Por The New York Times | Oscar Lopez
Enrique Bolaños, expresidente nicaragüense que se encargó de sentenciar a su predecesor por cargos de corrupción e impulsó el desarrollo económico durante un breve periodo de transición democrática, murió el 14 de junio en su residencia en Masaya, Nicaragua. Tenía 93 años.
Confirmó el deceso su hijo, Enrique Bolaños Abaunza, quien informó que su padre recibía tratamiento por enfisema y fibrosis pulmonar.
A Bolaños, una figura distinguida de la oposición antisandinista que más adelante, durante su presidencia de 2002 a 2007, fue reconocido como un férreo defensor de las normas democráticas, en general se le considera un ilustre estadista, tan decidido a erradicar la corrupción que ni siquiera eximió de castigo a su antiguo compañero de fórmula.
Su muerte ocurre en un momento muy delicado para Nicaragua. Su sucesor en la presidencia, Daniel Ortega, desde hace algunas semanas ha aplicado enérgicas medidas en todo el territorio, que han llevado al arresto de más de diez líderes ciudadanos y políticos, ahora que el país se prepara para celebrar elecciones en noviembre.
“Se le recordará por su honestidad, integridad moral y compromiso con las instituciones”, aseveró Mateo Jarquín, profesor asistente de Historia en la Universidad Chapman en California. En vista de las enérgicas medidas actuales, añadió Jarquín, “su mandato se recordará con una enorme nostalgia”.
Nacido el 13 de mayo de 1928 en Masaya, en el área occidental de Nicaragua, Enrique Bolaños Geyer fue el tercero de cuatro hijos. Su padre, Nicolás Bolaños Cortés, era empresario; operó una farmacia, cultivó café y tuvo ganado; su madre, Amanda Geyer Abaunza, era ama de casa.
Bolaños recibió su formación escolar en las escuelas Monseñor Lezcano y Cardenal Juan Cagliero de Masaya, así como en el Colegio Centro América, una escuela católica privada que ocupaba un edificio de varios pisos en Granada. Se graduó como ingeniero en la Universidad de San Luis en Misuri y más adelante cursó el programa de alta gerencia del Instituto Centroamericano de Administración de Empresas (INCAE) en Nicaragua.
En 1949, se casó con Lila Abaunza, a quien conocía desde la adolescencia. Abaunza murió en 2008, pero, según su hijo, Bolaños todavía llevaba puesta su argolla matrimonial al momento de su muerte.
“Solía decir que se había casado para toda la vida”, comentó su hijo. “Y se refería a la vida eterna, no solo la terrena”.
La pareja tuvo cinco hijos. El más joven, Alberto, murió en un accidente automovilístico en 1976, a los 16 años, una pérdida que afectó profundamente a Bolaños.
En las siguientes décadas, Bolaños trabajó en varias industrias; por ejemplo, estuvo al frente de una fábrica de productos lácteos y una de calzado. Experimentó su mayor éxito financiero en la industria algodonera, pues llegó a crear una de las mayores empresas algodoneras del país.
En la década de 1980, dirigió varias asociaciones comerciales destacadas, incluido el principal grupo de cabildeo mercantil del país, el Consejo Superior de la Empresa Privada. Ese cargo le dio una plataforma importante y, al poco tiempo, se convirtió en uno de los críticos más francos del movimiento de izquierda de los sandinistas, que habían tomado el poder en 1979.
“La voz más poderosa del mundo empresarial en Nicaragua en tiempos de tremenda represión fue la de don Enrique Bolaños”, afirmó Joel Gutiérrez, quien conoció a la familia Bolaños en la década de 1970 y fungió como secretario de prensa de Bolaños durante su mandato.
Por desgracia, pagó caras sus denuncias contra el movimiento. Bolaños fue encarcelado por los sandinistas en dos ocasiones, y en 1985 el Estado confiscó gran parte de sus activos y bienes comerciales.
“Tuvo que comenzar de cero”, señaló su hijo. “Se levantó de las cenizas varias veces”.
En 1996, fue seleccionado como compañero de fórmula de Arnoldo Alemán por la Alianza Liberal Nicaragüense, que a pesar de su nombre es una coalición conservadora y logró vencer a los sandinistas de Ortega en las elecciones de ese año. Durante su encargo como vicepresidente, se ocupó de supervisar la respuesta del país a la destrucción provocada por el huracán Mitch.
Bolaños se postuló a la presidencia en 2001 y salió victorioso; Ortega sufrió una nueva derrota. Durante su mandato, Bolaños lanzó una amplia investigación para combatir la corrupción que llevó al arresto de su predecesor, Alemán, aunque este fue indultado más adelante durante el gobierno de Ortega.
Como presidente, Bolaños concentró sus acciones en liberalizar la economía del país, en relación con lo cual popularizó la frase: “Remanguémonos las mangas”. Logró que se condonara gran parte de la deuda de Nicaragua y promovió un acuerdo de libre comercio entre Centroamérica y Estados Unidos.
“Se levantaba a trabajar muy temprano en casa, desde las 5 de la mañana”, explicó Avil Ramírez, quien fue secretario privado de Bolaños y más adelante se convirtió en ministro de Defensa. Trabajaba “hasta tarde por las noches”, aseveró Ramírez, “aunque asumió la presidencia a los 73 años”. Sus últimos años estuvieron marcados por la tragedia: entre 2005 y 2008 perdió otros dos hijos, uno por un accidente cerebrovascular y el otro a consecuencia de la leucemia, además de que su esposa murió de cáncer.
“Esto lo afectó enormemente”, señaló su hijo. “Trataba con todas sus fuerzas de seguir una rutina para poder superar el dolor que sentía todos los días”.
Además de su hijo, a Bolaños le sobreviven una hija llamada Lucía, 13 nietos y 13 bisnietos.
A Bolaños también le dolía ver que Ortega iba cimentando su dominio, en general con tácticas despiadadas. En 2018, más de 320 personas fueron asesinadas durante unas manifestaciones en su contra, el peor episodio de violencia política en América Latina en 30 años.
En semanas recientes se han intensificado las medidas enérgicas; numerosos políticos, ejecutivos comerciales y otros personajes han sido detenidos, y periodistas han sido cuestionados o intimidados, en lo que parecen ser medidas adicionales para desmoronar la delicada democracia que Bolaños había intentado preservar.
“Nicaragua se encuentra inmersa en un estado de profunda crisis política, social y moral”, le dijo Bolaños a un medio noticioso local en 2019, y añadió: “No podemos engañarnos: para construir una Nicaragua soñada, tenemos que vencer los grandes vicios que han caracterizado históricamente nuestra sociedad”. De lo contrario, advirtió, “el futuro será más de lo mismo”.
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