Por César Bianchi
@Chechobianchi
Fotos: Javier Noceti / @javier.noceti
Solo la anécdota que abre esta entrevista ya merece que usted se tome unos minutos para leerla. Tenía 8 años, no podía dormir la siesta y el niño Jaimito en San José escuchaba la radio y llamaba para contestar preguntas del conductor. Una vez acertó y fue a levantar el premio. Terminó atendiendo el teléfono de la radio y ahí, sin saberlo, comenzó una carrera que supera los 30 años.
Su primera vocación fue esa: la radio. Con el tiempo empezó a escribir poesía y a dibujar caricaturas, hasta hacer una por día, hoy en su iPad o en computadora. En el medio, Jaime Clara (57) fue uno de los primeros en recibirse de licenciado en Comunicación Social en la Universidad Católica, y nunca dejó la comunicación en todas sus variantes: como hombre de radio, principalmente, pero también en televisión, en semanarios y revistas, o en internet con su sitio Delicatessen.uy, donde junto a su esposa, Alva Sueiras, escriben sobre gastonomía, viajes y cultura.
Su jornada laboral supera todos los días las 10 horas y es un madrugador convencido. Trabaja en radio Sarandí 690 hace 21 años, en más de un programa, pero solo a uno él lo llama “mi programa”. Es Sábado Sarandí, su criatura, donde logró una simbiosis especial con los oyentes ¡de 6 a 13!, en entrevistas y una forma de hacer periodismo que ya están inmortalizadas en el libro El mejor día de la semana, de BMR. Además, le cuesta desprenderse de lo académico: hoy es asesor cultural de la Facultad de Comunicación de la Universidad ORT.
Por estos días, Jaime se prepara para un claro mojón en su carrera: desde el lunes 16 de enero será el principal conductor de Telenoche, el noticiero de canal 4. Primero se sorprendió cuando lo llamaron para conducir un magazine matutino, y todavía no lo cree (y se confiesa nervioso) por la “tamaña responsabilidad” de liderar el tanque informativo. Tanto es así que dice cinco veces —sin advertirlo— lo de la “responsabilidad” que conlleva ser la cara del noticiero.
“La radio, lo mío era la radio. Por defecto, el periodismo, pero yo quería estar en un estudio de radio. Mi descubrimiento fue ese, en la niñez. Claro que con toda esa fiebre radial que me vino, después empecé a visitar las radios en Montevideo”
¿Cómo es eso de que a los 8 años fuiste a retirar un premio en CW41 de tu San José natal, y a los 10 tenías tu propio espacio en radio? Vaya precocidad...
No te quiero corregir, pero es CW41 Broadcasting San José, mencionémosla como corresponde. Yo vivía en un edificio de apartamentos y en la plaza 4 de Octubre de San José —única plaza en el país donde se recuerda la verdadera fecha de la independencia del Uruguay— y mis padres no me dejaban salir a jugar en el edificio, porque estaba todo el mundo durmiendo la siesta. Entonces, yo escuchaba ya mucha radio porque mi padre me ponía la radio debajo de la almohada para dormirme, y de tarde, como no dormía la siesta, escuchaba la radio. Escuchaba la radio de San José y contestaba preguntas en un programa que se llamaba Largo musical de la tarde, conducido por Tomás Puerto y Marisa Delgado. Siempre le erraba a las preguntas, hasta que un día acerté, un día de febrero. Me acuerdo hasta la pregunta: qué distancia corre un árbitro en un partido de fútbol. En aquella época, año 73. La gente llamaba y uno decía un kilómetro, otro tres kilómetros, nadie acertaba, y yo dije “11 kilómetros” y era eso, o fui el que estuvo más cerca.
Al otro día fui a buscar el premio y la radio de San José eran dos grandes galpones, donde se hacían bailes, y los estudios estaban al fondo de uno de esos galpones. Había un vidrio y vos veías hacia adentro la consola, el operador y locutor, y había unos banquitos afuera. Y yo me senté a ver cómo hacían el programa. Había cruzado todo el pueblo en bicicleta para ir a buscar el premio. Y ahí Tomás, el conductor, me pide si yo me podía quedar a ayudarlo a atender el teléfono, que estaba detrás de la consola de él, que era operador/locutor. Le dije que sí, atendí el teléfono toda la tarde (el teléfono 421969) y pregunté si al otro día podía volver. Y empecé a ir todos los días. Y en un momento me dijeron si quería salir al aire, obviamente dije que sí, y me proponen hacer Casos, cosas de todo un poco presentado por postre Chajá, “el postre que gusta más”, que eran unas grajeas de Billiken, que yo sacaba de la contratapa de la revista, que yo compraba todas las semanas. Ponele: “el mercurio es el líquido que está dentro de un termómetro”. Curiosidades, de interés general.
Y ahí seguiste, desde niño, haciendo carrera…
Al poco tiempo de eso empecé a ayudarlos con los controles, con la consola, empiezo a ir más temprano, a otros programas, y estuve en el programa anterior, El fogón de la tarde, donde estaba Abel Soria, Angelito Rodríguez, lo conducía una mujer divina que se llamaba Margot Martínez. Yo era el operador de ellos. Y después me mudé a Montevideo, pero yo volvía los fines de semana y seguía trabajando en la radio, hacía de operador en varios programas. Transmitíamos los bailes, era baile con orquesta. Viajaba los fines de semana, solo a trabajar en la radio, al principio honorario, después me pagaban algo simbólico. Y después pedí para tener mi programa, que fue Panorama, “el programa distinto de la radio de San José”, que grababa con Wilson Ramírez, durante casi tres años. Eso fue por el 79 u 80, con 18, 19 años.
¿Cuándo te diste cuenta de que tu vocación era el periodismo?
No, la radio, la radio, lo mío era la radio. Por defecto, el periodismo, pero yo quería estar en un estudio de radio. Mi descubrimiento fue ese, en la niñez. Claro que con toda esa fiebre radial que me vino, yo después empecé a visitar las radios en Montevideo. Me acuerdo que me recibió [Julio] Villegas en Sarandí, en la casona (donde hoy está Telemundo), después ahí en Sarandí conocí a Néber [Araújo], a [Jorge] Traverso, en Carve estaba Heber Giménez en Rapidísimo, estaba Héctor Morás en El tiempo en aquella época, todo eso… Yo iba a las radios como un muchacho de San José al que le gustaba la radio.
Tu padre era el culpable de que seas fanático de radio…
Mi viejo, sí. Había sido locutor en la radio de San José, pero era maestro de escuela. Y el programa Panorama me lo sacaron “por pasar música aberrante y tendenciosa”.
¿Rock?
No, era canto popular, que yo compraba en la liquidación de Palacio de la Música. Fue un final abrupto. Yo después vengo a Montevideo y hago casi dos años de Panorama en radio Centenario, que tuvo otro final abrupto. Después dejé de hacer radio y empecé a estudiar.
“Yo me he identificado con Sarandí, es una radio donde yo siempre quise estar, estoy haciendo el programa que quiero (los sábados) y en la radio que quiero. La radio lo entiende, y hemos generado un vínculo que, en este caso, sirve”
Integraste una de las primeras generaciones recibidas en la Universidad Católica del Uruguay, ¿no?
La tercera, del Instituto de Filosofía de Ciencias y Letras, como se llamaba en ese momento. La Universidad Católica nace el 5 de marzo de 1985, me acuerdo la fecha solo porque es mi cumpleaños. Soy el primer egresado de mi generación, como licenciado, unos cuántos años después.
Después fuiste profesor ahí en la Católica, durante muchos años.
Información y Medios era esa materia, que era leer los diarios. ¡Y qué importante era! Fracasábamos con muchísimo éxito…
¿Qué le ha aportado a tu carrera el roce con lo académico?
Yo tuve la suerte de que la radio, antes de estudiar, me dio todo lo que la Católica no me dio. Y la universidad, lo académico, me dio todo lo que jugar a la radio en San José no me había dado. Creo que se dio una suerte de equilibrio perfecto, que la verdad que fue inesperado, y ahí quiero quebrar una lanza por la paciencia de mi vieja, que se dio cuenta que lo que yo tenía que estudiar era eso. En aquella época, cuando yo dejé el liceo y tuve que pasar a estudios terciarios, de periodismo había: el taller de periodismo de Leonel Tuana, algo que había en el Instituto de Filosofía de Ciencias y Letras, pero que no se sabía lo que era, y ya estaba la UTU. A mí me preguntaban si yo iba a trabajar en Antel, porque nadie sabía lo que era esa carrera.
Hace un par de meses, Leonardo Haberkorn me contó para este espacio que empezó en el periodismo haciendo fotos para notas tuyas en Opción y en Aquí. ¿Cómo recordás esas experiencias?
Leo es de mi generación, primero sacaba fotos para textos míos en semanario Hechos de San José. Y después le presentamos notas a Aquí, porque teníamos a Tomás Linn de profesor, y también hicimos una nota juntos (una nota muy loca) para semanario Jaque, sobre las TFP, Tradición Familia y Propiedad. ¡Eso fue investigación! Nos escondíamos en los jardines, al lado de la Facultad de Arquitectura. Tradición, Familia y Propiedad era una organización de extrema derecha, y en un callejón cercano a la Facultad de Arquitectura, ahí estaba la casa de un ex ministro de Salud pachequista, que era representante de TFP, que había salido en el 85 con unas pancartas tipo Edad Media contra el comunismo, una cosa tipo secta muy jorobada.
Eso fue por el 83, 84, yo ahí colaboré con la 30, con Germán Araújo en algunas transmisiones especiales, con Alfredo Percovich. Recuerdo esa época con toda la emoción y el mismo nerviosismo que tengo ahora, jaja… Con toda la expectativa. ¡Era ver tu firma en los semanarios! Yo no he vuelto a leer aquellas notas, seguramente estaban muy mal redactadas, pero lo importante era generar espacios. Éramos la nueva camada de periodistas formados. Llegamos a tener conflictos con los autodidactas, hubo algún roce con los que veníamos de la formación formal. Porque nosotros defendíamos la formación académica, veníamos con una base teórica importante, una visión muy crítica hacia los medios masivos en aquella época. Me acuerdo de ir a lo de Omar Gutiérrez y discutir con él, porque decía que era absolutamente democrático, y nosotros teníamos una visión crítica de los medios en esos años. Fueron los dolores de parto de esa época.
Llevás más de 20 años en radio Sarandí. ¿La permanencia en un mismo medio se valora hoy como se valoraba antes?
Depende del vínculo con el medio. Es verdad que antes era una virtud entrar de cadete y terminar de gerente del banco. Hoy estás más de cuatro años en un lugar y te miran con cara rara. Yo creo que depende del vínculo y lo que vos generes con el medio. La gente sigue escuchando a los medios, pero también a los comunicadores. Vos generás un vínculo con la gente. Yo escuché todo Peñarol verdad en CX 10, siendo hincha de Nacional, seguía aquello del Loro Quinquenio, todo… Depende el vínculo que generes con el medio y cuánto el medio se identifique con tu trabajo, yo creo que sí. Néber fue un símbolo de radio Sarandí durante 25 años, ponele. Y Néber Araújo es radio Sarandí, aunque haya estado en Nuevotiempo y en Setiembre FM. Emiliano [Cotelo] es CX 14, nos cuesta hoy decirle Radiomundo. Yo me he identificado con Sarandí, es una radio donde yo siempre quise estar, estoy haciendo el programa que quiero (los sábados) y en la radio que quiero. La radio lo entiende, y hemos generado un vínculo que, en este caso, sirve. Pasa hasta con los relatores: vos no concebís a [Alberto] Kesman fuera de Universal o a [Javier Máximo] Goñi si no es en Oriental. Hay algo de que es importante la permanencia.
“Hago una caricatura por día. Cuando se puede, se puede, y si no, reciclo. Pero la tecnología me cambió: mientras te espero, puedo sacar el iPad y ponerme a dibujar con un lápiz óptico”
Curiosamente, tu primer libro es de poesías: Sin pecado un adorno (1999)...
Sí, lo publiqué en Buenos Aires. Yo siempre leí todo: en casa había una gran biblioteca, mis padres maestros, la biblioteca de mi tía Edna me introdujo en la literatura latinoamericana, y siempre leí de todo. Me pasa lo mismo que con las radios: escucho cualquier cosa, leo cualquier cosa. Yo estaba en Florianópolis, en mi primer viaje solo, de estudios, y escucho una noticia vinculada a Nicaragua, en una época muy ideologizada. Y me dio por escribir algo sobre Nicaragua y no sé por qué, me salió en forma de poesía. Salió así. Y seguí… y ta, salió eso. No volví a escribir poesía. He publicado otras versiones, pero la base es el mismo libro: primero el de Buenos Aires, que no se conoció acá, después Estuario lo publicó en versión reducida con el nombre Es inmensa la noche (2011), y después Seix Barral lo publicó con dos o tres poemas nuevos, con el nombre Otra forma de silencio.
¿Y la afición por dibujar caricaturas cómo nace?
Cuando yo vivía en San José, papá había sido destituido como maestro, y trabajaba en Montevideo, y al volver me llevaba revistas. En un momento sale una revista que se llamaba Solofútbol, cuyo redactor o director era Antonio Pípo, primo hermano de papá. Y en uno de esos ejemplares vi una caricatura de Atilio García de quien fue durante mucho tiempo el caricaturista de El País, De Rosa. No me preguntes por qué, la recorté, la empecé a calcar, a copiar de un lado y del otro. Y me vino como una obsesión: mientras mi hermana juntaba servilletas en los cuadernos, yo hacía caricaturas. Empecé a juntar, a juntar, hice una exposición en San José en el museo de ahí, hasta que en un momento una gente conocida, me dijo: “Tenés que ordenarte en esto, no puede ser que dibujes sin ton ni son en cualquier papel que ves. Tenés que sistematizar esto”.
Ahí fui a varios lugares, nadie me dio pelota, hasta que me encuentro con el taller de Guillermo Fernández (alumno de Torres García), que me aceptó, estuve 10 años con Guillermo, y sistematicé la técnica. Murió Guillermo en un accidente de tránsito y estuve cinco años sin dibujar. Aparecen las redes y ahí me autoimpuse dibujar una caricatura por día.
Eso te iba a preguntar… ¿Cuánto tiempo le dedicás a la semana a hacer caricaturas?
Hago una caricatura por día. Cuando se puede, se puede, y si no, reciclo. Pero la tecnología me cambió: mientras te espero, puedo sacar el iPad y ponerme a dibujar con un lápiz óptico. Hoy, salvo excepciones, casi el 100% son digitales.
“Asesoré a un legislador que es de un partido, como antes con otros dos partidos. Yo creo que no hubo conflicto de intereses. Alguien dijo que quien crea que yo utilizo mi trabajo con otros fines que no sean lo que demuestro públicamente es porque no me conocen”
La cultura te interesa mucho, de hecho, podría decir que sos periodista cultural. Hace unos años decías en Voces que hay muchas “chacras” en la cultura, que se premia a los amigos, y no se les dan espacios a artistas o escritores que no sean de izquierda. Claro, era 2014 y gobernaba la izquierda. ¿Eso cambió con el tiempo?
Cuando hablo de chacras no solo hablo de chacras políticas, hablo de amiguismos. Pero no lo digo como denuncia. Hay muchas entrevistas a amigos; hay chacras artísticas, ideológicas, políticas; hay chacras que tienen que ver más con determinadas organizaciones; hay chacras periodísticas. Desde el punto de vista cultural, el grupo Brecha con el de La Diaria son cosas diferentes, o Búsqueda, van por caminos diferentes. No lo digo en términos de denuncia.
Yo encaro la cultura desde una mirada lo más abierta posible y sin integrar ningún colectivo. No me considero integrante de ningún colectivo, entonces puedo entrevistar a cualquiera sin preguntarle de dónde viene. Me ha pasado que intelectuales muy pesados me han criticado por cómo puedo entrevistar a Fulano o Mengana que es horrible lo que hace. Eso me da la pauta de que voy por buen camino.
Hay una creencia, muchas veces se da por sentado, de que la enorme mayoría de los artistas en Uruguay son de izquierda, que el carnaval es de izquierda, que los grandes intelectuales lo son. ¿Por qué? ¿Tiene asidero?
No es algo que me preocupe demasiado. De la misma manera te digo que hay una gran corriente de canto popular que tiene orígenes blancos y nacionalistas. Toda aquella camada de canciones dedicadas a Leandro Gómez, a Aparicio Saravia…
No sé si tiene alguna explicación que se asocie a la cultura y los artistas con la izquierda. Yo no le encuentro una explicación. Estadísticamente debe ser así, sí. Pero no es un dato que me parezca relevante, porque, justamente, para mí los artistas valen por lo que hacen, entonces trato de estar por fuera de eso. El otro día escuché en una radio que le daban la opción a los oyentes de que si no les gustaba lo que estaban escuchando, se fueran a escuchar a [Rodolfo] Fattoruso. Fue la primera referencia que escuché en un programa de radio a mi programa. Como que Fattoruso era el otro extremo. Y en el fondo me pareció divertido porque en Sábado Sarandí conviven Fattoruso, que va después del espacio de la Fundación Mario Benedetti, y antes de una nota a Mauricio Rosencof. Y a nadie le extraña que eso sea así. No sé si eso lo soportan otros programas. Ese es un valor que tiene el programa. No me agrega nada que la mayoría de los artistas sean de izquierda.
En los 90 entraste al Ministerio de Ganadería con Álvaro Ramos como ministro. Está en tu Wikipedia: en setiembre de 2019 fuiste centro de una polémica por tu pase en comisión, sin horario fijo y en un posible conflicto de intereses, dado que asesorabas al entonces senador Pablo Mieres. ¿Qué se dijo hace dos años y algo que no fuera cierto? ¿No hubo conflicto de intereses?
Yo creo que no lo había. Asesoré a un legislador que es de un partido, como había estado antes con otros dos partidos. Yo creo que no hubo conflicto de intereses. El otro día alguien dijo que quien crea que yo utilizo mi trabajo con otros fines que no sean lo que demuestro públicamente es porque no me conoce. Mi trabajo está ahí.
En TV tuviste durante años Por amor al arte en Nuevo Siglo, en canal 12 integraste el panel de Desayunos informales y fuiste suplente de Victoria Rodríguez cuando esta se iba de licencia en Esta boca es mía. Tu regreso a la tele se dio en canal 4 (donde ya habías trabajado anteriormente), en Buen día. Da la impresión de que te sentiste muy cómodo en un magazine matutino, ¿no?
El primer sorprendido fui yo. Nunca lo imaginé. Me sorprendió la propuesta del canal (jamás pensé que me podían llamar), pensé que se me venía el mundo abajo cuando pensé que iba a estar dos horas parado en una mesa conduciendo el programa. Y me sentí como pez en el agua. Con un equipo de producción maravilloso, que me daba toda la tranquilidad del mundo, con un panel con el cual interactuábamos súper bien. Creeme que yo fui el primer sorprendido.
“Se me vienen todos los conductores anteriores: desde mi amigo Daniel Castro hasta Carlos Giacosa, pasando por [Jorge] Arellano y Fernando Vilar. Es una gran responsabilidad, pero creo que me encuentra muy maduro”
Y ahora se viene un nuevo desafío, y algo inédito en tu carrera: ser la cara visible del noticiero, de Telenoche, tras la salida de Daniel Castro. ¿Te costó aceptar la propuesta, o aceptaste al toque?
No, no… demoré en contestar. Y me sigue generando dudas, pero estoy en un momento de mi carrera que, bueno, todo esto que hemos hablado en esta charla deben haber sido elementos a tener en cuenta para que el canal me confíe tamaña responsabilidad, que a mí me genera mucha expectativa, es una gran responsabilidad… Se me vienen todos los conductores anteriores: desde mi amigo Daniel Castro hasta Carlos Giacosa, pasando por [Jorge] Arellano y Fernando Vilar. Es una gran responsabilidad, pero creo que me encuentra muy maduro.
Es un informativo muy pensado. Este Telenoche 2023 está pensado mucho antes de que yo pudiera ser la posibilidad. Yo creo que es una gran responsabilidad (dice, por cuarta vez, para que quede claro). Sé lo que significa un informativo de televisión para un canal, lo tengo claro. Aunque ahora el informativo es parte de un engranaje donde también hay grandes apuestas de producciones de entretenimientos como Ahora caigo o Bake Off, a las que les ha ido muy bien. Es una gran responsabilidad. (Quinta).
¿En qué cosas se verá la impronta de Jaime Clara? ¿Vas a sentirte libre para improvisar u opinar?
No soy opinador. Salvo cuando me tocaba conducir Las cosas en su sitio, que el formato que le había dado Nacho [Álvarez] era una cosa muy de opinar, yo no soy de opinar, porque parto de la base de que la opinión de Jaime Clara no le importa a nadie. Yo creo que el hecho de hacer un programa de radio tan largo como el de los sábados (porque en el resto de los programas, acompaño), he generado un vínculo con el oyente o con los entrevistados, y yo siento que los oyentes son muy fieles a Sábado Sarandí. Y yo los siento muy cercanos por esa fidelidad.
Si yo lograra eso en el informativo, transmitir las noticias junto a Emilio Izaguirre y Viviana Ruggiero, transmitir la información con ese tono, aunque use corbata… ya está. No es contar las noticias, es empatizar con la gente en algunos temas. No puede ser que vos des una noticia de la casa de los damnificados de una turbonada, y saltes al aumento del boleto sin decir nada. Que sea solo una sucesión de noticias, donde dé lo mismo todo. La impronta que queremos compartir, sin atarnos a ningún esquema prefijado, es que cuando tengamos que comentar las noticias con mis compañeros, lo hagamos libremente. Y cuando la noticia es pura y dura, si es el precio del combustible, es el precio del combustible.
No siempre hay que editorializar…
No, ¡al revés! Y es lo que no entiendo del periodismo argentino. Están todo el tiempo editorializando, ¡todo el tiempo! Pervierten así el contenido, casi que malinformando, y dando la opinión del periodista, que —insisto— no sé a quién le importa.
En 2015 publicaste La terrible presión de la nada, un puñado de cuentos. Los periodistas no solemos escribir ficción, no es tan común. Vos escribís poesía y ficción. ¿En qué te inspirás? ¿Son pequeñas historias mínimas?
Hay de todo. Ese primer libro nace de un primer cuento que tuvo una experiencia personal muy fuerte, siendo yo escolar de sexto año de escuela. Es el cuento de un velorio, del niño que va un velorio de un compañerito de la escuela de segundo. Eso fue todo verdad, todo, todo. Decidí escribirlo, porque era una historia muy fuerte. Igual que pasó con el poema de Nicaragua en los 80. Me sentí cómodo escribiendo el cuento, después escribí otro sobre mi infancia, después otro y otro, y así durante 20 años. Algunos son inventos, algunos muy locos. El segundo se llamó Medias verdades, porque efectivamente, tomé hechos verdaderos, pero los ficcioné, y el tercero, sobre la radio, fue escrito en pandemia y fue tomar historias de radio, historias más personales, pero siempre desde el plano de la ficción.
Desde 2001 conducís un clásico de la radio uruguaya: Sábado Sarandí, que va ¡de 6 a 13! ¿Es el espacio más tuyo, donde podés ser más vos?
Sí, sí, sí, es mi programa; el resto es compañía. Es el programa que siempre quise hacer, que la causalidad quiso que lo hiciera y las distintas direcciones de la radio han permitido y apoyado que lo hiciera. Está en un horario marginal, pero he generado un espacio atractivo en ese horario.
Sábado Sarandí acaba de ser homenajeado en un libro: El mejor día de la semana. Tampoco es usual que se escriba un libro sobre la historia de un programa de radio...
Me sorprendió mucho que lo quisiera hacer BMR, una editora de productos culturales. Me estaban llamando desde hace años pata que las entrevistas no se perdieran, para coleccionarlas. Vos lo sabés bien: entrevistas de radio en formato pregunta-respuesta, las editoriales no le dan bola. Y yo nunca quise. El pretexto de los 20 años me pareció un lindo pretexto y acepté. Virginia Morales se encargó de la parte periodística, entrevistándome y llamando a gente del mundo de la cultura. Salió un proceso libro, que pretende que dentro de 20 años, los estudiantes de comunicación tengan un contenido. Y una cantidad de cosas sobre cómo armo el programa, cómo lo pienso.
Sos un periodista multifacético: prensa, radio, TV, caricaturas, poesía, ficción, entrevistas... ¿Qué tienen en común todos estos géneros y subgéneros?
El periodismo es uno solo, lo dije siempre en clase. Lo que sí tiene que haber después es la especialización para encarar el periodismo deportivo, el cultural, el que sea. Pero las herramientas que vos tenés para el periodismo de investigación son las mismas que yo usé cuando empecé haciendo periodismo agropecuario, en Cooperativas Agrarias Federadas. Después de la radio de San José, ese fue mi primer gran trabajo, estuve 10 años ahí. Cualquier periodista que se precie de tal puede ejercer cualquier tipo de periodismo, manejando correctamente las herramientas.
¿Sos feliz?
Absolutamente.
Por César Bianchi
@Chechobianchi
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