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Entrevistas

Se le encendió la lamparita

Diego Golombek: “Hay que cuidarse de los neurochantas”

El doctor en Biología y divulgador argentino presenta en la Feria del Libro de Montevideo su último trabajo, y alerta sobre los gurúes.

12.11.2022 10:32

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2022-11-12T10:32:00-03:00
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Por Brian Majlin

Es doctor en Ciencias Biológicas, divulgador y, un poco, humorista. Todos sus libros, sus apariciones públicas y sus alocuciones son, por lo general, pedazos de clase, pero también piezas de una humorada gigantesca que busca, con sus modos, acercar la ciencia al lenguaje popular y cotidiano. Acercarlo temáticamente, sí, pero también desde los intereses. Usa el humor, entonces, para que la gente lo disfrute y realmente tenga mejor llegada. Pero no reniega de la validez científica, aunque se escape de toda solemnidad, su límite está puesto en “no mandar fruta”. Diego Golombek se dedica, en dos planos, a la ciencia: además de comunicarla y divulgarla, en su laboratorio investiga el ritmo biológico y el sueño. Pero, como todo en la vida es más complejo, reconoce que no cumple los mandatos del buen dormir. “En casa de sueñólogo, sueño de palo”, bromeará durante la charla con Montevideo Portal.

Aunque reconoce que es más correcto decir que difunde ciencia porque es un bien para la sociedad, confiesa que lo hace por diversión y estímulo propio. Confía en que, pese a algunos descreídos, la sociedad en general salió más consciente de la importancia y la rigurosidad del trabajo científico tras la pandemia de Covid-19, aunque reconoce que aún resta mucho por hacer ante las pseudociencias: “Aún se revisa primero el horóscopo, luego se acude al homeópata y, finalmente, al médico”. Este sábado, a las 19, presenta su último libro, La ciencia de las (buenas) ideas (Siglo XXI), en el marco de la Feria Internacional del Libro de Montevideo.

¿Cómo sale la idea de este libro?

A mí me interesa la divulgación científica de lo que ocurre en la vida cotidiana. Hay algo muy cercano y hasta de moda en esto de ser creativos y de la innovación. Incluso pierde un poco el sentido de tanto que se lo usa, entonces quise contar eso que nos interpela mucho a todos: qué son las ideas. Hoy se valora y está muy alto en la valoración general; ya los economistas alertaban de eso como riqueza de las naciones. Y pensar que hay una ciencia de las ideas me pareció fascinante, y que podía ser así para la gente: entender por qué a veces estamos secos o nos salen ideas brillantes. ¿Hay una ciencia detrás de eso? La respuesta es sí.

Hay muchos sectores de ideas, desde el capital humano y la riqueza de las naciones, lo creativo y el salirse de la caja, lo utilitario y lo productivo, aparecen muchos aspectos, y agregás lo de la moda, ¿por qué creés que se instaló?

Está muy relacionado con el auge de la neurociencia, bah, el neurotodo. Antes, para irte de levante, te ibas a La Paz en Buenos Aires, a La Pasiva en Montevideo y le ponías psi a todo. Ahora es poniéndole neuro. Hay algo ahí que tiene su base racional, porque en las últimas décadas aprendimos mucho más del funcionamiento del cerebro que en toda la historia, y es lógico que se vaya derramando en la vida cotidiana. Y en ese combo viene el tema de neuro más ideas. Con un riesgo: la línea entre lo serio y la neurochantada es muy fina. Por eso, lo que cuento, intento de que sea diferencial, porque comparto investigación seria que tiene explicación y evidencia científica detrás.

¿Hay dicotomía insalvable entre lo psi y lo neuro o hay puente?

En nuestros países están de moda las grietas y porqué nos la vamos a perder, ¿no? Pero no tiene sentido, ha pasado mucha agua bajo los puentes de la psicología y la neurociencia. La psicología es un campo muy amplio que tiene una parte clínica, y en nuestros países se impone la escuela psicoanalítica, aunque en Uruguay la escuela académica es mucho más internacional que lo que se entiende en Argentina y hace más fácil el puente entre neurociencia y psicología cognitiva. Pero las coincidencias y puntos de encuentro son tantos que la separación no tiene sentido, en realidad. La neurociencia también busca algo del inconsciente del sujeto, cuánto está en la conciencia y cuánto guardado y que no es accesible. Pero el sujeto de estudio es el mismo: entender porqué somos lo que somos y hacemos lo que hacemos. Eso sí, hay que plantar bandera: si hay algo neurológico u objeto de medicina tradicional, debe tratarse así y no con diván. Y viceversa, si alguien puede ayudarse con psicoanálisis no tiene sentido acudir a la medicación. Las disputas no van desapareciendo.

¿Vos vas a terapia?

Cada tanto, pero no psicoanalítica. Y la verdad es que me ayuda.

Cuando hablás de neurochantada, ¿podés decir de qué habría que escapar?

Escapar de los determinismos absolutos: del está todo escrito en. Sea en los genes o en el cerebro, no es así. Somos bichos sociales y dependemos de interacción, de lo que traemos de fábrica con el mundo, con la familia, lo que hacemos, los amigos, con el ejercicio, el estudio, la comida, o el nivel socioeconómico. Somos producto de la interacción de esas dos cosas. Si nos vamos a una sola de las cosas, no nos vamos a entender. Y ahí aparece la chantada de usar el prefijo neuro para todo sin evidencia. Esto da lugar a muchas notas periodísticas donde dicen que una universidad, en general de Massachusetts, encontró un área del cerebro de la que dependen las finanzas o alguna otra cosa, y eso depende de interacciones y demás, jamás es un área que explica todo.

Foto gentileza Siglo XXI

Foto gentileza Siglo XXI

Decís que la neurociencia busca el inconsciente, y en el libro contás mucho de lo que se ha descubierto del cerebro, ¿hay una forma de entender el 100% o siempre quedará un lugar oscuro del sujeto?

Por un lado, están quienes dicen que el cerebro es el objeto más complejo del universo y jamás podremos entender algo tan complicado. En filosofía le llaman el problema difícil. La mayoría de quienes trabajamos en algún aspecto de neurociencias no estamos de acuerdo, porque el cerebro entra en las leyes de la naturaleza, y es cierto que es complejo y estamos lejos, pero no es imposible. Uno entiende el universo a través de sentidos, y, como los sentidos fallan o tienen límites, inventamos prótesis para verlo mejor: telescopios, microscopios, técnicas para ver dentro del cerebro, y tienen limitaciones. Por ahí hay cosas muy rápidas, localizadas o que cambian rápido, y nuestras herramientas tecnológicas no nos permiten verlos aún. Pero estamos en camino. El engaño es creer que, por entender las neuronas, entenderemos al sujeto, porque te va a faltar el ambiente, la interacción, y te vas a quedar con un sujetito, solo una parte.

¿Existe algo así como las malas ideas?

Existe el fenómeno del desaprendizaje, que tiene que ver con ciertas cuestiones o aprendizajes, pero no en términos de malas ideas. Para aprender nuevas ideas tenés que desaprender otras. Es diferente a olvidar, es una cuestión de hacer lugar. Aunque todavía no sabemos qué es la memoria, qué lugar tiene y cómo se guardan las cosas. Lo mismo pasa con los hábitos, después de mucha repetición se hace habitual; no es solo malas ideas, pero para poder tener una mejor hay que cambiarla. No hay malas ideas en sentido creativo. Y ahí trazo cierto límite: los gurúes de la innovación son muy fanáticos de idolatrar el fracaso. Y yo digo: “¡No jodas con fracasar!”. Si podés, no fracases. Es cierto que a veces pasará y trataremos de modificar cosas para ver si va mejor, se trata del camino de ideas hacia la idea exitosa o placentera.

Hablás de placer, pero suele vincularse mucho la idea de innovación y creatividad con lo productivo en términos casi de mercado…

Por supuesto que no. Una cosa es lo utilitario y otra lo comercial. Nosotros, nuestro cerebro es buscador de recompensas. Hay distintos tipos de recompensas y placer. En ese sentido, el generar soluciones, el “lo atamos con alambre”, es utilitario. Escribí algo que me da placer y ojalá le genere a otros. Podés llevarlo hasta lo comercial, pero el utilitarismo básico es: ¿me dio placer, me dio recompensa? Es una idea que sirve para algo, de todos modos, no es una idea sin un sentido. Como cuando vamos chequeando una lista de tareas resueltas.

Y, sin embargo, procrastinamos…

Porque somos unos nabos, obviamente. También nos da cierto placer posponer. Ahora estamos empezando a investigar la procrastinación del sueño en el laboratorio. Y también tiene que ver con sesgos o cegueras cognitivas, no identificamos lo mejor sino aquello que nos parece subjetivamente mejor en ese momento. No podemos hacerlo objetivamente, somos predeciblemente irracionales.

¿Cómo entrenar los sesgos?

Son inconscientes y van a seguir estando ahí. Y uno podría decir para qué lo estudio entonces, pero hay evidencia de que la metacognición ayuda a caer un poco menos en los sesgos, no zafar del todo.

De tanto avance, ¿qué es lo que más te ha llamado la atención?

Uno es el derribamiento de un mito, del dogma que dice que, en el cerebro adulto, neurona que para, neurona que cierra. Ya sabemos que no es así, hay neurogénesis. Y, además de ser fascinante, es el camino para la cura de las enfermedades neurodegenerativas. Es extraordinario. Otro es la interacción mente-máquina: cómo a través de lectura de lo que pasa en el cerebro puede entrenarse para mover brazo o pierna robótica, por ejemplo. La tecnología también nos ayuda a comunicarnos con gente que está con síndrome de encierro o estados de mínima conciencia, casi vegetativo. Hoy sabemos que, al menos en algunos pacientes, se encienden algunas partes del cerebro con charlas que les parezcan relevantes. Y se puede entrenar ese cerebro para que puedan decir sí o no, y eran personas antes desconectadas con el mundo. Y también está mi tema de trabajo, que es el sueño biológico o para qué dormimos, y es una gran incógnita para la que la ciencia tiene por ahora una gran respuesta: no tenemos ni idea.

Pero algo saben…

Sabemos qué pasa si dormimos poco, mal o a deshora. Nos enfermamos, tomamos malas decisiones.

Y encima cada vez dormimos peor.

Sí, y somos sociedades búhos, dormimos poco, nos acostamos tarde. La vigilia es como una adicción y está todo mal. Es vital dormir bien y, además, queremos cumplir sueños y para eso primero tenemos que soñarlos. Y para soñar hay que dormir.

Sin caer en recetario, ¿qué hacés vos?

Hay cosas sencillas: hay que dormir lo necesario, que, si bien depende de cada cuerpo, hay un promedio mínimo de siete horas para adultos, ocho para adolescentes y nueve para niños. Y los promedios que tenemos están lejos. También hay que tratar de ser parejos en horarios, pero no solemos hacerlo, dormir en lugares oscuros y sin pantallas, que son la luz mala, porque interfieren con el sueño y el metabolismo. Te paso otro dato: si dormís con pantalla prendida engordás más, y vos que pensabas que era por las tres cajas de ravioles.

Se dice que si dormís poco se mueren neuronas, que si te drogas también, que si fumás, que si tomás alcohol. Que vivir mata, ¿qué tanto hay de eso?

(Ríe)

Depende del grado. La mayor parte de las drogas de adicción y toda la farmacología trabaja sobre las charlas neuronales, pero el problema es la tolerancia: para obtener el mismo efecto precisas más consumo. Y, obviamente, el límite entre efecto y toxicidad se pasa muy rápido. Efectivamente, con drogas más duras puede haber muerte neuronal. Cuando planteo que hay neurogénesis toda la vida, no significa que eso va para todas las áreas del cerebro. Si pasás ciertos límites con drogas duras es muy difícil la recuperación, pero tampoco imposible. Las drogas no agujerean el cerebro, como sugería una vieja tapa de revista que, años atrás, ilustraba el supuesto cerebro del Diego [Maradona] como si fuese un queso gruyere. No existen esos efectos macroscópicos salvo que sea un consumo demasiado excesivo y por demasiado tiempo.

¿Entonces la marihuana mata neuronas o es mito?

No, eso no tiene ninguna evidencia al respecto. Ni de que sea puerta de entrada a drogas más tóxicas ni de que provoque daño irreversible.

Por Brian Majlin