca de su mundo, tuvo que construir una gran amistad. Valery Larbaud le sirvió, durante casi una década, de guía y de amigo. Él fue su primer maestro.

Aunque sus enfoques literarios diferían, los dos poetas tenían en común el gusto por los viajes. Larbaud se esforzó por abrir la cultura francesa en España, Portugal e Inglaterra.

Su correspondencia se extendió desde 1923 hasta 1935. Los archivos, públicos o privados, contienen pocas cartas de Larbaud a Jules aunque, las que estaban guardadas en Montevideo, fueron casi todas recuperadas. En el Journal de Larbaud se pueden encontrar ocho referencias a Jules.

La actitud hacia la vida cotidiana (familia, política, personas) también los unía: consideraban las peripecias de la existencia después de las repercusiones en su obra literaria. Su mundo, el mundo, era literatura.

En general, Jules hablaba en casi toda su correspondencia sobre literatura, arte y poesía. Era prácticamente su diálogo con todo el mundo. Vivió con la pluma en mano toda su vida. Incluso, de 1945 a 1955 intercambió cartas con Felisberto Hernández, para quien Jules se transformó en un maestro.

La Biblioteca Nacional las digitalizó y se puede acceder a ellas acá: http://bibliotecadigital.bibna.gub.uy:8080/jspui/handle/123456789/42954

Jules pasó a interesarse, y mucho, por una pasión cotidiana de Larbaud: los soldaditos de plomo. Él abastecerá la colección de su maestro con tropas uruguayas, argentinas, brasileras y paraguayas. Así, se establece una complicidad entre ellos. Vivían entre los soldaditos y la literatura.

En 1924, en julio, volvió al Río de la Plata y, lo primero que hizo, fue buscarle soldaditos de plomo paraguayos a Larbaud. Y los buscó por cielo y tierra. 

En 1925 conoció al poeta alemán Rainer Maria Rilke y publicó una de las colecciones de poemas más importantes del siglo XX: Gravitations.

Regresó a Oloron-Sainte-Marie en 1926, en una peregrinación con el poeta Henri Michaux. Así nació al año siguiente el librito de versos titulado Oloron-Sainte-Marie, de 26 poemas. Más tarde, en 1930, lo integraría en una gran colección: Le Forçat inocent.

Regresó a Oloron en 1929 para tomar notas con el fin de describir sus impresiones en su colección autobiográfica: Boire à la source.

Dos años después, en 1927, entabló una amistad con Jean Paulhan y basó sus obras en él. En 1931 escribió su primera colección de cuentos: L'enfant de la haute mer.

En ese entonces, se dedicó a varias actividades literarias y culturales, y es reconocido por la crítica, tanto en Francia como en Uruguay. Su primera obra teatral, La belle au bois, también fue escrita en ese año.

Además, siempre se dedicó a corregir sus propios textos y a reeditarlos en numerosas ocasiones, a menudo cambiando de género literario.

En 1936 publicó Bolívar un drama sobre la vida del Libertador Simón Bolívar que fue la base del libreto de la ópera del compositor Darius Milhaud. En 1938 conoció a René Étiemble y trabajaron juntos en una serie de publicaciones.

Fueron años de construcción y años dorados. Además, fueron años de poetas que se transformarían en sus mejores amigos. Dos de ellos serían especialmente cercanos: Henri Michaux y Jean Paulhan. Les tomó diez años de intimidad llegar a la familiaridad.

 

***

 

(...)

Ella recobró por completo el conocimiento. Pero de pronto volvió a sentir mucho miedo. ¿Cómo podía ser que comprendiera a ese marino de los abismos sin que él hubiera pronunciado una sola palabra, en toda esa agua? Pero el espanto no le duró: se dio cuenta de que el hombre se expresaba solamente a través de las fosforescencias de su cuerpo. También los brazos de ella, desnudos y ligeros, desprendían, a modo de respuesta, pequeñas luces como luciérnagas. Y los Chorreantes, en torno a ellos, no se hacían comprender de otro modo.

 

-Y ahora, ¿se puede saber de dónde viene usted? -preguntó el Gran Mojado, que se mantenía de perfil a ella, según exigían las costumbres de los Chorreantes cuando un hombre se dirigía a una jovencita.

 

-Yo no sé nada de mí, ni siquiera mi nombre.

 

-Pues bien, será la Desconocida del Sena, eso es todo. Créame que nosotros tampoco sabemos mucho más sobre nosotros mismos. Sepa solamente que aquí hay una gran colonia de Chorreantes donde no será infeliz.

 

(...)

 

La desconocida del Sena (1931)

 

***

 

Durante la Guerra Civil Española y el acercamiento de la Segunda Guerra Mundial, Jules volvió a pensar en Oloron-Sainte-Marie, ese pueblo que significaba, para él, una parte de su identidad que estaba perdida.

En 1939, publicó en la N.R.F. varios poemas agrupados bajo el título de Des deux lados de los Pirineos. Estos poemas se incluirán en la sección Poèmes de la France malheureuse, de la colección 1939-1945.

El 2 de agosto de ese año, Jules y Pilar se embarcaron hacia Uruguay de visita. Si al principio de su vida ese viaje tardaba siete semanas, ahora tardaba solamente 25 días. Jules tenía pensado ocuparlos trabajando en su siguiente pieza teatral, Robinson.

Jules tenía la intención de permanecer en Montevideo hasta el 15 de octubre, solamente un mes y medio.

Pero las coincidencias transformaron esos 45 días en seis años y medio: la Segunda Guerra Mundial estalló cien horas después de la llegada de Jules a Uruguay. Casi nunca venía en el invierno uruguayo, pero había hecho una excepción para estar presente en el casamiento de su hijo mayor.

Y cuando se dio cuenta de que no podría volver a París, Jules se dio cuenta que ya no estaba viajando, sino que estaba en el exilio.

Apareció un miedo nuevo, el de estropear su francés por el uso diario del español. Escribió, "siempre he cerrado deliberadamente al español mis puertas secretas, las que se abren al pensamiento, la expresión y, digamos, el alma. Si alguna vez pienso en español, es sólo en breves bocanadas. Y eso se traduce, más que en oraciones constituidas, en algunos rumores del lenguaje".

Se aseguró de mantener un diálogo con sus amigos franceses. A Gide, en una carta, le escribió que pasaba sus tardes en el zoológico de Montevideo porque no tenía más nada para hacer.

Etiemble, su amigo de la intelectualidad, estaba en Chicago mientras que Jules estaba en Montevideo. Cinco años de correspondencia entre ellos dos se volvió una de las ocupaciones principales de Jules. Lo ayudó a deshacerse de obsesiones y dudas que, de lo contrario, habrían oscurecido aún más su exilio.

El 1939 de Jules terminó visualizando el hundimiento del Graf Spee, a 15.000 kilómetros del campo de batalla europeo.

A los 55, no tenía más que su edad. A los 56, en 1940, se despertó repentinamente. El año que siguió fue el más oscuro de su existencia.

Siempre trabajando en su poesía, trabajando duro, pero todo lo abrumaba.

El paisaje local, que siempre lo había sanado, empieza a aburrirlo. Escribió: "la vegetación autóctona es espinosa y, casi siempre, miserable. La fauna también es pobre. Afortunadamente hay vacas que llegaron de Europa en el siglo XVI".

Fue en ese mismo año que un médico le encontró una cicatriz en los pulmones por una lesión anterior de tuberculosis que él no conocía. Sus cartas y el diario que llevó en esos meses es un testimonio dramático.

Jules, que no escribía diarios, de repente necesitó registrar sus sufrimientos a través de la literatura. Se instaló en Salus, en el campo porque, según el médico, era contagioso. "Ya no besaré a mis hijos", concluyó.

El otoño devoró a Jules. Pasó a estar extremadamente flaco, pesando 67 kilos. Su dolor por Francia y el destino incierto de la guerra lo atormentaban.

Vagó de pensión en pensión, deteniéndose en Colonia Suiza.

Escribió: "El sufrimiento físico se acumula para saltar a un punto preciso de la conciencia, el aburrimiento tiene el don de la dispersión difusa. Pero no cogemos la pluma para decir que estamos aburridos. Me aburro de todos modos y mucho, en este austero Hotel du Prado, cuando no estoy con dos chicas jóvenes que despiertan mi humor somnoliento. Una de ellas me ofrece violetas. Debo ser viejo. Escribamos cualquier cosa.

 Oh pluma, bendita pluma, tú que solo impones silencio a mis órganos, a mis nervios, a todos estos anarquistas del mundo interior, querida pluma, al final de las cuales nacen las queridas imágenes, tú que más que los hipnóticos das calma y ¡autocontrol!: hermosa imploración, que escuchan sus dioses".

El deseo de escribir lo salva.

Le mandó a Etiemble en Estados Unidos, para una revisión, dos cuentos. Al mismo tiempo, los avances de los ejércitos ingleses lo alegraron. Escuchaba, como la mayoría de los uruguayos, la voz distante y obstinada de la BBC en la radio.

Un día de noviembre, en la tranquila Colonia Suiza, encendió su radio. El boletín matutino lanzó un flash: "El Banco Supervielle ha cerrado sus puertas".

Jules quedó arruinado. Que el banco de su familia se hubiera fundido, quería decir que ya no tenía ni siquiera suficiente dinero para pagar la pensión en el hotel donde se estaba quedando.  

Con su edad, enfermo e incapaz de ganarse la vida, lo del banco era una gran preocupación. Tanto para él como para su familia. Pensó en el suicidio: "Deseo los muertos mil veces al día y me trato como si quisiera vivir desde hace siglos. Aquí es donde estoy. Como tantos otros, he pensado en mí mismo".

Pilar, estoica, vendió sus joyas. Sus activos, colocados en otra parte que en el banco, le permitirán sobrevivir, sin privar a Jules de un mínimo de comodidad, espacio y calma. Le ayudarán muchos escritores uruguayos.

Una vez editados o reproducidos sus textos, la más mínima objeción le irritaba. En el camino, las únicas opiniones que escuchó fueron las de Larbaud, Paulhan, Etiemble y, un poco menos, Arland.

Enseguida después de la bancarrota, empezó un período cultural rioplatense del que Jules, a su manera, fue parte. Con la ayuda de Victoria Ocampo, desde Buenos Aires, dirigió la revista Lettres Françaises. Jules, además, aportaba habitualmente.

Estaba editada por la revista SUR, con la colaboración de escritores franceses residentes en Francia y en el extranjero.

El primer número de Lettres Francaises (Buenos Aires, 1 de julio de 1941) publicó dos Poemes de la France malhereuse, "1940" y "Le doublé". Más tarde, dedicó la mayor parte de su obra poética a esta colección.

Publicado en noviembre de 1941, un folleto de seis poemas fue la primera versión. Otros cuatro poemas figuraron en el resumen del Número 5 (1 de julio de 1942) y tres en el Número 9 (julio de 1943) de Lettres Francaises.

Hubo un episodio en particular que dejó entrever su carácter celoso, su búsqueda de atención. En aquel momento, también estaba Roger Callois en Buenos Aires, un intelectual y crítico francés.

El Número 5 de la revista contenía una reseña de Exil, por Saint-John Perse. Publicado en francés en los Estados Unidos donde, después en Marsella, Exil era algo inaudito en América del Sur. Caillois obtuvo el permiso de Sanit-John Perse para reproducirlo y orientó la promoción del tema en torno a este poemario tan particular.

Enseguida, Callois y Victoria Ocampo empezaron a recibir cables, cartas y llamadas telefónicas de Jules, exigiendo una "reparación" por haber hecho una edición de lujo que incluyera a Perse y no a él.

Callois mandó a hacer otro folleto, redactado de forma más holgada, para que Jules no se sintiera excluido y su orgullo permaneciera intacto.

Por esos años, empezó a revisar todo su teatro: La belle au bois y Le voleur d´enfants. Terminó Robinson.

Después de un episodio en el que Madeleine Ozeray y Louis Jouvet llegaron a Uruguay para interpretar una de sus obras, Jules volvió a sentir la monotonía montevideana y la nostalgia que tenía hacia París, se vuelve mucho más exagerada.

Se movía poco.

A veces, cruzaba a Buenos Aires invitado por Victoria Ocampo. Iba a su quinta en San Isidro o a su casa en Mar del Plata. Le gusta el ambiente de los poetas rioplatenses, pero escribe: "el intelectualismo arrasa la poesía argentina".

Después de estas escapadas, volvió a apoyarse en Montevideo. Alquiló en Carrasco, lejos del centro de la ciudad, un chalet plantado en medio de un bosque de eucaliptos.

La noche del 17 al 18 de enero de 1943, Jules supo exactamente cómo se podía morir de una insuficiencia cardíaca. Y, eso, sin la más mínima ansiedad.

Tuvo un ligero atragantamiento, se tomó el pulso, arritmia. Pero todo volvió a su lugar y volvió a dormirse, le faltaba mucho por escribir todavía.  

Con mucho cuidado, eligió los poemas destinados a ser publicados en una edición de lujo en Buenos Aires. El mejor papel, el mejor maquetador, el mejor impresor. Se pusieron a disposición de sus amigos argentinos que financiaron una edición limitada de 330 ejemplares. El libro se veía muy bien, a pesar de sus errores tipográficos.

El mismo Jules ordenó los 227 poemas de esta primera antología, de la que excluyó todas las colecciones anteriores a Gravitations. La selección resaltó su carácter nocturno, confirma que la muerte es el tema central de su obra. Esas dos cosas, la muerte y la noche.

La edición fue publicada en 1944 y se llamó Choix de poemes.

Aunque fue un gran consuelo a nivel profesional, Jules solo podía mantenerse a través del mundo del teatro.

 

Jules Supervielle en Montevideo en 1944.

 

De repente, París se liberó.

Jules creyó que la paz estaba cerca. De todos modos, su falta de medios y las muy duras condiciones de vida en Europa le impidieron volver enseguida.

Varios proyectos, incluido el de crear una revista con Callois, fracasaron. Sin embargo, la Comedia Francesa propuso poner en escena Le voleur d´enfants.

Jules permanecía en el muelle, queriendo cruzar el océano una vez más.

Entonces, un ministro de Relaciones Exteriores de Uruguay encontró la solución al problema. Eduardo Rodríguez Larreta recordó que Jules, a quien conocía y admiraba, tenía doble nacionalidad.

Envió a Jules a Francia como diplomático uruguayo. Sería un agregado cultual honorario de gran prestigio. Le pagaría, además, 200 dólares al mes por un trabajo ligero.

Los preparativos para el viaje llenaron los últimos meses del período más largo que vivió en Uruguay: seis años y medio. Todos saben, sin decirlo, que se despide de Uruguay para siempre.

Sus amigos de rioplatenses le rinden homenajes. El principal, fue en Montevideo.  El público desbordó de las instalaciones de la Universidad de la República. Los escritores uruguayos cubrieron de flores a su compatriota más ilustre, el único que no ha escribió en nuestra lengua.

A principios de abril de 1946, pisó Burdeos.

 

***

 

Montevideo, noviembre 15 de 1945

 

Sr. Jules Supervielle

Mi querido gigante:

 

Este conejo apenas tiene tiempo de golpear fuerte una pata contra el suelo para decirle que iré el sábado por la mañana. Hace poco me dijeron que esa señal es lo primero que le enseña la coneja al hijo, que es una señal de peligro y que otros animales del bosque también se guían por ella.

Bueno, Ud. espéreme si es tan amable como siempre con un poco de hinojo y unas piedritas. Parece que los conejos comen esas piedritas para triturar los alimentos. Me hacen gracia esos dientes sueltos que se los ponen tan fácilmente. Pero con esas orejas uno piensa que tienen dolor de muelas y se han puesto un paño con grandes moñas.

 Basta de conejos y hasta el sábado, mi querido amigo.

 El conejo Felisberto

 

***

 

Cuando llegan, Jules y Pilar se quedan en la Rue de Rivoli, en el Hotel Regina, más silenciosos que nunca. Ni los turistas ni los automóviles estorban la zona después de que París fue una ciudad en guerra.

Venían de una capital sudamericana donde abundaba todo y, en París, faltaba todo. Lo más urgente era volver a juntar a la familia.

Jules perdió a dos amigos que buscaba: Max Jacob, fallecido en Drancy en 1944, y el músico Maurice Jaubert, caído en el Champ d´honneir en mayo de 1940. Jean Paulhan, su amigo, estaba ahora al mando de la N.R.F.

París era totalmente diferente, pero él estaba contento de haber vuelto.

En los siguientes ocho meses, Jules publicó cuatro títulos en Francia: L´enfant de la haute mer, 1939-1945, 18 poemes y Orphee.

Llegó una lluvia de elogios.

Siguió leyendo a los tres antepasados: Valéry, Gide, Claudel. Pero también se abrumó por los políticos: Sartre, Camus, Aragon, Eluard, Prevert. Todo era político. Se dio cuenta, confuso, de que estaba ubicado en otra parte.

El tumulto le provocó la necesidad de retirarse a Saint-Gervais-la-Foret, cerca de Blois. Volvió a la poesía y, al final del verano, Pilar encontró una pequeña mansión en París cerca del Bois de Boulogne. Se instalaron ahí.

Ricardo Paseyro, su yerno, recuerda las escenas de esos años:

"Recuerdo su habitación. La ventana con cortinas pesadas deja ver árboles. Julio camina de arriba abajo, me imita una escena de La belle au bois. Se ve a sí mismo en un espejo límpido. Un escritorio cargado de manuscritos, un sillón de su tamaño, una cama empotrada en los estantes de libros desordenados, tal es su mobiliario.

 Ahí, Supervielle puede retroceder días y noches. Si el insomnio se apodera de él, si le apetece tener compañía, el timbre está a su alcance: Pilar corre. Este será el escenario inmutable de su existencia futura: rue Vital hasta 1953, Quai Louis-Bleroit luego.

 Lleva un pasaporte diplomático uruguayo en el bolsillo. ¡Juegos, paradojas y posibilidades de doble nacionalidad! En la práctica, vivir en Francia con la condición de extranjero lo sorprende. El favoritismo del dinero le había molestado en el pasado. Ahora, estos privilegios le parecen absurdos".

1946 fue el año en que su planeta se achicó. Decidió no hacer más viajes y quedarse solo dentro de las fronteras de Francia. A medida que envejecía, se volvía más arisco: solo se filtraban personas complacientes y buenas noticias.

En el extranjero, su obra se empezó a volverse cada vez más famosa. Lamentó, sin embargo, que su poesía no penetrara en las masas francesas. Cuando le otorgan el Premio Internacional de Poesía Taormina-Etna, pocas personas sabían que Jules Supervielle era uno de los líderes de la vanguardia de la literatura francesa de ese momento.  

Mientras tanto, la sensibilidad y los nervios se habían apoderado de Jules. Si los aplausos de la crítica y del público le hacían la vida agradable, el más mínimo ataque lo deprimía.

Hacia 1951 publicó una pieza autobiográfica, Boire à la source, así como una serie de ensayos sobre sus pensamientos en poesía: Mientras pensamos en el arte poético, continuando con sus Naissances.

En este entonces, empezó a sufrir de arritmia real y arrastró efectos colaterales de su enfermedad pulmonar, esa que duró casi toda su vida. Aun así, en 1959, publicó su última colección poética: Le Corps Tragique.

En 1960 Supervielle fue elegido Prince des poètes por sus seguidores.

Poco después, el 17 de mayo, murió en su apartamento parisino y fue enterrado en Oloron-Sainte-Marie. En octubre, la Nouvelle Revue Française publicó un nuevo fascículo en su memoria.

Falleció ese 17 de mayo y Pilar fue la primera en enterarse. Ella lo miró, en secreto, toda la noche. Por primera vez, tardó en seguirlo.

En Mallorca, el 31 de julio de 1976, caminaba, jugaba con sus nietos, leía y miraba el mar. Al anochecer, dejó de respirar y murió.

Están enterrados juntos en el cementerio de Sainte-Croix, en Oloron-Sainte-Marie, bajo una lápida sobria. Hay, encastradas, dos líneas de un poema de Jules:

 Este debe ser el relevo

Donde el alma cambia de caballo.

 

***

 

La bibliografía consultada para este perfil fue cortesía de la Alianza Francesa. La fuente principal fue la biografía de Jules Supervielle, escrita por Ricardo Paseyro, llamada Le forçat volontaire.