Seré curioso

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Chediak: "Churchill decía que la alternancia fertiliza el suelo de la democracia"

Se acaba de jubilar tras 40 años como juez y 10 en la Corte. Dice que esta campaña es de guante blanco y que es sana la alternancia.

03.10.2019 08:01

Lectura: 23'

2019-10-03T08:01:00-03:00
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Por César Bianchi
@Chechobianchi

Fotos: Juan Manuel López


El 9 de setiembre pasado el doctor Jorge Chediak (67) debió jubilarse "por imperio constitucional", como dice él, tras una década como ministro de la Suprema Corte de Justicia. Con 41 años como juez y 10 años como ministro de la Corte -la que presidió en tres oportunidades- debió apartarse de su cargo, y lo acató, aunque de mala gana. Dice que si pudiera seguir en el cargo, como sucede en otros países donde no hay límite para ostentarlo, seguiría chocho, porque se divierte y le apasionaba lo que hacía.

Ahora, este abogado que encontró tarde su vocación, masón y fanático de los cómics, se apresta a concentrarse más en la docencia y en el disfrute familiar. Y atención: no descarta, en algún momento, involucrarse en política. Por ahora prefiere no emitir opinión al respecto, más allá de valorar que esta campaña electoral no es tan dura (es decir, no es más belicosa o mezquina que las anteriores) y que, como dijo sir Winston Churchill: "La alternancia es el fertilizante del suelo de la democracia".

Todavía impecablemente trajeado, pero en el patio del predio donde está su edificio como oficina improvisada al aire libre, Chediak concedió una larga entrevista para repasar su carrera en la Suprema Corte de Justicia, con sus luces y sombras. Entre otras cosas recordó el primer cadáver que vio, el primer infanticidio que lo shockeó, repasó las bondades y opacidades de la implementación del nuevo CPP y confesó que cree un poco más en la justicia divina que hace algunos años.

-¿Su primera vocación fue ser abogado o tiene alguna vocación frustrada?

-Vocación frustrada no. Quería ser superhéroe. Lo que pasa que eso no cuajó. Mis poderes no se desarrollaron cuando era niño. Y luego, cuando hicieron los test vocacionales en el IAVA, a mí me dio abogado. Y resultó que sí lo era.

-¿En qué momento de su vida se convenció de que quería dedicarse a la Justicia?

-Después que entré. De alguna manera fui reacio al compromiso de por vida que significa la magistratura. En realidad, le fui a pedir un cargo de procurador a quien había sido mi profesor de Derecho CivilI, José Pedro Gatto De Souza, que en aquel momento era juez civil y luego terminó siendo ministro de la Suprema Corte de Justicia (SCJ). Y él me dijo: "No, mijo, procurador quiere ser todo el mundo. Le ofrezco un cargo de juez en el interior". Le dije: "Déjeme pensarlo", porque era y es un matrimonio para toda la vida. Creo que para cuando llegué a juez letrado de tercer turno de Salto, ahí ya estaba convencido de que la magistratura era para mí. Pero no fue que de antes tuviera definida la vocación.

-¿Qué es lo que más recuerda de cuando se inició como juez de paz en Juan Lacaze en 1978, en plena dictadura?

-Lo joven que era, las ideas románticas e idealistas de lo que era ser magistrado. Lo que me costó la decisión ética de impulsar la magistratura, por esos fantasmas que uno se hacía. Yo no ingresé al Poder Judicial, ingresé a la justicia ordinaria, porque el Poder Judicial no existía. A nivel de la judicatura de paz era una cosa bastante burocrática (celebración de casamientos, arrendamientos y desalojos), así que era bastante menos apasionante de lo que yo pensaba. Los jueces de paz tomaban las primeras acciones: la indagatoria de las primeras horas luego de que alguien hubiera sido detenido en flagrante delito, uno tomaba las primeras declaraciones y luego lo elevaba al letrado, en aquel caso al letrado de Rosario, pero eso sí lo encontré apasionante y motivador. Y luego sí en la judicatura letrada a uno se le abren todas las materias, porque en esa época los jueces letrados del interior no éramos uno por departamento, y teníamos allí todas las materias. Éramos los famosos jueces multimateria. Era mucho trabajo y para un joven que aspiraba desarrollar su labor profesional era apasionante.

-¿Recuerda algún caso pintoresco de aquellos primeros pinitos como juez en Juan Lacaze, cuando iba en la Onda?

-Yo era nacido en Pocitos, nunca había estado en Juan Lacaze. Me empezó a llamar la atención que iba parando en los pueblitos y subían maestras y estudiantes con túnica, se subía gente con gallinas, con conejos, cosas curiosísimas. Respecto a los casos, recuerdo el de una violación a una mujer de gran entereza, hija de una familia que tenía un campo en la zona. Unos muchachones la habían violado 50 metros antes que llegara a su casa en las afueras de Juan Lacaze. Esta muchacha tuvo una entereza tal que quiso estar sentada frente a la funcionaria receptora cuando le tomamos declaración a los presuntos autores. Ella estaba a dos metros y medio de ellos, y realmente se controló. Ella decía: "Yo los quiero mirar a la cara". Me llamó la atención ese temple. Habían pasado 72 horas del hecho.

"En un país donde todos los escolares saben quién es el presidente de la República, nadie tiene idea quiénes son los ministros de la Suprema Corte de Justicia, y no está bien. Debería uno poder asociar caras con todos los centros de poder"

-¿Era su ambición ser ministro de la Suprema Corte de Justicia, lo que logró en 2009?

-Bueno, sí, pero con los años, no cuando empecé. Cuando uno arranca lo que tiene en vista es el escalón siguiente. Cuando era juez de ciudad quería ser lo que hoy es juez de paz departamental, terminé siendo juez de paz de la primera en Durazno, y después quería ser juez letrado. Y luego, todos queremos ser lo antes posible jueces letrados de Montevideo. Y para eso trabajé. Cuando llegué con 42 o 43 años a ministro del Tribunal de Apelaciones sí se me antojó ser ministro de la Suprema Corte de Justicia.

-Acaba de jubilarse tras estar 10 años como ministro de la Suprema Corte. ¿Qué evaluación hace de esa década de trabajo?

-Fue apasionante. Por un lado, se me pasó muy rápido, pero por otro lado, fue como si hubieran sido 20 años, porque estuve lleno de trabajo, logros, fracasos. Una cosa muy personal era darle un rostro a la tercera rama del gobierno. Se lo vengo diciendo a los estudiantes hace tiempo. En un país donde prácticamente todos los escolares saben quién es el presidente de la República, pero no saben quién es la vicepresidenta. Y claro, nadie tiene idea quiénes son los ministros de la Suprema Corte de Justicia, y no está bien. En realidad, debería uno poder asociar caras con todos los centros de poder, con todas las caras del gobierno.

Eso lo veíamos. La idea original fue del Dr. Gervasio Guillot Martínez, un excelente juez, con un carisma humano fenomenal, él tenía clarísimo que en el estadio del desarrollo de la democracia donde estábamos, no podíamos seguir los jueces alejados de la gente. Él fue el primero en salir con frecuencia a hablar en los medios, lo hizo siendo presidente de la Asociación de Magistrados del Uruguay y yo era el secretario, por eso aprendí de él. Cuando me tocó a mí, traté de transparentar las cuestiones que atendíamos, algunas oscuras para gente.

-Precisamente, ¿qué tareas tiene a su cargo un ministro de la SCJ?

-Es un enorme trabajo, abarca no sólo lo judicial que es lo que uno está acostumbrado a hacer de toda la vida, es decir resolver casos dictando sentencias. En ello estamos muy ayudados por los asistentes con rango de abogados que cada uno de nosotros tenemos, y tratamos de que sean los mejores. Yo tuve una suerte fenomenal en la elección, me aconsejaron bien a quiénes elegir. Y por otra parte, están todas las tareas que están vinculadas a ser una rama del gobierno, un poder del Estado, la administración del Poder Judicial, que está muy relegada porque básicamente tenemos un director general de los servicios administrativos que es el gerente general, dos subdirectoras que son dos subgerentas, y entre 12 y 14 divisiones. Es como un pequeño Estado en miniatura, que da una enorme cantidad de trabajo. Nosotros -para aclarar- tenemos (teníamos, yo ya no sigo) tres tipos de acuerdo en la semana: los acuerdos jurisdiccionales, que son las sentencias, la actividad de corte de casación y de tribunal constitucional que tiene la corte con el secretario letrado de la corporación; después teníamos los acuerdos absolutamente administrativos los días lunes, con el director general de los servicios administrativos, donde se discute todo lo que es administración, inversiones, los problemas que se han ido suscitando, los nombramientos; y además tenemos lo administrativo-sancionatorio, con los magistrados, que es un tercer tipo de acuerdos que tenemos, en este caso con la prosecretaría letrada de la Corte, que tiene que ver con las denuncias contra los magistrados, procedimientos administrativos, las investigaciones, los sumarios y sus resoluciones. Y a todo eso se le suma al cargo de presidente de la SCJ toda la tarea protocolar, de atención a autoridades, gremios, prensa.

-Usted fue tres veces presidente de la Corte...

-Sí, y siempre lo disfruté muchísimo. Y se daba la situación de que al final del día uno tenía la sensación de que el día había durado 48 horas.

-¿Tenía ganas de jubilarse o toma este momento con pesar?

-No, para nada, no tenía ganas. Pero tenía claro desde el 9 de setiembre de 2009 cuando tuve el honor de jurar ante la Asamblea General que esta tarea tenía fecha de caducidad, y básicamente era el 8 de setiembre de 2019, porque en los primeros minutos del día 9 de setiembre yo ya habría cesado por imperio constitucional. Si hubiera podido quedarme 10 años más, como pasa en otros países que no hay límites de mandato para los miembros de la Corte, me hubiera quedado.

-Supongo que ha habido un montón de casos que lo conmovieron en 40 años de juez, y 10 como ministro de la Corte, pero ¿hubo alguno o algunos que lo impactaron más?

-Han habido situaciones, sobre todo en mi juventud, que me impactaron. Recuerdo el primer infanticidio que me tocó procesar como juez, ya siendo juez letrado de Maldonado. Ahí uno ve la diferencia entre la interrupción de un embarazo y privar de la vida a alguien que ya nació, que ya era persona. Era una muchacha muy jovencita, con una familia muy rígida en sus convenciones, y ella ocultó todo su embarazo. Cuando dio a luz, a escondidas, le atravesó el corazón a su hijo con una aguja de tejer. Y todo saltó porque el bebé fue encontrado en la basura. Una muchacha con una cara angelical, tenía 20 años. A mí me conmovió. Tenía tal terror a la reacción de sus padres que no lo había dudado.

-¿Ha visto cadáveres? ¿Cómo le afectó?

- No debo haber supervisado muchas autopsias, porque no estuve tantos casos con competencia penal, pero sin dudas la que me más me impactó fue la primera autopsia. Estaba de juez letrado en Maldonado, se trató de una persona que se había ahogado en Montevideo y fue arrastrado durante días por las corrientes hasta cerca de Punta Ballena. Fue mi primera supervisión completa de la autopsia, antes había estado con cadáveres, pero nunca había supervisado desde el comienzo hasta el final una autopsia. Recuerdo que dos de los marineros que estaban custodiando el cadáver salieron a vomitar... Realmente es impactante. Llegué a mi casa y le dije a mi mujer que sentía que el traje me había quedado impregnado del olor que había en la sala de autopsia, y de hecho lo mandé a la tintorería.

"Muchas veces mis asistentes venían con el proyecto de fallo más conveniente y me decían: 'Usted en un caso análogo ya se expidió'. Yo ahí digo: ¿Y resolví tal cosa?', y me contestaban que sí. 'Bueno, yo no me acordaba, pero es lo que resolvería ahora'. No suelo arrepentirme al final del día"

--En los últimos años ha habido una catarata de casos de abusos sexuales y pedofilia. ¿Se fue acostumbrando y endureciendo el corazón? ¿Se termina perdiendo sensibilidad?

-Uno va endureciendo el corazón, sí. Uno se hace una coraza. No significa que le ponga menos atención, pero sí se pone más a resguardo la sensibilidad personal. Las autopsias subsiguientes ya no impactaron tanto como la primera, los muertos subsiguientes no me impactaron tanto como el primero. Hoy es sabido: Uruguay tiene una tasa de suicidios muy alta, y en algunos departamentos del interior es altísima. Los jueces hemos visto muchas situaciones de autoeliminación. En mi caso, casi todos hombres los que vi. Y puedo asegurarle que los suicidios no vienen solos: cuando uno en un turno tenía un suicidio podía apostar tranquilamente que vendrían un par más enseguida, y así pasaba. Y le digo algo: es un mito eso de que el que se quiere suicidar se apunta a la sien; el que se quiere suicidar se pone la escopeta en la boca, y se vuela la cabeza. Tengo un par de recuerdos en ese sentido, que me impactaron bastante.

-¿Cuántas veces en su carrera se arrepintió de un fallo, por entender que la pena fue irrisoria o demasiado larga?

-No lo sé. Es tanto el análisis previo a la toma de una decisión, que una vez que la tomé -o después de discutida en un organismo colectivo-, una vez que se adoptó ya no me cuestiono el fallo. Me ha pasado en muchas veces -sobre todo en los últimos 10 años, que tengo asistentes-que ellos vienen con un caso y el proyecto de fallo más conveniente y me dicen: "Usted en un caso análogo ya se expidió". Yo ahí hago memoria y digo: "Y resolví tal cosa, ¿cierto?", y me contestan que sí. Y he dicho: "Bueno, yo no me acordaba, pero es lo que resolvería ahora". Pero no suelo arrepentirme al final del día.

-La periodista Natalia Roba informó en El Observador que en los últimos meses hubo rispideces entre los ministros de la Corte. Luego de que la ministra Bernardette Minvielle dijera que las estrategias de los militares investigados por violaciones a los derechos humanos en dictadura fueron "dilatorias", la Corte entendió que esas declaraciones podían interpretarse como una "predisposición contraria" o "prejuicio" y usted fue uno de los que firmó eso.

-La doctora no aceptó las recusaciones que se fueron planteando. Si mal no recuerdo fueron 40, porque eran expedientes vinculados a la época de la dictadura. Incluso nombró abogados y uno se opuso a la decisión de la Corte. Se reiteró la situación en un seminario sobre Justicia y medios de comunicación, ella volvió a manifestarse igual y volvieron a plantearse recusaciones nuevas. Finalmente ella aceptó que era ella quien estaba poniendo dilatorias en estas causas, se allanó a todas esas recusaciones. Lo que había quedado en entredicho era la apariencia de imparcialidad (de la doctora Minvielle), aquello de la mujer del César: no solo ser sino también parecer. Tiene que ser independiente y parecer independiente, en este caso. Ella había dicho que la defensa de los militares de la época eran "dilatorias" y que los jueces debieron haber sido más duros sancionado las tácticas dilatorias, y yo creo que ella de una forma bastante clara ya había abierto opinión. Nos parecía que sin desmerecer para nada la calidad técnica de la doctora, en la apariencia quedaba afectada.

-¿Le quedó pendiente o se quedó con ganas de dictar sentencia en algún tema delicado o sensible para el país?

-No, creo que no. La mayoría de las sentencias condenatorias contra quienes ejercieron el gobierno de facto, en la dictadura cívico-militar en el país, la mayoría llevan mi firma, porque todo terminó en casación de la Corte y en los casos que condenamos, llevan mi firma. Existieron sí algunos casos muy puntuales en donde hubo condena en primera instancia, y luego en general, en tribunales y a veces la Corte entendimos que no había prueba para condenar. Pero yo le diría que se deben contar con los dedos de una mano.

-¿Qué evaluación hace del nuevo Código del Proceso Penal (CPP) implementado en noviembre de 2017? Desde el Ministerio del Interior o incluso desde la Justicia se le ha achacado las culpas al aumento sensible de los delitos...

-He dicho que fue una implementación con luces y sombras. A mí me parece difícil creer que la realidad se haya comportado como hoy las gráficas lo demuestran. Es lógica esta gráfica actual, es adecuada a la realidad, que muestran un aumento constante de los delitos desde el retorno a la democracia hasta ahora. Se habla de un salto importante como el que se registran en el número de delitos -en casi todos- inmediatamente después de noviembre de 2017. Es que dejó de haber un solo instituto, un solo mecanismo para llevar la estadística de los delitos y pasaron a haber dos, porque ahora las estadísticas de los delitos también la lleva la Fiscalía General de la Nación, y no sólo el Ministerio del Interior.

-Usted dijo hace unos días que la suba de los delitos en los últimos dos años es un "sinceramiento" de las cifras.

-Claro, porque estos son datos más reales. Son más cercanas a la realidad las cifras de estos dos últimos años, desde la implementación del nuevo código.

"A mí me parece difícil creer que la realidad se haya comportado como hoy las gráficas lo demuestran. Es que dejó de haber un solo instituto para llevar la estadística de los delitos y pasaron a haber dos, la Fiscalía General de la Nación, y el Ministerio del Interior"

-¿Pero es más justo este CPP con una Fiscalía en primer plano y un rol del juez secundario?

-Se diseñó para que fuera más garantista que el anterior. Yo participé en el diseño de la versión 2014, y el que está ahora es la versión de 2014 con seis modificaciones, y vamos en camino a que sean necesarias algunas modificaciones más. La idea era que hubieran juicios más rápidos, la Justicia en materia penal había quedado muy lenta, el promedio de duración en primera instancia de los juicios penales era de 18 meses (y otros duraban años). Quedaban paralizados por una cosa u otra. La idea era acabar con eso, tener juicios razonablemente rápidos, como establece el Pacto de San José de Costa Rica.

También quitarle al juez esa presencia desde el inicio como investigador o como supervisor de la indagatoria y luego como decisor final. Está muy bien que los roles estén separados. Así que queríamos rapidez, queríamos llegar a sentencias condenatorias más rápidas para invertir el porcentaje de cerca de 60% de personas privadas de libertad en los establecimientos carcelarios que estaban en prisión preventiva. Yo le digo a mis estudiantes que parecía peor de lo que era, porque es cierto que venían observadores internacionales y decían: "Ustedes tienen el 60% de privados de libertad que en realidad son inocentes, o que deben ser presumidos inocentes". Y la contestación íntima era: "No se preocupen, que son culpables". Porque estarán presumidos inocentes, pero son culpables porque si no hubiera existido semiplena prueba de su culpabilidad, no los hubiéramos mandado a prisión. O sea que lo que está faltando es que ese trámite, que es el proceso penal, termine para que se los condene, razón por la cual había muy pocas sentencias absolutorias en lo penal, porque los jueces y los fiscales éramos muy cuidadosos en el momento del procesamiento. Y si había dudas, no se procesaba. Eso se invirtió: ahora tenemos cerca del 60% de las personas privadas de libertad con condena.

-¿Ahora hay más transparencia?

-Creo que sí. Ya no tenemos aquello que a ustedes los periodistas les impedía acceder a información de presumario porque era reservada. Hemos mejorado bastante al respecto. Los juicios públicos presentan todas las garantías. Todos partíamos del supuesto que iba a ser mayoritario el tránsito por las modalidades abreviadas, pero póngale un 20%, un juicio abreviado cada cinco casos, pensábamos. Pero no, está todo diseñado para que el juicio sea absolutamente excepcional porque ni la defensa quiere ir a juicio ni la Fiscalía quiere ir a juicio, entonces están ambas partes muy motivas para pactar. Y hacen un arreglo. Se invirtió mucho por parte del Estado uruguayo, se multiplicaron los fiscales, se duplicaron los jueces penales, se mejoró la tecnología, para que hubiera juicios.

Y está el tema del costo. Es cierto que se previó una rebaja de hasta el 30% en la pena a recaer. Ahora, la aplicación concreta en Uruguay, donde la gran mayoría de las penas a recaer van hacia el mínimo... Por eso la mayoría de las rapiñas agravadas terminan en 5 años y cuatro meses, que es el mínimo. Entonces, primero, las condenas en su gran mayoría apuntan al mínimo y sobre ese mínimo es que se hace la rebaja, y las rebajas han tendido al 30% (el máximo que se puede rebajar). Yo asevero sin temor a equivocarme que cuando veamos en qué porcentajes fueron los descuentos de penas que se hicieron, va a estar cerca del 30% el promedio. Y además tuvimos una complicación: el Ministerio del Interior, por las razones que fueran, ha promovido y logrado que el Parlamento aprobara la ley de libertades vigiladas. Y no estaba asociada al código, no tenía por qué, pero terminó estando asociada y llevó a que mucha gente hiciera comentarios jocosos o irónicos...

-...como el juez que mandó a alguien que cometió un delito a fabricar 100 tortafritas, o a otro se le permitió irse de vacaciones a Valizas y luego cumplir su pena.

-Exacto. Y eso se da porque además de la posibilidad de pactar un descuento de la pena mínima a recaer, también del 70% que queda, se podía pactar una parte de privación de libertad efectiva y otra parte ir a firmar los viernes a la comisaría del barrio. Eso se termina ahora porque el Poder Ejecutivo promulgó una ley que convinimos entre el Ministerio del Interior, la Fiscalía General y la Corte representada por mí en la comisión de seguimiento del CPP en la última reforma legislativa, a iniciativa del senador Pablo Mieres. Las tres instituciones acordamos este proyecto de limitación fuerte de la aplicación de la libertad vigilada, excluyendo los delitos graves. Nada de libertad vigilada con las rapiñas, porque el máximo de pena a recaer para el cual se puede aplicar este mecanismo es de tres años. Y además se excluyó como mecanismo de negociación, ya no se puede hacer esta negociación entre defensa y Fiscalía. Ya no corre esto de: "Además de hacerte una rebaja del 30%, haceme mitad y mitad el resto". Ya no se puede hacer esto.

-Los principios de la Masonería, ¿lo iluminaban a la hora de impartir justicia? Quiero decir: ¿pensaba en obrar como un buen masón?

-No tan así. Los principios uno los tiene adentro. La orden tiene una persona jurídica con autorización del Ministerio de Educación y Cultura, funciona autorizada en sus reglamentos por el Estado uruguayo, y además es una escuela de autoperfeccionamiento, más allá de todos los mitos que hay. Si uno trabaja sobre sus propios defectos, trabaja para tratar de ser mejor persona, mejor ciudadano. Yo creo que simplemente hubo una sintonía entre el ideal de ser juez, el juez que no daña, que trata de hacer justicia de un caso concreto. Uno imparte la justicia que entiende adecuada en base a un expediente. Y eso coincide mucho con los ideales de la Masonería, que es ser una persona justa, ecuánime, motivada por intereses de mejoramiento personal.

-¿Nunca se involucró en política? ¿Nunca militó?


"El Ministerio del Interior, Fiscalía y la Corte acordamos este proyecto de limitación fuerte de la aplicación de la libertad vigilada, excluyendo los delitos graves. Nada de libertad vigilada con las rapiñas. Ya no corre esto de: 'Además de hacerte una rebaja del 30%, haceme mitad y mitad el resto'"

-No, nunca. Tuve alguna concurrencia a actos políticos públicos previo a la elección de 1971...

-¿En qué partido?

-A esta altura prefiero no decirlo, jaja. Para el partido que yo pensaba que iba a resolver los problemas. Tengo 41 años de corset, todavía tengo el chip de magistrado. Pero no tuve militancia activa, y eso me permitió el ingreso a la judicatura, en aquella época donde solo con el Certificado A se podía ingresar.

-Como ser político, ¿cómo ve la campaña electoral?

-Creo que nos olvidamos que las campañas políticas no son cumpleaños de 15. Cuando escucho que dicen "nunca llegamos a estos niveles", hurgo en mi memoria y las campañas por lo general fueron duras. Para lo que son otras campañas políticas en la región, Uruguay sigue siendo Suiza. Comparativamente con otros países, las campañas en Uruguay son casi de guante blanco.

-¿Cree que se enfrentan dos modelos de país?

-Ah, probablemente. Pero también suele ser así. Cuando hay un partido hegemónico, y del otro lado está la oposición buscando sacarlo del gobierno, es así. Lo que sí quiero señalar, porque en eso he creído toda mi vida y sin que tenga connotación para la elección concreta: yo tengo una admiración enorme por sir Winston Churchill, y es verdad que Churchill señaló que "la alternancia fertiliza el suelo de la democracia". La esencia de cómo los padres fundadores de los Estados Unidos, que son los creadores del sistema en el que estamos, lo plasmaron para que hubiera alternancia en el poder, para que se pudieran renovar los elencos gobernantes. El sistema está, básicamente, destinado a la alternancia.

-Ahora que ya no tendrá impedimento constitucional, ¿no ha pensado en involucrarse en política a futuro?

-No lo he pensado. No lo sé, tendría que evaluarlo. En realidad, me dediqué a ser ministro de la Corte hasta el último día, y lo que he hecho es continuar con tareas docentes que ya traía, incrementé algunas clases este año.

-¿Ahora va a dar más clases en la Universidad de la Empresa?

-Estoy dando un poco más de horas de clase. Incorporamos el año pasado con mi asistente UDE filial Colonia. Y este es el panorama inmediato. No he pensado hacer política, no como algún otro colega que estaba buscando meterse en la actividad política. Hoy con 67 años uno no es viejo. A lo mejor refloto alguna actividad profesional, pero el año que viene.


"Sin que tenga connotación para la elección concreta: yo tengo una admiración enorme por sir Winston Churchill, y es verdad que él señaló que 'la alternancia fertiliza el suelo de la democracia'".

-¿Cree en la justicia divina?

-Ahh... (piensa). Cuando era católico militante creía mucho. Luego tuve mis años de ateísmo o agnosticismo. Pero cuando se va acercando a la vejez es menos agnóstico que antes. Así que no le podría decir que no. Espero que al final todos recibamos lo que merecemos.

-Ahora tendrá muchas horas libres. ¿A qué piensa dedicarse, además de la docencia?

-Disfrutar de mis nietos. Tengo dos nietos, tres hijos, una esposa maravillosa que me ha acompañado toda la vida. Todavía no aterricé. Vengo con la cola del turno, como decimos nosotros los jueces en materia penal...

-¿Es feliz?

-Sí, sin duda, sin duda.