El 22 de diciembre del año 2000 cayó viernes, y la temporada veraniega ya estaba en marcha en Punta del Este. Ana Paula Graña Pérez, de 17 años, vivía en Maldonado y, como tantos otros jóvenes, se aprestaba a divertirse.
Sus padres, Sergio Graña y Belky Pérez, narraron por entonces que la conducta de la adolescente ese día fue absolutamente normal. De hecho, pasó por la pizzería de la avenida Gorlero, donde trabajaba su madre, para avisarle que saldría a bailar y regresaría más tarde. Según dijo, pensaba ir con una amiga a una discoteca llamada Puerto Luna, en la zona portuaria de Punta del Este. A partir de ese momento, todo resulta confuso.
Según se pudo reconstruir, por entonces, luego de salir de la discoteca, Ana Paula había pasado efectivamente por el lugar de trabajo de su madre. De acuerdo con lo publicado a la sazón por el periódico La República, estaba en compañía de una mujer de 24 años, “con quien tenía amistad y quien solía visitarla a menudo”. También se conjeturó que una tercera joven habría estado esa noche junto a Ana Paula. Esa persona, que sería amiga de la desaparecida, viajó a Miami pocos días después de los hechos y fue contactada por la Policía mediante internet, un recurso todavía novedoso.
El navegante
En los meses posteriores a la desaparición de Ana Paula, las miradas apuntaron a un ciudadano argentino de más de 30 años, quien trabajaba como patrón a bordo de uno de los veleros más lujosos que atracaban en el balneario. Al día siguiente de la desaparición de la joven, este hombre dijo a sus empleadores que tenía que viajar de forma urgente a Argentina, y ya no regresó. Las autoridades trabajaron sobre su posible implicancia en la desaparición de Ana Paula e incluso se manejó la posibilidad de que la hubiera llevado al barco que tenía a su cargo. Sin embargo, esa línea de investigación no prosperó.
Difusión
“Pienso que alguien me la secuestró o me la vendió, algo de eso existe”, declaró Belky Pérez semanas después de la desaparición. Ella y su esposo contaron que su hija solía salir de noche; aseguraron que siempre avisaba a dónde iba “o dejaba una cartita diciendo dónde estaba”.
El resto de la familia de la joven también rechazó de plano la posibilidad de que la joven se hubiera marchado voluntariamente.
“No hay ninguna razón para pensar que se fue por su voluntad. Incluso había elegido los regalos que quería para Nochebuena, a celebrarse dos días después de su desaparición, y estaba alegre, sin el menor signo de nervios o preocupación. Yo la vi esa tarde”, dijo en junio de 2001 una tía de la muchacha.
Desde el entorno familiar se sospechó de “una mafia puntaesteña de traficantes de mujeres y drogas”. La sociedad civil se movilizó, y hubo una marcha en reclamo de avances en las investigaciones. En abril de 2001, el caso fue abordado en la Junta Departamental de Maldonado. En esa ocasión hizo uso de la palabra el entonces edil nacionalista Sergio Veloz, vecino de la familia de la joven.
“Es una hija de trabajadores, una chica que desapareció en el medio del mayor misterio y, a pesar de los esfuerzos, que sabemos que han sido muy importantes, del Estado y concretamente de la Jefatura de Policía de Maldonado y de todas las oficinas que están tratando este caso, no ha podido ser ubicada”, expresaba el curul, quien recordaba otros casos de desapariciones de jóvenes en el departamento.
Zona de interés
Durante años, las búsquedas giraron en torno al predio conocido como “el tanque de OSE”, en avenida del Mar casi Pedragosa Sierra, en San Rafael. Según informara la emisora fernandina FM Gente, en ese lugar se trabajó en primera instancia en febrero de 2006 y a pedido de la familia de Ana Paula, luego de que el vidente Marcelo Acquistapace señalara que ella habría estado allí en sus últimos minutos de vida. Sin embargo, no hubo ningún resultado. En 2014 se excavó en un predio lindero al de la búsqueda anterior, pero tampoco en esa ocasión surgieron indicios que permitieran arrojar luz sobre el enigma.
En octubre de 2007, el hallazgo de restos óseos humanos en la zona de Punta Ballena reavivó dos casos: el de Ana Paula y el de Silvia Mabel Fregueiro Yacobazzo, una joven olimareña que a fines de 1994 había llegado a Maldonado en busca de trabajo en la zafra estival y que desapareció el 21 de diciembre de ese año. Sin embargo, no se comprobó que los huesos hallados pertenecieran a ninguna de las dos mujeres.
Un número en una larga lista
Tal como detalláramos en un informe audiovisual en agosto pasado, las denuncias por desapariciones en Uruguay son numerosas, pero la mayoría se aclaran y no tienen un final trágico. Solo en el primer semestre de 2025 se reportaron cerca de 3.000 casos.
Hoy, Ana Paula sonríe desde una pequeña foto en el portal de personas ausentes del Ministerio del Interior. Es una de las casi doscientas fichas recopiladas en la página y —curiosamente— tiene un grosero error en la fecha de su desaparición.
En esa imagen, ella permanece para siempre como esa adolescente que, en una noche de verano, saludó a sus padres con un gesto casual y despreocupado antes de irse a bailar como tantas noches, sin sospechar que estaba a punto de convertirse en un doloroso misterio.
En caso de poseer información sobre el paradero de Ana Paula Graña Pérez, puede aportarla a través del teléfono 2030-4638 o a la casilla de email [email protected]
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