Pese a que las obras en el Centro de Rehabilitación Visual Tiburcio Cachón continúan, poco queda ya del antiguo establecimiento con techos que se llovían y salas inhabilitadas.

Al edificio se ingresa por la calle Juan José Quesada a través de una rampa accesible instalada recientemente en el marco de una remodelación a cargo del Ministerio de Desarrollo Social (Mides) en convenio con el Ministerio de Trasporte y Obras Públicas (MTOP), que era solicitada tanto por usuarios, como por técnicos y organizaciones civiles.

Es la primera restauración “grande” desde su creación en 1962. “Todo lo que es eléctrica se hizo 100 %, instalación de aires acondicionados; todo lo que es pintura, baños nuevos, cocinas nuevas”, dice a Montevideo Portal Mauricio Hornos, arquitecto del Mides, quien vivió de cerca este proceso de restauración que comenzó en marzo de 2022.

Las obras incluyen: pavimentación vehicular de acceso; planos y maquetas hápticas (mapa del centro en 3D); detección de incendio con alarma sonora en todo el edificio; cerramiento perimetral; internet; accesibilidad universal (puertas, pasillos y barandas); podas, talas y retiro de árboles caídos; impermeabilización del techo y recambio de tejas; reacondicionamiento del gimnasio; pisos nuevos en varias zonas del edificio: pasillos, hall de entrada y subsuelo; mejora de áreas verdes, e instalación de cámaras de seguridad.

En el marco del convenio, que implicó una inversión total de $ 20.407.395, el MTOP donó parte de ese presupuesto a la Dirección Nacional del Liberado, que contrató a través de la Fundación Caleidoscopio a personas egresadas del sistema penitenciario para que lleven adelante la construcción de baños, cocinas y sala de lactancia.

Foto: Presidencia

Foto: Presidencia

“Abarcamos los 1.267 m² de edificación”, agrega Hornos. A su lado, la directora de Discapacidad del Mides, Karen Sass, complementa: “La iluminación y los pisos tienen ciertas condiciones para la rehabilitación. Todo eso se hizo nuevo”.

La recepción, ubicada en la entrada, da lugar a tres pasillos que se diferencian entre sí por los colores de marcos y puertas: verde, naranja y bordó. “De esta forma, ellos [los usuarios de baja visión] van a poder asimilar que, en el pasillo verde, por ejemplo, hay tales actividades, en el naranja otras y en el bordó otras”, explica el arquitecto.

La manchita negra de Carlos

Carlos tiene 42 años y cuenta que tuvo problemas en la vista desde chico. Cuando iba a la escuela comenzó a usar unos lentes “muy gruesos”, que eran “irrompibles”. “En sexto se me desprende la retina de los dos ojos; una parcial, la otra más o menos. Ahí me opera el equipo de Rodríguez Barrios y me recuperan la vista. Después de eso, empecé a usar lentes de contacto y al año siguiente me pasa lo mismo”, relata.

“La vista derecha la fui perdiendo paulatinamente. A los 15 años, más o menos, me quedé sin vista derecha, que siempre fue una esclava de la izquierda”. Y, hasta hace dos años, “seguía con la vista izquierda con miopía alta, pero con un lente de contacto que corregía muy bien la visión”, dice.

Carlos es técnico electricista y tenía una empresa de electricidad. Estando en obra, cuenta, empezó a ver “una manchita negra” en la parte inferior de su ojo izquierdo. “Ahí empecé en el [Hospital] Saint Bois, encontré un médico bueno que se llama doctor Rivas —le dicen el Mago— y me operé con él”.

Después de pasar por una operación de corregimiento de retina, le colocaron un líquido intraocular (aceite de silicón) que no le permite ver, pero mantiene la retina mientras cicatriza. 

Al año, cuando lo fueron a extraer, se volvió a desprender. “La pegaron de vuelta, le pusieron el líquido y ahora estoy con el líquido ese esperando que lo saquen, pero ya me tocaron lo que se llama la mácula, que me genera una mancha negra en el medio del ojo hacia donde yo mire. Para poder ver un poquito agacho la mancha y miro por arriba. Eso quedó en una baja visión no funcional”, explica.

Después de jubilarse por recomendación de su médico, ahora Carlos está a la espera de una última operación para que le vuelvan a sacar el gel.

“Nunca había escuchado del Centro Cachón, es una de las indignaciones que tenemos, ¿cómo no está relacionado ni con el Saint Bois ni con el [Hospital] Clínicas?”, se pregunta, sentado en un banco con vista al patio interno del centro.

Reposicionamiento 

El establecimiento “fue históricamente un centro de referencia a nivel de América Latina en rehabilitación”, señala Sass, y añade: “No todos los países tienen este recurso tan importante y nosotros queremos posicionarlo en el mismo lugar en el que estaba”.

El centro pasó por varios procesos. En 2016, las autoridades del Mides resolvieron cerrarlo, tras ser ocupado por usuarios —que se oponían al cierre— durante 71 días. El Cachón se trasladó al Instituto General Artigas, en Camino Maldonado, donde las personas con discapacidad visual fueron atendidas por cuatro años.

Finalmente, la nueva administración reabrió las puertas de este centro en 2020. “Esta administración decidió que este era el lugar del Cachón porque estas dimensiones, en un local totalmente accesible, son muy difíciles de encontrar y además es un ícono; es algo que trasciende a las personas o los colectivos”, resalta Sass.

La reinauguración será el próximo miércoles 15 de febrero a las 17:00 y contará con la presencia del presidente de la República, Luis Lacalle Pou, el ministro de Desarrollo Social, Martín Lema y el ministro de Transporte y Obras Públicas, José Luis Falero.

Ver más allá

En el “pasillo naranja” están ubicados dos “apartamentitos” que se utilizan para trabajar en el área de Habilidades Diarias. “Acá uno va a ver como mini casas, porque la gente acá aprende a bañarse, a vestirse, a cocinar; todo, pero con la ceguera o con la baja visión. Vienen siendo totalmente dependientes: uno los ve a veces que vienen de la mano de otra persona, y se van con proyectos de autonomía, laborales, educativos, a poder vivir solos o de la forma que quieran, con las habilidades que fue adquiriendo en el centro”, señala Sass.

Las “salas diarias” están equipadas con camas, cocinas, lavarropas. “Acá aprenden todo: hacen su cama, se lavan los dientes, se peinan”, cuenta la jerarca.

Al momento, el Centro Cachón atiende a más de 100 personas con discapacidad visual en todo el país y cuenta con instructores en 11 departamentos. Los usuarios no pasan la noche en el establecimiento, sino que “van y vienen”.  

“Están en general de 9:00 a 17:00. Algunos vienen todos los días, algunos tres veces por semana, otros una vez, algunos vienen a reforzar algún área. Hay quienes ya tuvieron rehabilitación, de repente hace 15 años y vuelven; algunos necesitan reforzar la parte de tecnología, entonces vienen solo a eso”, aclara Sass.

“Hay muchas personas a las que les cuesta venir, porque pasa —con la ceguera, sobre todo— que se les cae el mundo y dicen ‘qué va a pasar conmigo ahora’. Nosotros estamos trabajando en un proyecto también de padrinazgos: que personas que hayan pasado por el proceso puedan estar en esos primeros pasos y transmitir que hay muchas cosas para hacer y que se puede tener un proceso de rehabilitación y salir adelante”, expresa la directora.

Asimismo, señala que están trabajando en la creación de un centro transitorio, “sobre todo para que personas del interior puedan venir un tiempo [a Montevideo], a hacer un curso, una capacitación, lo que sea y tengan donde quedarse”.

Pasando las salas diarias, está el “pasillo de los anillos”, un pasaje que se mantiene de la vieja edificación y ayuda a los usuarios a identificar qué salas están en dicho pasillo, gracias a los tres anillos del pasamanos que se corresponden con las puertas de las tres oficinas ubicadas allí.

En el amplio patio del centro se construyó un anfiteatro para hacer actividades sociales al aire libre y se colocaron juegos para los más chicos.

Foto: Presidencia. 

Foto: Presidencia. 

“Si tenés una hora libre te vas a tomar mate afuera, es decir, está muy bien pensado. Quedé como loco cuando empecé a venir porque no lo conocía y la gente es muy humana”, valora Carlos, que asiste al centro tres veces por semana: lunes, miércoles y jueves. Ya no necesita de su bastón para caminar por el edificio. “Todo este centro yo lo vi primero con mis manos en un plano con referencias y ahí me empecé a interiorizar de que caminamos solos, sin bastón”, dice.

La remodelación “también nos sirve para llegar a gente que hoy no llegamos, que se acerquen, que se acerquen a cualquier oficina del Mides porque este es un lugar que realmente cambia la vida de las personas”, reflexiona Sass.

“La discapacidad uno la deposita siempre en una persona, pero la discapacidad hoy es una interacción entre dos cosas: la habilitación que tiene la persona y todas las barreras que existen en el entorno, las actitudes que impiden la inclusión”, agrega.

Talleres y cursos

El Cachón cuenta con diversos talleres y cursos que suman a la rehabilitación del usuario: Educación Física a cargo de un profesor especializado en el trabajo con personas de baja visión, se ofrecen también cursos de tiflotecnología (tecnología adaptada a esta población), talleres de gastronomía, atención psicológica y seguimiento con trabajador social.

Como parte de la inversión del Mides y del MTOP, se incorporarán al centro nuevos recursos humanos con el fin de potenciar al equipo técnico y mejorar así la calidad del proceso.

A los ya existentes, se agregan: docentes de braille, de Educación Física y de tiflotecnología; pasantes de terapia ocupacional, mediante un convenio con Universidad de la República; psicomotricista y más horas de atención psicológica y estimulación temprana para niños ciegos y baja visión, en acuerdo con la Administración Nacional de Educación Pública y Administración de Servicios de Salud del Estado, dirigida a niños de 0 a 4 años.

Este último proyecto está a cargo de una maestra especializada que trabaja no solo con los niños, sino también con las familias.

Recuperar la vida

La relación de Carlos con el Centro Cachón pasó por una etapa de intermitencia. Relata que “cortó” muchas veces porque le costaba asimilar la situación. No obstante, destaca que después de que conoció el centro, está retomando su autonomía de vida.

“Te tienen mucha paciencia”, cuenta entre risas. “En mi caso falté; hubo días que no quería venir y de a poco lo vas asumiendo. Empezás a usar bastón cerca de amigos y familiares”, señala.

En el taller de Orientación y Movilidad aprendió a “caminar por el tránsito, caminar derecho, percibir con el bastón las distintas texturas del piso, baldosas podotáctiles”.

“Después, conocí también el braille, que me pareció re interesante. Es una lectura que tiene su correlacionamiento entre letra y letra. Algo que te parece imposible, lo vas aprendiendo. En mi caso siempre me gustó la lectura, entonces, como que preciso el papel, el olor del libro. Me gusta la música; escuché que dentro de braille también tenés letras, letras acentuadas, números, símbolos y notas musicales”, cuenta.

—¿Cómo te llevás con la cocina?

—Divino, ya soy un amo de casa. Es más, estoy entendiendo la dificultad del amo de casa porque antes, laburando todo el día… uno piensa que las cosas se hacen solas. En la cocina de cuatro hornallas, usamos las de atrás, nos alejamos del fuego. Entonces, ponés una caldera y para centrarla, ponés la mano arriba.

“Para prender la estufa a gas, voy de atrás y prendo de a un panel y siento el calor de los paneles [...]. Nos enseñan a picar verduras para no cortarse los dedos, a usar platos hondos para evitar que se nos caiga la comida”, ejemplifica.

Consultado sobre sus expectativas respecto a la operación venidera, Carlos expresa: “Estoy tranquilo y con la esperanza de que quede bien, pero si queda mal ya tengo todas las herramientas como para seguir en esta vida”.