Aunque asegura que los jugadores profesionales de alto nivel "viven en una burbuja", Fernando Picún dice que siempre tuvo los pies sobre la tierra.


De chico vivió en Piriápolis. Hizo todas las inferiores en River Plate y llegó a jugar para las formativas de Peñarol. Estudió hasta sexto de liceo y le quedaron dos materias para terminar. Su momento de mayor visibilidad para el gran público fue la Copa América del 99, cuando Uruguay llegó a la final y él fue titular de uno de los milagrosos equipos de Púa.

Su carrera es bien desconocida para la mayoría de los uruguayos, incluso los futboleros. El perfil bajo de su aparición en primera división no impidió que el Feyenoord, un equipo grande de Holanda, se interesara en él. Se fue y estuvo más de tres años en el exterior con su familia. Su última escala antes de volver fue el fútbol japonés, jugando para el Mitsubishi Urawa Red Diamond, donde asegura que hizo muy buen dinero.

Acá, cuando volvió, jugó para Defensor y Danubio. El 30 de marzo del 2001, en el Franzini, se fracturó jugando para el Danubio de Fossati. Una lesión grave pero normal para un futbolista terminó transformándose en un drama con riesgo de vida. Picún sufrió lo que se denomina un síndrome compartimental, que sucede una vez cada 500 casos (se da cuando el hematoma producido por la fractura no se diluye y llega a la necrotización de los músculos). Después de diez entradas al quirófano y de descartar la posibilidad de amputarle su pierna, hubo que extirparle el músculo tibial anterior y ya no pudo volver a jugar al fútbol.


Su salida de la burbuja fue repentina y violenta. Ahora es empresario, hecho en el Uruguay de Batlle y de la crisis. Tiene una estación de servicio y ve al país muy deteriorado.

¿Cómo vivís la diferencia entre la vida cotidiana de un futbolista y la de un empresario?

La diferencia principal es que cuando sos jugador de fútbol vivís como si estuvieras en una burbuja. Jugando a un nivel alto no conocés el costo real del dinero. No sabés lo que es hacer un trámite, sacarte la ficha médica, todo te lo hacen, todo te lo dan hecho. Es una diferencia abismal con la realidad. Vivís en un mundo en que te pasas visitando hoteles a los que no sabes si vas a volver más adelante. Vivís en un mundo de cuento de hadas. Después tenés que bajar la pelotita al piso. Ya después no podés gastar el mismo dinero. Cuando estás acá en la realidad te das cuenta lo que cuesta hacer una diferencia en el presupuesto. Por ejemplo, con lo que cuesta ganar 500 pesos por semana, tratar de esforzarte para ganar 700 implica un esfuerzo increíble. Recién cuando vivís eso le das el valor real al dinero. Yo por suerte siempre tuve los pies sobre la tierra, lo que me evitó el golpe de la bajada.

¿Cómo viviste la etapa del baby fútbol?

Son etapas bastante distintas. En aquel momento estaban bastante marcadas, tal vez más que hoy las diferencias entre el interior y Montevideo. Más que nada por el tema de la convivencia y de lo familiar que es ir a los partidos donde se genera un clima muy especial. Tal vez hoy las diferencias no sean tan acentuadas como en aquella época. Y la verdad es que fue una experiencia muy linda porque te arraigás a determinadas cosas y valores. Hoy en día, en Montevideo, eso que es el barrio se está perdiendo bastante.

¿Tu hijo juega en algún club de baby fútbol?

No, juega en el colegio. Creo que no es el momento de llevarlo a un equipo. Él quiere jugar y ya me lo pidió varias veces y se me hace difícil decirle que no. La verdad es que quiero elegir el equipo adecuado, no sólo por lo que le transmita el director técnico, sino el entorno que tiene que ser muy bueno para que en esa edad el niño disfrute, juegue, corra, bajo determinados lineamientos, pero más que nada que se divierta y se apasione por lo que está haciendo. No como en muchos clubes que veo que parece que van a la guerra. Hasta diría que el baby fútbol se está haciendo cada vez más competitivo pero como si fuesen mayores. No considero que esto sea bueno porque inconscientemente se le traslada demasiada presión al niño que tiene edad de distenderse y de tener la alegría que con el tiempo la responsabilidad te va matando.

 
¿Fuiste jugador de Paco?

Seis meses fui. Una vez sola hablé con Paco, fue cuando me lesioné. Fue a visitarme al sanatorio y la verdad que pensé -a él nunca se lo dije, capaz que algún día me lo encuentro y se lo digo-, es "¿ahora venís?". Porque en esos seis meses que estuve con esta gente se dio el tema del Feyenoord. Yo llamé a Daniel Delgado y le dije: ''salió esto y tengo que ir a préstamo diez días y hacer la pretemporada con ellos en Argentina ¿qué hago?''. El me respondió que no me iba a decir ni que si ni que no, que eso iba en mi. Y hoy en día se lo agradezco porque terminé en una situación económica por suerte tranquila, y no pasó como con otros jugadores que le dicen "quedate que yo te voy a ubicar" y después se hace difícil y se quedan sin el pan y sin la torta. Esa fue mi única relación con Paco. Era un muy lindo mercado Feyenoord para colocar jugadores y para que trabajaran bajo el sistema que se acostumbra utilizar allá. Y el otro contacto que tuve fue en el 99 cuando vengo a Defensor, que Jorge Chijane habló con ellos y yo vine por seis meses a jugar.

 

¿Qué pensás de la acción del Grupo Casal sobre el fútbol uruguayo?

Como se dice normalmente: a veces la culpa no es del chancho sino del que le rasca el lomo. Hoy en día yo me considero un comerciante y si consigo comprar algo en el mercado, por los motivos que sea, al 10% de lo que lo compro normalmente no me lo cuestiono, soy comerciante.

¿Esa es la situación del fútbol uruguayo?

Yo considero que si. Si tomamos en cuenta que el jugador es un producto, debido a distintas circunstancias, hay un comprador que está consiguiendo comprar ese producto más barato de lo que realmente vale. Yo considero que es virtud de él haber llegado a donde llegó, capacidad obviamente tiene que tener, le sobra. Tuvo los pies sobre la tierra sino es muy difícil llegar a la situación en que está. Esto más allá de si para el fútbol uruguayo es bueno o no todo lo que está pasando. Considero que no es bueno, pero de ahí a decir que la culpa la tiene Paco Casal... la culpa no la tiene él. La culpa la tiene el fútbol, la tiene quien se endeuda o se compromete a pagar determinado dinero a los jugadores y no lo puede pagar. La culpa la tienen determinados clubes que se olvidaron que el corazón o los pulmones son las inferiores y deben apostar a eso. A medida que yo trabaje y forme jugadores tengo otra capacidad de negociación. El día que me tenga que sentar a negociar con Paco Casal, como presidente de un club, puedo respaldar el producto que estoy vendiendo, porque es terrible producto, porque tengo un respaldo económico como para soportarlo. En esta situación los jugadores pueden ser vendidos con una retribución razonable para los clubes. Pero lo que pasa es que los clubes se endeudan, normalmente la plata la presta Paco Casal y obviamente, el precio de lo que te compra lo pone él, porque la plata ya la puso. Existe mucha presión en ese sentido, pero yo no le hecho la culpa a Casal. Creo que el fútbol uruguayo fue aceptando determinadas pautas de juego que no son las mejores para el medio.

¿Cómo ves hoy en día la colocación de jugadores uruguayos en el exterior?

Creo que no le hace bien al fútbol no realizar el intento de hacer acá algo semejante a lo que vemos por televisión. Si ponemos un partido del exterior en una tele y uno uruguayo en la de al lado, mirando los ritmos con los que se juega la diferencia es abismal. Eso es preocupante. Jugando con los ritmos que estamos jugando, con tres millones de habitantes, sacamos los jugadores que sacamos y van a jugar al exterior y en muchos casos son titulares, virtud del contratista y del jugador, negocio o lo que sea, hay muchos países que están en las mismas condiciones pero no venden más que Uruguay. ¿Qué pasaría si nosotros pudiéramos estar, no igual, pero si más cerca del ritmo que se juega en Europa? Creo que se avanzaría una enormidad. Es un tema pura y exclusivamente de mentalidad, que se tiene que trabajar y que no va sólo en el jugador sino en quien lo dirige.

 
¿Qué te pasó por la cabeza cuando viviste lo de la lesión?

Primero tenía la esperanza de no estar quebrado. Y es increíble lo que es el destino, porque cuando estoy dentro de la mutualista sacando las placas yo rezaba pidiendo por favor no estar quebrado, y cuando me dijeron que si dije: "enyesame que no voy a jugar nunca más al fútbol". Me trataron de convencer pero yo no quería saber de nada. Después terminé tomando la decisión, un poco me llevaron por el lado de los hijos: "pensá en tus hijos, podés volver a jugar" y todo ese tipo de cosas. Entonces acepté y lo que yo había dicho al principio, el destino se encargó de decir "listo". Como si me hubiera respetado la palabra. No querés jugar más al fútbol, bárbaro, pero no jugás más.

¿Crees en Dios?

Creo que hay alguien. Tiene que haber alguien que maneje muchas cosas. No sé si está ahí arriba mirando, no sé. Me pregunto y a la vez a veces no sé si me contesto. Cuando se va un amigo que querés, cuando se te va un familiar que sabés que era espectacular. Cuando perdés ese tipo de personas por un cáncer, o perdió una mano, un brazo, una pierna y vos decís ¿por qué a él, dónde está dios ahí?

No se si Dios estuvo en que no me tuviera que cortar la pierna y en que ahora estoy vivo, o si no estuvo cuando me pasó lo que me pasó. No sé quien puede responder esa pregunta. Creo que alguien hay, pero habría que saber con qué reglas juega.

 

Estuviste en Holanda y en Japón ¿cómo fue la historia de tu salida al exterior?

En el año 97 estaba afuera, había terminado la temporada, siempre me iba para Piriápolis. En el momento en que me pongo en contacto con Álvaro Silva, dirigente de River, estaba pescando. Apareció mi viejo con el teléfono porque querían ubicarme y me comunicaron que estaba la posibilidad de ir a prueba a un equipo. Yo ni me imaginaba que podía ser Holanda. Aparte de Holanda sabía poco y nada, como país y futbolísticamente. Después me di cuenta que fui a jugar a un fútbol de alto nivel y me río hoy en día porque veo que jugadores con los que jugué están en Barcelona y otros grandes equipos. Tomasson en el Milan, Van Bronkhorns en Barcelona... O jugadores contra los que jugué, Zenden, los hermanos De Boer, Kluivert, Cocu, todos esos que después que pasa el tiempo vos decís: "pucha si hoy están ahí yo estaba jugando en un alto nivel".

¿Te llegaste a adaptar a Holanda? ¿Te sentiste un holandés más?

En el extranjero no sos nunca un jugador más del país. Nunca. Hasta en broma te hacen sentir que sos extranjero. Sin llegar a decir que nos trataron siempre te hacen sentir extranjero. No hay con que darle, va a ser toda la vida así. Yo me sentí muy bien porque aprendí el idioma, no tengo problema con las comidas, mi familia me acompañó muchísimo, ellos también se adaptaron, sobre todo mi señora porque los niños eran chicos, uno de ellos nació allá.

Mi señora fue fundamental para mantener los pies sobre la tierra, cosa difícil en un país donde no se habla tu idioma. Puedo decir, con respecto a muchas esposas de jugadores, que -incluso en lugares donde se habla español- no se sienten cómodas y a veces le transmiten cosas al jugador que no deberían ser así. Hay que tomar en cuenta los años de vida útil que tiene el jugador, lo que tenés que generar en ese tiempo y la base para el resto de tu vida. Si el promedio de vida son 75 años hay 40 años más de vida en los que tenés que hacer algo o tener la base hecha.

 

¿Fue eso lo que pesó cuando decidiste ir a Japón?

Si, sin duda.

¿Y cómo fue la vida en Japón? ¿Es otra galaxia?

Si, no tiene nada que ver con nada. Es una cultura increíble, es espectacular. Si tuviéramos una máquina de hacer gente, yo te digo que no haría ni japoneses, ni holandeses, ni uruguayos, ni argentinos, ni italianos, sacaría un poquito de cada uno y haría, entre comillas, "la persona perfecta".

Porque de cada país vas sacando virtudes y obviamente sus errores. Pero de repente esos países que no son del tercer mundo dan para ver y asombrarse, por ejemplo, con la cantidad de gente que vive en Tokio cómo puede ser que sean organizados hasta para andar en tren, para dirigir, para caminar por las estaciones de trenes. Es increíble que habiendo tanta gente, tengan ese tipo de pautas para vivir. Me pareció espectacular, porque son miles y miles y miles y miles de personas que todos los días hacen lo mismo.

¿Qué te mantiene viviendo en Uruguay?

Uruguay es Uruguay porque es el territorio. Yo puedo ir al medio del campo y ponerme hablar con las vacas. Lo que quiero decir es que cada uno tiene que encontrar la forma de sentirse a gusto. Y como van hoy en día las cosas acá, cada vez se van cerrando más las conversaciones entre gente, por lo menos en forma agradable, la gente ya no está tan dispuesta a conversar, siempre está con algún problema.

¿Sos de hablar de política?

Si algo, muy poco, no hablo mucho de política. Si tengo el sentimiento de que el Uruguay está muy cascoteado.

¿Tenés el voto definido?

Si, voy a votar a Larrañaga.

¿Por qué?

No te puedo decir algo concreto. Lo voto porque no votaría a los colorados y porque no votaría al Frente Amplio.

¿Sos de navegar en internet?

No. La computadora para el banco, leer algún mail y nada más.

¿Y tu hijo?

A mi hijo no lo dejo. Todos los días me dice para entrar a internet, pero para entrar a internet tengo que estar yo al lado para ver a donde entra y qué hace. Por ahora son limitadas sus posibilidades para entrar a internet.