Seré curioso

SERÉ CURIOSO

Cotelo: “Creo que faltan empresarios de medios de comunicación en serio en Uruguay”

El prestigioso periodista radial celebra 38 años de En Perspectiva. La oportunidad sirvió para hablar de periodismo y el modelo de negocios.

08.06.2023 10:01

Lectura: 27'

2023-06-08T10:01:00-03:00
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Por César Bianchi

Fotos: Javier Noceti / @javier.noceti

Hace 20 años, el recordado Miguel Carbajal escribió sobre él en El País: “Colgados al micrófono los hombres de radio armaban un discurso aluvional, en donde ganaba el que metía más palabras dentro de un minuto. Eran como dactilógrafos sin máquinas. Debían ser, ante todo, veloces y escribir (en este caso hablar) sin faltas y con prolijidad. Y matar el silencio. Al silencio había que exterminarlo. Emiliano Cotelo es la contracara de este fenómeno radial. En un medio copado por los humanistas, Cotelo proviene del pensamiento científico”. No le faltó razón a Carbajal.

Cotelo quiso ser ingeniero civil y se preparó para eso, estudió más de cuatro años en la Facultad de Ingeniería. Pero el destino tuvo sus propios planes y Emiliano se volvió periodista, como lo había sido su padre. Si bien escribió en Jaque y en los 90 participó en un efímero programa televisivo entrevistando al español Aznar, el brasileño Cardoso o el argentino Menem, fue en la radio donde erigió su reputación de periodista riguroso y metódico, casi obsesivo. El niño que quería ser bombero y el jovencito que quería ser ingeniero dejaron paso al hombre de la radio, el que desde hace décadas se levanta en mitad de la noche para leer portales y escuchar radios europeas para salir al aire cuando otros, todavía bostezando, se disponen a desayunar.

Por estos días, Emiliano Cotelo (64) tiene motivos para celebrar: acaba de cumplir 40 años de periodismo en radio, 38 de ellos con En Perspectiva, un clásico de periodismo “independiente”, como él mismo se encarga de señalar. Además, el mes pasado, el periodístico (hoy en Radiomundo) pasó a ser retransmitido por Océano FM.

Sobre periodismo en radio, la necesidad de empresarios de medios “en serio” en Uruguay y cómo saber reconvertirse —y adaptase a los tiempos que corren— para poder llevar adelante proyectos periodísticos discurrió esta charla en su despacho del Victoria Plaza Office Tower. Y sobre Catalina, la hija que tiene con la productora televisiva Alexandra Morgan: el único tópico en una hora y media que hizo tartamudear a un papá al que le costó encontrar las palabras para demostrar su admiración.

“Yo había conocido de casualidad a Germán Araújo, que dirigía CX 30. Germán me dijo: ‘Periodistas necesitamos, lo que no tenemos es plata para pagarte. Si conseguís uno o dos auspiciantes, hasta cierta cifra, ese es tu sueldo’”.

De niño, ¿qué querías ser cuando fueras grande?

Lo que recuerdo es que quería ser bombero. No me preguntes por qué ni cuánto tiempo me duró, pero recuerdo que quería ser bombero.

Para ser tan periodista, estudiaste cuatro años en la Facultad de Ingeniería. ¿Querías ser ingeniero en algún momento?

Absolutamente. Yo hice Preparatorios de Ingeniería y después Facultad de Ingeniería, cuatro años y algo más, el proyecto de quinto de Ingeniería Civil y lo salvé con muy buenas notas. 

¿Y qué te sacó de ese trillo?

Podría decirse que lo que pasó fue la ruptura de “la tablita” en 1982. Ese año yo estudiaba ingeniería y trabajaba como ayudante de ingeniero, en una empresa constructora, cuatro horas en la tarde. Era una combinación perfecta, porque ganaba bien en esas cuatro horas. Pero se produjo el quiebre de la tablita, el boom de la construcción se pinchó, me quedé sin trabajo… Y no pude conseguir trabajo en otra empresa constructora privada, ni tampoco en las empresas del Estado.

Entonces, como tenía que trabajar, durante un tiempo intenté lo único que había a fines del 82, principios del 83: venta de libros, puerta a puerta. Fue una experiencia útil, enriquecedora, pero muy dura. Y me cansé. Hubo un momento en que dije: “¿Y qué pasa si pruebo en algo que me gusta mucho: la radio?” Yo había hecho unos programas de música en CX 26 Sodre, por allá por el 76 y 77, los había hecho como una experiencia, casi como un hobby, porque me gustaba la radio. Y quería hacer radio. Había hecho programas sin ganar un peso, pero dedicados a aprender. Fueron dos programas: uno se llamó Perfiles, y otro Sonido Nacional. Entonces, hacía tiempo que yo no hacía radio, y me gustaba. 

¿Cuánto influyó Ruben Cotelo, tu viejo, crítico literario de El País, en tu oficio actual? 

Mi padre fue crítico literario y más que eso, tuvo toda una faceta de periodista cultural, crítico literario, de cine y de teatro, pero, por otro lado, tuvo una faceta de información general. Fue secretario de redacción de El País. Entonces, en casa el periodismo estaba en el ambiente, y a mí me gustaba la radio, las dos cosas se daban. 

Yo había conocido de casualidad a Germán Araújo, que dirigía CX 30. Fui a golpear esa puerta y le pregunté qué posibilidad había de conducir en el informativo de CX 30. La respuesta que me dio Germán fue: “Periodistas necesitamos, lo que no tenemos es plata para pagarte”. Entonces, me dijo: “Si conseguís uno o dos auspiciantes, hasta cierta cifra, ese es tu sueldo”.

¡Qué vigente el comentario y el “modelo de negocios”! Eso pasa hoy en muchas radios…

Sí, es verdad. Y yo dije: “Bueno, capaz que es más fácil conseguir uno o dos anunciantes que seguir vendiendo libros puerta a puerta”, que ya me tenía saturado. Lo intenté, sin ningún vínculo con agencias de publicidad o empresas, y conseguí primero un anunciante, una disquería chica, después otra cosa. Y con eso empecé a trabajar en informativos en CX 30, en 1983. Estuve el 83, el 84, años apasionantes, con la salida de la dictadura. Y me dio una crisis vocacional: yo seguía estudiando Ingeniería, y trabajaba en periodismo, en radio, vibrando y palpitando ese momento histórico del país. Y bueno, terminó ganando el periodismo. 

En Perspectiva nace el 3 de junio de 1985, en Emisora del Palacio, en FM. ¿Cómo era en sus inicios? ¿Qué impronta tenía, en plena restauración democrática?

Era un programa que iba desde las 11 hasta las 13 horas. Tenía entrevista, un espacio de análisis, que tenía crónica parlamentaria, tenía información y análisis internacional… El nombre del programa —que no lo inventé yo— dice bastante. Es un nombre raro, pero lo que quería decir era que se iba a observar los hechos con cierta distancia. Que no íbamos a estar con la ñata contra el vidrio, sino que los íbamos a observar desde arriba, desde un costado, con perspectiva. Entonces, la componente analítica estaba, la profundidad. Ya tenía esas características. Pero con una impronta muy fuerte del periodismo escrito, porque desde ahí venían los tres colegas con los que yo trabajaba. Y con la idea de que fuera un programa lo más abierto posible, con el objetivo del periodismo independiente, que en esa época todavía costaba bastante. 

¿A qué hora te levantás?

A las 4:30 de la madrugada.

¿Desde cuándo?

Y bueno, En Perspectiva en 1985 empezaba a las 11, creo que al año siguiente ya empezaba a las 8 de la mañana, al año siguiente a las 7:30, y al año siguiente, a las 7. Así que desde 1988 me levanto a las 4:30. Yo entiendo que para salir al aire a las 7, me tengo que levantar a las 4.30. Llego a la radio 5.30, y me queda una hora y media, nada más. No es tanto para leer los medios, y tomar las últimas decisiones.

¿Qué medios leés sí o sí antes de salir al aire?

Leo los diarios de acá…

Que hace unos años eran muchos más…

Sí. Y leo algunas publicaciones de afuera: las que sigo regularmente son Folha (de Sao Paulo) en el caso de Brasil, El País de España, el New York Times y The Guardian, por mencionar algunos ejemplos.

¿Y de Argentina? ¿La Nación, Clarín o Infobae no? 

(Duda) Sí… también. Pero no… yo no tengo esa pasión argentina que tienen otros, y que tienen muchos uruguayos. A mí, la política argentina me cansa, me cansa. Es un gran show, es entretenidísima, es divertida, la hacen bien, tienen buenos guionistas. Pero siento que si le dedico tiempo a eso, estoy perdiendo el tiempo. Y lo digo con mucho cariño, porque tengo muchos amigos argentinos, pero me da un poco de pena lo que pasa con ese país: cómo es que nunca logran acomodarse, cómo es que siempre están metiéndose en un lío atrás del otro. Así que prensa argentina leo poco… Lo otro que hago, incluso de madrugada, cuando estoy por salir para la radio, es escuchar algunas radios europeas, de modo de ganar algo de tiempo.

Jaime Clara me dijo hace unos meses: “Néber Araújo es radio Sarandí, aunque haya estado en Nuevotiempo y en Setiembre FM. Emiliano Cotelo es CX 14 El Espectador, nos cuesta hoy identificarlo con Radiomundo. Y yo me he identificado con Sarandí”. ¿Es así? ¿Sentís que tu nombre ha quedado asociado a El Espectador?

Sí, sin duda, quedé asociado a la marca El Espectador, porque la construimos con Javier Massa. Construimos esa época dorada de El Espectador, esa época tan potente y tan sólida, de los años 90 y 2000, ¿no? Yo aterricé en El Espectador en el 92, la radio estaba recién acomodándose, la había comprado Luis De María. Era una radio muy variopinta, desordenada, y con Javier Massa (era uno de los hijos de la esposa de Luis), él fue quien en nombre de la familia asumió la dirección y con él nos propusimos acomodar esa radio y darle una personalidad potente, fuerte. Y creo que lo hicimos, entre los dos, y con un equipo grande. Efectivamente, armamos una radio que estaba muy buena, que marcó una época. Una radio que por ser la marca El Espectador era una plataforma ideal.

Luis De María la compró en un momento de bajón, estaba en la lona cuando la compró a principios de los 90. Pero era tan fuerte, tan sólida esa marca (“la primera radio del Uruguay”) que fue fácil volver a colocarla en el lugar que se merecía. Además, no solo le dimos un buen contenido, sino que nos subimos a la revolución tecnológica. El Espectador fue la primera radio en internet: la metimos en internet. Yo estoy muy identificado con esa etapa de El Espectador. Llegó un momento en que Javier dijo: “Yo quiero hacer otras cosas. Estoy contento con lo que logramos, pero esta no es mi vida”. Y la familia decidió vender El Espectador. Y bueno… Esa venta no salió bien.

Yo tenía 10% de El Espectador en ese momento (90% la familia Massa-De María y yo tenía el 10 restante). Los compradores pusieron como condición que yo siguiera con el 10, cuando yo hubiera preferido vender mi parte también. Fue una negociación complicada, en la que se corrieron riesgos… me refiero a que la convivencia no fuera buena. Y pasó lo que podía pasar. No fue buena la relación con ellos. El año 2014 fue de un gran desgaste, hasta que dije: “Bueno, ya está bien. No quiero seguir en esta pulseada permanente. Es muy loco lo que voy a hacer, pero me voy a sentir mejor si yo bajo esta cortina y empiezo de nuevo”. Y eso hice.

“Yo aterricé en El Espectador en el 92, la radio estaba recién acomodándose, la había comprado Luis De María. Era una radio muy variopinta, desordenada, y con Javier Massa nos propusimos darle una personalidad potente. Y creo que lo hicimos, con un equipo grande”

En tu despedida de El Espectador, en noviembre de 2014, dijiste que sabías que continuarías con el programa, pero no sabías dónde. ¿Ya estabas negociando tu continuidad en otro medio, o qué te llevó a asegurar que la marca no iba a morir?

Yo tenía varias posibilidades, pero ninguna concreta en ese momento. Pero estaba decidido a que el programa volviera al aire. Acá volvemos a lo que hablábamos hace un rato de cómo se le paga los profesionales de radio en Uruguay: En Perspectiva desde que arrancó, y capaz que puedo sumar mis primeros años en CX 30, ha estado pautado por el desafío de hacerse viable a sí mismo.

Que sea un proyecto autosustentable.

Sí. En toda mi historia desde que vengo haciendo periodismo, en períodos cortos de tiempo he sido empleado. Siempre he sido socio o directamente el emprendedor. Cuando nace En Perspectiva nosotros cobrábamos en función de los anunciantes que entraban en las tandas del programa. Y la radio —que era la que se encargaba de la comercialización— no vendía mucho, los encargados de eso no tenían el incentivo de vender. Resultado: nosotros ganábamos muy poco. Al punto que el equipo se fue desarmando, y terminamos quedando Enrique Alonso y yo, porque Carlos Núñez se fue al relanzamiento de Brecha y a Claudio Paolillo le ofrecieron algo mejor en Búsqueda. Y lo tuvimos que hacer viable convirtiéndonos en productores comerciales. 

Cuando pasa esto del 2014 en El Espectador, yo comunico con tiempo que me voy y yo no recibí ningún planteo de ningún radiodifusor que me dijera: “Lo queremos contratar”. Nadie me propuso un contrato, ni a mí solo ni al equipo. Lo que aparecía eran posibilidades de coproducción, entonces tuve que moverme en ese campo. Pero yo estaba decidido a que el programa volviera. Es más, tenía en la cabeza que el camino era crear una empresa productora, aprovechando la marca En Perspectiva, y con esa empresa retomar el programa al aire y hacer otras cosas.

Desde 2015, implementaste un cambio de modelo: pasaste a fundar una productora y a crear un proyecto con su sitio web, que dio paso a un canal de YouTube y a una radio online. ¿Cómo nace todo este proyecto ambicioso, que ya hace unos años es una realidad en Radiomundo, tras un pasaje por Radio Oriental?

Esa empresa la creamos en el verano de 2015 con un par de amigos. El proyecto fue como un upgrade de lo que habíamos estado probando en El Espectador. Habíamos creado ElEspectador.com, habíamos creado la primera web de la radiotelefonía del Uruguay, habíamos sido junto con la web de El Observador los primeros medios digitales. Utilizábamos la infraestructura de Zonamérica, había un tema de conectividad y ancho de banda. En El Espectador habíamos probado poner unas cámaras en el estudio para probar qué pasaba. En 2015 la decisión fue: “Vamos a ser un proyecto que tenga como plataforma —ya que En Perspectiva no va a estar integrado a una radio y formando parte de una propuesta— vamos a colocar como ambiente, como casa de ese proyecto, vamos a crear un sitio web”. 

La forma de consumir medios de comunicación estaba cambiando. La gente no escuchaba los programas de la mañana todo entero, empezaba a consumir el podcast, se empezaba a consumir en el momento que la gente quería, empezó la curiosidad por la imagen, por el video. Entonces la idea fue: “Armemos una propuesta multiplataforma, donde lo nuestro sale al aire, en vivo, en radio; sale al aire en vivo, por streaming de audio; sale al aire en vivo en video, y después ese programa funciona como una fábrica de podcasts. Ese programa lo cortamos en pedacitos, y son una serie de audios y videos, que quedan a disposición del público para ser consumidos cuando al público le resulte cómodo”. Pero con la idea que la web fuera más que eso: que la web tuviera otros contenidos.

Y hay un salto grande cuando, tres años después, hacemos el acuerdo con Pablo Lecueder. Ahí nos metimos en una locura absoluta que fue… armar una radio. 

¿Y es redituable como proyecto comercial? ¿Cómo conseguiste hacer que sea un modelo exitoso, más allá del contenido periodístico?

En el arranque trabajé con un par de amigos que le pusieron cabeza junto conmigo. Ha tenido todo tipo de avatares, ha tenido avances y retrocesos, ha tenido revolcones grandes… Te cuento dos: cuando salimos de FM Del Sol, cuando se vende Del Sol, el fin del contrato con Del Sol nos costó muy caro a nosotros. Una cosa muy rara, porque quien estaba cambiando las condiciones era la otra parte. Era Del Sol quien estaba vendiendo la radio, y por lo tanto, complicando la retransmisión nuestra. Sin embargo, eso nos costó caro a nosotros. Segundo, tuvimos que armar el estudio. Tuvimos que armar un estudio de golpe, porque lo hacíamos desde el estudio de Del Sol. Fue un gasto de inversión imprevisto, en ese momento. Y otro momento complicado fue la pandemia, la emergencia sanitaria. En ese momento, la facturación se cayó a pique.  

A lo que voy es: ¿se puede decir que el proyecto es, a grandes rasgos, exitoso? Sí, pero es muy trabajoso… Es un proyecto planteado con una mirada de largo plazo. Y lo digo por mí mismo, en particular. Ha contado con el aporte de amigos, en algunas circunstancias difíciles, pero, en definitiva, el que le pone la tenacidad y la determinación de seguir adelante, sin esperar el resultado inmediato, ese soy yo. Entre otras cosas, con una carga muy grande de trabajo.

“La idea fue: ‘Armemos una propuesta multiplataforma, donde lo nuestro sale al aire, en vivo, en radio; sale al aire en vivo, por streaming de audio; sale al aire en vivo en video, y después ese programa funciona como una fábrica de podcasts’”.

En un momento en el que hay tantas radios (más de 40) en Montevideo y no se ha agrandado la torta, ¿cuál es la clave para hacer la diferencia? ¿Sigue siendo el rigor periodístico, o es muy romántico pensarlo?

Está claro que el público está muy disperso, está más disperso que nunca, a propósito de esto que hablábamos recién de cómo cambiaron las costumbres de consumo. Es muy divertido ver cómo se están midiendo los ratings, y cómo se van a medir los ratings de ahora en adelante. En el caso nuestro, en ese conjunto de medios —donde está todo lo on demand que la gente consume, pero también es radio—, creo que sí, uno de los valores, uno de los sellos de identidad es el rigor periodístico. 

Pero creo que no es el único. Por ejemplo, en el caso de En Perspectiva, nosotros tenemos una agenda bastante propia. Sí seguimos temas de la agenda política y política económica, pero en esa gran cancha, nosotros jugamos con algunos énfasis, o iniciativas a los que les prestamos atención, con algunos temas en los que nos subimos y tratamos de generar reflexión. Creo que es claro que En Perspectiva tiene una mirada propia de la realidad. Es la nuestra, no digo que sea la mejor, pero es distinta. Le proporcionamos al oyente una variedad de temas y de voces, que tengo la impresión que no está en otros espacios periodísticos de la mañana. Eso: es distinta nuestra mirada.

Hace unos cinco años tuviste un ciclo de entrevistas dentro de Telemundo. Pero no prosperó, o por lo menos, estuviste poco tiempo en el noticiero. ¿Por qué? ¿Qué pasó ahí?

Es difícil contestar esa pregunta. Cuando me lo propuso Eduardo Radío, que era el gerente general en aquel momento, yo dudé bastante en aceptar, porque con la TV yo no me había llevado bien. Y segundo, porque me implicaba una recarga de trabajo grande. Y tercero, yo iba a hacer las entrevistas en un informativo, que tiene sus conductores y sus periodistas. El canal entendía que el nombre Emiliano Cotelo debía aparecer en Telemundo, y al mismo tiempo, yo sentía que había ahí una tensión, por el hecho de que yo cayera ahí viniendo de afuera. Finalmente acepté porque en el balance había un montón de motivos positivos. 

Eran entrevistas breves, estabas corrido por los tiempos de la TV. ¿Eso te incomodó?

Bueno, eso fue un punto a favor: tuve que hacer un esfuerzo enorme en hacer entrevistas de 10 o 12 minutos. Eso fue positivo, tuve que aprender a hacer entrevistas breves. Pero además, el informativo tenía su dinámica y casi no había margen de pasarse un minuto o dos. Yo creo que la experiencia fue buena, creo que fue buena para las dos partes, y al mismo tiempo, era rara… Que en el medio del noticiero, apareciera un periodista de afuera, solo para hacer una entrevista, era raro. Al año siguiente, en 2019, se hizo una gran transformación del informativo y se pasó a incorporar entrevistas en piso, hechas por los propios conductores. Y ahí desapareció la limitante de los 10 minutos o 12.

¿Y te gustaría tener una revancha en TV, o no la necesitás?

No, yo creo que no. Agradezco esa experiencia, pero ya está. No siento que aquello terminó de una manera entreverada y entonces tengo que volver. Fue un ciclo, y punto. De hecho, hacemos algo parecido a la TV; ojo que yo insisto en que no hacemos televisión, mostramos en imágenes cómo hacemos radio, pero es un producto audiovisual. Y tenemos un público que nos ve.

“Telemundo tenía su dinámica y no había margen de pasarse un minuto. Yo creo que la experiencia fue buena para las dos partes, y al mismo tiempo, era rara… Que en el medio del noticiero apareciera un periodista de afuera, solo para hacer una entrevista, era raro”

Tenés fama de duro, de difícil, de perfeccionista, de exigente y de temperamental. ¿Cuánto hay de mito y cuánto de cierto en todo eso?

Y bueno, efectivamente yo soy exigente. Para empezar, soy exigente conmigo mismo. Me complico a mí mismo. Yo, seguramente, le dedico a la preparación de una nota más tiempo que otros, o más tiempo del que sería razonable. Y una vez que la nota salió al aire o un programa ya salió al aire, soy automáticamente autocrítico. Terminó y pienso “¿qué salió mal?”. Y si alguna nota salió mal o por alguna razón una nota no rinde lo que podría haber rendido, me amargo, me molesto. Podría decirse que, para mí mismo, no es lo mejor. Ya que trabajo tanto, debería disfrutarlo más.

Tengo esa manera de trabajar, que es la mejora continua también. De lo que no salió bien, lo que procuro bien es corregir para la próxima, ajustar el método de procedimiento. Efectivamente, nosotros hemos ido perfeccionando, aceitando formas de trabajo a partir de errores o pifias. Pero sí, soy exigente conmigo mismo y soy exigente con el equipo también. Por supuesto, eso tiene que tener algún tope, porque también es importante que dentro del equipo exista un buen ambiente, y que exista el estímulo, el entusiasmo para seguir trabajando.

“Yo desconfío de la improvisación. No la hago bien, ni la entiendo”, le dijiste al Dominical de El País hace 20 años. Ahí decías que hasta un editorial lo escribís por completo primero. ¿Sigue siendo así?

Sí, sí. A mí me gusta una frase que escuché en mi casa hace muchos años: “La mejor improvisación es aquella cuidadosamente preparada”. Para mí es una guía. Yo creo que un programa de radio tiene que tener espacios y márgenes de improvisación, pero los acoto mucho. Y para esos momentos de improvisación trato de tener a mano datos, antecedentes, que pueden ser necesarios. Yo no soy el que dice lo primero que se le pasa por la cabeza en un programa. Lo primero que se me pasa por la cabeza trato de no decirlo. Hay momentos de improvisación, tiene que haber, pero trato de que estén… pensados.

Siempre levantaste la bandera de la independencia periodística. ¿Qué entendés por periodismo “independiente”?

Un periodismo independiente de partidos políticos, ideologías políticas, religiones, intereses de grupos de interés. El periodismo que nosotros hacemos trata de moverse en esa cancha, que por supuesto, es una cancha complicadísima, que está llena de zonas grises, pero el objetivo es movernos con independencia de todos esos factores.

Si el grupo Magnolio quisiera llevar tu espacio a alguna de sus radios, ¿irías? ¿Te interesa?

Tengo buena relación con varios directivos del grupo Magnolio desde hace años. Hemos conversado varias veces. A mí me convence el posicionamiento que tenemos nosotros entre los medios de comunicación del Uruguay. Nosotros no integramos con En Perspectiva Producciones ningún grupo; somos una empresa productora que hace acuerdos con una serie de medios. El acuerdo más fuerte que tenemos hoy es con Pablo Lecueder, Radiomundo y Océano FM. Eso es lo más parecido a integrar “un grupo”, que en la escala de los medios en Uruguay, es un grupo chico.

Confieso que ese es un lugar donde nos sentimos cómodos; me refiero a estar a un costado de otras fuerzas tan grandes. Es más difícil, pero me convence más.

Empezaste tu carrera en el periodismo radial, con Germán Araújo en CX 30, gracias a que aportaste dos anunciantes, pequeños. Es curioso, pero muchos periodistas al día de hoy, para poder trabajar, tienen que llevar sponsors a la radio, una tarea que filosóficamente es objetable por donde se la mire. Digo: el departamento comercial es quien debe acercar auspiciantes y los periodistas tenemos que hacer periodismo. ¿Tanto se ha bastardeado el periodismo?

¡Flor de tema! Como te he contado, al tiempo que yo quería hacer periodismo en radio me topé con ese dilema. Fue interesante, pero no había dado un paso y ya tenía ese dilema. Yo lo resolví muy pragmáticamente. Yo dije: “Tengo que explorar esta posibilidad porque si no, me quedo afuera, me quedo sin chances de cumplir sueños que tengo”. Y ese brete lo enfrenté varias veces a lo largo de mi historia.  Cuando ya existía En Perspectiva, no era un programa de la radio Emisora del Palacio si no que yo cobraba de acuerdo a los avisos que entraran, y los avisos eran pocos. Y tuvimos que salir a convertirnos en productores comerciales. La etapa más cómoda que tuve, en ese sentido, pero no perfecta, fue la de El Espectador. Después vino la etapa posterior donde tuve que crear una empresa productora para poder seguir haciendo periodismo y seguir avanzando. Entonces, yo desde el principio supe que eso no era lo ideal. Dije: “Doy el paso y me manejo con la mayor pulcritud posible”. 

Yo tuve que mantenerme con un pie en cada lado, uno en lo comercial y otro en lo periodístico, consciente de que no es lo más indicado. A mí me hubiera gustado haber empezado y haber seguido toda mi trayectoria solamente dedicado al periodismo. Pero también fui consciente de que sólo de esa manera podía desarrollar proyectos, independientemente de que eso, para alguna gente desconfiada, pudiera significar un cuestionamiento a mi conducta. Y probablemente hoy mismo haya sospechas. Yo tengo tranquilidad de cómo trabajo, pero sé que ese camino tiene ese riesgo.

Pero tú, a esta altura, sos un empresario periodístico, además de un periodista. Pongamos el ejemplo que vos le digas a Romina Andrioli: “No te voy a pagar, conseguite un par de sponsors y ese es tu sueldo”. ¿Te parece bien? O que un periodista equis, para poder trabajar, tenga que conseguir auspiciantes, e incluso esté naturalizado. ¿Está bien?

Es una práctica insana. Yo creo que es insano. Y creo que le hace mal al periodismo. Está lleno de ejemplos de periodistas que desbarrancan, que trabajan en periodismo, pero como tuvieron que conseguir esos anunciantes, están contaminados por sus compromisos comerciales. Y en el interior del país… Esto no debería darse en Montevideo, pero en el interior es más cruel la situación todavía. Y hay tipos de periodismo (que no voy a describir acá) donde está todo mezclado lo comercial y el periodismo. Yo creo que eso no es sano. 

Yo creo que faltan empresarios de medios de comunicación en serio en Uruguay. Faltan empresarios que asuman a cabalidad lo que implica ser el titular de un permiso de radio, de un canal de televisión, que no se metan en el contenido periodístico, y que una de sus misiones sea volver viable el trabajo de sus periodistas. Y bueno, van a tener que trabajar más ellos, van a tener que tener el mejor departamento comercial. Tienen que asumir esa parte de su papel en la sociedad. Y no decir: “Tengo una radio. Vos, si querés trabajar, conseguite cuatro avisos”. 

Sos papá de Diego (32), Felipe (30) y Catalina (28), quien sufre parálisis cerebral, y nació de un parto complicado, por falta de oxígeno. ¿Cuánto te cambió como persona Catalina?

(Ahora el silencio es profundo, pesado, reflexivo). Absolutamente… absolutamente, desde todo punto de vista. (Vuelve a tomarse un tiempo para pensar qué decir). Es un ser humano completamente diferente a Diego y a Felipe, y es una hija diferente a lo que en principio uno se imagina, cuando decide tener hijos. Es un ser humano distinto, riquísimo y con debilidades que llevan a que necesite el apoyo de los padres en particular, y de otras asistentes. Afortunadamente, el caso de Catalina dentro de la enorme variedad de posibilidades que implica la parálisis cerebral, es un caso en el que lo intelectual no está afectado (podría estarlo); afortunadamente Catalina ve, por ejemplo, cuando otras personas con parálisis cerebral no ven. La complicación de Catalina, su limitación, es motora y de sustento, ella no domina bien los movimientos y no puede sostener la espalda. No camina.

Pero Catalina entiende todo y es un ser humano atento, interesado en todo… cómo decirlo, está dispuesta a integrarse al máximo en todo lo que exista a su alrededor. Digamos que el límite se lo ponen sus condiciones, pero bueno, es un ser curioso, divertido. Obviamente, para nosotros, desde el principio ha sido un aprendizaje todo, absolutamente todo. 

“Faltan empresarios que asuman a cabalidad lo que implica ser el titular de un permiso de radio, de un canal de televisión. Van a tener que trabajar más ellos, van a tener que tener el mejor departamento comercial. Y no decir: ‘si querés trabajar, conseguite cuatro avisos’”.

¿Qué te ha enseñado? ¿Qué aprendiste con ella?

(Resopla, se le empañan los ojos, aunque intenta disimularlo). Pfff, yo que sé, de todo un poco, pero si tengo que mencionar algo, en primer lugar… ¿cómo llamarlo? La actitud ante la vida o la tolerancia, la… La asunción de sus limitaciones sin que eso la convierta en un ser amargado y bloqueado. 

Eso es resiliencia, ¿no?

Resiliencia, sin dudas. La capacidad que Catalina tiene para reponerse, la capacidad de enfrentar no solo su condición, su discapacidad, sino para superar la serie de percances con los que se va encontrando a lo largo del día o la semana, la capacidad con la que se recupera de una bronca, de un mal momento. O sea, es una cosa maravillosa de ella. Por eso digo que es aprendizaje. Lo uno con lo que charlábamos antes de mi manera de ser. Yo me coloco en el lugar de ella y pienso: ¿Cómo viviría yo? ¿Qué humor tendría? ¿Cuál sería mi estado de ánimo? ¿Cómo me dirigiría a los demás? Estoy seguro que existe una chance muy alta de vivir con resentimiento, con una gran bronca, con una gran frustración. Y Catalina es todo lo contrario. Por supuesto que tiene enojos y tristezas, pero son momentos, no es la actitud de ella. Está atenta y a la espera de la menor posibilidad de divertirse y reírse. Uno de los mayores aprendizajes con ella es: la actitud. Estoy seguro que ni siquiera es algo general entre los chicos o personas con discapacidad, estoy seguro y he conocido muchos de otros que lo viven mal. En el caso de Catalina es maravilloso cómo lo vive, cómo vive sus limitaciones. 

¿Sos feliz?

Sí, sí, sí… soy feliz, y creo que los cinco en la familia somos felices, con todo lo que hay de trabajarle al concepto de felicidad. Nosotros tenemos en nuestra vida una cantidad de ventajas, beneficios y comodidades, y también tenemos una lista larga de inconvenientes, desafíos que pesan, y condicionan. Pero el balance sin dudas es positivo, entre otras cosas, por lo que Alexandra y yo hemos aprendido de Catalina.

Por César Bianchi


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