Por The New York Times | Michael Wilson
El nuevo propietario del penthouse llegó al majestuoso edificio Galleria de Manhattan prácticamente desapercibido, como quien permanece en un escenario oscuro justo antes de que se levante el telón.
Se corrió la voz. “Creo que me enteré por mi vecina, que a su vez se enteró por el conserje”, dijo Emma Ruth Yulo-Kitiyakara, de 78 años, exresidente del edificio.
Era cierto. David Copperfield se mudaba a la propiedad. “Puede que te saque por arte de magia de tu apartamento”, bromeó alguien.
Eso fue en 1997. Años más tarde, los residentes del edificio serían muy conscientes —dolorosamente conscientes— del penthouse de cuatro plantas del mundialmente famoso mago. Parecía transformarse ante sus ojos de una muestra ostentosa de gran riqueza a un adefesio vergonzoso y peligroso para la salud.
Y entonces, según los vecinos del Galleria, Copperfield —para su siguiente truco— desapareció.
Una demanda presentada a principios de este mes en Nueva York acusa a Copperfield de haber dejado su penthouse en un estado “ruinoso” y permitir que una válvula fallara, lo que inundó los apartamentos y las zonas comunes de abajo. Y no es la primera vez.
Los neoyorquinos llevan mucho tiempo conviviendo con famosos en la atestada ciudad que todos ellos llaman hogar. A veces las cosas salen mal. Cuando tu vecina de TriBeCa no mantiene limpia la acera delante de su casa y acumula más de 30 multas del ayuntamiento, no hace diferencia que se trate de Taylor Swift.
A veces, la persona que se queja de un famoso es también un famoso. En 2007, una chimenea del Upper West Side utilizada por Billy Squier, uno de los pilares de la radio de los 40 Principales de los años 80, emitía humo al apartamento de un vecino en el piso de arriba. Ese vecino era Bono.
La relación de Copperfield con la ciudad de Nueva York es larga y particular y, al menos por ahora, parece estar en pausa.
Vive en Las Vegas, donde actúa 15 veces por semana en su espectáculo An Intimate Evening of Grand Illusion. Su abogado en este asunto, Matthew A. Cuomo, dijo que las afirmaciones de la demanda son exageradas. “Esto no es más que una reclamación de seguro”, dijo.
Copperfield creció en Nueva Jersey y ha contado que de niño se escapaba a Manhattan para aprender magia. Tras cosechar un gran éxito, puso sus ojos en el Galleria a mediados de la década de 1990, y las páginas de chisme de los tabloides se fijaron en él.
“¿Cómo consiguió David Copperfield que los propietarios del lujoso penthouse del Galleria bajaran su precio de 18 millones de dólares a la mísera suma de 11 millones?”, se preguntaba The Daily News en 1997. “Podría ser su mejor truco”. Al final pagó 7,4 millones de dólares, según la nueva demanda.
La rebaja del precio, sugería la columna, quizá se debiera a la extraña distribución del idiosincrásico apartamento en sí. El penthouse cuádruple de 1486 metros cuadrados fue diseñado para Stewart R. Mott, hijo de un ejecutivo de General Motors, cuyas pasiones incluían la filantropía y los jardines. Las inusuales paredes acristaladas del penthouse le permitirían “saludar al sol al salir desde su cama en el solárium este y verlo hundirse desde un escritorio orientado al oeste, todo ello en medio de 929 metros cuadrados reservados a la jardinería”, escribió The New York Times en 1975.
Pero a medida que aumentaban los costos de construcción de la casa de sus sueños, incluida la fortificación del edificio para soportar el peso de la tierra que quería para plantar, el entusiasmo de Mott por el lugar decaía. También era conocido por ser un hombre muy ocupado. (“Cuando The Washington Post informó de que se había acostado con 40 mujeres en un periodo de ocho meses”, escribió el Times, “rectificó diciendo que en realidad fueron 20?). Nunca se mudó.
Los primeros ocupantes del apartamento no permanecieron mucho tiempo. Entonces llegó Copperfield.
En aquella época era, sin duda, un nombre muy conocido. Una popular serie de especiales televisivos en horario de máxima audiencia en la década de 1980 culminó con el que quizá sea su truco más conocido: hacer desaparecer la Estatua de la Libertad ante el público en directo y por televisión, y luego traerla de vuelta.
Pero para sus vecinos, Copperfield era simplemente el tipo del penthouse. Y un enigma.
“Nunca lo vi, nunca lo conocí”, dijo James Meyer, un expropietario en el edificio. “No conozco a nadie que lo conociera”. Una vez echó un vistazo al famoso apartamento: en televisión, durante una entrevista filmada al mago.
Otra antigua residente, Ellen Wiesenthal, dijo que no solo no había visto nunca a Copperfield, sino que dudaba que se hubiera dado cuenta de haberlo hecho. “Puede que ni siquiera lo haya reconocido”, dijo.
Yulo-Kitiyakara estuvo a punto de verlo, más o menos, una vez. “Tenía una trabajadora doméstica de planta”, dijo. “La trabajadora se topó con él en el ascensor, o algo así”.
Ryan Drexler vivió durante años en el piso 48 y recordó haber visto al mago en el ascensor.
“Nadie le habla. Es un tipo muy tranquilo”, dijo Drexler. “No es un tipo que hable mucho. Es muy reservado y yo respeto eso. Cada uno tiene su estilo”.
El tiempo en el Galleria se mide, para muchos, en un antes del 8 de marzo de 2015 y un después del 8 de marzo de 2015, la fecha del primer incidente importante relacionado con el penthouse.
El apartamento de Copperfield comenzaba en el piso 54 del Galleria. En su tercer piso —el 56 del edificio— tenía una piscina privada. Justo debajo había una sala con las bombas y máquinas necesarias para hacer funcionar la piscina.
En aquella primavera de 2015, una válvula de esta sala de bombas situada a unos 180 metros por encima del suelo “falló”, en términos legales.
“La inundación de Copperfield no fue una ilusión”, informó The New York Post. El agua corría a borbotones en su apartamento y se filtró más de 30 pisos más abajo, empapando las paredes y dejando fuera de servicio un ascensor, según los relatos de la prensa.
La cobertura periodística describió una colorida colección en el penthouse de parafernalia mágica antigua y juegos de arcade.
“David estaba aterrorizado, porque tiene unas raras máquinas clásicas de Coney Island, que son invaluables”, dijo su abogado, Ted Blumberg, días después. “Antigüedades irremplazables, que incluyen un adivino, probadores de fuerza, una máquina de descargas eléctricas y galerías de tiro”.
Pero esas se salvaron. “Hay un truco de magia llamado ‘Captura la bala’, en el que el ilusionista atrapa la bala entre los dientes”, dijo Blumberg después de la inundación. “Y David cree que aquí sí que esquivó una bala”.
Hay otro truco de magia, llamado “Multiplicar las bolas de esponja”, en el que una persona aparentemente hace aparecer varios objetos de la nada. Esto ocurrió en los meses siguientes en el Galleria, pero con demandas.
La aseguradora de Copperfield demandó a la empresa que mantenía la piscina. Lo mismo hicieron al menos dos vecinos que vivían debajo. La empresa, a su vez, acusó a Copperfield, que actuaba en Las Vegas en ese momento, de negligencia, y al mismo tiempo culpó al fabricante de la válvula defectuosa.
Los casos se agruparon en uno solo y, ¡puf!, se cerraron abruptamente en la forma que suele seguir a los acuerdos financieros confidenciales.
En 2016, Copperfield abrió su apartamento a The Wall Street Journal para un recorrido guiado. Fue habitación por habitación, mostrando “todas estas cosas interesantes para darle personalidad, vida”, dijo. Entre ellas, una “silla sorpresa” que tiraba al suelo a su ocupante, escaleras que se convertían en tobogán, y pistolas de agua que disparaban hacia atrás, a la cara del usuario, según The Wall Street Journal.
La piscina estaba vacía.
Pasaron otro par de años. Luego, alrededor de 2018, en una asamblea ordinaria del consejo del condominio Galleria, un invitado sorpresa apareció de la nada.
“Simplemente llegó”, dijo Sholeh Assadi, propietaria en el edificio desde hace 11 años. “Fue muy amable”.
Incluso ofreció a la veintena de asistentes una visita improvisada a su casa. Todos subieron.
Lo que vieron impactó a sus vecinos. “Estaba desordenada, en muy mal estado”, dijo Assadi. “Todos lo vimos. A él no le importaba”. Una habitación tras otra: “Los dormitorios estaban de cabeza”, dijo. Y los baños: “Moho y hongos por todas partes”.
Marisa López era propietaria de un apartamento en el edificio en el que vivía su madre, y cree que su madre asistió a la misma asamblea y más tarde le contó a su hija la visita al apartamento del famoso mago.
“Le dijo: ‘¿No quieres una selfi conmigo?’”, le contó su madre. “Fue muy dulce”.
Poco después de esa asamblea, Copperfield desapareció, según la nueva demanda contra él. “Copperfield abandonó la unidad en o alrededor de 2018”, señala, despidiendo a un ama de llaves, un administrador de la casa y un trabajador general. El mago también posee una finca en Las Vegas y un complejo turístico que abarca 11 islas en las Bahamas, y para quienes estaban en el Galleria, que de todos modos rara vez o nunca lo veían, parecía como si simplemente se hubiera olvidado del penthouse.
En lugar de mudarse de forma segura y ordenada”, afirma la demanda, “Copperfield destrozó el apartamento. Desde entonces, Copperfield ha permitido que la unidad se descomponga hasta un estado de total deterioro”.
Finalmente, en diciembre de 2023, hubo otra inundación —otra válvula en mal estado, esta vez en un cuarto de mantenimiento que daba servicio exclusivamente al penthouse— que volvió a causar daños en los apartamentos, ascensores y zonas comunes de abajo, según la demanda.
Otras noticias desfavorables para el mago surgieron este año. Documentos judiciales publicados en enero demostraron que había sido un invitado habitual en las casas de Jeffrey Epstein. Y un artículo publicado en The Guardian describía acusaciones de conducta sexual inapropiada por parte de varias mujeres. Copperfield negó las acusaciones y no se han presentado cargos contra él.
La demanda incluía varias fotos de pintura descascarada, moho y hongos que circularon entre los antiguos residentes. “Ese tipo tiene la bañera original”, dijo López al reconocerla.
El abogado de Copperfield, Cuomo, dijo que las fotos “no reflejan el estado actual del apartamento”.
Tal vez no lo hacen. Si ese es el caso, sería solo otro acto de prestidigitación, el truco más reciente en lo alto del Galería.
Nate Schweber colaboró con reportería y Susan C. Beachy con investigación.
Michael Wilson
cubre la ciudad de Nueva York y ha sido reportero del Times por más de dos décadas. Más de Michael Wilson
Nate Schweber colaboró con reportería y Susan C. Beachy con investigación.
Los vecinos dijeron que a Copperfield se le veía poco en el Galleria, en la calle 57 Este de Manhattan. (Hiroko Masuike/The New York Times)
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