La crisis energética en Cuba no tiene fin. Este viernes, hasta el 58% del país podría quedar simultáneamente sin electricidad, según datos de la estatal Unión Eléctrica (UNE). Se trata del mayor nivel de afectación registrado desde 2022, en un contexto de escasez crónica de combustible, averías generalizadas en el sistema termoeléctrico y falta de inversión sostenida en infraestructura.
Durante el horario pico de la tarde-noche, la demanda energética alcanzará los 3.300 megavatios (MW), mientras que la capacidad de generación disponible apenas llegará a 1.470 MW, generando un déficit de 1.830 MW. La afectación real prevista —el corte efectivo para evitar un colapso total— es aún mayor: 1.900 MW, lo que dejaría a más de la mitad del país a oscuras.
Aunque la capital había sido resguardada durante meses, La Habana ya sufre apagones de hasta 10 horas diarias, mientras otras regiones enfrentan interrupciones que superan las 20 horas.
Causas estructurales de una crisis prolongada
El colapso eléctrico responde a múltiples factores. Diez de las 16 unidades térmicas del país están fuera de servicio, y 66 motores de generación distribuida están detenidos por falta de combustible, agravada por la escasez de divisas y la imposibilidad de adquirir lubricantes. La infraestructura energética cubana, obsoleta tras décadas de uso intensivo sin renovación significativa, sufre una tasa de indisponibilidad crítica.