Contenido creado por María Noelia Farías
Entrevistas

Tiempo de libertad

Entrevista a Marina Nemat

Marina Nemat es una escritora iraní que en su juventud estuvo presa a causa de la Revolución islámica, actualmente reside en Canadá. "Yo protesté, tal cual hicieron muchos de mis amigos adolescentes, y eventualmente fuimos arrestados", dijo Nemat. Entrevista de Ana Jerozolimski.

14.04.2015 12:26

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2015-04-14T12:26:00-03:00
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La escritora iraní Marina Nemat, exiliada en Canadá, autora de "Prisionera de Teherán" y "Después de Teherán", sigue con preocupación la situación en su país natal. De jovencita, sufrió en carne propia la tiranía de la revolución islámica, siendo apresada a los 16 años, enviada a la infame cárcel de Evin, donde fue violada, torturada y obligada a "casarse" con uno de sus interrogadores, advirtiéndosele que si no lo aceptaba, su familia pagaría las consecuencias.

La volvimos a contactar estos días a raíz de las noticias de actualidad que llevaron a Irán a los titulares mundiales. Este es el diálogo mantenido.

Marina, tuve el gusto de conocerte hace unos años en Jerusalem, cuando llegaste invitada a la Feria Internacional del Libro, en la que presentaste tus libros sobre tu dura experiencia personal en Irán, tu país natal. Siendo una joven estudiante, fuiste apresada por el régimen de los Ayatollas, enviada a la prisión Evin y condenada así a un gran sufrimiento a distintos niveles. Guardé tu historia en mi memoria y mi corazón. Para aquellos lectores que no la conocen ¿cómo la resumirías?

Creo que lo esencial es contar que nací en 1965 en Teherán en el seno de una familia cristiana de clase media. Cuando tenía 13 años, en 1979, llegó la Revolución islámica. La revolución no sólo que no dio las libertades políticas que había prometido, sino que quitó las libertades personales de los iraníes. Yo protesté, tal cual hicieron muchos de mis amigos adolescentes, y eventualmente fuimos arrestados.

Tenía 16 años cuando me llevaron a la prisión de Evin, donde me torturaron y violaron. Me obligaron a convertirme al Islam y a "casarme" con uno de los interrogadores, bajo la amenaza que de lo contrario, dañarían a mi familia.
Fui liberada dos años, dos meses y doce días más tarde, devastada y quebrada. Muchos de mis amigos murieron en Evin en los años 80. Ahora vivo en Canadá, soy escritora, conferencista, docente y activista por los derechos humanos.

Hace unos días, cuando llegaron de Lausanne las noticias sobre el marco de acuerdo entre las potencias e Irán, con la consiguiente ya conocida reacción de Israel, en contra del mismo, con un profundo mensaje de desconfianza en cualquier promesa que el régimen de los Ayatollas pueda formular, yo pensé en ti. Y me pregunté cómo te estarías sintiendo... qué estarías pensando al ver al Canciller Zarif sonriente y asegurando que Irán cumplirá con lo que promete, sabiendo que apenas volvió a Teherán, los mensajes ya sonaban distinto.

No confío en absoluto en el régimen iraní. Tienen una larga historia sangrienta de tiranía, mentiras y engaños. Sería propio de tontos confiar en ellos. Sin embargo, esto no significa que yo crea que hay que bombardear a Irán. Lo que Irán necesita es un cambio político de fondo, que debe venir desde adentro.
Pero sin duda, en este régimen no se puede confiar.

Todos vimos las imágenes de los ciudadanos iraníes celebrando en las calles de Teherán, lo cual es comprensible por cierto, ya que se anticipaban al levantamiento de las sanciones. Y esto me lleva a plantear que aquí, al parecer, hay una contradicción porque por un lado, un acuerdo nuclear supuestamente neutralizará la amenaza nuclear de Irán, pero por otro lado, puede fortalecer al régimen, lo cual profundizaría las dificultades con las que lidia la población de Irán. ¿Cómo lo ves tú?

Las sanciones han perjudicado significativamente la economía iraní y el régimen lo siente. No hay libertad política en Irán, en absoluto, y con la disensión política se lidia violentamente. Pero es otra cosa cuando la gente protesta porque no puede llevar comida a su mesa. Levantar las sanciones, sea lenta y gradualmente o en forma rápida, sea parcial o enteramente, llevará miles de millones de dólares a la máquina sedienta de sangre que ha estado matando a su propio pueblo desde hace varias décadas.

El pueblo de Irán quiere que su economía mejore y tiene todo el derecho de que así sea. Pero levantar las sanciones tiene un costo muy serio: el fortalecimiento de la tiranía. El iraní promedio que está apretado de efectivo no ve o no le importa siquiera que a través del levantamiento de las sanciones conseguirá un alivio económico pero también dará nueva vida a una dictadura terrible.

Hace unos días, los iraníes danzaron en las calles de Teherán y otras ciudades para celebrar la posibilidad de un acuerdo entre Estados Unidos e Irán. La última vez que yo vi celebraciones de ese tipo en Irán fue cuando la Revolución islámica resultó exitosa. Pero muy poco después, el régimen revolucionario de Irán tiró a miles de los mejores hijos de Irán a prisión, a la tortura, violándolos y asesinándolos. Sin saberlo, en 1979 los iraníes bailaban sobre las tumbas de sus propios hijos.

Es difícil escucharte decir esto, sabiendo lo que tú misma viviste... Aunque tú estás viviendo hace muchos años en Canadá, estás en contacto con tu patria y te mantienes seguramente informada por distintas fuentes. ¿Qué es lo que puedes compartir con nuestros lectores acerca de la situación interna en Irán, más allá de lo que se publica cada tanto en la prensa? ¿Cómo describirías la vida diaria del pueblo iraní, hoy, bajo el régimen actual?

El abismo entre ricos y pobres se ha ampliado significativamente. La gente ha vivido una dictadura terrible, aunque sin duda la vida de los iraníes es mejor y más segura que la de la mayoría de sus vecinos, como los pueblos de Irak, Siria y Afganistán. Pero la injusticia económica y la presión en Irán, que es mayormente resultado de la corrupción a distintos niveles del gobierno y no de las sanciones, ha estado empujando a la gente a una situación extrema. La única razón por la que el país no ha estallado es la historia de brutalidad del régimen en todo lo relacionado a protestas políticas y al hecho de que el pueblo de Irán no quiere que su país se convierta en otra Siria.

En tus libros, plasmaste con mucha claridad tus memorias llenas de vida de tu niñez y adolescencia en tu patria. Recuerdo tus descripciones de sus paisajes, la belleza... y cómo todo cambió cuando el régimen de los Ayatollas tomó el poder. Desde entonces... ¿crees que las cosas empeoraron más aún?

Las cosas han evolucionado, pero no han mejorado. El régimen tiene completo poder sobre la gente porque usa puño de hierro y la propaganda religiosa que nutre los miedos de la gente.

Los ciudadanos iraníes que viven fuera del país por su oposición al régimen ¿están en contacto, tienen algún vínculo en marcos organizados, para compartir recuerdos... y quizás también esperanzas?

Los iraníes en la diáspora están muy divididos, por varias razones. La mayoría detesta al régimen pero no logra ponerse de acuerdo acerca de qué es lo que debería sustituirlo y cómo. Además, hay una seria falta de liderazgo confiable y responsable.

¿Crees que eventualmente lograrás volver a la tierra en la que naciste?

No contengo el aliento esperando el momento porque me parece muy poco probable que en el futuro cercano ello sea posible. Sin embargo, aunque no soy optimista, mantengo la esperanza en un futuro mejor en mi país.

Marina, recordé al comienzo que nos conocimos en Jerusalem. ¿Cómo recuerdas tus visitas a Israel, la forma en que te recibieron y cómo la gente reaccionaba al oír que venías de Irán? Sería bueno saber cómo viste a Israel...

Estuve dos veces en Israel y ambas fueron experiencias impresionantes. La gente en Israel fue muy cálida conmigo, hospitalaria y curiosa. Las discusiones políticas eran muy enérgicas y llenas de empuje y parecía que nadie tenía miedo de expresar lo que piensa. Sentí una actitud abierta y sin temor, que me gustó mucho. Claro que ambos viajes fueron cortos y me hubiera gustado quedarme más tiempo y aprender más, pero hice buenos amigos a los que espero volver a ver.

Recuerdo que mi sensación fue que Israel tenía una especie de crisis de identidad... quizás, en realidad, la palabra crisis sea un poco demasiado fuerte. Pero noté que la gente con la que me encontré tenía ideas muy diferentes sobre lo que Israel era para ellos y lo que debería ser en el futuro. Pero para una nación joven que ha enfrentado desafíos enormes, eso no es sólo normal sino también muy bueno.