Seré curioso

Seré curioso

Gregorio Pérez: “Cada día, cuando abro los ojos, me pregunto: ¿Qué voy a aprender hoy?”

Profundo y reflexivo, el veterano entrenador habla de Defensor del 76 y el actual que dirige, el Quinquenio con Peñarol, y de la vida misma.

18.02.2021 10:08

Lectura: 25'

2021-02-18T10:08:00-03:00
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Por César Bianchi

Fotos: Juan Manuel López

Este hombre que creció trabajando en el campo, tomando leche tibia al pie de la vaca, de niño quería ser futbolista. Soñaba con jugar en Peñarol, el cuadro del que era hincha rabioso, como su padre. El 5 querendón y de pierna fuerte llegó a la capital. Recaló en Wanderers y estuvo a punto de volverse a su pueblo, Gregorio Aznárez, cuando advirtió la violencia cotidiana de los años que fueron caldo de cultivo de la dictadura. Un compañero lo convenció y se terminó quedando.

Gregorio Elso Pérez pasó a Defensor y allí hizo historia en aquel equipo conducido por el Profe De León que rompió la hegemonía de los grandes y se consagró campeón uruguayo en 1976. Jugó en Bella Vista con Óscar Washington Tabárez, con quien forjó una duradera amistad, y luego lo acompañó en la selección uruguaya que disputó el Mundial de Italia 90. Tres años después firmó con Peñarol, como quería su padre (Gregorio como él), pero en rol de entrenador. Y en ese papel Gregorio Elso volvió a hacer historia: fue el forjador de un plantel ganador que obtuvo cuatro de los cinco títulos de campeón uruguayo del Quinquenio 1993-97. Hoy no entiende cuando lo tildan de defensivo o de jugar "al pelotazo". Eso dice el DT que ponía en una misma cancha a Ruben Pereira, Bengoechea, Pacheco, Zalayeta y Aguilera.

Hoy, con 73 años, Don Gregorio dirige técnicamente a Defensor Sporting y se siente vigente. Dice que ha asimilado los cambios que propuso "la piqueta fatal del progreso" en el fútbol moderno, sin perder su esencia, la que lo trajo hasta acá.

En los últimos días, Gregorio ha estado sumido en sus tribulaciones desde la trágica muerte del futbolista Santiago García. Él, que en cuatro décadas de trabajo como DT ha dejado unos cuántos jugadores fuera de un plantel, ahora se cuestiona si fue lo suficientemente claro y sensible para comunicar que no contaría con ellos, y se lamenta por frustraciones ajenas que quizás él causó.

El hombre agradecido a "la hinchada de Peñarol" por el cariño que todavía le brinda en la calle (y lo vital que fue en los 90), asegura que lo que lo mantiene vivo es despertarse cada día y preguntarse: "¿Qué voy a aprender hoy? ¿De qué forma me voy a seguir superando?".

-¿Qué quería ser de grande cuando era chico?

-Quería jugar al fútbol... como todo niño uruguayo y de un pueblo del interior. Es similar, pero con otras posibilidades, al que jugaba en el barrio, acá en Montevideo. Allá jugábamos en el campo, acá juegan en la calle.

-¿Cómo fue su infancia en Gregorio Aznárez (Maldonado)?

-Linda infancia. Primero se llamaba Estación las Sierras, por el Cerro de las Ánimas, el Tupambaé, y hasta finales de la década del 20 llegaba el ferrocarril ahí, había una rotonda que daba vueltas y había un tanque de agua y la leña que alimentaban a la máquina para que regrese. Pasó a ser pueblo Gregorio Aznárez en reconocimiento a quien abrió las fábricas azucareras, donde trabajaron nuestros padres, no solo del pueblo sino de las zonas aledañas. Él fue el alma-mater, se llamaba Gregorio Aznárez.

Nací en un hogar humilde, pero con una muy buena enseñanza. Y dentro de las posibilidades, en un hogar humilde, a mí y a mi hermana no nos faltó nada. Mi papá trabajaba en la industria, era un obrero, pero nunca nos faltó la leche, las verduras, criar un cerdo, tener una vaca... yo me crié tomando leche al pie de la vaca, cuando la ordeñaba mi padre.

-¿Cómo se recuerda como futbolista? ¿Cómo se definiría, para los que no lo vieron jugar?

-Yo jugaba de volante central, número 5, todavía se decía centre-half. Alterné afuera, después jugué en la selección de Maldonado. Era la época donde era la selección de todo el departamento, y no había empresarios ni contratistas, iban los técnicos y los dirigentes de los equipos a ver jugadores. Vine a Wanderers en el año 72, estaba en la B, vine a una práctica y quedé. Viví en San Fructuoso y Agraciada, en una época difícil, con poco conocimiento de lo que pasaba acá en la capital porque las noticias que teníamos eran a través de la radio o algún diario que llegaba... Pero no teníamos conocimiento en profundidad de lo que pasó al poquito tiempo...

-Está hablando de años violentos, la previa del golpe de Estado. ¿Pensó en volverse para su pueblo?

-Bueno, nos costó adaptarnos. Una noche tuve la intención de irme de vuelta para el pueblo, sí. Por el clima que se vivía e ignorábamos, en fin... Una noche estuve a punto de irme, y tenía un compañero, Raúl Ferreira, de Treinta y Tres, con el que vivíamos juntos ahí en la sede, donde estaba la cancha de paleta de Wanderers. Ya había aprontado todo para irme, pero lo difícil era pedirle a la señora que cuidaba la sede que me abriera la puerta. Ella era la tía de (César) Iroldi, el campeón mundial de pelota vasca, ella cuidaba y nos cocinaba. Y llega este compañero, que jugaba de zaguero, y me dice: "Pero no Canario, ¿cómo te vas a ir? ¿Qué vas a hacer a tu pueblo? Estamos en el fútbol profesional, en Wanderers, quedate, esto va a pasar". Y bueno, me quedé.

Ascendimos con Wanderers, después hicimos una gira por Centroamérica y Estados Unidos. Tuve un pasaje por Cerro, de ahí pasé a Defensor en el 76 y 77, en el 78 me llevó (Alberto) Spencer a la Católica de Quito, y después regresé, jugué en Bella Vista, Central Español, Progreso, Ituzaingó de Maldonado, y me retiré en Progreso en el año 80. Y en el 81 acompañé a Ildo Maneiro (había sido compañero del curso de entrenadores), que agarró como técnico en Progreso, fui su ayudante.

"El Defensor del 76 era un equipazo. Era un plantel corto, pero estábamos convencidos de lo que estábamos haciendo. En las últimas semanas el Profe decía algunas palabras y nosotros solos lo hacíamos. Estábamos convencidos y nunca claudicamos"

-Lo dejó en la historia haber integrado el plantel campeón de Defensor en 1976, aquel equipo que rompió la hegemonía de los grandes al salir campeón uruguayo. ¿Qué tuvo de especial ese equipo?

-Se ha hablado tanto de ese equipo del profe (José Ricardo) De León... Lo tengo acá (se señala el corazón). Era un brillante hombre... Una psicología y una convicción sobre lo que transmitía que te llegaba. Era un docente, un hombre muy preparado, un deportista nato, además. Nos transmitió muchos valores. Yo tuve la gran fortuna de tenerlo, y después de jugador, fui ayudante de campo de él, en Defensor en el 83 yo acompañaba a Baudilio Jauregui, y en el 84 llegó él.

¿Qué tuvo de especial ese Defensor? La gran estrategia de llevar a cabo lo que se había entrenado. Eso ya venía desde los inicios de los 70, porque varios jugadores habían estado con el Profe en el 70, 71 y 72. Llevamos a cabo ese esquema que nos posibilitó, como dijiste, romper la hegemonía. Pero se rompió también una forma de jugar. Éramos incómodos. Por eso muchos le llamaban "el antifútbol", porque era un equipo que presionaba, pero tenía muy buenos jugadores, elaboraba muy buen juego: (Luis) Cubilla, (Baudilio) Jauregui, Pichu Rodríguez, Rudy Rodríguez, Pedro Álvarez, (Alberto) Santelli, (Líber) Arispe, (Beethover) Javier, (Ricardo) Ortiz, (Francisco) Salomón... Teníamos un equipazo. Era un plantel corto, pero estábamos convencidos de lo que estábamos haciendo. Las últimas semanas, el Profe decía algunas palabras y nosotros solos lo hacíamos. Estábamos convencidos de que era así, y nunca claudicamos.

-Fue ayudante técnico de Óscar Washington Tabárez en aquella selección que disputó el Mundial de Italia 90. Se decía que esa selección tenía un enorme potencial, y no llegó tan lejos. Y también se la recuerda por la injerencia de Paco Casal. ¿Cómo la recuerda usted a esa selección?

-Nos conocimos con Óscar en Bella Vista, donde compartimos equipo. Ahí hicimos una gran amistad. Mantuvimos una gran relación, y después cada uno siguió su camino. Él dirigió inferiores de Bella Vista, después pasó a Danubio, después Wanderers, después una selección que jugó los Panamericanos en Venezuela. Yo en el 87 dirigí Wanderers, que salió campeón del Torneo Competencia y la Liguilla, y él me había recomendado a Wanderers... Terminó la Liguilla y no me renovaron el contrato, en ese entonces Uruguay no iba a participar en un sub-19 en Buenos Aires, cambian de Ejecutivo y Julio César Franzini dice que cómo Uruguay no iba a participar en el torneo. Y ahí me eligieron a mí para dirigir esa selección sub-19. Para ese entonces, el Maestro ya había salido campeón de América con Peñarol en el 87, se fue a Deportivo Cali y luego llegó a la selección.

Yo llegué a Montevideo después de ese mal torneo en Buenos Aires, y el Maestro llegaba desde Colombia para dirigir a Uruguay. Me llama y me dice: "Tengo que hablar contigo. Me gustaría que me acompañaras, hay que empezar los trabajos ya porque Uruguay tiene compromisos internacionales". "Sí, te acompaño, cómo no", le dije. Fueron dos años muy buenos, una experiencia muy rica.

Y te quiero responder lo de Casal: se habló muchísimo, de muchas cosas que no pasaron. En aquel momento había un problema muy profundo con la prensa, de ciertos jugadores del plantel con la prensa. Es cierto que Paco Casal estaba en la concentración, como había otros dirigentes, gente allegada... No estaba viviendo en el mismo hotel, sí iba a los entrenamientos, pero te puedo asegurar que no tuvo injerencia ninguna. Cero injerencia. Y ojo que representaba a todos los muchachos o casi todos, porque era el 1 en aquel momento. Se dijeron muchas cosas... Si no hubiéramos tenido la fatalidad del penal (que ejecutó y marró Ruben Sosa) y le hubiéramos ganado a España, no se sabe dónde hubiéramos terminado. Ese fue un golpe durísimo, no nos pudimos levantar de ese partido. Recuerdo que en la gira europea previa le ganamos 2-1 a Inglaterra, y empatamos 3-3 contra Alemania. No nos fue bien en el Mundial, pero todo sirve para crecer. Fue una experiencia espectacular. Y con los dirigentes, hubo algunos que se portaron muy bien, muy capaces y que ayudaban, y otros que estuvieron muy mal.

-¿Sigue en contacto con Tabárez? ¿Tiene amistad con él o solo fueron compañeros de trabajo en aquel momento y nada más?

-Seguimos en contacto. Él ha tenido una carrera brillante, en equipos muy importantes y en la selección. La amistad continúa. Obvio con la pandemia no nos hemos podido ver, pero antes de eso, nunca dejamos de vernos y estar en contacto.

"Cero injerencia tuvo Casal en el Mundial de Italia 90. Y ojo que representaba a todos los muchachos o casi todos, porque era el 1 en aquel momento. Si no hubiéramos tenido la fatalidad del penal que erramos contra España, no se sabe dónde hubiéramos terminado"

-Fue protagonista excluyente del Quinquenio de Peñarol (93-97) al ganar cuatro de los cinco títulos. ¿Cuáles fueron las claves de ese lustro ganador?

-Peñarol tuvo un presidente que llegó en un momento muy difícil al club, en muy malas condiciones económicas. Peñarol tenía muchísimas deudas, lo puedo decir con propiedad, porque yo me reunía con el contador (José Pedro Damiani), cuando él culminaba sus tareas en el Banco República. En los primeros meses del 93 él realmente trató de formar un equipo competitivo, ya que hacía muchos años que no era campeón de la Libertadores y no era campeón uruguayo. Se estaba haciendo un trabajo en juveniles que todavía iba a llevar su tiempo, y había que conformar un plantel para, inclusive, ganar el primer clásico después de varios que no se ganaban. Y salir campeón uruguayo.

Ahí el contador Damiani aprovechó la buena relación que se tenía con Paco Casal, trajo jugadores, yo pedí que trajeran a (Pablo) Bengoechea, pedí que dejaran a Gabriel Cedrés, cuando al Gaby lo querían trocar con el "Marujo" (Otero) para que fuera a Rampla y viniera Otero. Yo dije: "No, Gabriel Cedrés va a ser el 9 de Peñarol". El presidente quería traer a un colombiano, Cruz Cruz, por él quería pagar 600.000 dólares en tres cuotas. Yo le dije: "No, presidente, no puede usted gastar esa plata. No, no, el 9 nuestro va a ser Cedrés, traiga a Otero, y a Darío Silva", le dije, que era suplente acá en Defensor. El Gaby estuvo con nosotros un semestre, lo vendieron a TyC que lo cedió a Argentinos Juniors. Peñarol lo vendió en 1.200.000. Entonces después le dije: "¿Vio contador? Se ahorró 600.000 y lo vendió en 1.200.000".

Armamos un plantel y después se fueron sumando jugadores del club, pero con un gran respaldo del contador Damiani y todos los dirigentes. Teníamos crédito ante la institución. Se fueron sumando 14 jugadores del año 93 al 95 procedentes de las inferiores. Muchos de ellos después fueron transferidos: (Federico) Magallanes, (Antonio) Pacheco, (Claudio) Flores, Gonzalo de los Santos, un montón más.

Hubo algo importantísimo también, y yo le doy un gran valor: lo más importante son los jugadores, pero lo que fue la hinchada de Peñarol... sin palabras. No voy a ver otra cosa igual. Fue algo... Mucha gente se olvida de la cantidad de puntos que le sacaron a Peñarol, por problemas de los hinchas... y hubo momentos difíciles, pero siempre la sacamos adelante, con un grupo bárbaro que tuvo poco recambio. Llegaban uno o dos jugadores por año, como vino el "Lucho" Romero, Carlitos (De Lima), Edgardo Adinolfi, con (el entrenador Jorge) Fossatti vinieron dos o tres muchachos, pero se armó un grupo muy homogéneo, con un amor propio bárbaro. Después vino la pelea de Damiani con la prensa, y eso fortaleció al grupo.

-¿Todavía el hincha en la calle le agradece el Quinquenio?

-Ah sí, sí... Fue un logro que hasta el día de hoy las distintas generaciones que lo vieron lo siguen recordando. Ojalá que vengan muchos triunfos. Me siguen saludando en la calle y agradeciéndome el Quinquenio, por eso uno tiene que ser agradecido con la hinchada, y más con la historia de un club tan grande.

-¿Fue variando su esquema de juego con el paso de los años, o fue fiel a un estilo de juego que se mantuvo con los años?

-He sido fiel a un estilo, y he sido muy criticado, porque me han señalado como el técnico del "pelotazo", me tildaron de defensivo... Lógicamente, a medida que va transcurriendo el tiempo, uno se va aggiornando, pero el esqueleto está. A ese esqueleto yo le voy a agregando cosas, porque no ignoro el fútbol que se juega hoy, con más velocidad, con cambio de ritmo, con más tenencia de balón según el sector del terreno. Ha cambiado, y si hoy con 73 años ya llevo 40 como técnico han confiado en que puedo seguir trabajando, quiere decir que muy lejos de una realidad no estoy. Pero a eso hay que sumarle que cada día que tengo la suerte de despertar y abrir los ojos, mi pensamiento es: "¿Qué voy a aprender hoy? ¿De qué forma me voy a seguir superando?"

-¿Era cierto que usted jugaba al "pelotazo"? ¿Lo reconoce?

-A mí me pusieron eso porque hacíamos mucho trabajo de pelota quieta. Pero es que teníamos un gran ejecutante, un fenómeno (Bengoechea), y muy buenos cabeceadores: no sólo (Luis) Romero, también el "Tano" Gutiérrez, Enrique de los Santos, (Darwin) Quintana, el "Bola" (Robert) Lima; después vinieron Romero, Darío Silva, Otero... ¡Había trabajo! Pero nosotros teníamos salida por (Washington) Tais con una gran técnica, jugó (José Batlle) Perdomo, después jugó (Diego Martín) Dorta, un gran jugador, después Ruben Pereira, Gonzalo de los Santos... Nosotros llegamos a jugar con Ruben Pereira, con Pablo Bengoechea, con el Tony Pacheco, con el "Pato" (Carlos) Aguilera, Luis Romero y (Marcelo) Zalayeta. Entonces, ¿qué dicen del pelotazo? Le metíamos 4 o 5 goles a todo el mundo.

"En Peñarol armamos un plantel y después se fueron sumando jugadores del club, pero con un gran respaldo del contador Damiani. Lo más importante son los jugadores, pero lo que fue la hinchada de Peñarol… sin palabras. No voy a ver otra cosa igual"

-Llegó a dirigir en el Cagliari en 1996, antes de regresar a Peñarol para el 97. ¿Se quedó con ganas de tener más oportunidades en Europa?

-Sí, me quedó en el debe... Me llevó un disgusto muy grande regresar de allá. Fue un momento muy particular, el fútbol italiano no aceptaba tantos técnicos extranjeros. Éramos siete técnicos extranjeros, pero sudamericanos tres: (Carlos) Bianchi en la Roma, Tabárez en el Milan y yo en el Cagliari, y los tres duramos poco. Me quedé con ese trago amargo... No sé si no me sentí preparado para llegar, a pesar de que tenía mis años, mi trayectoria, en un club chico (Cagliari) que se había preparado para salvarse del descenso... Pero recojo muchas cosas positivas, son enseñanzas que te deja, y no fue poca cosa llegar a dirigir en Italia en aquella época.

-Luego de un pasaje por Peñarol entre 2011 y 2012, sucediendo a Diego Aguirre, dirigió en equipos de Paraguay, Argentina, Perú y Colombia. ¿En dónde aprendió más? ¿Qué pasaje le dejó la mejor experiencia?

-Tuve muchos, pero una gran experiencia estoy viviendo hoy con 40 años de técnico. ¡Yo tengo que vivir el mundo de hoy! Hoy se vive muy vertiginosamente, en cualquier actividad. Vos hoy no podés dejar de meterte en internet y leer las noticias de lo que pasa en el mundo, porque ya mañana quedan viejas y son otras las noticias. Yo duermo con la consciencia tranquila, y cuando me despierto estoy contento porque tengo trabajo, porque mi familia está bien, porque algo el día me va a dejar.

Fijate que con 73 años estoy trabajando con chiquilines de 18, 19 y 20 años, que me escuchen y yo no solo decirles: "No, pegale así, de chanfle". No, que me escuchen y poder preguntarle: "¿Estás estudiando?" Porque soy muy exigente en eso. No doy consejos, pero paso mensajes. Y trato de que vean que tienen que estudiar, hoy se tienen que preparar. Tienen que darse cuenta que la carrera se les termina a los 33 o 35 años, y tienen 45 o 50 más para vivir, entonces se tienen que preparar. Y a mí eso me hace sentir bien, más allá de que tiren un centro al segundo palo, o que marquen así o asá.

-Con Libertad de Paraguay fue campeón y con Rubio Ñu evitó el descenso, que era el objetivo. Pero en Olimpia, Deportes Tolima, Independiente Santa Fe o Universitario de Perú no le fue tan bien. ¿Igual sacó aprendizajes de malas experiencias deportivas?

-Sí, sí, sí... En algunos pasajes breves hubo personas que nos contrataron y querían tener injerencia en el equipo. Y yo no acepté eso. Eso pasó en el último pasaje por Olimpia (de Paraguay). En Universitario (de Perú) fue por la pandemia, y luego vino una nueva directiva que me obligaba a ir a trabajar en circunstancias... ellos querían que yo firmara una documentación para hacerme responsable de la familia, por el tema del covid. Me fue muy bien ahí. Con Independiente Santa Fe (Colombia) perdí una final faltando tres minutos contra Millonarios, el rival de todas las horas. Y bueno... y después estuve en la Copa Libertadores, estuve 11 meses y se terminó el vínculo. Y esto de Perú me dejó una lástima bárbara, porque habíamos formado un buen plantel, y me sentía cómodo. Yo vine al país, con el pasaje de regreso (a Perú) a los 8 días. Llegué acá y el 13 de marzo ya estaban cerradas las fronteras. Me mató el covid. Pero de todo se aprende.

-¿Qué le sedujo de Defensor Sporting para pegar la vuelta al país?

-Mi deseo era seguir trabajando. No pensé que se fuera a dar acá, en Uruguay. Ya había tenido una propuesta para volver a salir a Colombia, tenía otra de Perú, pero la situación que se estaba viviendo (y se sigue viviendo, lamentablemente) complicaba la salida. Yo les manifesté si me podían esperar hasta enero (de 2021). Pero salta esto de Defensor (Sporting) en noviembre, y les dije que había una posibilidad en Uruguay, que no me esperaran. Y se dio. Fueron a mi casa el presidente (Ney Castillo) y el vicepresidente (Andrés Fleurquin) y me propusieron volver al club después de 35 años. Viví una situación muy linda en el 76 y 77, en un fútbol muy sacrificado en relación a hoy. También fue muy importante en mi madurez, con el Profe De León como técnico en Defensor, porque él se fue, me recomendó, y yo quedé en el año 85 como técnico.

Me sedujo una institución que está en un lugar donde hace décadas no se veía. Por distintas razones han pasado muchos técnicos en poco tiempo, está en una situación delicada. Aspiramos a poder salir de esa situación, esperamos que sea solo transitoria, pero el fútbol es muy parejo. Tengo mucha fe de poder salir de esta situación que estamos, y preocupa. Tengo contrato hasta que termine el campeonato, y habrá elecciones en el club. Después veré.

-Cuando enfrentó a Peñarol en el Campeón del Siglo fue homenajeado con una plaqueta, y le terminó ganando. ¿Qué significó ese reconocimiento en vida para usted?

-Es algo que me conmovió, y quedan al margen los 90 minutos de fútbol. Yo no tengo por qué negar lo que he manifestado desde que tengo uso de razón: soy hincha de Peñarol. Y tuve la suerte de poder estar en Peñarol. Y lo que se logró, y lo que me dio, incluyendo la gente, es algo imborrable para mí. Yo me considero una persona con moral personal y moral profesional. Hoy yo quiero lo mejor para Defensor (Sporting) y no dejo de recordar los lindos pasajes que tuve por el club como jugador y como técnico, pero sería un hipócrita si yo dijera que no sentí nada (en el Campeón del Siglo). Se me pasó por la cabeza escuchar ese coro de toda la gente de Peñarol, de todo lo lindo que vivimos en el club, de todo lo que me dieron...

-Si no hubiera habido pandemia, ese estadio iba a estar lleno y coreando su nombre...

-Y bueno... Y eso no se compra en cualquier lado. Es un orgullo muy grande, para mí y mi familia. Porque mire que en pocos estadios del mundo está pasando lo que está pasando en el Campeón del Siglo. Después de mí lo hicieron con Tabárez, y lo van a hacer con familiares de otros técnicos que han hecho muy grande a la historia de Peñarol, como Hugo Bagnulo, Roque Máspoli... Entonces, ¿a quién no le van a temblar las piernas? Cuando llegó el momento, yo tenía que ir a dirigir a mi equipo porque empezaba el partido, pero tenía algo que me movilizaba. ¡Transpiré por todos lados! Soy agradecido porque esta conducción (de Ignacio Ruglio) acompañada por la gente que él eligió, que lleve a cabo una cosa de esas... no se ve en muchas partes del mundo, eh.

"Con 73 años estoy trabajando con chiquilines de 18, 19 años, que me escuchen y poder preguntarle: '¿Estás estudiando?' No doy consejos, pero paso mensajes. La carrera se les termina a los 33 o 35 años, y tienen 50 más para vivir, entonces se tienen que preparar"

-¿Cómo está "la viola" hoy? Sin estar en su mejor momento, parece recuperarse. Amalgama talentos jóvenes con experimentados como (Rodrigo) Rojo, (Mathías) Cardaccio, (Álvaro) Tata González, (Álvaro) Navarro... ¿Cómo ve al equipo hoy?

-Nosotros hemos tenido poco tiempo de trabajo, más la licencia, también estuvimos en cuarentena por los casos positivos. Pero no sólo a Defensor, a todos les ha pasado lo mismo, por eso la irregularidad del Campeonato Uruguayo. Los equipos no están bien preparados, sufrimos lesiones, bajas por covid, jugamos cada 72 o 96 horas. Pero yo tengo mucha fe de que sume puntos que le den una tranquilidad para comenzar el campeonato que viene en una mejor posición. No es fácil, pero tenemos un muy buen plantel.

-¿Le gustaría volver a dirigir Peñarol?

-A mí me gusta dirigir. Hoy estoy en Defensor, mañana capaz que estoy en Paraguay, en Colombia, no sé. Me gustaría seguir trabajando en el fútbol.

-¿Y si lo llama Nacional?

-Te voy a contar algo: Nacional me llamó dos veces a mí. Yo tuve un pasaje en Nacional con Ildo Maneiro, estuve 34 días. Ildo renunció y me fui con él. Hice muchas amistades, algunas ya no están, otras sí. Se portaron muy bien conmigo. En un momento difícil, la verdad que me sirvió, y traté de capitalizar en pocos días lo que era ese cuadro grande. Pero no aceptaría, por respeto a los hinchas de Peñarol, y por respeto a los hinchas de Nacional.

-¿Conoció al "Morro" García? ¿Cómo le impactó la noticia de su trágica muerte?

-No, no lo conocí. Cuando él estaba jugando acá, yo estaba afuera. Pero me impactó la noticia... y más sabiendo que él volvía a Uruguay a los pocos días. Acá en el plantel tenemos a Tabaré Viudez que era como un hermano del Morro. Hablamos con él, tenía una tristeza bárbara. Él estuvo muy cerca de la familia, junto con (Diego) Arismendi. Hay que ver que en nuestro país hay un índice elevado de suicidios de gente joven.

-Uruguay tiene la tasa más alta de suicidios en el continente de toda América Latina, después de Cuba...

-Entonces imaginate que es una tristeza bárbara... deja una hijita. Uno tiene hijos, tiene nietos, nadie está libre. Aparte otra cosa te voy a decir: en 40 años de técnico, he dejado a varios jugadores fuera de un plantel. Ahora me pregunto: ¿cómo habrán pasado? ¿Y si dejé a algún muchacho afuera de un plantel y no le expliqué bien? ¿Cómo se habrá sentido?

-A lo largo de toda su carrera como jugador y técnico, ¿el club que integró se ocupó de la salud mental de sus futbolistas?

-No es muy común, pero es algo que debe atenderse. Hoy hay clubes que tienen psicólogos y coachs, que es muy importante. Pero lo más importante es la confianza que le tenga el protagonista a ese coach. Que esté hablando contigo y le preste atención. De hace unos años a esta parte es muy necesario. Hoy hay una gama amplia que tienen los clubes que pretenden rodear al protagonista: el futbolista.

Yo siempre en mi carrera, que ha ido de menos a más, traté de estar cerca del jugador, nunca poner distancia. Y he dirigido equipos grandes: Peñarol, Independiente, Olimpia, Santa Fe, Universitario, equipos grandes, que tienen otro peso, otra historia, pero nunca puse una distancia entre el entrenador y el jugador. Al contrario: trato de estar cerca de los jugadores. Hoy trato de estar más cerca todavía, pero no para aconsejarlos, sí para darles mensajes. Para interiorizarme de sus cosas, si ellos me lo permiten, sin vulnerar su intimidad. Ver si los puedo ayudar algo. Y eso me ha dado rédito, porque he podido -afuera o acá- ayudarlos de alguna forma, para que salgan de algún mal momento.

"En 40 años de técnico he dejado a varios jugadores fuera de un plantel. Ahora me pregunto: ¿cómo habrán pasado? ¿Y si dejé a algún muchacho afuera de un plantel y no le expliqué bien? ¿Cómo se habrá sentido?"

-Hace poco se divulgó una campaña de futbolistas que llamaban a ser responsables con el uso de las redes. ¿Las redes sociales y la calle, el fervor de los hinchas, le meten mucha presión a los jugadores?

-Las redes sociales puede tener cosas valiosas, pero en un alto porcentaje no. Aquel que se esconde detrás del anonimato e insulta, mintiendo, ensuciando no solo a una persona sino a familias enteras... Eso no va conmigo. Yo no tengo redes sociales, manejo solo el Whatsapp, pero mis hijos y mis nietos tienen, y alguna cosa sé, me llegan. Yo viví una situación tremenda con las redes sociales en Independiente Santa Fe, lo sufrí, me transmitían. Pero es algo que está. Todos tenemos que ser responsables en el uso de las redes, porque se puede hacer mucho daño.

-¿Hasta cuándo piensa seguir dirigiendo y vinculado al fútbol?

-No está en mis planes dejar. Yo me siento bien, gracias a Dios. Hago deporte: camino, corro 9 kilómetros.

-¿Es feliz?

-Soy feliz, soy un tipo súper feliz. Y aparte feliz porque he construido una carrera que ya lleva muchas décadas y me ha ayudado a estar vivir y estar mejor. Y por la familia que me acompaña.

 

Por César Bianchi