Seré curioso

El rockstar que quería ser murguista

Guillermo Peluffo: "El rock nacional jamás gozó de buena salud"

El vocalista de Trotsky Vengarán adelgazó para seguir jugando al fútbol 5 y la banda acaba de sacar CD. Charla con el frontman que no quiere renunciar a nada. Por César Bianchi.

31.01.2017

Lectura: 24'

2017-01-31T00:00:00-03:00
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Guillermo Peluffo me confiesa -casi a oscuras, en el living de su casa- que más de una vez pensó dejar la música y dedicarse a otra cosa por las críticas crueles que lo comparaban con su hermano Gabriel, el líder de Buitres. Pero que después de planteárselo en su fuero más íntimo, ya ven qué decidió: al frente de Trotsky Vengarán acaba de sacar su decimosegundo disco de estudio, discografía a la que se le suman tres en vivo. Es ahí, en el vivo, donde la banda se luce con su potencial rockero en clave punk (temas cortos a lo Ramones) y estribillos pegadizos. Pero lo que quieren hacer -y vale que lo diga como excusa de la salida de "Relajo pero con orden"- son canciones populares. Él quiere que un grupo de amigos escuche el disco mientras se comparte una cervecita y prenden el fuego para un asado, pero también que lo pasen en la radio y si usan un track para un comercial de TV, se negociará, pero al menos ese dilema de principios ya no existe.

Mientras acaricia a su gata Doménica -en homenaje a la sobrina de Tony Soprano-, el ex "gordo" Peluffo -de oficio publicista- repasa cómo fue adquiriendo la gimnasia de showman, cuánto le costó radicarse temporariamente en Chile cuando el país se derrumbaba pero a Trotsky le iba cada vez mejor, cuánta vida le queda al rock, qué es la cumbia cheta, por qué los inspiró León Trotsky, lo mucho que cuesta vivir de lo que sea en Uruguay y la vida misma.

El diálogo veraniego sólo lo interrumpió para amonestar a "Nica" -apodo de Doménica- porque para hacerse la crá delante de las visitas trajo un pájaro vivo, que había cazado en el patio, y lo dejó en el piso del living, para alardear nomás. Tras el rezongo, Guille Peluffo aclaró que quiere seguir siendo un héroe del rock, ovacionado por multitudes, pero que en el súper o el kiosco prefiere pasar desapercibido, como cualquier uruguayo promedio que se precie de bizcochear y chiflarle al guarda.

Por César Bianchi
@Chechobianchi

 

-¿Qué tiene de nuevo "Relajo pero con orden"? ¿O la idea es que suene como siempre suena Trotsky?
-Nosotros racionalizamos lo que hacemos por el ejercicio de enfrentarnos a periodistas, pero lo que decimos entre nosotros, en caliente, termina siempre alejado de la realidad y el resultado final. Esta vez, cuando empezamos a trabajar las canciones nos resultaron naturales, nos sentimos muy cómodos con las melodías, sentíamos que había una alegría en alguna canción, había letras que tenían que ser de humor desde la música, con ritmos juguetones, cosas fáciles para bailar. Nosotros nos ponemos a componer y después vemos lo que hay (componemos todos juntos, se tratan las ideas y melodías en grupo, las letras son casi todas mías). Lo que sí es cierto es que la letra hace al éxito de una canción; vos podés tener una melodía preciosa, muy bien arreglada, pero si no conseguís una letra que enganche en algún sentido podés estar arruinándole la carrera a una canción. La letra lo aterriza a la propuesta original, termina de hacer de Trotsky un producto más uruguayo, más personal.

-Dijiste "cosas fáciles para bailar". ¿Buscan que sus canciones de rock sean bailables?
-Y si sale...Si sale un ritmo juguetón, que se pongan a bailar. Puede salir un rocanrol para bailar. A la luna, ponele, tiene una cosa como de rock-pop de los 80 como del tipo B'52. El tipo te saca un riff, una melodía graciosa... y decís: "Bueno, esto tengo que acompañarlo". Nosotros respetamos mucho lo que sale de las melodías, de las sensaciones que te transmiten, y después en la letra tengo que hacer un universo armónico.

-¿Tiene vigencia el disco físico? Porque ha cambiado la forma de escuchar música, a nivel mundial: hoy con pocos dólares por mes escuchás toda la música que quieras en Spotify. Pero los artistas siguen sacando discos en formato CD.
-Nosotros creemos que existe todavía: hacemos discos físicos. Nos parece que no es una acumulación de canciones, es un disco. Si yo hice una canción muy divertida que está lograda, no voy a seguir explorando por ese lugar en las próximas composiciones. Y hay canciones que se corren de lugar porque no pegan seguido a X canción, pero sí en otro lugar del disco. Cuando veo el disco terminado pienso que terminé de hacer un disco como los de las bandas que me gustaban, que yo compraba con tanto sacrificio cuando era adolescente. Vos vas buscando una coherencia en lo que hacés, hay una canción que va primero y otra que va después, no da lo mismo. El que te compra el disco -aunque te lo critique, porque no le gustó- es tu mecenas, es el mecenas de la obra.

-Con el paso del tiempo y el crecimiento de ustedes -por no decir envejecimiento-, ¿va cambiando la sensibilidad a la hora de escribir?
-Cambia la sensibilidad, pero al mismo tiempo hay veces que hacés un esfuerzo por conectarte de una manera más natural con la temática. A mí me encanta analizar las cosas pero tengo que reconocer que ese análisis cambia con el tiempo y nada es permanente, vos no podés hacer una lectura definitiva de algo que estás escribiendo. Entonces te sometés al ejercicio de separarte un poco de vos mismo y dejarte llevar por algunas sensaciones asociadas o continuaciones de versos que no lográs entender por qué funcionan, muchas veces no sabés de qué estás escribiendo... más bien lo intuís. Me parece que tiene que ver con esa necesidad de que la letra quede supeditada a la melodía. Entonces hay cosas que funcionan musicalmente y vos tratás de respetar eso, y te dejás llevar por lugares extraños. Y de repente vienen tipos que te conocen y que son sensibles y te dicen: "en esta canción estás hablando de tal cosa". Y capaz que la lectura del tipo es perfecta y vos no te habías dado cuenta.

"Nosotros hacemos discos físicos. No es una acumulación de canciones: es un disco. Pienso que terminé de hacer un disco como los de las bandas que me gustaban, que yo compraba con tanto sacrificio cuando era adolescente".

-Pero ya no escribís de lo mismo que antes...
-Escribo de lo mismo, de las mismas cosas, pero desde otro lugar. Hice un esfuerzo por volver a escribir sobre la vida cotidiana. Lo cotidiano puede adquirir un lugar especial si lo hacés con cariño, con respeto o con astucia.

-Pero años atrás, varias letras hablaban de dealers, de "emparrillarse", y curiosamente el público de ustedes fue cada vez más adolescente. ¿Te condiciona para escribir?
-Esa letra -la de Satamán- trata de hablar con cariño de un personaje de la noche que suele ser retratado como en gángsta-rap o como una persona execrable. Habla de una persona (que es dealer), un amigo mío, a quien me crucé una noche que estaba escribiendo letras y se me pararon las antenas. Pero no es que estaba buscando escribir sobre eso. Estábamos con un amigo tratando de pegar algo y él vendía otra cosa, y nos quedamos conversando. Todas las frases de la canción eran frases de él, desde su manera de hablar y su experiencia de haber salido de la cana hacía poco. Nosotros queríamos pegar un porrito en verano y el amigo estaba vendiendo merca, anfetaminas, pasta, todo lo que quisieras... y él nos dice que "está todo mal... ahora me saludan todos, pero de día nadie me quiere saludar. Me tratan como un perro... y aparte la sociedad me condena, y parece que yo no me puedo emparrillar. ¿Por qué? Todo el mundo se emparrilla, ¿y yo no puedo?". Entonces, cuando vos te cruzás con un personaje así y justo estás componiendo, tenés suerte, y elegís las palabras correctas, hacés una buena historia. Jaime Roos, cuando estábamos haciendo ese disco, dijo: "Esta canción la van a cantar los niños. De lo que habla no importa. Es demasiado buena". Dice cosas de una manera muy cruda, pero lo dice como al pasar. No pone el énfasis en su oficio, sino en que "el tipo sabe quién es gente", y eso es lo que te lleva a que tenemos algo en común. ¿Vos tenés un trabajo re careta? Yo también. Y el pobre dealer está en la misma. No traté de contar cómo es la noche. Volviendo al último disco: funcionan muy bien las letras con la música y el título cayó muy bien, muy divertido. Creemos que una banda como Trotsky tiene que aportar eso a la escena: no pasar desapercibido. Es un pecado para una banda como Trotsky pasar desapercibido, pero tampoco vamos a posar de adolescentes o jóvenes antisistema porque tampoco lo somos. Es un equilibrio endeble sobre el que hay que caminar y hacerlo de manera honesta.

-El género de Trotsky es punk-rock, pero, ¿hay un nicho de gente interesada en el punk uruguayo (puro, por así decirlo), o el público de ustedes es el mismo de Buitres, La Vela o NTVG? 
-Lo que nosotros hacemos son canciones populares en clave punk-rock, y creemos que el segmento que usamos como inspiración fundamental -el de los Ramones, los New York Dolls, The Clash, y los Sex Pistols- tiene melodías hermosas, en algunos lugares muy pop (como los primeros discos de los Ramones, y los Clash coquetearon con la música disco), todas tienen estribillos, todas tienen eso de cantar e invitar a celebrar la música. Ese es el género que nosotros elegimos para hacer canciones populares. Queremos hacer canciones que sean parte de la banda de sonido de las personas. Que se pasen en los casamientos, en los cumpleaños, y si los amigos se juntan, mientras toman una cervecita, pongan tu disco.

-Tu hermano Gabriel es el líder de Buitres, el rockstar fachero por el que suspiran las chicas. ¿En algún momento te afectó de algún modo? Recuerdo una publicidad de Pilsen en la que hacían mención a eso: hablaban de Peluffo, entrabas vos, y la voz decía: "No, el otro Peluffo" y te ibas apesadumbrado... ¿En la vida real te condicionó de algún modo?
-No, no, desde ese lugar jamás me afectó. Sí me afecta la comparación que se hace a nivel artístico, ahí sí. Porque te obliga a analizar la obra que hace tu hermano con esos ojos, comparando, o te obliga desgraciadamente a decir: "No me puedo mover por acá, porque por acá camina Gabriel todos los días", y no tengo ganas de que crean que estamos compitiendo. Entonces, a veces te alejás de algunos lugares desde donde se pudieron generar canciones muy buenas. Pero con el paso del tiempo ya dejás de pensar en esas cosas... y te dicen, con tal canción: "Pero esa es como una canción de los Buitres". Y sí... como hacemos otras que son como de los Ramones. Es bastante lógico, estás en un espacio reducido de una composición melódica y claramente (Buitres) es una influencia importante para nosotros. Hemos invitado a Gabriel a cantar canciones que estaban más hechas a su medida que a la mía. Pero es que tengo un registro vocal acotado, que con los años he podido dominar. Hay veces que llamo a Gabriel para que me diga cómo se canta esa canción, porque yo no tengo ni idea. Gabriel la canta, yo la grabo arriba, y después borramos la pista donde grabó Gabriel y no guardamos ningún registro... porque le queda mucho mejor a él. (Risas). 

"Es un pecado para una banda como Trotsky pasar desapercibido, pero tampoco vamos a posar de adolescentes o jóvenes antisistema porque tampoco lo somos. Es un equilibrio endeble sobre el que hay que caminar y hacerlo de manera honesta"

-En el libro "Nos íbamos a comer el mundo", de Kristel Latecki, "Beto" García de Koala Records, cuenta que "un reconocido periodista" le dijo una vez: "Guillermo Peluffo no puede cantar en una banda de rock, porque su hermano es el mejor cantante de rock en Uruguay". ¿Cómo tomás comentarios de ese tipo?
-En algún momento de capa caída, te puede doler mucho. Si para algo sirve estar mucho tiempo tocando es para que algunas cosas las valores distinto. En su momento eso te duele porque te ponés a pensar si en algún momento no te tendrías que haber dedicado a otra cosa... Pero bueno, es bastante lógico... Él (Gabriel) es un gran cantante y en realidad a veces me pregunto si tuviese que empezar todo de vuelta, si vale la pena el mal trago que te hacen pasar con esas comparaciones.

-¿Y a qué conclusión llegás?
-Yo que sé... ya estamos acá. Yo estoy muy contento con haber formado una banda de rock.

-Trotsky Vengarán sigue vivita y coleando, cuando muchas bandas quedaron por el camino.
-Eso es cierto, lo cual no significa que sea saludable. En Uruguay somos muy pocos, pero hay muchísimos artistas, hay gente que es súper talentosa y desgraciadamente no se le dio, y terminan rebotando. Es muy difícil ser artista en Uruguay, aunque es muy fácil llamar la atención.  Es fácil llegar y concursar por el Fonam o ganar un auspicio de la Intendencia o conseguir tocar en un lugar en buenas condiciones, eso es muy sencillo comparado con otros lugares. Pero es muy difícil el segundo escalón: "A partir de ahora voy a instaurar mi propuesta". Es bravo el segundo escalón, te chupa mucha energía. Que alguna banda haya desaparecido no significa que yo le gané, sino que estuve dispuesto a soportar más cosas. Llegan momentos en que parece que el rock tuviera los bolsillos rotos y se le cayeran las ganas de divertirse. Cada tanto le pasa eso al rock uruguayo. Y cuando se vuelve más políticamente correcto es cuando viene el momento de Trotsky. Porque no podés pedirle al rock taaanto compromiso todo el tiempo. Si se quiere, a nosotros nos importa hacer un buen show, divertido, nos hemos vuelto showmen, gracias a mi amigo Hugo (Díaz, guitarrista), que tiene una personalidad exuberante en el escenario. Este oficio no lo hacés a Pilsen Rock, lo hacés a Club de Canelones, cuando esperás 2.000 personas y hay 60, o para un festival de Mevir... ahí aprendés a ser un showman. Si tenés 50, tenés que remarla más: "¡Bienvenidos a esta noche fantástica! ¡Vamos a pasarla bien!".

-El participar de publicidades de marcas -como la que hablamos de Pilsen- les ha granjeado críticas de quienes piensan que un verdadero rockero de pura cepa no puede "venderse". Vos, que además trabajás en publicidad, ¿qué pensás?
-Yo diría que más que el rockero, la gente cree que el artista no puede contaminarse de un proceso comercial. Es una idea que yo comparto: yo creo que no es saludable que el artista componga por encargo. Pero ahí está la diferencia. Ahí nosotros trazamos una línea. Sería muy hipócrita de mi parte trabajar en publicidad y decir: "yo no hago publicidad". Todo tiene un precio. Nosotros tuvimos diferencias internas cuando surgió esa publicidad de Pilsen. Tomando una cerveza lo discutimos. Yo dije: "Si vamos a tener principios, que así sea. Ahora te están ofreciendo esta plata, más adelante no va a estar esa plata'". ¿Por qué no agarramos esa plata y la invertimos en la banda, para comprar mejores instrumentos? Y fue lo que hicimos. Yo planteé: ¿es un problema de principios o de dinero? Porque si es un problema de dinero, se pide más dinero. Pero de repente no es una cuestión de principios, es de... estupidez. Tus principios te van a hacer ir a tocar a lugares donde no querés ir a tocar. Si tenés principios, entonces le decís que no a Pilsen, ¿pero vas a tocar a W Lounge? Sirvió para discutir. O la otra: toco en el Pilsen Rock, ¿pero no hago la publicidad de Pilsen? Entonces definimos algo: lo que no hacemos es comprometer nuestra obra por un beneficio económico. O sea:  no por plata te voy a hacer un tema que nunca haría para un disco de la banda, y no voy a poner un tema que no me gusta pero que me parece que va a vender más discos. Ese dinero nos permitió que en plena crisis hiciéramos tres discos seguidos y no esperar que un sello nos diga cuándo es un buen momento para sacar un disco.

"Llegan momentos en que parece que el rock tuviera los bolsillos rotos y se le cayeran las ganas de divertirse. Cada tanto le pasa eso al rock uruguayo. Y cuando se vuelve más políticamente correcto es cuando viene el momento de Trotsky. Porque no podés pedirle al rock taaanto compromiso, todo el tiempo"

-En la misma década en que tocaron para un complejo de Mevir, también fueron animadores constantes de los Pilsen Rock en Durazno y tocaron frente a casi 100.000 personas. ¿Qué cambia en tu actitud cuando mirás para el fondo y no ves dónde termina?
-No sólo no ves dónde termina, sino que ves que te dan bola, que eso es lo que más te aterra. Te das cuenta que estás al mando de una multitud inimaginable. Para eso no hay entrenamiento, si te ponés a investigar hay muy pocos artistas a nivel mundial capaces de lidiar con una multitud así. Es como tocar penúltimo en Glastonbury, es muy estresante. Nosotros sacamos oficio de donde no había, metimos como caballo y tratamos de ser lo más teatrales posible.

-¿Cómo nace esa simbiosis con la gente, tan particular, donde te gritan "gordo puto" y vos les contestás naturalmente? Da la impresión que te lo dicen cariñosamente...
-Es como una exaltación de la filosofía de barrio. Surge también porque nosotros intentamos desmitificar eso de "soy el artista, vos sos el público, vamos a cantarte una canción". Yo que sé... es un recital de rocanrol. Nació un poco como un juego. En algún momento reaccionamos mal, hasta que decidimos reaccionar como en una cancha de fútbol, donde te putean y les devolvés la puteada. Es una dinámica muy rioplatense eso de bardearse, de tirarse cosas. Después se tornó parte de la diversión del asunto. A veces les decimos cosas feas a la gente, por ejemplo: "Pensábamos tocar para gente con olor a shampú, y acá hay un olor a sobaco insoportable". Esas cosas.

-Igual ya no estás gordo... ¿Hiciste dieta?
-Sí... hice un tratamiento de esos que se publicitan, básicamente porque quería seguir jugando al fútbol 5. No fue por una preocupación estética, fue porque estaba viendo que gente más vieja que yo todavía juega. Cuando sos joven te reís de los partidos de papi fútbol, pero cuando te llega la edad te das cuenta que no es tan fácil jugar al papi fútbol, y en la cancha de al lado veía tipos de 65 ¡que juegan bárbaro al fútbol! Y yo pensaba: si sigo así, no llego al año que viene jugando al fútbol. Por eso hice el tratamiento para adelgazar.

-Hace algunos años emigraste a Chile para trabajar en una agencia de publicidad y venías de forma intermitente para tocar acá. ¿Cuándo decidiste volver para radicarte acá?
-Eso fue entre 2002 y 2006. Fue traumático para mí ir a vivir a Chile. Lo sentí como un exilio económico dolorosísimo, un desarraigo total. Fue de los peores años de mi vida, porque estaba allá en Chile con mi familia, pero lejos de la banda y mis cosas. Y cuando venía acá -y a la banda le estaba yendo muy bien- estaba lejos de mi esposa y mis hijas. Fueron años de mierda, porque no podía estar bien en ninguno de los dos lados. O sea que los años de explosión de Trotsky fueron horribles para mí, personalmente. Me costó mucho que me empezara a ir bien en Chile. Yo fui con una productora de acá, estaba en una casa muy linda con piscina y todo, pero no tenía trabajo. Estaba en una mansión, pero comiendo arroz y fideos. Y cuando me empezó a ir bien, y me fue muy bien (en Chile, donde todo es serio y profesional), me vine, porque si no me venía en ese momento tenía que quedarme a vivir allá, porque mis hijas se estaban empezando a arraigar. Yo quería volver a Uruguay, desde el día que llegué a Chile.  

"Hice un tratamiento (para adelgazar), básicamente porque quería seguir jugando al fútbol 5. No fue por una preocupación estética, fue porque estaba viendo que gente más vieja que yo, todavía juega. Yo pensaba: si sigo así, no llego al año que viene jugando al fútbol".

-¿Cuesta vivir de la música en Uruguay?
-¿De qué no cuesta vivir en Uruguay? Cuesta vivir en Uruguay. No dan los números. Somos muy pocos, y los trabajos creativos que no están asociados a un producto que chorrea de la otra punta no son valorados. La industria cultural no es concebida como una industria. Hace 20 años que los ministros de Turismo se esfuerzan por hacer ver que el turismo es una industria y tenés que cuidarla. Es una consecuencia de ese exacerbado marxismo que domina al pensamiento uruguayo. Sería bueno que Marx viviera hoy y viniera acá, para explicarnos si todos estos servicios y todas estas cosas no son bienes también. 

-Ya que mencionás a Marx, ¿por qué bautizar con el nombre de Trotsky una banda de rock?
-Porque en el momento histórico que lo hicimos, éramos estudiantes de liceo y se venía la época de la Perestroika. Mientras sucedían esas cosas, tiraban abajo la estatua de Stalin y se empezó a desmoronar toda Europa del Este, hubo un personaje clave de todo ese cuento que era como una espina en el imaginario del comunismo internacional: Trotsky (N. de la R.: León Trotsky o Trotski, político y revolucionario ruso de origen judío (1879-1940). Fue organizador clave de la Revolución de Octubre de 1917; se enfrentó a Lenin y a Stalin. Tras enfrentar a este último, como opositor de izquierda, fue asesinado en México por un agente soviético encubierto).  Fue Gerardo Michelín el que dijo que una banda punk tenía que llamarse Trotsky, y ahí buscamos una palabra más para que sonara raro. "Trotsky vencerá", "Trotsky se vengará", y al final quedó "Trotsky Vengarán".

-Hay que ver cuántos aficionados a Trotsky saben quién fue Trotski...
-Hay que ver cuántos frenteamplistas saben quién fue (Líber) Seregni, cuántos del Pit-Cnt saben quién fue (José) D'Elía... Nosotros somos un poco irresponsables cuando tomamos un nombre y lo ponemos en un collage -es cierto-, pero es parte del código genético del punk rock. En el punk rock ves convivir esvásticas tachadas con otros que las usan con orgullo... Lo que entiendo que hizo esa generación fue tratar de sacarle el contenido a todos los símbolos de la Inglaterra de la posguerra y tratar de abrazarse a lo que quedaba de imperialismo: entonces atacan esos símbolos para vaciarlos de contenido, y en el medio surgieron movimientos nazis asociados a los punks, después nacieron los cabeza-rapadas antinazis, y es una mellange extraña como el tango Cambalache. Lo cierto es que nosotros, como hijos de esa generación, tomamos el nombre de Trotsky sin calcular las consecuencias, y lo hicimos cuanto teníamos 17 o 18 años. Ojo, que cuando arrancamos con Trotsky, ya no había Unión Soviética, estaba Bush padre caminando por Irak, ahí nació la banda.

-Hace poco Santiago Tavella cantó con la banda Cumbia Club un tema de cumbia villera, y Tabaré Rivero lo destrozó: dijo que le daba pena y vergüenza ajena. ¿Qué tan purista o desprejuiciado sos vos al respecto?
-Mi sueño era salir en murga o en parodismo, cuando era niño. Yo no creo que haya un género que sea más digno que otro. Me pareció una opinión totalmente desafortunada de Tabaré, y más que la haya expresado en redes sociales. Como ves senadores discutiendo en canales de TV lo que podrían poner en un blog, y dedicarse en su trabajo a hablar de cosas importantes y no si la esposa del presidente colgó una pancarta (NdeR: se refiere a la balconera Navidad con Jesús). Son boludeces. Lo que dijo Tabaré Rivero es un acto intolerante.

"¿De qué no cuesta vivir en Uruguay? Cuesta vivir en Uruguay. No dan los números. Somos muy pocos, y de los trabajos creativos que no están asociados a un producto que chorrea de la otra punta, no son valorados. La industria cultural no es concebida como una industria".

-¿La cumbia cheta es una moda?
-La cumbia cheta es un género, si es una moda lo dirá el tiempo. Yo le veo elementos muy superficiales... a los artistas más populares los veo repitiendo una fórmula, lo mismo que con el reggaeton, o como fueron en su momento los fenómenos de Chocolate y todo eso... No sé hasta cuándo podés cantar de minas buenas y de pasarla bien. Pero los tipos han metido temas populares y eso es respetable. Lo que sí me llama la atención es la aceptación que tiene entre las feministas toda esa temática del perreo y todo eso... me devana los sesos.

-En el final del libro de Latecki -sobre el rock entre el 90 y el 2009- se deja la inquietud abierta de si se está viviendo una agonía del rock nacional. ¿Vos qué pensás? 
-El rock nacional jamás gozó de buena salud, porque si vos no tenés artistas emergentes que estén en la órbita entre los 18 y los 25 años jamás va a gozar de buena salud. Lo dije hace años, cuando estábamos en la cresta de la ola. Esto va a ser un fenómeno creíble y sustentable cuando logremos que las bandas emergentes sean jóvenes. Es una cuestión etaria. Hay bandas jóvenes, pero les cuesta muchísimo salir a tocar, hacerse conocer y llamar la atención. Sin embargo, el muchacho que tiene Rombai y Márama, ¿cuántos años tiene? (NdeR: Fer Vázquez tiene 22 años) y tiene tres bandas... Creo que el rock uruguayo siempre va a estar vigente para ser retomado por distintos artistas en distintas generaciones y en distintos momentos. Siempre va a existir como género, como el tango, la milonga y el candombe.

-La vida de un punk en Uruguay está muy lejos del mito de sexo, drogas y rocanrol... ¿O algo de eso perdura?
-Yo no me considero un punk, me considero un emergente de la cultura del punk. Digamos que soy un rockero. Pero a medidas que pasan los años, vos no querés renunciar a nada y querés disfrutar de todo. Querés disfrutar de la noche, en una dosis, pero querés disfrutar de la familia, en una dosis, y del fútbol 5 con amigos, en otra dosis. Quiero todo: ese es nuestro pecado mayor. Querés todo y que tu música sea popular, pero no que te reconozcan en la calle. Queremos ser uruguayos. Querés emborracharte y no que alguien te conozca y diga: "¡Ey Peluffo.!". Querés ser el uruguayo de clase media, pero no querés dejar la noche y su lado más sórdido.

-¿Sos feliz?
-Soy ciclotímico. Tengo períodos donde me siento realizado, que puedo mirar el horizonte y decir: "Qué lindo lo que hemos hecho y lo que nos queda por hacer", pero son momentos muy breves. Enseguida sobreviene la noche, la desesperación, y el convencimiento de que hay que moverse porque nos está comiendo el confort y hay que pensar un proyecto nuevo. Y reformular todo.

Montevideo Portal | César Bianchi
Fotos: Juan Manuel López