Hace algo más de dos años entrevistamos al Dr. Jorge Batlle, lo cual fue un verdadero deleite. Dado que el reportaje estaba destinado a un marco muy puntual, hasta ahora no lo habíamos publicado.
Sería bueno poder plasmar en el papel su tono firme y lo fuerte y cálido de su risa. Lo central no dudamos que queda transmitido en el contenido de los párrafos que elegimos: sus principios democráticos, su sencillez que no era simpleza, su hablar sin vueltas y su gran sinceridad también respecto a sus propios errores.
Uruguay no será el mismo sin él.

Este texto ha sido publicado el jueves 27 de octubre en Semanario Hebreo.

 

Dr. Batlle... ¿cómo lo llamo? No quiero cometer errores y entiendo que un ex presidente, por protocolo, mantiene para siempre ese título, presidente... ¿Cómo se siente cómodo que se le llame?

Yo soy Jorge, y sobre todo con usted, porque tenemos una tradición de amistad ya por generaciones, desde mi padre... así que soy simplemente Jorge. En definitiva somos todos iguales los seres humanos, sufrimos con los mismos problemas, nos alegramos con las mismas cosas, queremos vivir en paz con nuestras familias, queremos llegar a viejos, queremos conocer bien a nuestros nietos... somos todos iguales.

Le falta mucho para llegar a viejo ¿no? Digo... por la juventud que irradia con sus 86...

Es que yo, para llegar a viejo, estoy hablando de llegar a 100.

A los 86 se siente muy joven...

Estoy crecido (risas).


LA VIDA, EL HOGAR, LOS VALORES

Qué siente que le ha formado a usted? ¿Qué ha hecho de Jorge Batlle lo que es usted hoy?

No es fácil eso ¿vio? Menos para uno mismo, analizarse...Yo lo que creo básicamente es que yo nací en un tiempo en donde en el Uruguay las instituciones habían caído. Nací en 1927 pero se puede decir que tenía un poco de conciencia de las cosas cuando tenía pocos años, 6, 7... o sea que de los primeros recuerdos de la infancia fue cuando la policía vino a buscar a mi padre. Mi hermano estaba muy enfermo y por lo tanto el que tuvo que atender al comisario de la policía y llevarlo a recorrer toda la casa de la calle Durazno fui yo.

Después fuimos deportados a Buenos Aires. Y yo hice mis primeros años escolares en la República Argentina. Mi padre estaba escondido, andaba por el sur del Brasil circulando, intentando hacer una revolución con otros colorados batllistas que estaban en la misma situación de él, perseguido por la policía brasilera y por la policía del Uruguay. Luego, cuando regresamos a Montevideo y pudimos empezar a tener una vida más o menos normal, recuerdo que mi padre entró a trabajar en una radio. Y como todavía los partidos democráticos no estábamos habilitados para votar, mi padre hablaba por la radio todas las mañanas de la situación internacional.

Entonces yo viví con ferocidad emocional la guerra civil española. Mi padre estaba a favor de los republicanos lógicamente. Eran los tiempos de la pre guerra mundial y de la finalización de la guerra civil española, y a todos aquellos europeos que venían a la radio, los conocía a todos... a aquellos inmigrantes que tantas cosas buenas hicieron en el Uruguay de trabajo y aporte en el Río de la Plata.
Por lo tanto, esa fue mi infancia, vivida en una familia en la que el padre estaba permanentemente deportado en un lado o en el otro, yo era el hombre de la casa con menos de diez años de edad... y nací en ese mundo. Entonces, los valores con los que me crie, y que asumí, son los valores republicanos, los valores democráticos, los valores éticos, que ahora siguen siendo los mismos que entonces.

El tiempo no lo ha cambiado...

No he cambiado absolutamente nada mis principios, mis valores, mi manera de pensar y de sentir. Y entonces siento más que nunca una especie de obligación impuesta por las circunstancias, asumida con decisión plena sin que nada se me impusiera desde afuera, la obligación de mantener un servicio público en donde estuviera tanto como militante de un partido político, legislador o presidente, o simplemente como ciudadano que hoy se dedica al Facebook y que opina sobre política dos veces por semana en Facebook y que comparte sus opiniones con miles de personas que integran esa cadena, que responden, opinan, algunos en contra y otros a favor. En ese mundo donde nos podemos comunicar, podemos encontrar caminos para solucionar los problemas, sin violencia y con un respeto recíproco, que es la base de nuestra convivencia pacífica.

Y de ahí a la política ¿el camino fue natural?

Lo que yo viví tuvo un impacto en mí muy fuerte. Y se ve que mi condición natural no se resistió a ese impacto, lo aceptó con gusto y lo incorporó a su ser y a su vida y estoy en eso, y sigo en eso mientras viva.

Cuando su padre se convirtió en el presidente Luis Batlle Berres, usted, siendo jovencito en aquel entonces ¿pensó "ahí llegaré yo también cuando llegue el momento"?

No, para nada. Ni de lejos. Yo estaba en Londres en ese momento. A mi padre y a mi tío les pareció muy bien que fuéramos con mi primo, porque había terminado recién la guerra, para que tuviéramos la conciencia clara, a nuestra edad, de lo que era la guerra. Y la tuvimos. Recuerdo que cuando llegamos, lo primero que recibimos después de sellar nuestros pasaportes, fue un carné pequeño donde teníamos los elementos para comprar la comida. Hacíamos la cola en algunos lugares porque había un racionamiento muy estricto, que en Inglaterra todo el mundo cumplía. La ciudad estaba absolutamente destruida.

Recuerdo que una de las primeras cosas que hicimos fue ir a un baile. Yo no tenía ni 20 años. Ahí conocí a una chica muy agradable y simpática, a mi juicio muy interesante, muy jovencita... era viuda. Se había casado con un joven igual que ella y luego él integró la Royal Air Force, la Fuerza Aérea inglesa y creo que en el segundo viaje de combate, falleció. Tenía semanas de casamiento. Y esa chica ya era viuda.
Pero en realidad lo vimos de lejos... porque una cosa es saber que alguien tan joven es viuda... pero otra cosa es estar adentro cuando cae la bomba. Vimos todo eso. Recuerdo que fuimos a Coventry... tuvimos que dormir en la carretera, no había dónde dormir, nada. Estuvimos medio año, vivíamos en una pensión, todos estudiantes... estaba Felisberto Hernández también, ahí lo conocimos a ese individuo tan original.

Esa vivencia en Londres de posguerra lo habrá marcado... y estaba también por cierto todo aquello que había mamado en su casa ¿verdad?

Mire... hace un tiempo, en una de las tantas candidaturas que yo tuve a presidente, un día apareció un señor Suárez, Nacho, excelente periodista, a hacerme una entrevista. De pronto sacó un papelito antiguo escrito a máquina, todo arrugado, lo puso arriba de la mesa y me lo leyó. Y usted de dónde lo sacó, pregunté. Me lo dio su madre, me dijo.

¿Algo que usted había escrito?

Exacto. Y que había tirado a la basura. Nosotros vivíamos en ese momento en la calle Agraciada 3076 enfrente al cine y al almacén del Palacio. Y yo iba al liceo Bauzá en Agraciada casi Ascenso. Al cuarto de arriba le entraba mucho el sol después de almorzar. Se cerraban los postigos y siempre había un espacio por el cual entraban los rayos de luz y en la oscuridad de la pieza, los rayos mostraban una concentración enorme de pequeñas partículas flotando. Y yo escribí algo como diciendo que el ser humano pasaba por la vida desde la oscuridad a la oscuridad, y que cuando pasaba, se le veía en ese rayo de luz, y que nuestra obligación era contribuir a que en ese pasaje por la vida, el ser humano en función de sus valores y de su conducta, tuviera una vida más justa y más feliz.

¿Cuándo escribió usted eso?

A los 12 años. Esa era la consecuencia del mundo en el que había vivido, de lo que había vivido, de lo que había recibido de mi madre y de mi padre. Quiero decirle que ese fue el mundo en el que yo viví, como el mundo en el que vive cualquier niño le hace un enorme bien o un enorme daño. Por eso es tan importante la educación, porque al niño le permite superar la situación familiar cuando aquella situación no le da el aporte que otras familias les pueden dar a los niños.
Eso significa que la importancia de la educación primaria de ese niño es esencial para darle las armas de la libertad intelectual y moral que le permitan superar la realidad en la que ha nacido, de la que él no es culpable. Supongo yo que esta es la tarea más importante en las sociedades, más importante que cualquier otra.


NO FUERZA, SINO COMPROMISO

Usted fue candidato a presidente en varias oportunidades... cinco creo yo. Y me pregunto... de dónde sacaba fuerzas cada vez para seguir intentando. Porque la primera, uno piensa seguramente que quiere cambiar el mundo y que seguramente lo hará mejor que otros, pero luego, intentar una y otra vez... no es sencillo.

La cosa es así. Yo soy republicano y soy liberal. Y considero que los partidos políticos son esenciales para mantener viva y activa la democracia. La primera vez que fui candidato, me empujaron a serlo. En un momento dado un sector del partido colorado que yo integraba, de gente muy joven, presidido por un senador amigo nuestro que era mayor que nosotros pero también joven, en el año 63 empezamos una campaña para reformar la Constitución y volver a la presidencia, con otra serie de cambios importantes... cuando llegó el momento que tuvimos éxito y conseguimos reformar la Constitución, teníamos que tener un candidato y a todos se nos ocurrió que el candidato tenía que ser ese senador, integrante de una familia maronita, cristiano, libanés, llamado Abdala.

Alberto Abdala...

Era Alberto Abdala. Él dijo que no, no quiso, que tenía que ser yo, todos dijeron que sí, que tenía que ser yo, yo dije que están todos locos, que yo tengo solamente 39 años, me empujaron, me tiraron al agua, tuve que nadar. Por suerte perdí la elección, aunque por poco, y ganó el General Gestido.

Pero siguió intentando...

No es un problema de que usted intente. En la primera elección, aquella en la que tenía 39 años, sí, iba para ganar y perdí por muy poquito. En las otras iba por la candidatura para que el partido pudiera tener una plenitud de fuerzas en el acto eleccionario y pudiera llegar al gobierno. Yo sabía que no iba a ganar pero yo tenía una obligación con el partido y con el país, así que no eran candidaturas porque sí, sino para que el partido pudiera tener representación de todos los sectores, en un sistema que yo creía que era malo pero que era el que había. Por lo tanto, me tiraba al agua igual.

¿Pero de dónde se saca fuerza? No cualquiera...

No sé si hay que tener fuerza o no. Yo sé si uno tiene una obligación la tiene que cumplir y chau, le vaya como le vaya... porque si uno cumple la obligación sólo cuando cree que le va a ir bien, o que le toca sólo cumplir con los derechos y no con los deberes, no sirve. Uno tiene derechos y tiene deberes. Yo tenía deberes, con el partido, con el país, con una cantidad de gente que me había apoyado, y mi obligación era esa y chau, se acabó. Y para obtener el objetivo que creo que son los mejores para el país.

 

DESAFÍOS PRESIDENCIALES

Y cuando al fin fue electo presidente, tuvo que lidiar con serios desafíos. ¿Cómo lo evalúa hoy?

Yo tuve un gobierno muy difícil porque tuvimos notoriamente problemas muy serios, como la aftosa que vino una vez de Argentina y una de Brasil y nos hizo un enorme daño. Y después tuvimos problemas financieros muy serios con Argentina. Y vivimos momentos muy difíciles. Mucha gente sufrió mucho, muchísimo.
La única cosa que uno tiene la tranquilidad en la vida, es que si no hubiera hecho lo que hizo en la vida, hubieran sufrido muchísimo más. Son esas cosas que uno las conoce porque maneja la economía, pero que la gente no las puede percibir ni las puede admitir. En momentos de crisis, en cualquier circunstancia de la vida uno tiene que elegir el camino que le permita salir con el menor daño posible, sabiendo que daño va a haber. Porque si uno no quiere hacer un daño, ese daño controlable, el que va a suceder es mucho más grave.

Pudimos salir bien y muy rápido. A los seis meses del estallido de la crisis ya estábamos colocando títulos uruguayos en pesos en el mercado internacional. Pudimos crecer muchísimo y entregarle al Gobierno que nos sucedió, del Dr. Vázquez, al que yo había derrotado en las elecciones anteriores, un país en crecimiento muy fuerte, con una macro economía organizada, que no exigió al gobernante que llegaba ni hacer ajustes fiscales ni endeudarse...

Quisiera destacar que todas las cosas que pudimos enfrentar y resolver, lo pudimos hacer porque teníamos un equipo de gente excepcionalmente capaz. Nadie puede hacer nada solo. La sensación más clara que tiene que tener un presidente es que tiene que elegir a los mejores. Sobre todo, si se siente que son mejores que uno, mejor todavía.

Así fue el trabajo con el vicepresidente Luis Hierro, un hombre de una lealtad absoluta, de una condición moral excepcional, que por tanto no era un vicepresidente que estaba tratando de reemplazarme sino que por el contrario estaba siempre tratando de apoyar las instituciones. Nosotros los batllistas tenemos una manía institucional que me parece que es el corazón de nuestras vidas: las instituciones.

 

LA POLÍTICA HOY

¿Tiene nostalgia de la política?

No, si sigo haciendo política de la mañana a la noche... pero además ya tengo 86 años... y ya fui presidente, y si estuve en la premiere league no voy ahora a ser diputado si ya fui presidente. Además, si soy presidente, tengo obligaciones de conducta, las tenemos todos los que fuimos presidentes de la República, y creo que eso le hace bien al Uruguay, que los presidentes tengamos la conciencia bien clara de que nuestras opiniones pesan para bien o para mal y que tengamos que manejarlas con el cuidado que se supone que tenemos por la experiencia vivida, por el tiempo que hemos estado vinculado a la cosa pública.
Así que no... ser candidato de nuevo... no...

Pero además hay una generación nueva que está mucho más metida en las cosas, y nosotros somos unos viejos. Podemos ayudar, dar consejos, trabajar, empujar, podemos decir cosas que a veces los demás no pueden decir, pero no ser. Ninguno de nosotros. Ni Julio, ni Lacalle, ni yo, hemos asumido otra conducta que ésta, colaborar, pero no ser.


LA FAMILIA, OTRA PASIÓN

La política le apasionó siempre... y otra pasión es su familia ¿verdad?

La familia es lo más importante. Hicimos una cosa con Mercedes este año, la primera vez que la hicimos como adultos. Alquilamos una casa y fuimos todos, los hijos, nietos, amigos y amigos de los nietos, novias, mi cuñado, éramos una tribu terrorífica. A veces éramos 11-12 adentro de la casa.
Lo que yo sé es que el 17 de febrero que empezó nuestra vacación, yo llegué y me saqué los zapatos, y me los puse de vuelta cuando salimos de regreso a Montevideo. Mi mujer me dijo: con una condición, que no lleve el teléfono, o no atienda el teléfono, porque si no, se acaba la vacación. Hicimos una cosa que no habíamos podido hacer nunca. Hacíamos de abuelos encargados de su vida. Hasta a la perra llevamos, la de mi hija, porque yo no tengo. Fueron dos o tres semanas de vacaciones auténticas. No fui a la playa ni una vez porque no había clima para eso. No necesitaba. No leí nada.

¿Qué hacía?

Y... veía cómo mis yernos hacían uno asado en la parrilla de carne y otro en la de pescado. Y Mercedes pescaba. Y yo... no hacía nada. Los miraba a todos. Estaba contento. Agarraba la tableta y miraba los resultados de las carreras en el mundo entero.

Otro amor... los caballos.

Ah sí, desde que me conozco. Tenía 3 o 4 años y el día de mi cumpleaños, cuando vivíamos en la calle Laguna Merín en el Prado, y cuando me desperté había una petiza ensillada al lado de la cama. Así que mi relación con los caballos empieza desde entonces y seguirá mientras viva. Pero cabalgar no se puede, es un problema, lo dejé. Pero crío... yo tengo la manía genética. No juego un peso pero me encanta la genética que me resulta apasionante...

Volvamos a la familia... dos hijos y cuatro nietos...

Los hijos tienen una gran virtud, se dedican a sus actividades, nunca me han generado ningún problema, nunca me han pedido nada, se han desarrollado por su cuenta en sus distintas profesiones. Hacen lo que deben hacer, criticar al padre, por supuesto, yo al mío, ellos a mí, y ya les dije que sus hijos los criticarán a ellos, es una cadena por suerte interminable.


PASADO, MEMORIA, FUTURO

¿Aún tiene ambiciones?

Claro que tengo ambiciones, cómo no, siempre tengo ambiciones. Siempre estoy dando manija para que se hagan cosas, permanentemente. Me preguntan siempre por qué no escribo y digo que al mundo no le interesa lo que yo tenga para escribir, pero porque a mí no me interesa el pasado, sino el porvenir. Yo miro para adelante. Soy un hombre joven, siempre miro para adelante.

Cuando llegue el momento de dejar este mundo, dentro de mucho... ¿cómo quisiera que lo recuerden?

Yo no pretendo que me recuerden de una manera especial... yo conozco la historia bastante. Es uno de los temas de mi vida, la historia... yo soy simplemente una persona que trató de cumplir con su deber, dentro de determinados valores morales que me parecían esenciales para cumplir con el deber. Traté de cumplir con mis obligaciones. O sea que no tienen por qué recordarme de otra manera.

Si uno anda por la calle y le pregunta a mucha gente si conoce algo de la presidencia del General Lorenzo Batlle, le dirán que no. Y fue un tipo que tuvo que enfrentar cosas mucho más duras que nosotros, la guerra en Paraguay, el cólera, una terrible crisis financiera, mucho más, sin FMI, sin BID, sin Enrique Iglesias ayudando. El día que terminó el mandato se fue a su casa y le contaba a su hijo en las cartas que tenía que alquilar piezas porque no tenía plata suficiente para vivir, y había sido presidente de la República. Ese tipo sí que tuvo problemas, y nadie lo recuerda.

Por lo tanto, si a él no lo recuerdan ¿por qué me van a recordar a mí? Uno no puede vivir en función de creer que lo van a recordar sino para cumplir con sus obligaciones. Como uno entiende que las debe cumplir, lo recuerden a uno como lo recuerden.