(Por Marcelo Pereira)
Cuando Liber Seregni tenía 79 años, a comienzos de 1996, pudo elegir más de un modo de pasar el resto de su vida. Pero la forma y el contenido de su renuncia a la presidencia del Frente Amplio (FA), y las actividades que emprendió luego, descartaron el reposo tras muchas batallas, el goce de los honores ganados en ellas y el cultivo de apacibles ortodoxias.
El general quiso una especie de retiro a medias bastante raro en la historia política de este país, en el que las sucesiones del liderazgo suelen definirse por muerte o derrocamiento. Y optó por una línea de acción que le complica la vida a Tabaré Vázquez, a buena parte de los frenteamplistas y, por supuesto, al propio Seregni. El último ejemplo fueron declaraciones suyas para el diario argentino La Nación, recogidas por el periodista uruguayo y corresponsal de ese diario Nelson Fernández, que fueron publicadas en Argentina el domingo 17 y reproducidas en Uruguay al día siguiente por El País (véase el recuadro).
Tras defender a rajatabla "la orgánica" y el principio de "discutir, resolver y acatar", el general se ha permitido una gran libertad de movimiento en otro sistema de coordenadas. Es imposible poner en duda su identidad frentista, pero en cierto sentido ya no "es del Frente", porque la despoblada estructura de esa fuerza política no lo contiene por completo. Se ha convertido en una pieza capaz de dar jaque desde fuera del tablero.
En la segunda mitad de los años ochenta, afrontó y derrotó el desafío de las fuerzas de izquierda alineadas tras Hugo Batalla, que levantaban demandas de aggiornamento ideológico, liberalismo político, propuestas viables y búsqueda de acuerdos con otros partidos. Desde la segunda mitad de los noventa, sus reclamos al FA han sido similares, pero con un par de diferencias muy importantes: sin cuestionar la vigencia del frenteamplismo ni trabajar por su propia candidatura.
Su herramienta principal ha sido el Centro de Estudios Estratégicos 1815 (cee 1815), que con el cambio de siglo se ha convertido cada vez más en un organizador de escenarios de diálogo interpartidario, en desmedro de la elaboración de propuestas propias y la incidencia específica sobre el programa frenteamplista, que estuvieron entre sus objetivos iniciales. En esa institución rodean a Seregni un puñado de leales "históricos", junto a otras personas de muy diverso perfil ideológico que se le han acercado en los últimos años.
En parcial intersección con el cee 1815, el llamado Grupo de la Carpintería es un agrupamiento no muy formal que reúne a notorios seregnistas como el jerarca municipal Alberto Rosselli, a frenteamplistas independientes y a ex militantes sectoriales.
Entre los llamados radicales del FA existe la percepción bastante extendida de que el general y el senador Danilo Astori forman una especie de "eje del mal" y coordinan sus operaciones, pero lo cierto, más allá de coincidencias de opinión entre ambos sobre muchos asuntos y de su compartido malestar en relación con Vázquez, es que el apoyo orgánico de Asamblea Uruguay (au) a las iniciativas de Seregni ha sido escaso y que la relación personal de los dos políticos incluyó desencuentros de importancia en los últimos años, aunque jamás se hayan exteriorizado.
¿El diablo? A diferencia de Astori, Vázquez ha salido varias veces al choque con Seregni, pero parece haberse dado cuenta de que eso no le reporta ningún beneficio, y esta vez optó por un comentario en estilo benévolo. "El querido compañero Seregni -dijo el lunes 18- es una destacada figura política de nuestra fuerza política y de nuestro país. A veces coincido con él y a veces no. En este caso no coincido con el querido compañero."
Dicen allegados al actual presidente del FA que, en él, expresiones como las citadas, en el tono en que las realizó, son síntoma de una gran irritación contenida, pero eso es otro asunto.
"Es absolutamente claro y preciso que hace 14 años estamos gobernando en Montevideo. Y creo que lo hemos hecho bien, por lo menos a consideración de los vecinos", arguyó Vázquez, quien exhibió como prueba la votación creciente, "en 1989 con 34 por ciento de los votos, en 1994 con 45 por ciento y en 1999 con 56 por ciento", y agregó: "Hoy las encuestas nos dan un apoyo de 60 por ciento en la capital".
Desde el vertientista Mariano Arana hasta el tupamaro Eleuterio Fernández Huidobro, pasando por el socialista Reinaldo Gargano, la comunista Marina Arismendi y la representante habitual de au en la Mesa Política del FA, Daniela Payssé, en distintos tonos y con variados matices, tomaron distancia de los dichos del general, y el semanario La Juventud, del Movimiento 26 de Marzo, fustigó sus declaraciones a La Nación el martes 19, bajo el título "El diablo pierde el pelo pero no las mañas", quizás en alusión a aquello de que el zorro sabe por viejo.
En la ilustración de esa crítica, Vázquez juega con un futbolito y ve, con asombro, que un jugador de los suyos, con la cara de Seregni, patea para el mismo lado que los del equipo contrario, que tienen las caras de Julio María Sanguinetti y Luis Alberto Lacalle.
¿Seregni se ha quedado, entonces, muy solo? Sí y no. Al revisar las declaraciones a La Nación puede verse que no son tan tajantes como se presentaron, ni están tan lejos de lo que piensa gran parte de los frenteamplistas, incluyendo a muchos de sus dirigentes, salvo probablemente en lo vinculado con el eventual juicio a Bordaberry (que no ha sido lo más criticado, sino lo menos). Desde el plano más amplio de las violaciones a los derechos humanos en dictadura, sin embargo, las posiciones de Seregni en rechazo al revisionismo no son muy diferentes a las de Gargano, quien se mostró contrario a revisar la ley de caducidad en un gobierno de izquierda (Búsqueda de ayer, jueves).
Podría pensarse que la insistencia seregnista en la necesidad de alianzas para gobernar no corresponde, en tiempos de un Frente Amplio-Encuentro Progresista-Nueva Mayoría que otorga desenfrenadas franquicias para el ingreso, pero la línea actual de los liderados por Tabaré Vázquez es ante todo la política del Pac-Man, que se traga cuanto puede, y su horizonte no es articular vínculos con las organizaciones adversarias, sino reducirlas a su mínima expresión.
El alineamiento crítico contra el general muestra, ante todo, que los dirigentes de la coalición de izquierdas creen que el tiempo electoral está demasiado cercano para que se digan algunas cosas, por más obvias que sean. Es curioso, porque Seregni parece convencido de que la cercanía de los comicios exige decir esas cosas con más claridad que nunca.
La derecha, cortoplacista, festeja lo que le moleste a Vázquez. No ve que ahora las discrepancias frenteamplistas suman, y que muchos se animarán a votar a Tabaré convencidos de que puede tener contrapesos.
La derecha cree que Seregni le sirve, en vez de ver cuánta falta le hace gente como él.
(De Brecha, Derechos Reservados)