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Seré curioso

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Campa: “Mi laburo no es hacer que el público se ría; es molestar, es generar incomodidad”

El actor y comediante argentino Ezequiel Campa estuvo en Montevideo y habló de no cederle terreno a la corrección política.

02.05.2025 07:00

Lectura: 27'

2025-05-02T07:00:00-03:00
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Por César Bianchi

El niño Ezequiel soñó con pilotear aviones, también pensó en ser oceanógrafo y dedicarse a estudiar océanos. Pero lo que se le daba mejor, casi sin proponérselo, era el humor. Sabía hacer reír a sus compañeritos de clase. Después empezó a ver obras de teatro y ahí lo supo: sería actor, actor dramático, como Brando. Entonces se dedicó a estudiar con los mejores: Julio Chávez, Claudio Tolcachir, Víctor Laplace, Ricardo Bartis. Ensayó obras de los grandes dramaturgos de todos los tiempos, desde el romántico y trágico Shakespeare a Arthur Miller o Eugene O’Neill. Pero no.

La realidad le dijo: “Sí, pero no”, como años después titularía su monólogo de humor. Sí, sería actor, actuaría en avisos comerciales, en series y programas de TV, pero lo suyo no era el arte dramático: sería hacer reír. Un buen día salió del clóset profesional y se asumió comediante. Desde entonces, disfrutó mucho más su carrera. Fue pionero en el stand up rioplatense, hizo dupla con Malena Pichot, y siguió girando por Argentina y países vecinos con su humor desfachatado, sin vueltas para decir las cosas, despojado de correcciones políticas.

Llegó a Montevideo para cerrar su gira de “Sí, pero no”, actuó en dos funciones en la Sala Camacuá, y como buen chiste de los suyos, esta entrevista sale publicada tras su actuación. De todos modos, promete volver en el segundo semestre para presentar su nuevo espectáculo. La charla vale, de todos modos: Campa (48) habla de la importancia de reírse con las personas con las que uno interactúa a diario y de cómo el humor tiene que ser irreverente y debe animarse a decir lo que en otros ámbitos hoy está prohibido por colectivos y comunidades demasiado susceptibles.

Por lo que leí sobre vos, ya de niño tenías clara tu vocación: la actuación. ¿Qué te seducía de actuar, en aquel entonces?

Seguramente en aquella época tenía que ver con que me prestaran atención, tal vez. Yo no sé si no me prestaban atención, pero tal vez algunas personas necesitamos una atención en particular o extra. No lo sabría explicar, pero, por alguna razón, me gustaba mucho ver actores. Viste que en el colegio te llevan a ver alguna obra, y qué sé yo. Mi vieja también me llevaba. Y siempre me gustó mucho que la gente se riera con las cosas que yo decía, las ocurrencias. Y después, estudié teatro, empecé mi carrera de actor.

Te criaste en San Isidro, barrio porteño de clase alta. Fuiste a un colegio católico, jugaste al rugby. Ya sé de dónde sacaste material para tu personaje Dicky del Solar…

Hay mucho de Dicky del Solar que viene de ahí. Y hay otro que viene de un imaginario. Porque yo soy actor, y sería triste si solamente pudiera laburar hablando de las cosas que viví, digamos. Hay muchas cosas que también salen de mi cabeza. Y también hay un montón de cosas que yo veo en otras cosas. Que no necesariamente son de ese universo, pero que pueden calzar con ese universo. Porque las personas como Dicky del Solar están en todos lados.

Desde 2003 has actuado en un montón de series y programas de televisión, desde Floricienta a la genial Todos contra Juan, La Lola, entre otras. ¿Siempre preferiste la comedia o el entretenimiento? ¿Nunca se te dio por un Eugene O’Neill, un Shakespeare?

Yo quería ser Marlon Brando. Yo quería ser actor dramático, flasheaba eso. Me preparé para eso. Estudié con todos los maestros de actuación en Buenos Aires.

Vi que estudiaste con Julio Chávez…

Con Chávez, y con muchos otros. Hacíamos Shakespeare, hacíamos Chejov, hacíamos Arthur Miller, O’Neill, Tennessee Williams. Todos esos autores. Pero siempre hubo algo que me llevó a la comedia. Siempre. Nunca me sentí del todo cómodo haciendo algo que no fuese comedia. Siempre me sentí como forzado o falso. Nunca me pude relajar en eso. Y siempre hubo algo en mí que durante muchos años lo padecí. Eso de: “Che, pero pará, yo no quiero ser un...”.

¿Era como un duelo entre lo que querías ser y lo que eras? “Asumo que lo que hago es hacer reír, pero quiero ser un actor dramático”. ¿Algo así?

Entre lo que yo quería ser y lo que me salía. A mí me hubiera gustado poder elegir. Digo poder elegir cómo laburar en el sentido de: uno escucha decisiones que toman algunos actores: “No, en este personaje, lo que trataba de hacer...”, y yo los envidio, los veo afuera y digo ‘no puedo creer’. Esos que te dicen: “Yo estuve un mes caminando con una piedra en el zapato para entender lo que es”, y si yo me pongo una piedra en el zapato, a los dos minutos la quiero sacar, a la piedra de mierda del zapato, la puta madre.

Mirá, yo me di cuenta con los años que toda la sensibilidad me la transmitió mi vieja. Toda. Desde el amor por los animales, la naturaleza, el mirar un paisaje y apreciarlo. El teatro, el cine, la literatura, todo eso me lo transmitió mi vieja. Y mi vieja me hablaba de los grandes actores: Marlon Brando, Cary Grant, James Dean, Paul Newman. Un montón de actores de la época dorada del cine. Y después, yo ya de más grande los investigué un poco. Mi vieja me regaló un montón de libros, de biografías. Yo quería ser eso. Y sin embargo había algo... No sé si en mi psicología o en qué, que me llevaba a un registro más cómico.

Y además me empezó a interesar también la comedia. Benny Hill, el Superagente F86, Cantinflas, Chespirito, Les Luthiers, Fontanarrosa, Dolina. Y realmente yo como que en mi casa conservaba todas esas cosas. Mafalda, Quino, todas esas cosas han circulado por las casas de todos nosotros. Y así como circulan, pasan y van quedando, ¿no? Y yo tenía algo en particular con esas cosas y las conservaba, y muchas las conservo. Tengo Fontanarrosa, tengo todo Inodoro Pereyra entero de aquella época. Todos los libros rotos los tengo en mi biblioteca. Quino, cosas de Les Luthiers. Para mí, evidentemente, tenían un valor que me di cuenta con el tiempo. Y en algún momento dije: “Bueno, ¿será que lo mío va por la comedia?” Y dije: “Bueno... Voy a asumirme”.

Como salir del clóset y asumirte comediante.

Algo así. Salí del clóset del drama para aceptar que soy comediante.

Foto: Javier Noceti

Foto: Javier Noceti

¿Y el stand up cómo nace en tu vida? ¿Lo veías como una alternativa a probar, o apostaste decididamente a eso? Porque acá fue moda un tiempo, y muchos quedaron y hasta se consagraron.

Yo soy muy anterior a eso. Yo hace más de 20 años que estoy ahí, así que... Si yo hubiera podido manipular por donde quería que fuese mi carrera, era Marlon Brando y no estaría haciendo stand up. Se dieron varias cosas. Por un lado, mi hermano vivía en Estados Unidos (vive allá hace muchos años). Yo lo iba a visitar a él y en Estados Unidos el stand up está muy presente. Vos prendés la tele y hay canales que son solo de stand up. Los conductores de late night o talk shows abren sus programas todos los días con un pequeño monólogo. Hay monologuistas históricos como George Carlin, [Sam] Kinison, el mismo Bill Cosby, Lenny Bruce, estamos hablando de hace 60 años. Yo los empecé a ver y dije: “Che, esto está buenísimo”. Y a mí también siempre me pasó que, como actor, siempre me gusta correrme un poco de lo que está haciendo la mayoría.

“Yo soy muy anterior a la moda del stand up. Yo hace más de 20 años que estoy ahí. Si yo hubiera podido manipular por donde quería que fuese mi carrera, era Marlon Brando y no estaría haciendo stand up”

Cuando yo empecé, realmente no existía el stand up en Argentina. No es que había pocos: éramos seis, diez, ponele. Y a mí nunca me gustó ir detrás de lo que están haciendo todos. Conocí el stand up y dije: “Bueno, esto está piola”. Y lo primero que hice fue hacerme muy fanático de muchos comediantes de afuera, porque no existía la tradición del stand up acá.

¿Cuáles eran tus referentes?

El primero en particular fue Eddie Izzard, que es un comediante inglés —no es muy conocido por acá— del que me hice fanático a nivel de que, no sé, él tiene cinco o seis shows que yo me los sé de memoria, desde que saluda cuando entra al escenario hasta que se va. Y después, los más viejos o más tradicionales allá de Estados Unidos: Eddie Murphy ha hecho mucho stand up, Robin Williams, un poquito más hacia acá, Seinfeld, Louis C.K.; hay un montón. Sarah Silverman, María Bamford, hay mil. Y después, claro, explotó tanto el género que uno se va como enamorando de algunos comediantes, los seguís durante un tiempo, después sentís que se empiezan a repetir, pero, bueno, vas pasando por un montón, ¿no?

¿Ricky Gervais?

¡Ricky Gervais me encanta!

Te preguntaba porque algunos lo acusan de ir demasiado al hueso, de no respetar límites…

A mí me parece que si lo que haces está bueno, se acaba la discusión de “esto sí, esto no”. A mí Ricky Gervais me encanta y lo que me vuelve loco de él es que se sale del stand up y las otras cosas que hace también están buenas: After Life, The Office, todo el universo de The Office es una creación de él, Extras, Derek… Lo envidio mucho.

En 2009 te vinculaste a Malena Pichot, presentaron el tándem Campa/Pichot con el que giraron por varios países. ¿Cómo evaluás a la distancia la dupla con ella? Una mujer con mucha visibilidad por su postura feminista, muy ácida también…

Bueno, con Malena logramos una visibilidad inesperada. Hoy parece muy frecuente que todos los comediantes, todos, hacen videos para promocionar sus shows. Nosotros fuimos los primeros. Ella venía de la Loca de Mierda y todo ese mundo, y los primeros en la historia en hacer videos diciendo “Vamos a estar en Montevideo tal día en tal lado” fuimos nosotros. Una cosa que hoy parece tan natural. Y fue increíble, primero fue salir del Paseo de La Plaza, que es este lugar en Buenos Aires, emblemático, donde todo el stand up estaba ahí. Fuimos los primeros en irnos de ese lugar para buscar algo distinto. Fuimos los primeros en girar, en principio en Argentina, y por mucho tiempo, creo que pasaron como siete u ocho años antes de que otros comediantes empezaran a ir.

Y de esa manera, nosotros “educamos” al público. La gente no sabía lo que era el stand up, el código, los tiempos. Veníamos de una tradición de contadores de chistes, o monologuistas por ahí, más tipo [Enrique] Pinti con un contenido más político, y nosotros creamos un público para ese género, abrimos lugares, no en el sentido de que eran lugares que no existían, pero sí empezamos a ir a lugares en los que, o eran lugares de música, o lugares de teatro, y les planteábamos: “Che, mirá, lo que nosotros hacemos es stand up”. Los productores o los dueños de las salas no sabían, no entendían: “Pero ¿qué? ¿Un micrófono y nada más?” “Sí, un micrófono y una banqueta, nada más”. Dicho hoy, es obvio, es stand up. Bueno, en aquella época había que explicarlo. De hecho, todos los shows empezaban con un presentador, que decía: “Bueno, esto es stand up, es un género nuevo”. Nosotros con Malena hicimos eso, fuimos los primeros en salir del país: Chile, Uruguay, incluso Estados Unidos, participamos en el festival de Nueva York, hace muchos años, un festival de stand up. Y a donde íbamos era una locura.

Foto: Javier Noceti

Foto: Javier Noceti

Vuelvo a Dicky del Solar. En 2017 nace el personaje de un rugbier racista y clasista. Te pensaba preguntar cuánto influyó el crimen de ocho rugbiers a Fernando Báez Sosa, un muchacho a la salida de un boliche en Villa Gessell, en enero de 2020. Pero ahí caí en la cuenta que tu personaje precedió ese asesinato... ¿Cambiaste algo en la construcción de Dicky del Solar tras ese crimen?

No, lo que tuve que hacer, lo hice, pero no desde ese lugar. A los dos o tres días de que lo matan a Fernando, yo saqué un video inmediatamente con Dicky diciendo barbaridades, o sea: diciendo barbaridades.

A ver, yo el personaje lo empiezo a hacer en el 2017, cuando en Argentina se estaba debatiendo por primera vez la ley del aborto. Se debatió dos veces en el Congreso; la primera vez no lo aprobaron, la segunda vez sí. En el 2017, cuando se estaba debatiendo, yo veo en San Isidro, que es esta localidad que es como la catedral del rugby en Buenos Aires, llena de colegios católicos, donde sucede todo el rugby “de élite” en Argentina, yo veo en las calles telas amarillas colgando de los árboles, y me explican que ese era el color de la bandera del Vaticano, y esa era la manera de la gente de esa zona de manifestarse en contra de la ley que se estaba debatiendo. Ahí a mí me aparece la primera idea de hacer un personaje con esa contradicción. Un tipo blanco, de clase media alta, con privilegios, con acceso a un montón de cosas que no todo el mundo tiene acceso, siendo retrógrado, homofóbico, clasista, xenófobo, violento, bruto, además, porque tampoco son sofisticados.

“Dicky del Solar es un tipo blanco, de clase media alta, con privilegios, con acceso a un montón de cosas que no todo el mundo tiene acceso, siendo retrógrado, homofóbico, clasista, xenófobo, violento, bruto, además, porque tampoco son sofisticados”

Y ahí lo empiezo a hacer al personaje, y antes de lo de Fernando, hubo un montón de hechos de violencia por parte de los rugbiers. Yo tengo recortes guardados, pero centenares, incluso la semana anterior a lo de Fernando, no sé si ustedes lo recuerdan, acá en Uruguay —no me acuerdo si fue acá en Montevideo o en Punta del Este— un rugbier le pegó una trompada a un pibe en un boliche, le rompió la mandíbula, le pegó una piña de atrás. Eso fue una semana antes, creo que hay un video en el que yo hablo de eso. Y yo recibía todos los días un montón de mensajes de gente diciéndome: “El rugby no es eso, porque nosotros los rugbiers tal cosa”… Después viene lo de Fernando, y yo hago un video inmediatamente, con la misma frecuencia con la que venía haciendo esos videos. Y ahí aparece un montón de gente creyendo que era el primer video que yo hacía, diciendo: “Cómo te subís a esto” y qué sé yo, y ahí tuve que explicar: “Hace cuatro años que lo vengo haciendo el video, y más allá de que yo los hago porque yo soy un comediante, y quiero que la gente se ría, es inevitable no darse cuenta que detrás de lo que hago, claramente estoy diciendo: ‘Loco, pasa esto con el rugby, pasa esto con los rugbiers, son violentos, son clasistas, son homofóbicos, cagan a trompadas a gente. ¿Soy yo el único que se da cuenta?’”.

Y también había un montón de gente que me escribía diciéndome: “Qué bueno que lo muestres, qué bueno que puedas hacer esto”. Pasan unos días, y no sé qué palabra ponerle, pero lo que sucedió fue que… por un lado, yo tenía gente que me escribía diciéndome: “No podés hacer esto”, y gente del entorno de Fernando escribiéndome agradeciéndome, amigos, profesores de él, que me mandaban mensajes en los que me agradecían. Y a mí me genera un poco de orgullo eso.

¿Es cierto que Javier Milei pensó que el personaje era realmente una persona que existía?

Sí, justamente, volviendo al tema del aborto, él pensó que Dicky del Solar existía y me escribió un mensaje a mi Instagram, que aparte mi Instagram es Ezequiel Campa, no es Dicky del Solar. Y además de eso, creo que lo más grave de todo es que, en el mensaje, que me lo mandó todo en mayúsculas (siempre entendí que me estaba gritando), me dice: “MUY BUENO LO QUE DECÍS DEL ABORTO”, y yo lo que estaba diciendo era todo lo contrario. Era un video en el que yo decía: “El aborto no sé qué”, pero desde un lugar muy irónico, sarcástico. Pero bueno…

“Milei pensó que Dicky del Solar existía y me escribió un mensaje a mi Instagram, que aparte mi Instagram es Ezequiel Campa. Me mandó todo en mayúsculas (me estaba gritando), y me dice: “MUY BUENO LO QUE DECÍS DEL ABORTO”, y yo estaba diciendo todo lo contrario”

¿Quién es Santiago Noestudiénada? Wikipedia dice que es un youtuber místico que da lecciones de vida y salud, pero hay portales que señalan que parodiás a Ivana Nadal, “pero con gracia”. ¿Fue así? ¿Ivana Nadal fue tu musa?

No me acuerdo, no me acuerdo, es que hay muchas y muchos, está lleno. Hay una que hace tapping, hay otro que dice que la celiaquía es curable y que si tu hijo tiene autismo es por culpa de la madre. Hay un montón. No, Santiago Noestudiénada nació de tener las redes explotadas de estos gurúes y es un compendio de todos, es un poco de cada uno. Y tiene mucho de una cosa que aparece también en Dicky del Solar, que a mí me gusta mucho, que es el elemento de la contradicción.

A mí me gustan mucho los personajes que son contradictorios. De hecho, el show mío se llama “Sí, pero no”, que es una contradicción en sí. A mí la confusión en el sentido de que para el público no esté del todo claro todo, a mí como espectador me parece espectacular. No digo los finales en los que: “uy, final abierto”, pero esas cosas en las que mucho no sabés qué sentir o qué pensar, a mí como espectador me gusta mucho y es algo que trato de hacer. Por ejemplo, recién hablábamos de The Office, y cuando recién empezaba uno a ver The Office, viste que no se entendía si era un documental, un reality o qué, porque los tipos miraban a cámara. O es una ficción, no se entendía. Después, eso no se puede sostener en el tiempo eso, pero a mí me pasaba con Dicky del Solar que, al principio, mucha gente no sabía si es un tipo que de verdad es un rugby en su casa o es un actor haciendo un personaje.

Y en el caso de Santiago Noestudiénada, ese elemento de confusión está dado por el discurso del tipo, que tiene un discurso muy para un lado y de repente corta y se le escapa que estuvieron tomando merca hasta las 7 de la mañana, y te habla del zen, de cómo tenemos que encontrar en nosotros, y termina diciendo que hay que cagarlos a trompadas a todos. Esa contradicción yo sé que estas personas que se autoproclaman gurúes las tienen, porque todos tenemos contradicciones. A mí me gusta ponerlas ahí en el personaje.

¿Cuánto te condicionan los tiempos que corren? Es decir, esta época de lo políticamente correcto, de lo woke, del “con eso no se jode” y vivir cuidándote de con qué hacer chistes. 

No quiero sonar pedante, ni canchero, ni soberbio, pero la realidad es que no me condiciona en absoluto y estoy totalmente en contra, no de la cultura woke y todo lo que representa: estoy totalmente en contra de trasladar eso al hecho artístico. Me parece muy hipócrita también. Porque uno conoce un montón de artistas y de comediantes que modifican su discurso por las dudas, pero los conocés personalmente y sabés que son una caca; hay toda una hipocresía detrás de eso. Pero más allá de eso, yo creo que el arte es el último lugar que todavía nos queda para poder ir a hacer lo que no se puede hacer en otro lado.

Si yo me dedico a esto y hago el esfuerzo que hago, y no soy ingeniero ni soy diputado, lo hago para laburar en algo que me permita hacer todo lo que en otros lugares no se puede hacer. ¡Es un delirio! Para mí es mucho peor un comediante que no hace reír que un comediante que hace un chiste sobre el aborto. Es mucho peor. ¿Vos vas a ver a un comediante y te vas de la sala diciendo: “Che, no me hizo reír tanto, pero la verdad, que bueno es moralmente, ¿eh”? ¿Qué es eso?

“Uno conoce un montón de artistas y de comediantes que modifican su discurso por las dudas, pero los conocés personalmente y sabés que son una caca; hay toda una hipocresía detrás de eso”

Aparte hay otra cosa: pareciera que el laburo nuestro es satisfacer una demanda como si fuéramos un producto, como si fuéramos un dentífrico. ¿Nosotros tenemos que satisfacer al público para que el público se ría? Yo no veo mi laburo así. Mi laburo es molestar, mi laburo es generar incomodidad, mi laburo es pagar un precio. Nosotros somos bufones, somos los más bajos, después muchos se han hecho millonarios con esto, y son figuras y lo que sea.

Bueno, el bufón era el único que tenía permitido decir cualquier barbaridad delante del rey, pero ojo con que no lo hagas reír, porque perdías tu cabeza en la guillotina…

Ese es nuestro trabajo. Y a mí me da por las pelotas ver comediantes que creen que son faros morales, muchas veces desde la ignorancia, porque tampoco están tan preparados, digamos. Y que no hacen reír, como que confundieron su trabajo. Yo no lo entiendo, no lo puedo entender.

Ahora, si de repente vos tenías un humor que ya no hace reír, y... bueno, ahí está bien que lo cambies, porque tu humor ya no hace reír. Si todos tus chistes son sobre la suegra y que las minas no sé qué, y… tal vez lo tenés que cambiar porque ya no hace reír, no porque es moralmente tal cosa. Porque cambiaron los tiempos y aquello sobre lo que antes nos reíamos ahora ya no causa gracia. Esa es una decisión, es como decir que para vender entradas tengo que hacer cositas en las redes, y, bueno, son las reglas del juego.

Ahora, también la pregunta es: ¿a cuánta gente querés hacer reír? Porque también está como esta cosa de la mayor cantidad de gente posible: “Tengo que vender la mayor cantidad de entradas posible”. Y no sé, no está mal el tipo que trabaja para siete. ¿Por qué tenés que gustarle a todo el mundo?

Foto: Javier Noceti

Foto: Javier Noceti

El actor Robert Moré me dijo en el programa de streaming La mar en coche que él prefiere ir por la línea de Ricky Gervais, no medir costos políticos. A lo sumo el costo que está dispuesto a pagar es que con los tiempos que corren, lo puedan “cancelar”, como se dice ahora. Es un riesgo que está dispuesto a correr. Me habló de Anthony Jeselnik y Jim Jefferies, comediantes que hacen chistes con el Holocausto, o hasta con la pedofilia…

Igual te cancelan porque te pusiste una remera que dice África y te dicen “apropiación cultural”… No hay que tenerle miedo a eso. Es lo que yo te decía antes: yo creo que si lo que vos decís no hace reír o no hace reír a la suficiente gente como para que vos puedas vivir de eso, y bueno, fijate. Pero te repito: a mí me molesta más un comediante que no hace reír que un comediante que hace chistes sobre un tema tabú.

Creo que también hay una cosa que está buena, que es esto de: “Che, yo sentí una transformación en mí que se ve reflejada en mi material. Yo ahora soy una persona a la que ya no le resulta más gracioso tal tema, y eso se ve reflejado en mi laburo”. Eso es natural. Ahora no me va eso de: yo sigo siendo la misma caca, pero me pongo una careta y hago los chistes que me convienen para vender la mayor cantidad. Eso me parece una verga.

¿De qué te nutrís para escribir los textos de tus unipersonales? ¿De las noticias, de la tele, de lo que te pasa en el barrio, de tus amigos?

De todo lo que estás nombrando, de todo. Es un laburo, en ese sentido es espectacular porque nos permite ser autores también. Yo siempre, los años que tengo más como de actor, cuando todavía nací de stand up, me pasaba que tenía muchas ideas o hasta cosas escritas que terminaban en la nada. Porque eran como ideas, sensaciones, imágenes, frases. El stand up te permite meter todo ahí. Lo que te pasó con tu mamá, lo que viste en el supermercado, lo que opinás de Milei, lo que escuchaste de Trump, lo que viste a la vuelta de la esquina, lo que sentís por tu vecino y todo, todo confluye.

¿Y a vos qué te hace reír?

Hay una cosa muy sana que me pasa: yo me hago reír mucho a mí. Yo me hago reír mucho a mí, yo me río mucho. Mirá, yo tengo muchos años de terapia, yo tengo una infancia medio complicada y tuve que hacer mucha terapia. Y una de las cosas que aprendí en esa terapia es a reírme. Ayer nomás pasó una cosa: yo vivo con mi novia, y estaba en el baño y de repente me miré en el espejo y digo: “¿Desde cuándo tengo esta cara de boludo? ¿Yo siempre tuve esta cara de boludo? ¿Yo ando por la vida con esta cara de boludo?”.

Y me empecé a reír solo y después dije: “No está mal que te pasen esas cosas”. Yo me río mucho, soy como un público fácil en ese sentido. Y no sé por qué, pero por alguna razón mi primera reacción siempre es reírme. No sé si será para sacarle peso a todo o lo que fuere, pero a mí me hace reír mucho. Mis amigos también. Imaginate que, si uno labura de esto, a la larga es muy difícil que uno tenga vínculos con gente que no te haga reír. Porque si te dedicás a esto es porque la risa es algo importante para vos. Mis amigos me hacen reír, mi novia me hace reír. Y hay gente que tal vez no te hagan reír, pero es muy buena para reírse con las pavadas que uno tiene.

“Una de las cosas que aprendí en terapia es a reírme. Ayer estaba en el baño y de repente me miro en el espejo y digo: ‘¿Desde cuándo tengo esta cara de boludo? ¿Yo siempre tuve esta cara de boludo?’ Y me empecé a reír solo”

De este lado del charco vemos la famosa “grieta” de la sociedad argentina, tal como la bautizó Lanata. ¿Es tan así? ¿Hay un odio visceral y una relación irreconciliable entre los K y los que no lo son, entre izquierda y derecha? No te pregunto por el Peronismo, porque creo que todo está teñido de peronismo en Argentina...

Dicen que sí, yo la verdad que no lo percibo. Creo que estoy rodeado de gente lo suficientemente inteligente como para que, si hay una diferencia, bueno, quedan ahí. Otra lectura podría ser que tal vez no me rodeo de gente tan politizada.  En Argentina es muy difícil no estarlo, igual. Se habla mucho de ese tema, o sea, que evidentemente hay gente a la que le pasa eso. En los medios se ve eso de la grieta, pero ahí hay show, hay ego, hay sostener un discurso, hay guita, pero no guita de que te coimean, sino de que está tu laburo en eso. Pero, en la vida diaria, yo por suerte no lo veo.

¿Cómo nos ven ustedes a nosotros? ¿Tiene algo de razón Colapinto?

Cuando vos ves esas cosas, te das cuenta de que no es tan fácil hacer humor. Porque yo creo que [Franco] Colapinto quiso hacer un chiste. ¿Quién va a decir esa pelotudez en serio? Ahí te das cuenta de que no es tan fácil. Siempre que se habla de todas esas cosas, nos olvidamos de una palabra clave que tiene que ver con esto. La palabra es contexto. El contexto está construido por quién dice algo y en qué contexto. ¿Dónde? Entonces, claro, Colapinto es un corredor de fórmula 1 haciendo un chiste, tratando de ser gracioso. Pero lo que le da peso es que es un corredor de fórmula 1, qué sé yo. Ese es el contexto. Y lo está haciendo en un streaming, en una entrevista.

Ahora, eso mismo dicho por un comediante arriba de un escenario en un show de stand up que la gente fue a verlo para reírse, bueno, ahí tal vez suceda de otra manera. Se dice de otra manera y se recibe de otra. Porque lo que cambia es el contexto. No es lo mismo que lo que yo digo lo diga un diputado o lo diga yo en un noticiero de TV. No es lo mismo que lo diga Francella, no es lo mismo que lo diga Mirtha Legrand. La palabra es contexto. Siempre se habla de cuáles son los límites. Y bueno, ¿los límites de quién? Los límites míos son unos, los límites de un senador de la nación son otros, los límites de un médico serán otros, y los límites de la tele no son los mismos que los de las redes o los del teatro.

¿Qué otros proyectos te tienen ocupado, más allá del stand up?

En este momento estoy armando un show de Dicky del Solar (nunca hice a Dicky del Solar en el teatro). Estamos armando con Mariela Asensio, una directora, una obra de teatro de Dicky del Solar, pero no va a ser solo el monólogo: va a tener algunas escenas y todo con la esencia del personaje. También estoy armando con Agustina Aguilar, una comediante de allá, alguna cosa en dupla. Con ella hago un podcast que se llama Los demás son un montón y anda muy bien. Y voy a estar reemplazando por un mes a un coterráneo de ustedes, Pichu Straneo, en La gambeta, el streaming de humor de Direct TV.  Y voy a estar preparando el nuevo espectáculo. Más que eso no me dan ni los tiempos.

¿Te ves haciendo stand up por mucho tiempo o tenés ganas de probar otras cosas?

Las dos cosas. Me veo haciendo stand up toda mi vida, me gusta mucho la idea del comediante que va decayendo, esa idea del comediante que tiene 90 años y está casi sin voz en un club de comedia. Medio Crusty [N. de R.: payaso de Los Simpson]. Me gusta la decadencia esa. Todo sin dejar de hacer otras cosas. Y siento una deuda con la actuación.

Hablando de deuda, en tu show hablás de no tener hijos. No haber sido padre ¿es una deuda pendiente o no?

No, no lo padezco, no. Es un tema que está muy presente en este show y está muy presente en mi vida, pero honestamente no.

¿Sos feliz?

Pah, definime felicidad primero.

Por César Bianchi