Contenido creado por Federico Pereira
Seré curioso

Seré curioso

Fuentes a Suárez cuando le dijo que no: “Hoy sos Dios, mañana podés ser el diablo”

Sus intentos de futbolista, su carrera bancaria y el pase de su vida. Ya no es José Fuentes, es “el que trajo a Suárez”.

10.11.2022 11:15

Lectura: 26'

2022-11-10T11:15:00-03:00
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Por César Bianchi

Fotos: Javier Noceti / @javier.noceti

Dice que de gurí era “bastante cra” con la pelota, era un volante habilidoso. Le gustaba tanto el fútbol, que lo probó también en fútbol sala y hasta hizo el curso de director técnico. Tuvo una destacada carrera bancaria de más de 30 años y hasta comenta —como al pasar— que nunca le hicieron una vida por el rol que jugó al frente del Nuevo Banco Comercial en la salida de la crisis económico-financiera más grande de la historia del país. Allí, en los bancos, aprendió a gestionar personal y a tener gimnasia en las negociaciones con ahorristas, empresas y sindicatos.

Esas herramientas de desarrollo personal, como se dice ahora, y de negociación le sirvieron para la estelar, la sellada, la que lo colocó en la historia del fútbol uruguayo y de Nacional en particular: el retorno de Luis Suárez al club que lo vio nacer. En esta charla, en el living de su casa en la rambla de Punta Carretas, Fuentes (67) contó los pormenores de la rutilante transferencia. Por ejemplo, contó que, en determinado momento, cuando esperaba la respuesta final del 9 salteño, este lo llamó y le dijo que la cosa se había complicado.

“Un día me llama y me dice: ‘José, recibí un par de ofertas y no puedo decirles que no’. Ahí me dijo que no [venía], y yo le hablé. Le dije: ‘Mirá, no te voy a hablar como presidente de Nacional. Yo podría ser tu padre. Fijate, Luis, todo lo que has generado, todo el amor que te han dado los hinchas. Hoy sos Dios, pero mañana podés ser el diablo. ¿Vos te imaginás el estadio de Peñarol lleno burlándose de los hinchas de Nacional, si vos no venís? No lo soportaría la hinchada’. Entonces me pidió 48 horas para decidir”. El final es historia conocida: vino, fue ovacionado, salió campeón uruguayo con gol a Peñarol y goles en la final.

Fuentes tampoco rehuyó el bulto a la hora de hablar de la violencia en el fútbol. Dijo que todavía no sabe quién engrasó los alambrados en la tribuna visitada por Peñarol en el Parque Central en el clásico del Clausura, que él no quiere ni está preparado para señalar a los violentos con el dedo y que la tarea de controlarlos es de la Policía.

No tiene —dice—- un nombre de DT elegido para reemplazar a Repetto, pero, cualquier cosa, él mismo podría dirigirlo. Cree que un equipo suyo jugaría muy parecido al de Repetto: al ataque, siempre queriendo ganar.

“Si de algo estoy orgulloso, y nunca me hicieron una nota, fue haber llevado adelante el Nuevo Banco Comercial junto a los empleados, en la crisis de 2002. Fue de los pocos proyectos público-privados exitosos… te diría que el único”

¿Jugó al fútbol de niño y adolescente?

Siempre, sí. En el baby fútbol era bastante cra, y jugué en varios equipos, porque en esa época no era como ahora que hay que jugar solo en una liga. Jugábamos sábados de mañana, sábados de tarde, domingos de mañana… Jugábamos con el Rafa Perrone, el suegro del Chino [Recoba], que falleció hace poco, con José Pommarick, que después jugó en Racing y en Nacional. Y jugábamos en varios lados: en el Estrella del Norte, el Salamanca, el Estrella Roja…

Y de adolescente jugué dos o tres años en Racing, después tuve que arrancar para las ocho horas. Yo jugaba de 8, pero era el más creador en ese momento.

¡Jugó al fútbol sala también! ¿Es un futbolista frustrado, entonces?

Si frustración es llegar a jugar en Primera, sí, porque siempre fue mi pasión jugar al fútbol. Pero tampoco lo sentí como una frustración. Siempre estuve vinculado al fútbol.

Estudió Magisterio, pero no terminó la carrera y nunca llegó a ejercer como maestro, obviamente. ¿Por qué?

Yo ahí tenía 18 años, había empezado Derecho y después arranqué para Magisterio. Pero ahí empecé a trabajar de guarda en Amdet, y viste que tenés unos horarios espantosos. Para poder estudiar había días que entraba a las 17 y trabajaba hasta la una de la mañana, me quedaba a dormir ahí en la estación de 8 de Octubre y Villagrán, agarraba un servicio a las 5 de la mañana, hasta las 13, y así estaba dos días por semana. A veces me quedaba dormido y aparecía allá por Lezica. Y si bien es cierto que las chiquilinas, mis compañeras de Magisterio, me hacían todos los trabajos —era vergonzoso aquello—, también esa vida me mataba… Entonces fui dejando porque no podía, y precisaba trabajar porque, además, me casé muy joven, a los 21.

Desde joven trabajó en el ámbito bancario, donde estuvo más de 30 años. ¿Qué enseñanzas le dejó para su carrera como empresario y hasta como dirigente de fútbol sus treinta y pico de años como bancario? ¿Qué herramientas le dio para la vida?

Sí, sí, yo creo que una de mis fortalezas es eso que ahora se llama desarrollo humano. Trabajé en tres bancos [Bank of América, ABN-Amro y el Nuevo Banco Comercial] y todos me fueron dejando algo. Pero siempre fui muy perseverante, a mí me decían que tenía que entrar a las 3 de la mañana y yo a las 3 de la mañana estaba ahí. Creo que mi mayor mérito fue ese: ser perseverante. Lo que me dejó fue, claramente, el manejo de personal. Obviamente la banca me capacitó, hice todos los cursos que había para hacer, fui director para América Latina y el Caribe de Mastercard Internacional también, ahí estuve cinco años, y todo eso te va dando mucho bagaje, mucha experiencia y mucho roce también en el manejo empresarial. Empezás a mejorar tu capacidad de negociación, porque tenés que negociar con los sindicatos, con los clientes…

Llegó a ser director general del Nuevo Banco Comercial. ¿Cómo recuerda la crisis económico-financiera de 2002?

Ahí llegamos a ser 1.200 empleados y yo era el director general. Cuando explota la crisis yo estaba en el ABN-Amro, que fue el mejor banco en su momento, y fue un banco que salió fortalecido de esa crisis. Cuando todos los bancos cerraban, nosotros éramos el único banco que pagaba. Como era una sucursal de Holanda, nosotros cumplíamos con todo. Ahí, de la noche a la mañana, se convirtió en el mejor banco del Uruguay. Por eso el holandés que estaba conmigo, que era el gerente general, me lleva al Nuevo Banco Comercial como segundo de él, después él tuvo un problema, y quedé yo a cargo. Mi experiencia ahí los primeros tiempos fue bravísima… lo único que hacíamos era atajar penales. Yo no estaba acostumbrado, yo estaba comodísimo en el ABN y pasé a enfrentar una crisis: había cola de gente reclamando, el banco era un caos, la unión de cinco o seis bancos era otro caos, cada día descubría algo nuevo… Había cosas que nunca habíamos visto: la gestión de fondos de recuperación del sistema bancario, todas esas cosas que se habían creado.

Si de algo estoy orgulloso, y nunca me hicieron una nota y no salí en ningún medio, fue haber llevado adelante ese proyecto junto a todos los empleados. Fue de los pocos proyectos público-privados exitosos… yo te diría que el único. Era caótico, eh, y recuperamos un banco que si bien es cierto tenía su buen nombre, nos encontramos con cada realidad brutal. Y bueno, el banco salió adelante, después se vendió, después se volvió a vender y hoy es lo que es el Scotiabank.

Desde 2010 llegó a tener ocho locales de la cafetería Bonafide en Uruguay. ¿Es fanático del café?

Me tuve que hacer fanático del café, jaja. Hoy si no tomo café me vuelvo loco, pero me controlo. Mate casi no tomo. Ahora tengo un local solo.

“Uno dice: ‘Yo pongo 50’, otro ‘yo pongo 60’, otro ‘yo pongo 100’, y cuando me toca a mí, dije: ‘Yo no pongo nada. Dinero no tengo, y supuse que acá venía a trabajar y a contribuir con el poco o mucho talento que tuviera’. Y Garbarino me dice: ‘Necesito uno que sepa decir que no, como vos’”.

Sé que es un gran caminante: se hace tiempo para caminar todas las mañanas por la rambla, y en ese grupo están Edgard Welker, ex vicepresidente de Peñarol, y Manuel Keosseian, ex DT aurinegro.

¡Son todos de Peñarol!

Bueno, tiene lógica, como pasa en todos los grupos del país…

Sí, por eso, por eso… Por eso yo salgo con ellos, para tratar de recuperarlos. Hoy andan mal anímicamente. Ahí están Welker, Keosseian, [Raúl] Möller, el doctor Gamarra, Julio Jakob, que fue presidente de la Liga Universitaria, y están los itinerantes que van y vienen. Como todo el mundo conoce nuestra rutina, a veces aparece uno, a veces aparece otro, y las chanzas deportivas están todo el tiempo. Por suerte, este año me tocó a mí gastarlos a ellos.

¿Recuerda sus inicios como dirigente de Nacional? ¿Cómo fue?

Como yo estaba como gerente de ABN y el banco le prestaba dinero a Nacional cuando ningún banco prestaba, como un gesto de gratitud siempre me ponían en alguna comisión. Yo, en realidad, estaba abocado al banco y no participaba activamente. Pero estuve varios años en la AUF, en las comisiones fiscales. Hasta que un día fui a una reunión, eran todos de Nacional, y uno dice: “Precisamos dinero”, y uno dice: “Yo pongo 50”, otro dice “yo pongo 60”, otro dice “yo pongo 100”, y cuando me toca a mí, dije: “Yo no pongo nada. Primero, dinero no tengo, y segundo, supuse que acá venía a trabajar y a contribuir con el poco o mucho talento que tenga, pero dinero no puedo poner”. Y después de mí, ya nadie puso. Entonces, Mario Garbarino, que era el candidato, dice: “Necesito uno que sepa decir que no, como vos”. Y me invita a ir con él, fuimos contra [Ricardo] Alarcón, y perdimos 10 a 1, porque en ese momento Alarcón era Pelé. Después Alarcón me convirtió en candidato, cuando yo entré por la oposición y él me terminó proponiendo como candidato a la elección siguiente, que perdí 7 a 4 con [Eduardo] Ache. Todo eso fue por 2010, 2011, por ahí.

Tengo entendido que durante la presidencia de Ache, usted fue clave para la continuidad del Chino Recoba en Nacional. ¿Es así?

Tuve un rol importante para su permanencia en el club, sí. No para su retorno al club. Recuerdo que era jugador y algunos dirigentes querían dejarlo ir, y yo me puse firme y dije: “Si quieren dejar ir a Recoba están cometiendo un gran error, y yo voy a salir en todos lados a decir que le están errando feo”. El tiempo que hizo que después hiciera los goles famosos que hizo, incluyendo uno a Peñarol, Nacional ganó el campeonato y con él siendo clave.

¿Cree que hay una “Cultura Nacional”, como decía el club en tiempos de Alarcón? ¿Fue solo una movida de marketing?

Creo que fue una movida muy inteligente de Alarcón, que caló muy hondo en los hinchas de Nacional. Lo que pasa es que después se malinterpretó. Se refería a que hay una forma de pensar, una forma de sentir, que no es que estés más preparado o que seas mejor intelectualmente, no iba por ese lado. Era más que nada para aglutinar: Nacional es una forma de pensar, es más que una pelota de fútbol, a Nacional lo hace grande su gente. Es una forma de crear una cultura corporativa que en una empresa uno trata de crear.

Como el claim de una marca…

Exactamente. Y detrás de ese claim todo el mundo se encolumna, digamos. Y nos sentimos cómodos con ese claim. Pero nunca fue la idea decir: “Nosotros somos los cultos, nosotros somos los más preparados”. La idea original fue: “Somos diferentes”, porque eso te da sentido de pertenencia. Ser diferente tampoco significa que seas mejor, sos diferente. Después la gente lo va tomando de acuerdo a su pasión, y sabés cómo es el fútbol…

“No estaba en mis planes ser presidente… Es más, yo me iba a retirar. Ya no quería seguir siendo directivo. Y un día, Decurnex y [Alejandro] Balbi me ofrecen ser el candidato. A mí me sorprendió”

Usted llegó a presidente de Nacional a fines de 2021, cuando José Decurnex decidió no presentarse a una eventual reelección. ¿Usted quería que Decurnex siguiera o deseaba ser presidente del club de sus amores?

Yo quería que Decurnex siguiera. Es más, yo no pensaba en ser presidente. Ni siquiera me imaginaba que me iban a proponer ser presidente. Yo quería que él siguiera. Yo en la anterior a Decurnex, en la que gana José Luis Rodríguez, no me había presentado. Y después de lo que pasó, me presenté con el afán de sumar para colaborar. Ganó Decurnex, entré en la directiva y yo me sentía muy identificado con la forma de manejar el club, veía que las cosas se estaban haciendo bien y quería que las cosas se siguieran haciendo así. Me fueron dando participación y yo me sentía parte de ese equipo, aunque había entrado, otra vez, por la oposición.

Y no estaba en mis planes ser presidente… Es más, yo me iba a retirar. Ya no quería seguir siendo directivo. Y un día, Decurnex y [Alejandro] Balbi me ofrecen ser el candidato. A mí me sorprendió.

¿Y dijo “Vamo’ arriba” o que lo tenía que consultar con la familia?

Dije “Vamo’ arriba”, ese momento de locura que tenés en el fútbol, ¿viste? Después que dije eso, ya estaba, ya no podía ir para atrás.

Cuénteme cómo nace la patriada de traer a Luis Suárez a Nacional. Es decir, nace con un hashtag de los hinchas en Twitter. Pero usted es el padre de esa gestión, de que se concretara. Decidió tomarse un avión para ir a hablar personalmente con Lucho, que estaba en España. ¿Fue un impulso o fue una idea meditada?

La cosa empieza antes. Yo tuve algún aprendizaje en Nacional de cómo la gente se comporta con algunos ídolos. Y sobre eso aprendí que cosas que son muy racionales y que cualquiera en su actividad, por ejemplo, empresarios, no las aceptarías, sí las aceptan en un club de fútbol como Nacional, y aceptan determinados comportamientos que en su empresa no lo aceptarían. Y ahí traté de ver cuál es la reacción de la gente ante los ídolos. Cuando Suárez el 7 de julio hace unas declaraciones, diciendo que esperaba que Nacional, donde él se inició, se hubiera acordado de él y le hubieran demostrado interés. Al toque me llama [el periodista deportivo] Martín Charquero y me hace una nota. Y a mí me vino a la mente todo eso, y le dije: “Él está diciendo que quiere venir a Nacional”. Y Charquero me decía: “¿Dónde está diciendo eso? Lo que dijo fue que ahora ni lo llamen, que no va a venir”. “Bueno, yo creo que quiere venir y lo que necesita es que Nacional le demuestre afecto”.

Al otro día conseguí su celular, le escribí y me presenté. Él me contestó, y así fuimos construyendo esa relación, donde yo me cuidé mucho de no apartarme ni una coma de lo que hablábamos. Un día salí a caminar como todas las mañanas, llegué a casa y tenía un mensaje de Luis. Lo llamé, hablamos, y yo era muy cuidadoso. Quedábamos en algo y yo le preguntaba: “¿Estamos de acuerdo?”. “Sí”, me decía. Yo sabía que cualquier cosita que yo dijera de más, podía echar a perder todo. Y tampoco quería generar demasiada expectativa. Enseguida se sumó la hinchada, se generó un hashtag, fue viral… y empezó a crecer, a crecer. Y yo usaba eso —en el buen sentido— y le mandaba los videos y mensajes más emotivos a Suárez. “Qué bueno”, me decía él. A veces me mandaba muñequitos [emojis] llorando emocionados. Pero, hasta ahí, nada. Ahora, no me decía ni que sí ni que no…

¿Y entonces?

Un lunes tipo diez de la noche yo estaba cenando con mi familia, y yo veía que esto crecía y crecía, y pensé: “A esto hay que ponerle un punto final, por sí o por no, porque si no, la decepción [si no viene] va a ser muy grande”. Y lo más probable, en ese momento, era que no. Y como yo había dicho en esa nota que yo iba a hacer “lo imposible” para que él viniera, ¿lo imposible qué era? Era ir a golpearle la puerta. No me quedaba otra. No le dije nada a él, porque si le avisaba, capaz que me decía: “No, ni vengas, que no voy a ir”. Mi riesgo ¿cuál era? Que cuando yo fuera en vuelo, él hubiera arreglado con el Borussia Dortmund y yo quedaba como un perejil.

Llego al aeropuerto y ya se había enterado todo el mundo a qué iba yo a España. Cuando llegué allá, le escribí diciéndole que estaba ahí. “Ah, ¿era cierto?”, me dijo Luis, que ya se había enterado porque estaba por todos lados. Lo había visto en redes. “Venite a las seis”, me dijo. Y ahí tuvimos una charla muy linda, de una hora, en la casa. Ahí conocí al ser humano. Ahí no me confirmó, pero me decía: “Mi familia está dispuesta, yo quiero volver en plenitud y ahora me siento pleno. Mi objetivo es prepararme bien para el Mundial”, y cada cosa que él decía, yo me decía por adentro: “Gol, gol, gol”, pero… no lo quería apurar. Ahí me di cuenta también que nosotros somos una aldea en un montón de cosas. Él es un top top. Fijate que yo salí de la terminal, me tomé un taxi cualquiera, le pedí al taxista que me consiguiera un hotel, me recomendó uno en Paseo de la Castellana, y las tres horas había tres canales de televisión y la revista Marca en la puerta. ¡Y yo no le había dicho a nadie dónde estaba! Es todo lo que genera Suárez… Tuvimos esa reunión, y yo veía que era todo positivo, pero no me confirmó nada.

“Ahí le llegaron ofertas importantes. Ahí me dijo que no [venía], y yo le hablé. ‘Fijate todo lo que has generado, todo el amor que te dieron los hinchas. Hoy sos Dios, pero mañana podés ser el diablo. ¿Te imaginás el estadio de Peñarol lleno burlándose? No lo soportaría la hinchada’”.

El tiempo pasaba y él no confirmaba… Llegó un momento en que en los hinchas tricolores empezó a primar el pesimismo, porque evaluó otras ofertas fuertes.

Es que hacían bien en ser pesimistas, porque un día me llama y me dice: “José, recibí un par de ofertas y no puedo decirles que no”. Él me había dicho que iba a hacer un videíto anunciando que venía, y yo no se lo dije a nadie, pero se filtró y ya se sabía de ese video… pero ahí le llegaron dos ofertas importantes. Ahí me dijo que no [venía], y yo le hablé. Le dije: “Mirá, no te voy a hablar como presidente de Nacional. Yo podría ser tu padre. Fijate Luis todo lo que has generado, todo el amor que te han dado los hinchas. Hoy sos Dios, pero mañana podés ser el diablo. ¿Vos te imaginás el estadio de Peñarol lleno burlándose de los hinchas de Nacional, si vos no venís? No lo soportaría la hinchada”. Entonces, me pidió 48 horas para decidir. Y ahí yo salí a decir que había que esperar 48 horas, que tuviéramos paciencia.

Ahí me llama un martes y me dice: “Voy a sacar un video anunciando que voy, y después anuncialo vos”. Estaba [Roberto] Moar en la sede entrevistándome, y cuando yo estoy dando la nota, y la gente se entera, 8 de Octubre parecía que hubiéramos sido campeones del mundo. Brutal, brutal…

Dicen los periodistas deportivos que con esa transferencia impensada para el fútbol uruguayo quedó en la élite de los mejores presidentes de Nacional de la historia. ¿Lo cree?

A ver, esto se dio porque hubo un gran movimiento, yo te diría revolucionario, de una hinchada que generó un fenómeno mediático en el mundo pocas veces visto. Eso hizo que él también se sintiera acorralado, en cuanto a los afectos y demás. Y después estuvo él, una persona que desechó un montón de ofertas, que vino prácticamente gratis a Nacional, eso se puede dar una vez en 100 años. Yo, en todo caso, lo que hice fue unir las puntas y hacer esa gestión en el medio.

A mí me parece que los buenos dirigentes son los que hacen que el club crezca, los que logran que en este fútbol donde vivimos corriendo atrás de la plata, estemos al día, que cuidemos las fuentes de trabajo de 300 empleados que tiene Nacional, que hagamos cosas para que siga creciendo el Parque, la ciudad deportiva de Los Céspedes o ahora que inauguramos un club social. Esas son las cosas que a mí me gustaría que me valoraran como dirigente. Esto de Suárez lo que me dio es popularidad. Ya no dicen José o Fuentes, soy “el que trajo a Suárez”. Pero me parece que ser un buen dirigente de fútbol es mucho más que eso.

“No pretendan que un dirigente de fútbol arregle la violencia que hay en la sociedad”, dijo usted tras el clásico con incidentes del Clausura, en el Parque Central. ¿Se pudo explicar cómo había alambrados engrasados cuando entró la hinchada de Peñarol a su tribuna?

No, aún hoy no lo sé. La presunción es que haya sido alguien del club, eso es obvio. Pero yo no tengo pruebas y sin pruebas no puedo acusar a nadie. Yo autoricé que entraran, y lo autoricé de buena fe porque quien me lo planteó, una chica que trabaja por el club como nadie, me lo plantea ¡para evitar problemas! Quería ir a borrar las leyendas agresivas que había en las tribunas insultando al tradicional rival. Eso fue el viernes. Después se decía que era el sábado, antes del partido. Nunca fue el sábado, fue el viernes. En todo caso, esa grasa la pusieron el viernes —según dicen— y después hubo tres inspecciones [la AUF, la Intendencia, los perros] y nunca nadie la vio.

Hay un montón de gente que va a los clubes a colaborar: van a pintar las columnas, van a pintar el estadio, y nunca pasa nada. Esta vez pasó esto. Obviamente aprendí: no autorizo a nadie más.

¿Dónde estuvo la falla? ¿Quién fue omiso en sus responsabilidades? Lo que quiero decir es: alguien, en algún momento previo al partido, entró y engrasó los alambrados. Del mismo modo que alguien de la barra de Peñarol entró la gallina inflable, y también debió haberse evitado también.

Yo no quiero comparar, porque no tiene punto de comparación. Se destruyó todo… ya sé que también se destruyeron cosas en el otro estadio, pero no está bien, ninguno de los dos está bien. ¿Sabés lo que generó más violencia? No fue la gallina. Fue una bandera con el nombre con uno de los muchachos asesinados: “Washin”, que era uno de los que había participado en los incidentes de Santa Lucía. Cuando ponen esa bandera, yo sabía que se iba a desmadrar. La ingresaron, no me preguntes cómo…

¿Quién falló, entonces?

La falla está en los controles. Por eso yo dije que no pretendan que los dirigentes de fútbol controlemos la violencia. Para eso están las fuerzas de seguridad. Yo no puedo andar marcando quién entra y quién no, pero además, ese día que entraron, nosotros les dimos el video con las personas que entraron. Y después decían: “¿y usted no los conoce?” Y no, no los conozco. Son cientos de hinchas.

“Nacional arrienda los palcos. Cualquier persona puede usufructuar los palcos para otra actividad. Es responsabilidad de ellos. Si están en salida transitoria es porque la Justicia lo permitió. Y la lista negra solo se chequea en los partidos. Sugerimos que no entraran más, pero no es responsabilidad de Nacional”

En setiembre de 2016 hinchas de Nacional, que —se supo— salieron de la sede tricolor, mataron a Hernán Fiorito, un hincha de Peñarol que celebraba el cumpleaños de su club. Uno de ellos fue procesado por tráfico de armas, que se decía, estaban envueltas en banderas que estaban guardadas en la sede. Después de eso, en 2019, Edwin Coco Parentini, un barra de Peñarol, desde la cárcel, ordenó el crimen de un hincha de Nacional y la víctima fue Lucas Langhain, quien celebraba el campeonato de su club. “Vos me mataste uno, ahora yo te mato otro”, y así... ¿Hubo alguna autocrítica en la directiva tricolor sobre los hechos de violencia en los que participaron hinchas del club?

Cuando pasó lo de Santa Lucía en 2016 yo no estaba en la directiva, en ese período no estuve. Fue la presidencia de José Luis Rodríguez y yo no participé. De todos modos, lo rechazo, lo repudio.

Se lo preguntaba porque muchos hinchas de Peñarol —por lo que he leído y escuchado estos años— creen que hubo cierta protección de los dirigentes de la época de algunos de esos muchachos, que fueron apañados por dirigentes... 

De verdad, eso no me consta, porque yo no estaba.

Se supo en los últimos días que uno de ellos, en uso de sus salidas transitorias (pero cumpliendo su pena), fue al Parque Central y estuvo en uno de los palcos. ¿No está en una lista negra ese muchacho? ¿Qué hizo o qué puede hacer Nacional para que no ingrese a su estadio?

Nacional arrienda los palcos. De hecho, cualquier persona puede usufructuar los palcos para otra actividad. Hay varios que entre semana lo usan como oficina. Nacional eso no lo puede controlar, porque ellos son los arrendatarios de los palcos. Es exclusivamente responsabilidad de ellos. Por otro lado, si están en libertad o en salida transitoria es porque la Justicia se lo permitió. Y tercero, la lista negra sólo se chequea en los partidos. Y ahí tiene que pasar por el registro de las cámaras de reconocimiento facial. Obviamente nosotros no estamos de acuerdo con eso, hicimos la investigación para ver cómo esta persona pudo ingresar y sugerimos que no entraran más, pero no es responsabilidad de Nacional.

Y desde que está usted, ¿se ha avanzado en no transar con los barras, en no darle prebendas o beneficios a personas peligrosas?

Nosotros eso lo tenemos más o menos controlado, pero tampoco una cosa que digas… A ver, nosotros tenemos que lidiar todos los días con la violencia. Cuando sos dirigente de fútbol tenés que lidiar con ellos, y ahí tenés dos opciones: o los integrás, o te peleás. Y digo integrar no a delincuentes, integrar a los que no lo son. Porque no son todos delincuentes, ¿viste? Cuando vos preparás una fiesta, cuando preparan ese mural del Morro [Santiago García, exfutbolista tricolor que se suicidó en febrero de 2021], cuando ponen tierras de colores, esa gente lo hace porque quiere al club, no lo hace con un fin delictivo. Que en el medio se metan delincuentes, y bueno… eso es lo que yo te digo que nosotros no podemos hacer. Yo no puedo andar marcando quién sí y quién no. ¿Me tengo que poner en la puerta de cada tribuna? Le dedico 8 o 10 horas por día, y todavía pretenden que yo haga lo que no estoy preparado para hacer, no quiero hacer, no me gusta hacer y, además, no estoy preparado para hacer... Para eso están otros organismos del Estado.

Vuelvo al fútbol. ¿Por qué salió campeón Nacional?

Porque fue el mejor. Creo que fue el mejor. A veces salís campeón porque sos el menos malo. En este año no se dio eso. Nacional salió campeón porque ganó el Intermedio, el Torneo Clausura, la tabla anual, el Campeonato Uruguayo, hizo 70 y pico de goles, le hicieron veintipico. Además, creo que se tomaron buenas decisiones  en el momento que había que tomarlas, al inicio del campeonato. Se designó a Recoba en Tercera División, se trajo a OJ [Morales], se trajo a un buen entrenador como [Pablo] Repetto, se hizo un plantel de acuerdo al paladar y al sistema que iba a emplear el entrenador junto con la gerencia deportiva.

Se hizo un plantel de cero, se trajeron 11 o 12 jugadores y solo uno se lesionó [Juan Izquierdo], los demás todos jugaron. Supimos sortear los momentos difíciles cuando en los primeros meses se nos decía que no teníamos referentes, que era un equipo sin jerarquía, que Peñarol había ganado el clásico casi que de pesado, y la verdad, nosotros sabíamos la gente que teníamos en el plantel. Y te digo que este es uno de los equipos de los mejores en los que he estado: sano y con una calidad humana brutal. Eso también juega.

Dentro de dos años son las elecciones. Si las elecciones fueran el mes que viene, ¿iría por la reelección?

No. Si fueran dentro de un año tampoco, y dentro de dos —cuando habrá elecciones— tampoco. Ya está. Es desgastante… Nadie te pone una metralleta en el pecho para aceptarlo, tampoco. Estamos acá con gusto. Pero creo que es bueno que los jóvenes empiecen a trabajar por el club, y me gustaría que muchos que permanentemente critican, un día decidan trabajar por el club desde adentro, para que vean que no es tan fácil como ellos creen.

Pablo Repetto no seguirá siendo el técnico. ¿Tiene un sucesor en mente?

No. De verdad, no. Yo me jugué a que Repetto seguía.

Se habla del Chino Recoba…

Recoba puede ser, es una chance, pero lo quiero cuidar. Recoba va a ser, en algún momento, el técnico de Nacional. El tema es ver si este es el mejor momento.

De última agarra usted, que tiene el título de entrenador hecho... 

Ah, también.

¿Cómo jugaría un Nacional con Fuentes de DT?

Parecido al que jugó este año. A ganar siempre. Un mérito de Repetto es que fue un entrenador de cuadro grande, en el acierto o en el error, siempre jugó a ganar. Acá se le recriminaba, por ejemplo, que en el partido con Vélez acá no cerró el partido, pero nosotros tuvimos en los descuentos dos chances de gol antes que Vélez hiciera el gol. Yo prefiero perder así. A veces no se puede ser tan lírico, pero yo prefiero un equipo que vaya siempre al frente.

¿Hoy vive las 24 horas para Nacional o part-time atiende alguna empresa?

Tengo muy poquito [en empresas], que ya lo manejan los empleados, te diré. Vivo para Nacional. Esa es la verdad.

¿Es feliz?

Sí.

Por César Bianchi