Contenido creado por Gonzalo Charquero
Curiosidades

Contracorriente

Intoxicación con camarones lo dejó ciego y en silla de ruedas: su lucha por reinventarse

El argentino Marcelo Sández consumió mariscos envenenados cuando tenía 22 años y ahora está cerca de cumplir 70.

03.09.2025 16:21

Lectura: 3'

2025-09-03T16:21:00-03:00
Compartir en

Marcelo Sández tenía 22 años cuando su vida cambió para siempre. Era octubre de 1978 y, con la euforia aún latente por el triunfo de Argentina en el Mundial, decidió viajar a Mar del Plata con dos amigos para prolongar la celebración. Lo que comenzó como una escapada festiva terminó en una tragedia que lo marcaría de por vida.

Durante el viaje, los jóvenes optaron por comer mariscos en un lugar “clandestino”. Allí pidieron camarones que, sin saberlo, habían sido recolectados durante una marea roja. “Estaban envenenados. Ahí comenzó el drama”, dijo en diálogo con Infobae.

Horas después, Marcelo comenzó a sentir un fuerte malestar: inflamación en los pies, debilidad y síntomas que lo obligaron a regresar de urgencia a Buenos Aires.

Fue internado en el hospital Ramos Mejía y luego derivado al Posadas, donde pasó más de tres meses en terapia intensiva. La intoxicación le provocó ceguera progresiva, pérdida del habla y ataxia cerebelosa, y lo dejó en silla de ruedas. Poco tiempo después, sus dos amigos fallecieron a causa del mismo envenenamiento.

“La ceguera creo que fue progresiva: no fue que dejé de ver de un día para el otro. Con el habla fue parecido. Al principio yo me escuchaba, pero los demás no. Después, era como que mis palabras no tenían sonido. Además, perdí el movimiento de la cintura para abajo. Quedé inválido”, dijo al citado medio.

Con el tiempo, de a poco, primero recuperó la voz. Luego pudo caminar. Aprendió braille, técnicas de movilidad con bastón, y se volcó al deporte. Practicó natación, lanzamiento de bala y disco, y en 1999 representó a Argentina en el Campeonato Mundial de Vela para no videntes en Miami.

En 2001 conoció a Sonia, también no vidente, con quien compartió 22 años de amor hasta su fallecimiento en 2022. Hoy, a sus 69 años, vive en el barrio de Floresta, acompañado por Gladys, su cuidadora. Se mantiene activo, escucha los partidos de Boca por radio y sigue adelante.

“Nunca me reproché haber comido esos camarones. Es algo que me pasó y tengo que dar gracias a Dios porque pude superarlo y porque voy a seguir superándolo. Mientras haya vida y esperanza, siempre se puede avanzar. Esa es mi premisa”, zanjó en su diálogo con Infobae.