Varios de ellos escribieron una carta de protesta al papa argentino, muy sensible a los problemas sociales, pero no han recibido respuesta hasta ahora.
El Vaticano resolvió tomar la decisión de prohibir su venta para reducir los costos de las bendiciones papales, ya que costaban entre 7 y 25 euros, de los cuales solo tres euros llegaban a los pobres, además de luchar contra el tráfico de falsos y un lucro excesivo por parte de los comerciantes.
La decisión del papa es irrevocable y a partir del 1 de enero, el limosnero del papa, el obispo polaco Konrad Krajewski, encargado del asunto, ordenó que sean fabricados por un computador, menos bellos pero menos caros.
Desde hace un siglo, los artesanos del Borgo, el barrio alrededor de la basílica de San Pedro, fabricaban esos elegantes diplomas, escritos a mano y decorados con bordes dorados.
En sólo 2013, se vendieron 250.000 pergaminos con esas bendiciones papales, que suelen ser solicitados para matrimonios, bautismos, confirmaciones y aniversarios de casados.
Tras analizar el tema y debido a que se trata de un negocio jugoso que poco tiene que ver con la iglesia pobre para los pobres que pregona, Francisco decidió anular la concesión a quienes los vendían.
Los creyentes podrán pedirlos por internet, personalmente o por correo, como indica la página web del Vaticano, e inclusive las nunciaturas en todo el mundo tienen la facultad de conceder pergaminos con la bendición apostólica.
Desempleados
Paolo Pensa, cuya familia comenzó a fabricar pergaminos al final de la Segunda Guerra Mundial, lamenta que el Vaticano no haya encontrado otra solución.
"Mis siete colaboradores quedan desempleados", recalcó.
"Todo ha sido inútil. No nos ofrecieron trabajo. A ninguno", dijo tras deplorar que no se haya combatido el mercado de falsos.
"Es verdad que se cometieron irregularidades (...) pero se seguirá lucrando con ello", sostiene Sabina Turtura, compañera de Paolo.
"Si Francisco quería de verdad ser honesto tenía que prohibir la venta de las bendiciones", sostiene.
Los artesanos consideran además que los pergaminos fabricados por medios informáticos van a perder ese sabor antiguo y sagrado que el talento italiano, con su hermosa caligrafía y sabia combinación de colores, garantiza.
"Nadie va querer hacer la fila por horas para tener un bendición fea", sostiene Pensa.
Fue el papa León XIII (1878-1903), con el objetivo de fomentar la recaudación de fondos para obras de caridad, quien creó la tradición de conceder a los fieles la bendición apostólica por medio de diplomas en papel pergamino.
AFP
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