Contenido creado por María Noelia Farías
Entrevistas

Volver a las raíces

Entrevista a Luis Hierro López

"No somos un partido de derecha como se nos acusa", dijo Luis Hierro López, quien aseguró que el Partido Colorado debe retomar su posición progresista y crecer desde la izquierda liberal. Por Ana Jerozolimski.

23.03.2015 10:03

Lectura: 13'

2015-03-23T10:03:00-03:00
Compartir en

Luis Hierro López afirma que el Partido Colorado está vigente -más allá de las circunstancias electorales - porque representa al espíritu liberal que caracteriza al Uruguay y a las democracias occidentales. Asegura que tras la "instantaneidad" contemporánea vendrá un tiempo de ideas y de valores en el que su colectividad resurgirá con fuerza, dadas las viejas raíces del Partido Colorado.

Esta es la entrevista que Semanario Hebreo le hizo al ex vicepresidente.

 

El Partido Colorado está viviendo desde hace no poco una situación difícil. A los malos resultados electorales se agregan ya algunos casos de figuras del partido que apoyan a candidatos de otros, ahora de cara a las municipales. Una cosa es tener mente abierta y poder ver cualidades y virtudes en figuras que lo merecen, aunque no sean del partido de uno... pero me parece que esto ya es casi un voto de desconfianza al partido, desde sus propias filas... ¿Qué está pasando?

El Partido vive una crisis que es resultado de múltiples factores, que tienen que ver con el ejercicio del poder y la asunción de la "ética de la responsabilidad" que caracteriza a nuestra colectividad. Desde 1980, el Partido Colorado ha hecho lo que había que hacer, aunque costara: transición institucional, amnistías, cambio en paz, inicio de la reforma del Estado. Esa gestión generó en la sociedad apoyos y críticas, estas últimas se volvieron mayoritarias, tras la crisis económica de 2002. A eso le agregamos errores electorales en la última campaña, pero creo que hay que interpretar nuestra situación con la mirada en el largo plazo, no sólo en la circunstancia.

Usted ha estudiado la historia del Partido Colorado y, de hecho, un libro sobre el tema que ha escrito ya está en proceso, de cara a su publicación en "Banda Oriental". ¿Ha habido antecedentes de situaciones de este tipo en otros tiempos?

Para los dirigentes de la época, la derrota electoral de 1958 fue un drama más grande que el que vivimos hoy. La elección de la Asamblea Constituyente de 1916, que perdió don Pepe Batlle, fue el peor desastre previsible, y seguramente hay en el siglo XIX ejemplos similares. Los defensores de Montevideo, sitiados por las fuerzas rosistas, resistieron hasta la penuria y tuvieron que comer carne de perros para evitar la hambruna. Don Pepe vivió 20 años de oposición a las dictaduras y enfrentamientos partidarios antes de llegar al poder. El Partido siempre surgió con fuerza renovada de las circunstancias históricas adversas, así como lo hizo con una vibración especial tras las proscripciones y las dictaduras. Perder una o dos elecciones no es una medida, hay que tener conciencia histórica de lo que somos y de lo que representamos, una lucha centenaria por la libertad. ¿Alguien se imagina a Garibaldi abandonando el campo de batalla? La fuerza de esos líderes históricos radica en los colorados.

¿La "responsabilidad" -por no decir "culpa"- por una situación así, se puede endilgar sólo, por ejemplo, al líder del partido o hay algo más profundo? Quizás el haber estado ya tantos años fuera del poder, habiendo sido partido de gobierno tanto tiempo, es algo a lo que el Partido Colorado le cuesta acostumbrarse...

Los dirigentes siempre tenemos una cuota de responsabilidad, que, en mi caso, no esquivo. Los candidatos del Partido Colorado en cada elección pueden haber sido mejores y haber hecho mejores campañas, pero no creo que se trate de señalar a unos u otros. Eso le corresponde a la gente, no a los dirigentes.
También es cierto que a los colorados nos cuesta mucho ser oposición. No sabemos ser opositores. Nuestro viejo amor por el Estado y el país nos lleva a pensar cómo mejorar las cosas y nos ubica en contra de las prédicas destructivas.

¿Cómo saldrá entonces su partido de su actual situación?

El Partido Colorado debe retomar su posición progresista, llamada ahora de centro izquierda o socialdemócrata, aunque el Batllismo es anterior a esas denominaciones o posicionamientos. No somos un partido de derecha como se nos acusa. Somos un partido que siempre estuvo a la avanzada de las cuestiones sociales e intelectuales.
El reiterado ejercicio del gobierno ha debilitado esa posición de vanguardia que tuvo el Batllsimo -lo que inevitablemente le sucederá al Frente Amplio, que tendrá que empezar a negar las reclamaciones de la sociedad- pero se equivoca el dirigente colorado que crea que el Partido crecerá desde la derecha. Crecerá desde el progresismo, desde la izquierda liberal, porque eso está en nuestras raíces.

Fructuoso Rivera fue el "hijo de la Revolución", el liberal más auténtico que generó ese tiempo. Y José Batlle y Ordóñez fue un revolucionario en la paz, el más fecundo de los revolucionarios uruguayos, que concretó una obra de justicia social inigualada. Pero don Pepe marcó el camino, porque se separó de las corrientes marxistas porque no creía en la lucha de clases como motor de la historia, sino en la educación y en la libertad de los hombres. ¡Y qué razón tenía! Esa diferenciación que Batlle planteó ya en 1917 quizás ahora, pasado el siglo de las dictaduras soviéticas, esté más vigente que nunca, porque el Batllismo siempre fue el más avanzado al momento de imponer la justicia social pero a la vez el más vigoroso al momento de defender la libertad, un signo de identidad que ningún otro partido uruguayo puede mostrar. Esa es nuestra cédula de identidad. El Batllismo fue innovador, revolucionario, visionario. Nunca le tuvo temor al porvenir, por el contrario, siempre salió a buscarlo.

Usted dice que su partido fue el más vigoroso defensor de la libertad, pero hay quienes recuerdan que los dictadores siempre fueron colorados. ¿Cómo se explica eso?

Del militarismo histórico salimos por la lucha en la prensa de José Batlle y Ordóñez y por la conducción civil de Julio Herrera y Obes. Del golpe de Terra salimos a través de Baldomir, César Batlle y Amézaga, todos colorados. Y de la última dictadura salimos por la gesta que inició Tarigo, con el apoyo de atrás, porque estaban proscriptos, de Jorge Batlle y de Sanguinetti. Ese es nuestro signo.

El Partido Colorado es parte clave de la historia nacional... y la verdad es que uno puede plantearse que eso no desaparece así nomás, que todo lo que hay ahora son crisis pasajeras que no van a acabar con el partido... Pero cuando una sucede a la otra es inevitable preguntarse dónde está la salida, el túnel hacia la recuperación. ¿Cómo lo ve?

El Partido Colorado es precisamente una clave de la historia nacional y no puede concebirse la trayectoria uruguaya sin pensar en esta colectividad. Nuestros adversarios aprovechan la circunstancia para decretar la desaparición colorada, pero eso suena a revanchismo miope. Es un hecho que el Partido está mal y que atraviesa una crisis, pero de ahí a pensar en un proceso de extinción hay un abismo. Los partidos tradicionales uruguayos, colorado y blanco, son los más antiguos de que se tenga memoria. Ni en Estados Unidos ni en Europa hay colectividades con tal larga vida como ocurre en nuestro país. Es un proceso que caracteriza al país, a su historia, a lo mejor de su vida cívica. No creo que el Partido Colorado se encuentre en un proceso de extinción, porque representa en la forma más cabal posible los más auténticos sentimientos e ideas de libertad y de justicia, dos principios que no todos pueden invocar.

Y yo me pregunto cómo siente esto quien estuvo en una posición destacada como la de vicepresidente de la República... ¿Le duele más a quien estuvo allí arriba, en la toma de decisiones?

Conozco, por suerte, a muchos compañeros de a pie que sienten lo mismo. Los colorados estamos dolidos con nuestra situación, pero de ella no saldremos con lamentaciones o renunciamientos, sino que vamos a salir respaldándonos en nuestras raíces e ideas. En contra de lo que parece demostrar la instantaneidad del mundo contemporáneo, creo que volverán a predominar las ideas y los valores más que las posiciones de circunstancia. En ese escenario, nuestro partido liberal y democrático tendrá mejores posibilidades.
Vivimos, en el mundo, un tiempo de "instantaneidad" fulgurante que ha depreciado algunos valores. Como la historia va y viene, pasará el tiempo de los populismos y del desprecio al republicanismo. Hay ciclos, pero ellos no terminan con las grandes ideas, como la libertad y la República, que el Partido Colorado encarna.
A esa actitud ideológica debemos sumar nuestro trabajo, nuestro obraje, con un cambio de actitud, porque siempre estuvimos vinculados al gobierno y a la administración. Ahora estamos en el llano y tenemos sólo el poder de las ideas.

Me consta que para usted, el partido Colorado no fue sólo una ocupación, ni solamente un marco político de trabajo, sino una verdadera pasión. ¿Por qué? ¿El bichito de la política pica y eso es para siempre?

En nosotros, es una misión. Aprendimos de los héroes de la Defensa de Montevideo, que dieron su vida y el bienestar de sus familias por sus ideales. Aprendimos de Fructuoso Rivera y de Joaquín Suárez, sobre quienes escribo en ese libro mencionado para que el ejemplo siga vivo.
Además, vivo la política como una misión, "para siempre", más allá de las posiciones o cargos que tenga. Hasta el último suspiro estaré defendiendo la causa de la libertad desde mi trinchera colorada. La libertad siempre, acá, en Uruguay y allí donde peligre.

¿Al cumplirse 30 años de la recuperación de la democracia, en la que el Partido Colorado fue el primero que formó gobierno en libertad, debe traer muchos recuerdos? ¿Verdad?

Recuerdos y valoraciones. La conducción republicana e institucional que hizo el Partido Colorado bajo la primera presidencia de Sanguinetti es de una dimensión que aún no ha podido medirse en todo su significado por los uruguayos, que se dejan envolver en las luchas políticas cotidianas. Pero empiezo a encontrarme a personalidades del Frente Amplio que, conociendo ahora a las dificultades del ejercicio del poder, reconocen esa gestión histórica y patriótica del Dr. Sanguinetti. En voz baja, algunos otros dirigentes de Frente Amplio afirman que Pacheco Areco fue un gran presidente, dado que tuvo que enfrentar al traicionero desafío de la violencia guerrillera. Ya Seregni había hecho un reconocimiento de ese tipo. También escucho y leo a dirigentes frenteamplistas que valoran la salida que condujo Jorge Batlle tras la crisis de 2002, por abnegada, patriótica y eficiente. En poco tiempo más, la sociedad entera irá pensando de esa forma.

Ese es el signo de los dirigentes colorados. La historiografía festiva, a la que muchas veces adhiere el Frente Amplio, se dedica a criticar a los presidentes colorados, todos quienes, de Fructuoso Rivera para acá, asumieron sus responsabilidad y cumplieron su deber, sirviendo a esa "ética de la responsabilidad" sobre la que se construyó el pequeño gran país llamado Uruguay.
El humor y los votos de la gente no siempre van de la mano de esas conducciones históricas, pero no tengo dudas de que ellas -esas conducciones históricas- pueden más que los vaivenes de la opinión. El Partido Colorado tiene ese enorme peso histórico y político.

La evocación de los 30 años de democracia nos lleva a un tiempo anterior. ¿Hubo momentos en que dudó si el país iba a salir de los oscuros años de la dictadura?

No, siempre supe que "salíamos". El punto era saber cuándo. Todas las semanas había avances y retrocesos, pero el proceso quedó marcado tras la histórica jornada de noviembre de 1980 y no había vuelta atrás posible. Pero para cualquier lector joven que lea esto, le digo que doce años de dictadura en la vida es mucho tiempo, un tiempo horrible, una sombra, una pesadilla. En el año 73 yo tenía 26 años y siento que mi vida tuvo, como la de muchos uruguayos, un enorme corte, como si me hubieran cortado un brazo o una pierna, como si los dictadores hubieran amputado y tirado a la basura parte de mi cuerpo, de mi libertad, de mi vida.

Usted mismo estuvo preso ¿tuvo miedo?

Cuando fui procesado con prisión sabía perfectamente mi destino inmediato, que era la cárcel. Había sido acusado directamente por el presidente de facto, Dr. Aparicio Méndez, por lo que era claro que terminaba preso. No fui llevado a las oscuridades de un cuartel, sino a un Juzgado, por lo que mi situación era mejor que la de otros ciudadanos. Anteriormente a ser procesado, por mi actividad periodística pasé muchas horas en dependencias policiales y sufrí maltratos psicológicos destinados a "ablandarme". En todas esas ocasiones no tuve miedo y no por ser muy valiente, sino por la fuerza que da la convicción de abrazar una lucha cívica superior.

Hoy, 30 años después de la recuperación de la democracia ¿se anima a compartir conmigo cuál fue su mayor felicidad en sus años en la política?

Precisamente los 30 años de democracia, un éxito de la República. El prometido cambio en paz se ha cumplido en términos completos. El cambio en paz se convirtió en política de Estado y la sociedad ha perdonado los errores del pasado, lo que coincide con la larga y generosa historia uruguaya de amnistías. El hecho de que un ex guerrillero que no precisamente acompañó a un grupo revoltoso y romántico sino a un sector radical, violentista, haya llegado a la Presidencia, da cuenta del éxito indudable del "cambio en paz" y del triunfo de la causa democrática.
Hay pequeños grupos que no aceptan esta lógica, pero ella fue avalada democráticamente en dos instancias electorales diversas. La "salida" uruguaya fue muy fuerte, muy saludable. Es muy importante para nuestra evolución institucional que el presidente Tabaré Vázquez haya rendido homenaje a ese hecho en su discurso del 1.º de marzo pasado.

¿Cree que colorados, blancos y frenteamplistas pueden festejar de la misma forma el regreso a la democracia? ¿O hay diferencias insalvables?

No hay diferencias insalvables en la medida en que todos respetemos a la democracia. Pero eso no ocurre siempre. En el Frente Amplio conviven algunos sectores que directamente no creen en la democracia. El Frente Amplio sigue oficialmente apoyando a la dictadura cubana, sostiene a la casi dictadura de Venezuela, así como muchos ciudadanos frenteamplistas apoyaron a las dictaduras soviéticas. Todos los demócratas censuramos al nazismo y al comunismo, pero hay uruguayos que no hacen eso. Censuran al nazismo pero ocultan los terribles atentados del comunismo, una hemiplejia moral que es, lamentablemente, bastante frecuente en Uruguay.
Esto no es una opinión, son hechos y bastante lastimosos. La prédica frenteamplista sobre los derechos humanos y la democracia pierde credibilidad cuando todavía hay frenteamplistas que juzgan a las dictaduras a través de los lentes ideológicos. Creo que el Frente tiende a superar esa hemiplejia, pero es evidente que le cuesta y que viene muy lento al momento de cumplir esa deuda histórica.

¿Qué le desea el ex vicepresidente, el ciudadano Luis Hierro, al presidente Tabaré Vázquez?

Que al final de su segundo mandato, los compatriotas podamos decir que cumplió con su deber, siendo un gran uruguayo, representante fiel de nuestras mejores tradiciones cívicas y valores culturales.