Contenido creado por Paula Barquet
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Ojalá que llueva

Crece el uso de hongos medicinales en Uruguay; un gramo cuesta entre $ 300 y $ 500

“Se aprovecha lo que genera la sustancia psicoactiva para trabajar terapéuticamente. Con un profesional, obviamente”, cuenta Sequeira.

27.01.2023 10:41

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2023-01-27T10:41:00-03:00
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Escribe Álvaro Carballo / Twitter: @alcarballo

Como ingeniero mecánico le iba bien. Había diseñado desde parques eólicos hasta chimeneas industriales. Sus proyectos supieron ganar licitaciones con cinco ceros en dólares. Hoy cuenta, en confianza, cuál cree fue el secreto de sus mayores éxitos: consumir microdosis de LSD (dietilamida de ácido lisérgico) y hongos.

“Mi primer viaje de hongos fue un cambio radical”, recuerda. “Fui sin mucha expectativa, pero con una intención. La intención es fundamental para orientar el viaje. Yo quería conectar con un proyecto que tenía”.

Era 2017. Aquella experiencia le hizo ver, según dice, cómo venía la relación con sus padres: todavía vivía con ellos, y cuando trabajaba en la casa aparecían, por ejemplo, reclamos para guardar las herramientas. Eso atentaba contra su dedicación al proyecto. Así empezó a pensar en su independencia.

Luego llegó una información: varios de los mayores desarrolladores de Silicon Valley iban a trabajar consumiendo microdosis de LSD y hongos para explotar su creatividad. Entonces compró un “cartoncito” de LSD y lo puso en agua con alcohol en un gotero de 10 mililitros. “Antes de ir a trabajar tomaba un mililitro, y a veces se unían cables. Ideas que salían de una punta del cerebro conectaban con otra. Pero no me copaba comprar cartones a un tranza. Amaría comprar en una farmacia y saber qué tiene el cartón, en qué concentración, porque en un tranza puede ser LSD, algo similar, o vaya a saber uno qué”.

El ingeniero cuenta todo esto apoyado en la mesada de su cocina, con un amplio ventanal de fondo. A su lado, un frasco repleto de almendras y un paquete de yerba orgánica. En la pared, un reloj digital da hora, temperatura y humedad del ambiente. En su escritorio hay otro, y un tercero está en la habitación contigua, donde en distintos recipientes crece una buena variedad de hongos con potencial medicinal y psicoactivo.

“Pero yo soy ingeniero, soy muy científico. ¿Qué es esto del espíritu? ¿Cómo que un hongo me puede mejorar la vida? Para entender tuve que ver pruebas, leer papers científicos. Muchos. Aprendí y entendí”.

Bo, cartero

Cuando logró el ahorro suficiente y después de mucho estudiar, cambió de rubro: chau ingeniería, hola cultivos. Las primeras esporas, algo así como las semillas de los hongos, las recibió por correo. “Las juntan en papel plomo y te llegan en una carta, en un folleto turístico o en cualquier cosa que se pueda mandar por sobre. Y desde entonces, esto solo se ha expandido”, dice con una mueca de orgullo.

Encargó cepas mexicanas de Psilocibe cubensis. “Es el más conocido porque es el más fácil de cultivar, como el choclo amarillo”, explica. “Y es medicina, no droga. Droga puede ser el azúcar, la yerba, cualquier cosa. No me gusta asociarlos a esa palabra porque tiene muchos prejuicios”, asegura.

La cura

Alejandro Sequeira es divulgador científico y autor de Hongos: guía visual de especies en Uruguay, que va por su tercera edición en dos volúmenes. Él recuerda que los hongos siempre han provisto al hombre de sustancias medicinales y cita el conocido ejemplo de la penicilina, descubierta a partir de un moho que creció de forma casual en el estudio de un científico.

“El aspecto medicinal, que es en lo que todo el mundo está colgado ahora, viene de décadas atrás. Principalmente hay estudios del Imperial College de Londres y de la Universidad Johns Hopkins de Estados Unidos”, cuenta Sequeira.

Esos estudios hablan de los beneficios de los hongos para tratar anorexia nerviosa, angustia psicológica, depresión resistente a tratamientos, trastorno de estrés postraumático, deterioro cognitivo en el Alzheimer, adicciones y enfermedad de Lyme, entre otros.

“Ahora se han habilitado un montón de experiencias médicas en distintos países para avanzar en su estudio desde lo psicoterapéutico. Se utilizan las microdosis como herramienta sensibilizadora y se aprovecha lo que genera la sustancia psicoactiva para trabajar terapéuticamente. Con un profesional, obviamente”, enfatiza Sequeira.

“También hay trabajos sobre la plasticidad neuronal, principalmente basados en el hongo Lion’s Mane, que es el que tiene impacto directo en las funciones neuronales, en la remielinización de las vainas en las neuronas. Todavía se está estudiando mucho”, agrega.

Al diván

Magela Giorgi es psicóloga gestáltica y comunicadora social, e integra la Sociedad Uruguaya de Psicoterapias Asistidas por Psicodélicos y Enteógenos (Supap), una organización que busca comunicar y compartir buenas prácticas entre psicoterapeutas y usuarios, para desarmar mitos con respecto al tema.

“La idea de la microdosis es para pacientes que están disponibles para hacer el trabajo con psicodélicos”. Luego agrega: “El trabajo con enteógenos no es para todo el mundo; no todos los organismos están aptos para psicodélicos. Se precisan organismos limpios, por ejemplo, que no estén con psicofármacos”.

Aun así, Giorgi asegura que la base del proceso con el paciente no está dada por la sustancia sino por la necesidad de trabajar determinados traumas o focos que se detectan durante las sesiones. “La microdosis es un tercio del trabajo. La intención que trae el paciente para trabajar es otro tercio, y el tercero es la integración con lo que está pasando en el proceso, para ver cómo esa herramienta sirve para nuevos abordajes. La potencia y el foco los pone uno, la sustancia facilita y acelera procesos”.

La integrante de Supap da un ejemplo: “Lo que sucede en la psicoterapia es ir ordenando lo que va apareciendo. Empezamos a hablar del amor propio y me baja info sobre mi padre. ¿Qué hacemos con esto? El terapeuta se vuelve guía, para ver cómo puede aprovechar esa información la persona”.

Ella explica que no hay paralelismos entre los enteógenos y ciertos medicamentos psiquiátricos. “El psicofármaco es una promesa más clara a nivel tiempo y resultado. El enteógeno es un activo, algo que tengo que ir acompañando; me lleva a un lenguaje diferente, más espiritual, si se quiere. Lo que hace el psicodélico es traerte al presente, donde empezás a olvidar la ansiedad, las preocupaciones, y así propicia un trabajo más acelerado, con menos ruidos”.

Más allá de trabajar con pacientes con microdosis de enteógenos, Giorgi aclara que los psicoterapeutas no pueden recetar ningún tipo de sustancia. “Los pacientes mismos se proveen el material”, enfatiza.

Es entonces cuando vuelve a aparecer el ingeniero cultivador. Él cuenta que vende solo para uso medicinal, y que tres microdosis (un gramo) cuestan entre 300 y 500 pesos. Con cada venta, da un instructivo. “Es que, si no decís cómo usar la herramienta, estás creando un potencial problema. Entonces explico qué es un hongo, qué se está tomando, que si toman alguna medicación chequeen que no esté contraindicado, y que no se debe mezclar con alcohol”. También indica las dosis según el peso de las personas: “Para unos 70 kilos, una microdosis es de 0,2 a 0,4 gramos”. Sobre sus compradores, asegura que en muchos casos llegan enviados por psiquiatras que “saben sobre los usos de la psilocibina”.

Ojo al piojo

La doctora Alba Negrin es médica toxicóloga e integra la Cátedra de Toxicología de la Universidad de la República. Ella advierte que los alucinógenos están contraindicados en pacientes con enfermedades psiquiátricas, porque “podrían desencadenar reacciones psicóticas”. Luego matiza: “Igual depende de la mirada, porque hay quien los usa y dice que le ha ido bien”.

Para Negrin es interesante que haya personas que están cultivando hongos psicodélicos, porque eso evita riesgos que se dan al recolectarlos en el campo: “Ahí pueden mezclarse con otros que tengan alguna toxicidad, hepática por ejemplo”.

Además, advierte que el consumo puede dar “algún efecto cardiovascular o trastornos psiquiátricos”, aunque explica que eso dependerá del tipo de hongo y de la madurez de este. “Como todo producto natural, la concentración de la sustancia varía en cada hongo”, señaló, por lo que sus efectos también podrán variar.

Un temor presente en muchos usuarios es la posibilidad de desarrollar una adicción. Negrin explica que, “por la experiencia, por lo que se sabe hasta ahora, no causa dependencia, lo que no quiere decir que no haya consumo problemático”. En cualquier caso, al no estar penado el consumo en Uruguay, la doctora señala que quienes se sientan mal por haber consumido o teman haberse intoxicado, pueden acudir a su prestador de salud o llamar a un médico, sin temor a exponerse a ningún tipo de sanción legal.

Arjona al escabeche

Más allá de los usos medicinales, el uso recreacional de la psilocibina es un llamador para muchas personas que buscan experimentar distintas alteraciones de conciencia. Básicamente, buscan alucinar. Y luego de probar, varios artistas han contado sus viajes.

La Renga canta su “Psilocybe mexicana”, una alucinación en la que un hombre es seducido por una sirena en el Riachuelo. Las manos de Filippi compusieron el “Himno del cucumelo”, la historia de alguien que tiene una vaca, bosta, y está desesperado por que llueva para que broten los cucumelos. Y hasta Ricardo Arjona escribió “Hongos”, que en su primera estrofa pregunta: “¿Quién puso elefantes en mi cobertizo?”.

Sequeira explica que la alteración de conciencia va en función de lo psicoactivo que poseen ciertos hongos, porque no todos tienen ese potencial. “La psilocibina no solo la producen los psilocibe, los famosos cucumelos. Hay otros géneros, e incluso aventuramos —aunque faltan estudios concretos— que hasta algunas poblaciones del hongo de eucaliptus que consumimos en escabeche tienen trazas, cantidades mínimas, de psilocibina. Posiblemente en los procesos de cocción o de escabeche se pueden eliminar”.

También agrega que no está estudiado cuántos tipos de cucumelo hay en Uruguay.

“Generalmente son coprófilos, crecen en la bosta de ganado. La mayoría de los que consumen la usan de cultivo. Debe ser una proporción mínima los que colectan los silvestres”.

Uno que supo salir con una bolsa a recorrer campos de ganado fue un actor varias veces nominado al Florencio, en sus épocas de estudiante en la EMAD (Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático Margarita Xirgu). “Una vez juntamos una cantidad y nos mandamos cinco litros de té de cucumelo. Éramos varios y estábamos en una casa. Yo me metí en una habitación donde había una cama, que para mí se transformó en un océano azul, y me tiré a nadar”.

Al día siguiente amaneció con un corte en la frente. “Es que un amigo decidió patear la espuma de una ola justo cuando yo estaba barrenando”, cuenta entre risas.

La ley y el orden

En Uruguay, los hongos están en un limbo legal. Se pueden consumir, pero no se pueden vender. Cultivar no parece estar del todo claro: dependerá de lo que piense el juez de turno. Así las cosas, hay que esperar que llueva como maná del cielo.

Sequeira es partidario de despenalizar. “El hombre utiliza muchísimas sustancias de origen vegetal y animal, a las que encontró la forma de convertir en medicamentos. Como divulgador científico, no pondría prohibición para aquellos que deseen investigar si ese organismo, en este caso los hongos enteógenos, poseen sustancias capaces de curar o aliviar ciertas afecciones”. Para él, despenalizar permitiría un intercambio de información fluido entre investigadores de Uruguay y otros países.

Diego Olivera, exsecretario de la Junta Nacional de Drogas, se expresó en el mismo sentido en entrevista con el programa Doble click (FM DelSol). Para él, es necesario un gran debate político que considere el aumento global del consumo de drogas psicodélicas, para luego regular, empezando por la “investigación clínica”.

La doctora Negrin, por su parte, aporta una mirada desde el punto de vista del usuario, sea por motivos medicinales o recreativos: “Todo lo que sea regulación hace que el consumo sea menos riesgoso”.

El ingeniero también tiene su opinión, basada en los años que lleva de experiencia como cultivador: “Mi ideal es tener una licencia para producir para países donde está legislado. Hay que encontrar el adecuado marco legal para eso”, afirma.


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