Ignacio González vive en Los Ángeles enseñando a músicos en Boston cómo hacer música para juegos, y dirigió la orquesta del estudio fílmico..

Ignacio González vive en Los Ángeles enseñando a músicos en Boston cómo hacer música para juegos, y dirigió la orquesta del estudio fílmico.

Prendés la consola. Start. Aparece el icónico personaje rojo y bigotudo y, con él, la inconfundible música que lo acompaña en loop: “Tu tu, tu, tutu tu, tu”. Y ahí va él, rompiendo bloques y agarrando hongos, siempre con la misma música de 8 bits. “Tututu tu tututu tututu, tututu tu tututu”.

“Uno no sabe cuánto tiempo un jugador va a estar en una situación, entonces la música que la acompaña tiene que evolucionar, tiene que adaptarse a lo que el jugador está haciendo”, dijo Ignacio González a Montevideo Portal.

La música de Super Mario Bros. fue compuesta por el japonés Koji Kondo. Él realizó, desde 1984 a la fecha, el soundtrack para muchos de los juegos de dos de las franquicias más populares de Nintendo: una es la del plomero italiano, y la otra es The Legend of Zelda. Esta carrera hizo que Kondo se volviera uno de los compositores favoritos de González.

El uruguayo es compositor de música para videojuegos y cine. Estudia música desde los 5 años y, a sus 27, decidió abandonar Montevideo para irse a Boston, Massachusetts, a estudiar en la Universidad de Música de Berklee (Berklee College of Music) y dedicarse “100% a la música”.  Hoy, a sus 38, se mudó a Los Ángeles, California, y se dedica a varios proyectos: da clases para su alma máter, compone para proyectos audiovisuales e incluso una obra sinfónica, y recientemente dirigió la Orquesta Sinfónica de Hollywood (Hollywood Symphonic Orchestra).

Montevideo Portal conversó con González sobre sus proyectos actuales, sus influencias en la música uruguaya e, incluso, su vínculo con la película La sociedad de la nieve y la tragedia de los Andes.

Hace poco grabaste con la Orquesta de Hollywood, ¿cómo llegaste ahí?

Eso fue una locura.

Esa orquesta es la que trabaja básicamente en Warner. Grabamos en el Clint Eastwood Studio, y eso es, o sea… Nunca manejé una Ferrari, pero creo que esto tiene que ser lo más cercano a manejar una Ferrari en el sentido de que están entrenados para leer a primera vista —nunca vieron la música con anticipación—; se les pone la partitura enfrente y ellos están entrenados para rápidamente no solo leer las notas que están, sino entender la música.

Yo hace muchos años trabajo con músicos, pero esa orquesta que te devuelve esa música que vos escribiste, es como un río de música que se te viene encima que es fascinante.

También fue una experiencia nueva para mí de dirigir la orquesta. O sea, los compositores no siempre dirigimos, y esta vez lo dirigí también. Fue una oportunidad increíble. Fue realmente un sueño poder trabajar con esos músicos.

¿Es la primera vez que sos orquestador además de compositor?

No, ya he tenido experiencia trabajando como orquestador, como compositor, pero esto… Es como que te inviten a jugar en el Barcelona básicamente; fue un poco ese el sentimiento de estar ahí: ver el Camp Nou, ver el color del pasto y la pelota y por un ratito ver cómo hace música la gente a ese nivel, la precisión que hay y las ganas de hacer música nueva, que eso a veces en el mundo de la orquesta sinfónica es un ambiente un poco más solemne.

Estos músicos, la energía con la que trabajan y la pasión que tienen para poder hacer música nueva, es una cosa alucinante.

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¿En qué momento descubriste que te querías dedicar a la música?

Cuando descubrí que podía escribir mi música y empecé a entender cómo escribirla, cómo contar mis propias historias desde la composición. Ahí fue que dije: ta, quiero estar la mayor parte del tiempo haciendo esto.

Y bueno, apliqué para Berklee, me aceptaron, me dieron una beca y me vine para Estados Unidos.

¿Qué estudiaste de música en Uruguay?

Estudié con un montón de guitarristas del mundo del tango, candombe y jazz: Julio Cobelli, Jorge Trasante, Roberto Palito Elissalde y Diego Carneiro. Esas fueron las tres patas que hice.

En ese momento en Uruguay todavía no había una escuela de música popular, ahora tengo entendido que sí, pero básicamente la forma que había era ir con los músicos y tomar clases particulares, entonces como que me fui armando casi que mi propio currículum.

La jugada cambió cuando empecé a estudiar composición. Ahí fue cuando dije pah, esto está increíble y quiero desarrollarlo, quiero entender cómo contar historias desde la composición, cómo desarrollar ideas, cómo escribir para orquesta.

En un momento un profe me dijo: 'Mirá, si querés seguir trabajando esto tenés que aplicar a esta universidad'. Y bueno, así fue un poco que salió todo.

Me interesa mucho la música como herramienta para contar historias, ya sea en un videojuego o en una película.

¿Para qué películas o juegos has compuesto?

Ahora estoy trabajando en un juego que se llama Junk World [desarrollado por el estudio de videojuegos uruguayo Ironhide Games]. Eso tiene mucho de guitarras, sintetizadores y orquesta sinfónica. Entonces es una mezcla entre esos tres mundos fascinante. También para Kingdom Rush Vengeance, Iron Marines [también de Ironhide]; y después en el mundo de las películas he hecho documentales.

Hice un documental que salió en Netflix, por ejemplo, sobre el jugador de fútbol [uruguayo] Alexis Viera; hice uno también de naturaleza que es una hora de música sinfónica, llamado Wild Uruguay.

Siempre me interesa mucho la música como una herramienta para contar historias y para expandir lo que está pasando, ya sea en un videojuego o en una película.

¿Cómo es componer para uno u otro medio?

El cine es un lenguaje que ya está establecido hace más de 100 años y que, si vos querés hacer comedia, tenés que ir para un determinado lugar; si querés hacer terror hay que ir para un determinado lugar.

En el mundo de los videojuegos eso es un lenguaje que todavía se está formando, se está estableciendo. Nadie sabe realmente cómo se hace un videojuego todavía, y menos sabe la gente cómo se hace la música para videojuegos. Entonces es un terreno mucho más experimental todavía.

Algo que sucede es que, cuando empezó el cine, los directores lo que trataban de hacer era replicar el mundo del teatro con una cámara, pero después se empezaron a dar cuenta de que había cuestiones de lenguaje que solamente se podían lograr desde el cine y ahí empezó a cambiar: en vez de tratar de replicar el teatro empezaron a crear un lenguaje único del cine. Si nos vamos al plano de la música, yo creo que hoy está empezando a pasar de forma similar con los videojuegos: inicialmente los juegos se hacían replicando las mismas técnicas de cómo se hacía la música para el cine, pero cuando empiezan a surgir todas esas herramientas [específicas para este medio] los compositores empiezan ya a crear pensando en la forma interactiva de la música.

Como te decía, si el jugador está yendo para el lugar peligroso, cómo hacer para que esa música vaya evolucionando y vaya dando indicadores al jugador de que hay algo peligroso que está por suceder.

Y creo, también, que la música oriental, en parte, está sobreviviendo gracias al cine y a los videojuegos. La industria de los videojuegos es más grande que el cine y la música juntos, es muy importante. Hay 3.3 mil millones de personas que juegan todos los días a videojuegos. Hay más o menos 260.000 millones de dólares. Es un monstruo gigante que a nivel musical también da muchas oportunidades para hacer música al más alto nivel.

La música oriental, en parte, está sobreviviendo gracias al cine y a los videojuegos.

¿Tomás influencias de la música uruguaya para componer?

Trato de encontrar como una voz propia; a veces no necesariamente tenemos que intentar ser los mejores del mundo en algo, sino tratar de ser los únicos en eso que estamos haciendo. Eso es un poco lo que intento.

Tengo influencia del Río de la Plata, soy un fanático del tango y del candombe. Admiro mucho ese lenguaje y creo que en Latinoamérica en general tenemos una riqueza musical descomunal.

De Uruguay obviamente siempre me fascinó mucho el trabajo de [Ruben] Rada, [Jorge] Drexler, Hugo Fattoruso, los hermanos Ibarburu… Que después a muchos de ellos los terminé conociendo y en algunos casos también trabajando con ellos.

Creo que los videojuegos te permiten utilizar todas esas cosas. O sea, yo he metido cuestiones de milonga, por ejemplo, en videojuegos que juegan en China y que de repente uno no conectaría el mundo más tanguero o candombero, pero sin embargo hay cosas que terminan estando ahí en videojuegos, que después terminan estando en idiomas que a veces uno no maneja. Es fascinante las oportunidades que te da.

¿Top tres de soundtrack de videojuegos ajenos?

El trabajo [del argentino Gustavo] Santaolalla en general; me parece que es uno de los referentes, porque él ha logrado conectar el mundo de la música latinoamericana con la música del mundo. Y viste que utiliza instrumentos autóctonos y los pone en un contexto que uno no pensaría posible.

Después me parece increíble el trabajo que está haciendo un compositor que se llama Olivier Deriviere, que es un francés también capo, y quizá Koji Kondo, otro también que es muy capo.

¿Y de películas?

Lo que está haciendo Ludwig Göransson, que es el que hizo la música de Oppenheimer, es una bestia, me fascinó la música de esa película.

Michael Giacchino, que hizo también la película La sociedad de la nieve.

Después ta, obviamente John Williams [Star Wars, Indiana Jones, entre otros], que es un clase A…

¿Cuál es tu proyecto soñado, uno que te encantaría participar?

Ahora estoy trabajando en una obra sinfónica que está basada en la historia de los Andes.

De hecho en 2018, cuando estuve en Uruguay, tomé contacto con Roberto Canessa y ahí estaban empezando a filmar la película. Bueno, ahí empezó un poco la idea de escribir una obra sinfónica basada en la historia de los Andes, que es básicamente en cuatro etapas o movimientos: ellos saliendo de Montevideo; el accidente; la muerte, la espiritualidad y las avalanchas; y el cuarto movimiento es el rescate épico.

Y está todo basado en el latido del corazón, que es el elemento rítmico más importante. Eso está conectado con Canessa que fue quien, básicamente, cuando no me escuchaban el corazón en la panza de mi madre, fue el que intervino.

La historia de los Andes me emociona mucho y bueno, tengo ahí un vínculo con Canessa que siempre nos vamos hablando, es un tipo muy inspirador… Es fascinante todo lo que lo que ha hecho. Más allá de los Andes, todo lo que ha hecho por la cardiología en Uruguay, en América Latina; es un crack.

¿No te llamaron para La sociedad de la nieve?

No, no. Pero sí lo conocí a [el director, Juan Antonio] Bayona; de hecho, Canessa me lo presentó, pero no, no se dio esa oportunidad.

¿Creés que esta industria de música de videojuegos podría florecer en Uruguay?

Cien por ciento. O sea, la apuesta de Uruguay hacia trabajos que tengan que ver con tecnología y con software, y que no dependan tanto de la locación, creo que es una pata muy, muy grande que hay que desarrollar.

Para eso hay que invertir en educación… Pero creo que hay muchas patas que Uruguay tiene ahí que son ventajas competitivas. Por ejemplo, la zona horaria en la que estamos o la cercanía cultural que hay con Estados Unidos.

Creo que es un área que Uruguay puede desarrollar mucho: los videojuegos en general y la música en particular.

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