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Entre vecinos

José Pedro Varela, el complejo de viviendas más grande de Latinoamérica está en Montevideo

Conformado por 839 propiedades, el origen del complejo es un grupo de trabajadores con la necesidad de construir su propia vivienda.

22.07.2022 12:16

Lectura: 9'

2022-07-22T12:16:00-03:00
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Por Federica Pérez | @federicaperez00

Por las calles se siente la calidez. Calidez entre vecinos. Todos se conocen y paran a conversar afuera de los comercios. Se preguntan por sus familias. Por sus conocidos. Porque con las dificultades de todo grupo numeroso que se enfrenta a un proyecto de tal magnitud, a la vista está el mayor logro: haber cumplido el objetivo y que se observen las 839 viviendas habitadas.

María Pucci, una vecina: “Yo elegí elegí vivir acá, desde el inicio me pareció algo muy racional”.

Humberto Rodríguez, otro vecino: “Cuando terminaron de pagar el crédito al banco dije que este era mi lugar en el mundo, acá aprendí a polemizar, a escuchar, a decidir, y me hice en pila de aspectos”.

Sergio Segredo, un vecino que se unió cuando tenía treinta años: “Me salvó la vida”.

Orieta Rodríguez, también vecina: el día que se vaya no será a otro lugar “será de este mundo”.

Sobre Avenida Bolivia, en Montevideo, se ubica el complejo de viviendas José Pedro Varela. No sólo es el más grande del país, sino que también lo es de Latinoamérica. Un inmenso sub barrio de 839 viviendas.

El complejo ha sido un ejemplo a seguir para muchos países de la región. Lo han visitado delegaciones, fue parte del recorrido de diferentes lugares de Montevideo en el marco del Día del Patrimonio. Aunque han pasado muchísimos años de su fundación, y a pesar de que se intentó, aún no se creó ninguno similar.

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Todas fueron construidas con ayuda mutua entre trabajadores en un contexto difícil para el país, cuando casi comenzaba la dictadura cívico-militar. La necesidad y la urgencia por acceder a una vivienda digna para ellos y para sus familias los llevó a que, en 1972, casi sin garantías de prosperar y lograr el objetivo, volcaran todos sus ahorros económicos y su trabajo para lograr el objetivo.

Los fundadores fueron los integrantes de cinco cooperativas, COVISAG, COVIPOSTAL, COVITRAN, COVIOSE y COVIFOL aunque también se abrió un cupo para que ingresaran trabajadores que no pertenecieran a ninguna de ellas. “En aquel momento uno de los problemas más grandes que tenían los trabajadores era el problema de la vivienda, era difícil poder alquilar”, recordó Segredo.

En esa situación, se crearon las cooperativas (también amparadas por el Plan Nacional De Viviendas, Ley N°13728 del año 1968) y, finalmente, en mayo de 1972 se ocupó el terreno de 11 hectáreas y se dio comienzo a la construcción de lo que hoy es el complejo. “En 1972, se arrancaron los proyectos para la construcción y se le presentaron al Banco Hipotecario del Uruguay”, agregó Segredo.

Luego de haber conseguido y ocupado el terreno, se comenzaron a reunir en una mesa ejecutiva los representantes de todas las cooperativas para empezar a decidir el plan de ejecución. Se diagramó en conjunto con el instituto asesor la forma en la que se iba a construir y que, por supuesto, aún conserva: la forma de una herradura. “Luego comenzamos a trabajar, fuimos avanzando conforme el banco liberaba las partidas de dinero y, entre todos, definíamos cómo y en qué se gastaba”, recordó Humberto Rodríguez.

La administración de las horas de trabajo de los cooperativistas era manejada por ellos mismos. La construcción de las viviendas fue por etapas, se fueron entregando de a tandas y una de las cosas que influía era la cantidad de horas de trabajo mensual que había podido cumplir cada integrante. En total, debían ser 54 al mes.

Así, poco a poco y cada uno a su tiempo y al tiempo que les dejaba libre su trabajo, porque todos trabajaban ocho horas diarias como mínimo, fueron construyendo el complejo. En el año 1983 se hizo la última adjudicación de viviendas y hubo un “decaimiento lógico”, según Segredo. “Hubo que pensar en una nueva modalidad porque los plenarios se empezaron a reunir sin forma”, agregó. En ese momento los cooperativistas comenzaron a impulsar una mesa de debate para generar mecanismos y poder seguir sosteniendo la hegemonía del barrio.

“En 1990 logramos un pacto intercooperativo para seguir llevando el barrio adelante, se generó la mesa directiva que aún sostiene y lleva adelante toda la estructura”, comentó. Desde ese entonces, se ocuparon de terminar detalles que no se habían definido en el grueso de la construcción: se terminó por completo la obra, se hizo el tendido eléctrico del barrio, se definieron normas de convivencia más estructuradas y se formaron diferentes comisiones para trabajar en distintas áreas. El plan de trabajo con cada comisión y cometido concluyó en 1993, en una asociación con personalidad jurídica.

Según los propios cooperativistas, el proyecto tuvo tres grandes etapas: la etapa de la obra, en el momento en el cual se preguntaron cómo seguían, y la creación de la asociación post obra para decidir cómo seguía el barrio. A partir de allí, luego de las tres etapas, se empezaron a implementar necesidades que tenía el barrio y también se agregaron espacios colectivos y de disfrute.

Foto: Federica Pérez | Uno de los espacios recreativos y comunitarios del complejo

Foto: Federica Pérez | Uno de los espacios recreativos y comunitarios del complejo

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“Nunca me arrepentí de ser parte del complejo, de haber criado a mis hijos en un lugar en el que salían afuera y encontraban niñas y niños de todas las edades”, dice Pucci.

Considera que la cooperativa le ofreció un mundo que en otro lugar no iban a conocer. “Me parece importante el hecho de decidir sobre cada cuestión, algo que no pasa en casi ningún lado”, comenta. Para la cooperativista, el lugar genera fortalezas que ayudan a disfrutar las cosas y que “es una familia grande que en los momentos más complicados siempre han sido el respaldo”.

Humberto Rodríguez cree que “la vida en cooperativa es una vida de integración, hijos que crecieron compartiendo, tener siempre una mano tendida de todos los vecinos, porque en situaciones buenas se festeja y en las complicadas se pone el hombro al que está complicado”.

“Tenía cuatro hijos, estaba mal y me tenía que ir de donde estaba, apareció la propuesta y me metí”, explica Segredo. Si bien necesitó “mucho dinero para entrar” porque se unió dos años antes de la última entrega de viviendas, agradece haberlo hecho porque, sino, “no sabe dónde estaría ahora”.

Y, si bien necesitó ese dinero, con la ayuda de un buen trabajo pudo establecerse. Para él, una de las mejores experiencias es que se aprende a ser solidario.

Orieta Rodriguez comenta que, para ella, fue “una gran salvación, una familia en la cual apoyarse”. Agrega que “entré y aprendí, di todo lo que tenía, no sé si es poco o mucho, pero lo di”. Afirma que no se mudaría nunca y que allí se siente muy segura.

Foto: Federica Pérez | Calles del complejo José Pedro Varela.

Foto: Federica Pérez | Calles del complejo José Pedro Varela.

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En el complejo Varela hay comercios, jardín de infantes, biblioteca, varios salones, un gimnasio, huerta y hasta una cancha de bochas, pero todo fue pensado y armado en base a su mayor cimiento: la ayuda colectiva. Además, cada área tiene una comisión propia que la gestiona.

“Cuando estábamos haciendo la obra, había guardería de obra, cuidábamos a los hijos de los compañeros que tenían que trabajar”. Después de que la obra finalizó, “se mantuvo la necesidad de dejar a nuestros hijos en un lugar cuando nos íbamos a trabajar”, relató Pucci que, junto a Orieta Rodríguez y otras mujeres, puso el plan en marcha. “Intentamos hacer una guardería cooperativa, pero había un problema porque le podíamos pagar a las maestras, aunque era muy poco, y empeoraba si había que pagarles un sueldo digno”, agregó Pucci.

Ante la disyuntiva, finalmente, se cedió la parte de abajo de uno de los edificios a la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) y la institución brindó el resto. De esa manera, desde 1987 y hasta entonces (primero como un anexo de otro Jardín de Infantes y ahora como un jardín independiente al que asisten niños que viven dentro y fuera del complejo) existe un espacio para que asistan los niños de edad preescolar.

La salud y la cultura también son pilares importantes del lugar. “La biblioteca se creó por decisión de las asambleas, los vecinos aportamos una cuota aparte para mantenerla”, contó Humberto Rodríguez. La policlínica se formó gracias a los vecinos y a varios médicos que vivían allí. “Funcionó muchísimos años, al igual que el jardín, en la parte de abajo de uno de los edificios”, contó Pucci.

Cuando se fundó “fue una salvación de salud”. En aquel momento, “era muy complicado ir al centro de la ciudad, allí siempre habían médicos disponibles”, acotó Pucci. El centro se cerró “porque todo fue evolucionando” y la atención de salud con la creación del Sistema Nacional Integrado de Salud se volvió más accesible. Lo que sí funciona en una sala cedida por el complejo a la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE) es una clínica odontológica en la que se atienden usuarios de adentro, pero también de afuera del complejo.

Muchas de las iniciativas que cubrieron las necesidades de los vecinos fueron impulsadas por mujeres, eso es algo que reconocen los hombres del barrio. “Cabe destacar el papel de la mujer en la cooperativa, la mayoría de las horas de trabajo las hicieron las mujeres” porque durante la semana muchos hombres tenían su trabajo “y quienes venían a construir eran mujeres”, recordó Humberto Rodríguez.

Foto: Federica Pérez | Sergio Segredo, María Pucci, Humberto Rodríguez y Orieta Rodríguez, integrantes de la cooperativa

Foto: Federica Pérez | Sergio Segredo, María Pucci, Humberto Rodríguez y Orieta Rodríguez, integrantes de la cooperativa

Como se trata de un complejo fundado por trabajadores, sus habitantes quieren que con el correr de los años siga siendo así, pero eso es una dificultad. Al ser una cooperativa, las viviendas no se pueden vender ni alquilar, sólo adjudicar. Cuando una propiedad queda vacía, se le da el dinero que aportó a la persona que se va y quien quiera ingresar debe de contar con el mismo monto para poder hacerlo.

La suma no es accesible y, muchas veces, fue motivo de que al complejo ingresaran familias con un alto poder adquisitivo. Por eso es que los vecinos reclaman que se modifique la ley y que el monto de ingreso se financie.

“De los socios fundadores quedan algunos, quienes sí están habitando son hijos y nietos de los fundadores, que nacieron y se criaron en la cooperativa”, explicó Humberto Rodríguez. Acotó que la gran mayoría de los familiares quiere seguir en la cooperativa, por eso es que se quiere obtener el financiamiento del monto de ingreso”, acotó.