Entre el viernes 5 y el lunes 8 de mayo, la coalición multicolor vivió su momento más tenso, después de que el presidente Luis Lacalle Pou le pidiera la renuncia como ministra de Vivienda y Ordenamiento Territorial a Irene Moreira, ahora senadora de Cabildo Abierto.

La decisión de Lacalle Pou generó profundo malestar en Cabildo Abierto, en especial en su líder, Guido Manini Ríos, al punto que durante ese fin de semana la posible fractura de la coalición de gobierno estuvo más cerca que nunca.

De la recordada imagen de los principales líderes de cinco partidos políticos diferentes de cara al balotaje de 2019, en la actualidad dos de ellos, Ernesto Talvi y Edgardo Novick, ya no son parte del escenario de la política nacional. Sin embargo, la coalición multicolor que firmó el “Compromiso por el país” se las ha ingeniado, de una forma u otra, para mantenerse unida pasados los tres años de gobierno, incluso por más tiempo de lo que duraron en general las alianzas bipartidistas entre el Partido Nacional y el Partido Colorado en el pasado.

“Los acontecimientos de los últimos meses muestran que a la coalición le ha faltado affectio societatis. El modelo presidencialista y personalista de funcionamiento lleva necesariamente a desencuentros. Todas las coaliciones habidas en este país, especialmente las presididas por Luis Alberto Lacalle Herrera, Julio María Sanguinetti y Jorge Batlle, se caracterizaron por la toma colectiva de las grandes decisiones, así como el respeto a todos los socios y a las posiciones de cada uno”, lanzó el 8 de mayo Manini Ríos, cuando la Mesa Política de Cabildo Abierto declaró que permanecía en el bloque oficialista, pero le reclamó al presidente “los máximos esfuerzos para consolidar una coalición con prácticas verdaderamente republicanas”.

Pero ¿realmente las coaliciones entre blancos y colorados entre 1990 y 2005 fueron menos presidencialistas o duraron mayor tiempo? Depende del caso. En esta nota, Montevideo Portal propone un breve repaso sobre el funcionamiento de ellas.

La Coincidencia Nacional y la “gobernabilidad”

En un artículo denominado De la Entonación a la Coincidencia Nacional, los problemas del Presidencialismo en el caso uruguayo, la doctora en Ciencias Humanas María Ester Mancebo apuntó que las alianzas construidas en el primer gobierno de Sanguinetti (1985-1990) y en el de Lacalle Herrera “fueron indicativas de una relación cooperativa, pero no fueron coaliciones en sentido estricto”.

“Los electos presidentes preocupados respecto al problema de gobernar democráticamente sin controlar una mayoría de bancas parlamentarias, jugaron un rol central en el proceso negociador, pero encontraron todas las dificultades de formar coaliciones en un régimen presidencialista y con partidos fraccionados en un sistema de fragmentación creciente”, apuntaba Mancebo en un trabajo divulgado en 1990.

En este sentido, la autora agregó: “Ni la Entonación Nacional fue el ‘Gobierno de Unidad Nacional’ que Sanguinetti buscó, ni la Coincidencia Nacional fue la ‘coalición a la europea’ que Lacalle promovió. Sin embargo, ambas experiencias fueron alianzas interpartidarias”.

En el caso del primer gobierno de Sanguinetti al retorno de la democracia, no se formó una coalición. Para la salida democrática, el expresidente contaba con el 42% de las bancas en el Parlamento y había una disposición política de colaboración y concertación en la que algunas leyes se sacaron adelante con el apoyo del Frente Amplio y otras del wilsonismo, como en el caso de la Ley de Caducidad. Entre 1985 y 1990 hubo construcciones ad hoc por tema que, como definió Wilson Ferreira Aldunate, tenían por objetivo darle “gobernabilidad” al gobierno durante el periodo de transición.    

Por su parte, el politólogo Daniel Chasquetti explicó en diálogo con Montevideo Portal que Lacalle Herrera “fue muy explícito cuando expresó que quería una coalición a la europea” para su administración y primero negoció dentro del propio Partido Nacional, que estaba partido en dos grandes grupos: el herrerismo y el Movimiento Nacional de Rocha (de centroizquierda).  

El Partido Colorado estaba dividido en tres sectores predominantes: el Foro Batllista liderado por Sanguinetti, la lista 15 encabezada por Batlle —en ese entonces los expresidentes se habían distanciado— y el sector de Jorge Pacheco Areco, que, acompañado por Pablo Millor, había tenido un muy buen desempeño electoral en 1989.

Como ha recordado el economista Javier de Haedo —jerarca de la época—, una de las primeras acciones del gobierno presidido por Lacalle Herrera fue enviar al Parlamento un ajuste de las cuentas públicas, para combatir la alta inflación y el también elevado déficit fiscal que se arrastraba desde hacía varias décadas.

“De pique ahí se generó división en el pachequismo. Millor, que había presentado su propia lista al Senado (logrando tener dos senadores) y listas a Diputados en varios departamentos con la Cruzada 94, se pasa a la oposición rápidamente. Eso generó problemas, porque fraccionó al Partido Colorado. Tener una fracción dentro del partido comenzó a incomodar al Foro Batllista”, resumió Chasquetti.

Entre 1968 y 1988, los precios en Uruguay aumentaron a un promedio anual de 63% y en 1990 la inflación anual fue de 129%. A finales de esa década se ubicó en 8,63%, como consecuencia en gran medida del plan de estabilización implementado por el gobierno de Lacalle.

A diferencia de lo que ocurre con la coalición actual, que concentra un mínimo común denominador de los cinco partidos (“Compromiso por el país”), las reformas más radicales y liberales que Lacalle Herrera quiso llevar adelante a principios de los 1990 no eran en su mayoría medidas acordadas entre los partidos.

“Después comenzaron a llegar una serie de iniciativas entre las que se destacaban la Ley de Puertos, la desmonopolización de los seguros, los avances en la privatización del Estado con la Ley de Empresas Públicas (de la que se derogaron cinco artículos tras el referéndum de diciembre de 1992). Eran iniciativas que buscaban redefinir la relación entre el mercado y el Estado, que comenzaron a generar diferencias dentro de la coalición. En 1991, el Foro Batllista retiró a su ministro de Salud Pública, Alfredo Solari. Entonces, en el primer año tenías a la mitad del Partido Colorado en la oposición, que se sumaba al Frente Amplio y al Nuevo Espacio”, recordó Chasquetti.

Un año después, la Lista 15 liderada por Batlle también abandonó la coalición y la derrota del referéndum en 1992 provocó que incluso el Movimiento Nacional de Rocha quitara el apoyo al gobierno.

“Como última estocada, también se da posteriormente la salida del sector Renovación y Victoria, grupo de Gonzalo Aguirre, vicepresidente del gobierno de Lacalle Herrera. El gobierno quedó débil después del referéndum. Terminó como una coalición minoritaria entre el herrerismo y el pachequismo. De todas maneras, a pesar de abandonar el Ejecutivo, en el Parlamento los colorados no actuaron necesariamente como oposición, hasta más próximas las elecciones de 1994”, apuntó el analista.

Volonté y los costos políticos

Para el segundo gobierno de Sanguinetti (1995-2000), el ambiente estaba condicionado por la rotura de la coalición durante el período anterior. Además, en las elecciones nacionales de 1994 se dio lo que se denominó un triple empate: el Partido Colorado obtuvo 32% de los votos, el Partido Nacional consiguió 31% y el Frente Amplio, 30%.

Además de la división del Nuevo Espacio, cuando Hugo Batalla decidió acompañar a Sanguinetti y Rafael Michelini se opuso, dentro del Partido Nacional había surgido la figura de Alberto Volonté, que representaba a un sector configurado como una nueva alianza entre disidentes del Wilsonismo y el Herrerismo, ideado por Walter Santoro.

Como presidente del Directorio del Partido Nacional, Volonté negoció directamente con Sanguinetti para la conformación de la coalición, que terminó concretándose a pesar de que en el herrerismo hubo reticencia por lo ocurrido con el Foro Batllista en el período anterior.

La coalición entre blancos y colorados entre 1995 y el 2000 fue la más duradera desde el regreso a la democracia —se extendió los cinco años—, pero representó costos políticos para el Partido Nacional y en particular para Volonté.

Según Chasquetti, “en términos teóricos, Volonté desarrolló una conducta irracional”.

“Estaba confiado en que la gente iba a reconocer y premiar su postura política de permanecer muy cercano al gobierno colorado. Su carrera política terminó ahí; los incentivos del sistema apuntan a otra cosa. Van a la elección en 1999 y el Partido Nacional tiene la peor elección de su historia (22%), mientras que el Partido Colorado logra mantener la votación (32%). Hubo falta de cálculo estratégico en los últimos dos años del gobierno de Sanguinetti, que no necesariamente fueron buenos, en particular a partir de que empieza a devaluar Brasil”, indicó el politólogo.

Batlle y el liderazgo de Larrañaga

Luego de ganar el primer balotaje tras la reforma electoral de 1996, Batlle acordó una coalición con Lacalle Herrera, quien ya había dado su apoyo al candidato colorado de cara a la segunda vuelta. Pero en un gobierno que estuvo marcado por la crisis de 2002, un nuevo liderazgo emergería en el Partido Nacional: el del senador Jorge Larrañaga.

La coalición blanco-colorada que funcionó durante la administración Batlle se rompió en octubre de 2002, pocos meses después de la interpelación que realizó al exministro de Economía Alberto Bensión el senador frenteamplista Alberto Couriel.

Tres días después de una cumbre protagonizada por el presidente Batlle, Lacalle y Sanguinetti el 19 de julio, el Partido Nacional sacó su apoyo al ministro Bensión. El presidente, con la necesidad de mantener a los blancos dentro del gobierno en medio de la tormenta financiera, aceptó la renuncia inmediata del secretario de Estado.

“Este es un gobierno de coalición y, como es un gobierno de coalición, el gobierno tiene que estar atento y, aunque no le gusten las cosas, aceptarlas como tales. Y aunque deplora que el ministro Bensión no pueda continuar en su cargo, las tiene que aceptar como tales”, lamentó Batlle tras la decisión, según reconstruyó el periodista Claudio Paolillo en el libro Con los días contados.

Larrañaga, que había votado junto al Frente Amplio la censura del ministro, comenzó a juntar firmas para la realización de una convención del Partido Nacional, donde finalmente se acordó a fines de octubre retirar a los ministros blancos —que eran cinco— del gobierno a la mitad del mandato.

“El Guapo salva al Partido Nacional en un momento crítico. Eso no siempre se le reconoce. La gente terminó culpando de la crisis de 2002 al Partido Colorado. El Partido Nacional se salvó porque Larrañaga le dio un giro al partido”, opinó Chasquetti.

Por su parte, el politólogo y director de Factum, Óscar Bottinelli, recordó días atrás en entrevista brindada a Canal 10 que cuando el Partido Nacional se fue del gobierno en octubre de 2002 “explícitamente” la convención declaró que continuaría dando la mayoría parlamentaria.

“En el sistema uruguayo, a los ministros los designa el presidente, pero entre personas que tengan respaldo parlamentario. Es completamente distinto a los regímenes presidenciales en los que el presidente nombra y destituye a quien se le ocurre. Hay una limitación en el nombramiento y el Parlamento uruguayo puede remover o censurar a los ministros o al Consejo de Ministros. La mayoría parlamentaria no solo implica ‘necesito aprobar esta ley, necesito sostener al gobierno’. Lacalle Herrera, el segundo gobierno de Sanguinetti y Batlle, tuvieron mayoría parlamentaria. También el Frente Amplio. La mayoría parlamentaria en Uruguay es habitual, no es excepcional. Perderla es algo muy fuerte”, sostuvo Bottinelli, que recordó que incluso los gobiernos de Pacheco Areco y Juan María Bordaberry (durante el período constitucional) contaron con mayoría parlamentaria durante la mayor parte de sus administraciones.

Según Chasquetti, sin embargo, para los partidos socios de una coalición existen incentivos a medida que se acercan las elecciones para abandonar el gobierno.

“Los partidos políticos tienen tres incentivos: políticas públicas, cargos y votos. En el año, uno de esos incentivos opera de una manera, en el año dos de otra, y en el cuarto de otra. Cuanto más próximo a la elección estás, el incentivo del voto se vuelve más fuerte. Cuando llegas al año tres, los partidos que colaboran con el gobierno saben bien que, si al gobierno le va bien, el rédito se lo lleva el partido ganador, el del presidente. En cambio, si al gobierno le va mal los costos se distribuyen. Está bueno entrar al gobierno, ser socio de una coalición, disfrutar de los cargos e intentar llevar adelante políticas públicas, pero a medida que se acerca la elección tenés que moverte, salir”, concluyó el analista.

Pese a que el diseño de la actual coalición multicolor tiene características de hiperpresidencial, “con partidos que ayudan al presidente en su gestión”, analizó Bottinelli en VTV Noticias, Lacalle Pou recordó días atrás que a él le “corresponde llevar adelante un gobierno apoyado por cinco partidos políticos” y remarcó que ha sido flexible en algunos casos, como en la negociación de la reforma de la seguridad social.

“Somos partidos distintos que comparecieron con cinco candidaturas y cinco programas distintos. Que después firmaron un ‘Compromiso por el país’ y eso es lo que nos une. Nos une con la gente. Para que esta coalición funcione y perdure, que creo lo va a hacer por encima de este gobierno, tiene que ser lo suficientemente amplia para que todo el mundo tenga cierta conformidad y que nadie pierda su individualidad”, declaró Lacalle Pou.

En tanto, Bottinelli apuntó que aunque la coalición se mantiene pasados los tres años de gobierno, Cabildo Abierto manifestó cierta decepción porque esperaba que, como ocurrió en los anteriores gobiernos, “los coaligantes iban a cogobernar”.

“Aquí no hay coalición de gobierno. Sí ha habido una sólida coalición legislativa en la que se han dirimido diferencias para aprobar leyes que terminaron siendo muy diferentes a las enviadas por el Poder Ejecutivo. Hay dos concepciones distintas que no son compatibles. Pero, además, hay diferencias de fondo que no son necesariamente de perfilismo electoral. Cabildo Abierto tiene una visión de país muy diferente a la del Partido Nacional, diferencias conceptuales en materia económica y de seguridad pública”, resumió el director de Factum, en referencia a declaraciones del propio Manini Ríos, que ha planteado incluso que su partido es una “tercera opción” en el sistema político uruguayo.