En medio de una Italia convulsionada por la Segunda Guerra Mundial, una familia como tantas otras decidió emigrar de Europa y asentarse en América. Primero, llegó un tío; después, una madre junto con sus cuatro hijos. El padre se quedaría en su tierra natal hasta que terminara el conflicto, pues estaba enlistado en el ejército. Y así, de forma turbulenta, una nueva raíz italiana cruzó el océano que separa a los dos continentes y llegó a Uruguay, donde se asentaron para nunca más irse. 

De allí trajeron consigo su profesión: la agricultura, que lograron hacer su medio de vida también en Uruguay y que los llevó a volverse feriantes. Después, también, derivaron otras actividades. Con el tiempo, la familia de cuatro comenzaría a agrandarse. Uno de sus hijos, Giuseppe, que había llegado al país con 11 años, conoció a su futura esposa, con quien tuvo dos hijos: Carlos y Gabriela Iafigliola. 

Lo que en ese entonces seguro no imaginaron es que casi 61 años después de su nacimiento, el primero lanzaría su segunda campaña electoral en las elecciones del Partido Nacional (PN) para convertirse en presidente. 

Carlos Iafigliola bebé. Foto: cedida a Montevideo Portal

Carlos Iafigliola bebé. Foto: cedida a Montevideo Portal

Un poco tano, un poco latino

Carlos Iafigliola reconoce características de su sangre italiana en su personalidad. “La tozudez, el que no me achica nada, el ir para adelante. A veces, también un poco el carácter o eso que es una mezcla de lo tano y lo latino de ser muy efusivo, de mostrar las cosas, de vibrar con las cosas, tanto con las positivas como con las negativas. Lo veo también en las generaciones que me siguen: en mis hijas, en mis nietas, que algunas de estas cositas tienen en la forma de actuar. Pero, sobre todo, eso de ir para adelante, de meter y meter”, dice a Montevideo Portal desde la sede de la Lista 252 en Malvín. 

Quizá esta forma de ser sea el motor para volver a presentarse en unas elecciones internas a pesar de haber obtenido un total de 0.37% de votos en las anteriores, o de ir en contra de las leyes que gran parte de la sociedad considera derechos adquiridos, como la Interrupción Voluntaria del Embarazo, la Ley Trans o la legalización de la marihuana, o de formar parte de un partido político en el que por momentos se siente “ninguneado”. Quizá, entonces, ese carácter sea la potencia para dar un discurso “políticamente incorrecto” en tiempos en los que son muchos los que buscan una deconstrucción, o de militar desde la religión en un país laico hace 105 años. 

Carlos Iafigliola en la sede de la Lista 252, en Malvín. Foto: Javier Noceti / Montevideo Portal

Carlos Iafigliola en la sede de la Lista 252, en Malvín. Foto: Javier Noceti / Montevideo Portal

Iafigliola se define como “socialcristiano” y se siente “parte del PN”. Sin embargo, aclara: “No me sale, como les sale a todos, el ‘Vivan los blancos’. No me sale, yo soy socialcristiano. Está todo bien con el que sale con el ‘Vivan los blancos’. Yo puedo gritar al Partido Nacional, pero vivan los blancos no, porque es una cuestión de sentir al partido desde un lugar que yo no lo sentí nunca”. 

De todos modos, el exedil y exdiputado suplente asegura que “sigue creyendo en el PN”, porque es el partido político en el que sus ideas “de raíz cristiana están más presentes”. “He comprado la historia. Siempre digo que como socialcristiano a veces me siento más nacionalista que algunos de los que gritan ‘vivan los blancos’, porque yo rescato los valores fundacionales del PN en mi proyecto político”, asegura. 

De niño inquieto a conservador

De niño, dice Iafigliola, era “bastante inquieto” y “divertido”. Jugaba “en la calle” y en el “campito” de la esquina de su casa en La Blanqueda, ubicada en Avenida Italia y Matías Abacú. Allí vivía junto con sus padres y sus abuelos paternos, que tenían su hogar en el mismo predio. 

El precandidato blanco cursó toda la Primaria en la escuela pública Austria, era “buen alumno” y fue abanderado en 5° y 6° de escuela. Primero llevó la bandera de Artigas, después la de Uruguay. Pero no solo se dedicaba a lo académico, sino que también ocupaba una especie de rol de organizador: de bailes, de grupos, de equipos de fútbol, de murgas —fundó con sus amigos del barrio Los nuevos patos, una agrupación que debutó en El jardín de la comparsa—, de colectas para causas benéficas. 

Asegura que siempre tuvo “inquietudes”, que “siempre” le gustó lo artístico y el fútbol. Sin embargo, a los 12 años encontraría un nuevo espacio, que lo acompañaría hasta el resto de su vida: la Iglesia. 

Carlos Iafigliola niño, Foto: cedida a Montevideo Portal

Carlos Iafigliola niño, Foto: cedida a Montevideo Portal

“Cuando terminaba la escuela empecé a involucrarme en cuestiones sociales. Iba a una parroquia, la María Reina de la Paz, donde tomé la Primera Comunión. Ahí se había armado un equipo que habíamos generado alguna obra, algún baile; íbamos al consejo del niño, al asilo de ancianos, a lugares a llevar alegría”, recuerda.

En aquel entonces, Carlos niño no “entendía” que sus inquietudes fueran “espirituales o religiosas”, a pesar de que “sí se habían generado en un ámbito espiritual como una parroquia de barrio”. “Después, más adelante, confirmé que esas son las inquietudes que un cristiano tiene que tener”, afirma Iafigliola.

Es que ir a misa los domingos no estaba en la agenda de la familia Iafigliola. Sí se consideraban católicos, bautizaron a sus hijos y los llevaron a recibir la Comunión, pero “no había una militancia de ir a misa dominical”. 

“Yo tomé la decisión un día de ir a un encuentro de jóvenes en la parroquia de Belén. Ya había tenido inquietudes sociales, pero ahí de verdad tuve un proceso de conversión. Fui a un encuentro de jóvenes, que se llama evangelización de jóvenes que se hace los domingos de ramos, en Malvín norte, y me sacudió. Vi testimonios de jóvenes, me sentí identificado, escuché por primera vez a un sacerdote que habló de una manera muy particular que me llegó al corazón y después empecé el proceso y me quebré frente a Dios. Lloré con 18 años delante de chiquilinas. Me di cuenta de que había cosas en mi vida que no estaban bien y empecé a acercarme a Dios para cambiar mi vida”, dice.

Cuando se encontró con la religión, Iafigliola culminaba sus estudios en la Universidad del Trabajo del Uruguay (UTU), donde se forjó en el camino de la electrónica. Ya había empezado su primer trabajo, que fue como técnico en Radio Sarandí, y se inclinaba a comenzar sus estudios en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de la República. 

Hasta ese momento, la política aún no era parte de sus planes. Quizá, porque al igual que la religión, en su casa no era algo primordial: su padre nunca tramitó la ciudadanía uruguaya, por lo que nunca votó. Tiempo después se enteraría de que su abuelo, con el que nunca compartió sobre política, pero sí de fútbol, estuvo vinculado a la Lista 15 del Partido Colorado. 

Las primeras militancias

Para Iafigliola, entrar a la Facultad de Ingeniería era “lo natural”. Había pensado en seguir la especialización en Electrónica. Cuando llegó al centro de estudios, en 1982, estaba intervenido por la dictadura cívico-militar: cursó la prueba de ingreso, la aprobó y se transformó en un aspirante a ser ingeniero. A la par, también comenzó una curso de perito en Ingeniería en Electrónica, que solo podían cursar los egresados de la UTU.

El precandidato blanco creía que la ingeniería era lo suyo; salvó “unos cuantos exámenes”, asistió durante cinco años y terminó tercer año. Pero en el 88 decidió dejarla. Había conocido a Ana, su actual esposa, y empezado a trabajar. No fue lo que esperaba, y se fue.

Sin embargo, ese centro de estudios forjaría, de algún modo, su vida. Al menos, como se la conoce ahora. “Mi primera militancia fuerte fue en facultad. Yo fundé el movimiento de Estudiantes Cristianos del Uruguay (MECU), que estaba básicamente a nivel universitario pero que después tuvo alguna ramificación a nivel de secundaria y agrupaba a estudiantes cristianos, católicos o evangélicos que, justamente, teníamos inquietudes de trabajar en este caso a nivel universitario en las cuestiones que tenían que ver con la vida universitaria, el gremio, mejorar las condiciones de estudio, etc.”, recuerda. 

Muchos de quienes integraban el MECU eran de la parroquia de Belén, pero también había militantes de otros centros de estudio: de Medicina, de Magisterio, de Ingeniería. Se movilizaban, organizaban congresos, “asambleas importantes”.

Incluso militaban por fuera de lo universitario. Iafigliola recuerda el primer acto del 1° de mayo postdictadura, cuando los militantes de MECU se acercaron a la calle Libertador, se posicionaron en una esquina mirando hacia 18 de Julio y desplegaron una bandera tan larga como el nombre del movimiento. 

Los días de MECU confluyeron en una alianza con la Corriente Gremial Universitaria, donde militaban varios dirigentes actuales del PN. Tras esa estrategia, Iafigliola fue electo integrante de la Asamblea de Claustro de la Facultad de Ingeniería. 

“Fui un activo militante gremial; aquellos tiempos en facultad y hoy algunos que andan en la vuelta son de aquella generación. Al canciller Omar Paganini lo conozco, a Gurméndez también, a Carolina Cosse, que fue mi compañera de clase de generación y fuimos compañeros de grupo de estudio. Yo tenía un perfil que trascendía de si era cristiano o no, porque blanco nunca me determinó nadie. Yo me llevaba bien con todo el mundo y tenía buena relación y no estaba eso”, señala.

El aborto

Con la vuelta de la democracia llegaron también nuevos debates. En 1985, bajo el primer mandato de Julio María Sanguinetti, entró al Parlamento el primer intento de legalización del aborto en el país. La propuesta ingresó a través de los diputados Daniel Lamas y Víctor Vaillant, del PC. Esa fue la “primera lucha fuerte” de Iafigliola contra la legalización del aborto, por la que milita hasta la actualidad. 

Desde el MECU se enfrentaron al proyecto, armaron carteles e intervinieron la facultad, desde los salones al anfiteatro. El exdiputado asegura que eran “300” contra él, porque “nadie se animaba a dar una pelea de este tipo”.

“Sentí rechazo porque yo había visto hace unos años en mi parroquia de Belén una pelicula que se llama El grito silencioso, en la que muestran qué significaba un aborto, lo que había en juego. No solamente que muere un bebé, sino que era algo terrible para la mujer, la mamá. Ya sentí que por esa causa tenía que militar. Cuando yo colgaba los carteles en la Facultad de Ingeniería y daba la pelea, estaba convencido igual que estoy ahora, porque han pasado 40 años”, insiste.

Iafigliola nunca se replanteó su postura sobre la legalización del aborto, que se terminó de materializar en 2012 con la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo bajo el gobierno de José Mujica. 

Cada vez tengo más argumentos a favor de la vida y en oposición a todos los intentos que ha habido en el Uruguay de legalizar el aborto”, afirma.

Un socialcristiano en el Partido Nacional

La militancia política de Iafigliola comenzó en 1986, cuando aún no se había casado con Ana. Se unió al Movimiento Social Cristiano, que era liderado por dirigentes “escindidos de la democracia cristiana”. Dentro de ese espacio, asegura que fue elegido secretario general de la juventud nacional. Dice, también, que en las elecciones de 1989, cuando Luis Alberto Lacalle Herrera se convirtió en presidente, desde ese movimiento “ayudaron” a que los blancos ganaran la elección. Una vez más, Iafigliola se alió con otro partido. Esta vez, lo hizo suyo.

Desde sus primeros años en la militancia, Iafigliola intercambiaba con el exministro de Defensa Nacional, Javier García, y con el actual presidente del directorio del PN, Pablo Iturralde. Dice que “eran los más notorios” y que cuando desde “la izquierda” lo “atacaban” por ser blanco, ellos siempre distinguían: “Carlitos es socialcristiano”. 

“Quedó desde ese tiempo eso y es así. Si vos mirás mis banderas sigue estando el social cristiano por todos lados, porque yo ideológicamente siempre he militado desde ese lugar. Hice alianza desde aquel tiempo con el PN”, cuenta.

En 2003, Iafigliola fundó la Corriente Social Cristiana, que devino en Adelante. Dos años después, en 2005, fue electo edil de Montevideo, y en 2010 fue reelecto. En 2013 lanzó su lista, la 252, por Alianza Nacional, con Jorge Larrañaga y Jorge Gandini. Después, se integró al Espacio 40, con García, donde fue diputado suplente de Rodrigo Goñi. Después, se armó solo, aunque nunca dejó el partido blanco. 

Carlos Iafigliola. Foto: cedida a Montevideo Portal

Carlos Iafigliola. Foto: cedida a Montevideo Portal

Si bien alguna vez en su cabeza rondó la idea de dejar a los blancos y crear su propio partido, el exedil asegura que “ya no lo haría”. 

“No me da el físico, la cabeza. Estoy más para colgar los botines, para dedicarme a mis nietas. Ya di todo, siento que he dado todo: por las causas que he defendido, por la iglesia en la que milito, la Iglesia Católica, que no siempre hemos estado de acuerdo en todo, por el PN. Ponerme ahora a generar un partido nuevo es una locura. Ya es una locura lo que estoy haciendo ahora, que es una candidatura dentro del PN, porque la hago con pocos recursos, sin plata”, expresa. 

Entonces, insiste: elige a los blancos “por una cantidad de definiciones históricas”. Y ahí, surge de nuevo la legalización del aborto y quiénes la apoyaron: “Históricamente el partido ha estado mucho más cerca de los valores que yo levanté. Por eso milité siempre dentro del PN”.

Adiós ingeniería, hola comunicaciones

Cuando Iafigliola decidió dejar la facultad, casarse y trabajar, se embarcó en el sector privado. El precandidato blanco asegura que el 90% de sus trabajos están vinculados a empresas privadas.

Fue supervisor comercial de Equital, donde armó la televisión por cable en los comienzos de los 90. Fue, también, jefe comercial de Canal 4 por Montecable y en Dedicado. El último lugar donde trabajó fue en Canal 10, donde fue jefe comercial en TDH.

Además, fue asesor de Daniel Corbo durante su gestión dentro del Consejo Directivo Central de la Administración Nacional de Educación Pública y, en 2020, cuando Lacalle Pou asumió como presidente, se convirtió en asesor del expresidente de Antel y precandidato colorado, Gabriel Gurméndez.

De todos modos, llegó un punto en el que tuvo que elegir entre dedicarse a su profesión, fruto de un diplomado en Dirección de Marketing en la Universidad Católica del Uruguay, y la política. Eligió la segunda.

El después del 0.37% de los votos y un discurso “políticamente incorrecto”

El 30 de junio de 2019, Iafigliola no ganó las elecciones internas: lo votó el 0,37% del electorado blanco. El candidato electo fue Lacalle Pou, quien tras un ballotage con Daniel Martínez se convirtió en presidente. 

Sin embargo, a pesar de que el pronóstico es similar al de las últimas elecciones internas, volvió a postularse. Para él, la precandidatura tiene que ver con el rol que también cumple dentro del partido: el de decir lo que piensa, “nunca” guardarse nada, tener una “agenda” diferente y “marcar una sensibilidad distinta en políticas públicas”. 

“Cuando estoy en esta lucha, de ser precandidato igual que en 2019, tengo claro que corro en desventaja. Me sacan kilómetros de distancia porque tienen una estructura mucho más grande; tienen poder, que yo no lo tengo”, asegura.

Para Iafigliola, lo importante es “llevar adelante” sus propias convicciones, las de un “conservador”. Porque, insiste: su rol dentro de los blancos es ocupar un lugar que si no fuera ocupado por él, estaría vacío.

Parecería, entonces, que el precandidato blanco está más cerca de la fundación del PN, del campo y de los valores más tradicionales que, según él, la historia del presente blanco ya no tiene.

“Siento que nuestro pensamiento está alineado totalmente a la visión histórica del PN, a las bases fundacionales, que son las bases fundacionales de nuestra patria, de raíz cristiana. Me siento mucho más identificado con eso y con la historia que con muchas cosas del presente y de las visiones de los principales del PN”, dice Iafigliola.

Carlos Iafigliola y su esposa Ana con el Papa Francisco. Foto: cedida a Montevideo Portal

Carlos Iafigliola y su esposa Ana con el Papa Francisco. Foto: cedida a Montevideo Portal

Por eso, expresa el político, lo “ningunean” y lo “dejan de costado”. Lo han llamado “dinosaurio” y “antiderechos”; han pedido que baje su precandidatura. “Algunos capaz tengan vergüenza de mi discurso, pero yo he tratado de ser fiel a mis principios, a mis convicciones y no he ocultado nada”, señala.

Y es que de sí mismo, Iafigliola destaca que pueden definirlo. “Ojalá fuera tan sencillo definir a algunos hombres y mujeres del PN que son dirigentes. Yo estoy encasillado: me defino liberal en lo económico pero conservador en lo social”, aclara.

Iafigliola se percibe “auténtico y coherente”, y es consciente de que su discurso es “políticamente incorrecto” en tiempos de cambios. 

“Yo no tengo a nadie arriba ni creo que dentro de la actividad política existan dioses o personas infalibles. Yo, en todo caso, tengo a mis costados a una cantidad de compañeros con los que he compartido muchas cosas y que algunos están en distintas posiciones. Pero arriba mío tengo uno solo, que es Dios. No tengo ningún dirigente político”, dice. 

El último tirón

Desde ahora hasta el próximo 30 de junio, Iafigliola seguirá “metiendo y militando”. Continuará reuniéndose con los militantes de la 252 cada 15 días vía Zoom y tendrá “los dientes apretados hasta el último momento”. Después, verá si con su campaña logró formar parte del directorio blanco, porque es consciente de que la probabilidad de luchar por la Presidencia es casi nula. Tendría que pasar un milagro. 

Iafigliola lanzará este sábado su precandidatura, seguirá militando, yendo a misa con Ana, compartiendo con sus hijas Mariana y Noelia, y con sus nietas Julia, Candelaria y Paulina, que nacerá en junio.

Carlos Iafigliola y su familia. Foto: cedida a Montevideo Portal

Carlos Iafigliola y su familia. Foto: cedida a Montevideo Portal

Mientras tanto, luchará por un país “viable”, “donde todos, sin excepción, podamos vivir dignamente”. El precandidato blanco cree que “el uruguayo básico, medio, no quiere grandes cosas: los jóvenes quieren poder estudiar, formar una familia, tener sus hijos, poder mandarlos a estudiar, tener una vida tranquila, llevar a sus hijos a una placita una o dos veces a la semana, comerse un asadito en familia”. 

Para Iafigliola, “el uruguayo no aspira a grandes cosas, salvo algunas excepciones que están pensando que su vida sería buena con lujos de determinada naturaleza. El uruguayo básico quiere esto y puede perfectamente tener una vida en dignidad, pero de todos, no solamente de algunos”. Y para luchar por eso, algún día, querría ser presidente.