Cristina de Orleans e Bragança, bisnieta de la princesa Isabel y tataranieta de Pedro II de Brasil, falleció este jueves 15, a los 74 años.
Según informara el portal noticioso G1, la descendiente de la casa real brasileña —derivada de la portuguesa— estaba internada en el Hospital Unimed en Petrópolis, en la Región Serrana de Río de Janeiro. Allí convalecía de una cirugía abdominal, cuando sufrió un paro cardiorrespiratorio.
Nacida en Petrópolis, Cristina era hija de Don Pedro Gastão, hermana de Francisco de Orleans y Bragança. Le sobreviven dos hijas, Anna Teresa y Paola Maria, y un nieto.
Licenciada en Biología por la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), Cristina vivía retirada en el distrito de Itaipava. Su velorio se realizará el sábado 17, en la funeraria Oswaldo Cruz, y el entierro será el mismo día, en el Cementerio Municipal.
Una corona que cruzó el océano
A comienzos del siglo XIX, los hechos ocurridos en la península ibérica tras la invasión napoleónica marcaron la historia latinoamericana. No solo porque la intrusión francesa encendió el fuego de la revolución, sino porque el modo en que cada monarquía “gestionó” ese trauma, incidió en el mapa político americano.
Mientras en España Carlos IV entregaba su corona al invasor, en Portugal la casa real de Bragança en pleno, con séquito, tropas, nobles y funcionarios, se embarcó rumbo a Brasil. El traslado fue tan grande que se estima que cerca del 10% de la población portuguesa se mudó a América junto al monarca.
Así, la colonia se transformó en sede del imperio luso, y se convirtió en el Imperio de Brasil luego de la independencia del país americano.
Pedro II, conocido como el Magnánimo, fue el último emperador de Brasil. Rigió los destinos del país entre 1831 y 1889, cuando fue depuesto por un golpe de Estado que buscaba instaurar una república, pero no una democracia, dado que la idea era plantar un dictador en la sede de gobierno.
¿Familia imperial?
En Brasil, las noticias que involucran a descendientes de la antigua familia imperial brasileña a menudo reavivan viejos debates, como la legitimidad del uso de títulos nobiliarios y la existencia o no de privilegios sociales asociados a esos nombres.
Para algunos historiadores, el parentesco de la princesa Isabel con el antiguo emperador no le confiere automáticamente ningún privilegio, ya que esta condición no está oficialmente reconocida por el Estado brasileño.
Por otro lado, hay académicos que sostienen que una dinastía no deja de existir con el fin de la monarquía, y que los títulos pueden seguir utilizándose como parte de una tradición histórica, incluso bajo un régimen republicano.
Otro tema relacionado con la familia imperial y que genera a menudo confusiones es el laudêmio, conocido popularmente como “impuesto del Príncipe”, estipendio que reciben algunos descendientes del emperador.
El historiador Marcus Dezemone explicó al citado medio que ese valor no representa un privilegio derivado de un título, sino una consecuencia del derecho de propiedad. A diferencia de una monarquía, en la que los gastos de la familia real están cubiertos por impuestos, en el Brasil republicano los descendientes reciben el laudêmio porque son dueños de la tierra, y no porque sean miembros de la antigua familia imperial.
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