"Sí, nos reunimos con Máxima hace algunos años. Ella ya era princesa y tenía dos de sus tres hijas", dijo a la AFP Estela de Carlotto, presidenta de la entidad varias veces candidata al premio Nobel de la Paz, al revelar el encuentro poco difundido.
La reunión se concretó en 2006 luego de que Carlotto recibiera un llamado del embajador de Holanda, quien le contó que la princesa estaba interesada en conocerla, cuentan los periodistas Gonzalo Alvarez Guerrero y Soledad Ferrari en su libro "Máxima, una historia real", publicado en 2009.
"Fue una reunión muy positiva. Porque demostró que el tema de la violación a los derechos humanos no le es indiferente. Tiene mucha sensibilidad y me pareció muy inteligente, mucho más ligada a la Argentina de lo que imaginaba", se explayó la dirigente humanitaria de 82 años, quien concurrió al encuentro junto a la vicepresidenta de Abuelas, Rosa Roisimblit.
Las mujeres se sintieron tan cómodas con la princesa, que por edad podría ser su nieta (actualmente tiene 41 años), que las dos Abuelas terminaron por tratarla de "vos", el tuteo habitual en Argentina, reseña el libro.
El encuentro, que se mantuvo en secreto, como casi toda la actividades de Máxima a Buenos Aires, su ciudad natal, es muestra de su necesidad de desligarse del controvertido pasado de su padre, que fue subsecretario y luego secretario de Agricultura en los primeros años de la dictadura, los de la mayor represión, durante la presidencia de facto de Jorge Videla.
En 2012, el exdictador Videla fue condenado a 50 años de cárcel, entre otros sentenciados en Argentina, como responsable de haber puesto en marcha un plan sistemático de robo de bebés, hijos de desaparecidos.
Carlotto aún busca a su nieto Guido, nacido en 1978, uno de los 500 niños robados por militares, policías o allegados, según datos de las Abuelas, que en 36 años lograron hallar a 108.
"El cambio de Máxima fue impresionante y esto habla bien de ella. Ella vivió su infancia en una burbuja donde se planteaba que no había desaparecidos en Argentina y que los militares habían ganado una guerra contra la subversión. Llegó a Holanda pensando eso y defendiendo a su padre públicamente. Pero luego hace un 'clic' y empieza a preguntarse y a indagar sobre lo que pasó en el país", explicó a la AFP González Guerrero.
El biógrafo aseguró que las Abuelas "dijeron que le creyeron a Máxima, que estaba buscando su historia y su pasado", y también se puso a su disposición aunque la relación luego no perduró.
Despegarse del pasado político de su padre
Con ese gesto, Máxima terminó de despegarse de la historia política de su padre, que pudo costarle su destino de reina consorte y que la forzó a no contar con él ni su madre en su boda con el príncipe Guillermo.
Ese día, las 30.000 flores que adornaban la ceremonia parecían evocar a los 30.000 desaparecidos que dejó la dictadura en Argentina, según los organismos humanitarios.
No obstante, Máxima nunca rompió con su padre, que siempre fue su gran aliado y con quien mantiene un vínculo fuerte en la esfera privada.
Jorge Zorreguieta, 85 años, era un productor agrario que desde 1960 tuvo fuerte participación en entidades patronales del sector y en 1975 llegó a ser secretario-director de la Sociedad Rural, la poderosa entidad que reúne a los grandes terratenientes, acusada de complicidad con los sucesivos golpes de Estado del siglo XX en Argentina.
Así conoció a José Alfredo Martínez de Hoz, un poderoso ministro de Economía y mentor de la política neoliberal puesta en marcha con el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, que lo sumó a un equipo que conformó el lado civil de la dictadura.
Dos denuncias contra Jorge Zorreguieta por la desaparición en 1977 de un médico y de una bióloga del estatal Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA, entonces dependiente de la secretaría de Agricultura), no prosperaron en la justicia, pero "sí hay casos concretos de gente que fue a pedirle ayuda para encontrar a desaparecidos y él no los ayudó", sostuvo González Guerrero.
Con información de AFP
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