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Seré Curioso

Barrera: “Siento que al ayudar a los liberados, estoy evitando nuevas víctimas”

La titular de la Asociación de Familiares de Víctimas de la Delincuencia inauguró una fundación con el nombre de su hijo asesinado en una rapiña. Charla con una mujer que transformó el dolor en amor.

11.06.2020 12:07

Lectura: 27'

2020-06-11T12:07:00-03:00
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Por César Bianchi

Fotos: Juan Manuel López

Graciela Barrera vio la piscina y por un instante, lo pensó, "Me hundo ahí y que se termine todo". Fue apenas un instante. Estaba colgando la ropa y advirtió un colibrí que se posó en la cuerda y no se movió hasta que ella no se fue del patio. Como si el pajarito fuera la personificación de su hijo muerto un par de meses antes del momento en que colgaba la ropa, ella habló en voz alta: "Ay Ale, ¿qué hago? Dame fuerzas para seguir adelante". Entró a su casa tras haber tendido la ropa mojada y escuchó que en la tele hablaban los familiares de las víctimas del atentado a la AMIA en Buenos Aires contando cómo habían salido adelante. Y fue como un clic.

Esta es la cuarta vez que entrevisto a esta mujer, y le pregunto a bocajarro qué quiere, qué pretende. "Quiero cambiar el mundo... si se puede", me contesta. Con mundo, aclara, se refiere a "los que conformamos este Uruguay". Y de algún modo, lo logra. Graciela (67) perdió a un hijo, ultimado de un balazo en una rapiña, y ese mismo 14 de enero de 2009 le juró que no pararía hasta dar con los culpables. Al otro día, presa de la ira y la bronca, borró el pizarrón de la avícola familiar y escribió con tiza: "Hoy no tengo ofertas. Solo tengo dolor y tristeza. Tres o cuatro bestias nos quitaron a Alejandro".

Pero con el paso de los días, la impotencia fue dando paso a la reflexión. Y a la empatía, para poder transformar su tristeza en algo productivo, para ahorrarle el dolor a otras familias. Y empezó a trabajar primero por las familias víctimas de la delincuencia como la suya -fundó Asfavide en agosto de 2012- y luego extendió su obra humanitaria visitando presos en distintas cárceles. Fue al Comcar, al Penal de Libertad, a la cárcel de Canelones, a Punta de Rieles. Conversó con los reclusos, quiso entenderlos, quiso que la entendieran, que se pusieran en el lugar de ella. Y luego se preocupó por los liberados, por aquellos que habían delinquido, pagaron su pena, y volvían a integrarse en la sociedad.

Diez años después del crimen de su hijo, el año pasado dos personas fueron procesadas por el homicidio. Graciela quiso ir a visitarlos y conversar con ellos, pero luego cambió de opinión. Hoy prefiere esperar a que tengan condena definitiva. Recién ahí los visitará tras las rejas para mirarlos a los ojos. Jura que no sabe qué les dirá y que no busca que le pidan perdón. Se conforma con mirarlos a los ojos: "fueron los ojos que mi hijo vio por última vez antes de morir".

Acaba de abrir la Fundación Alejandro Novo, que lleva el nombre de su hijo (tenía 30 años y era padre de una niña de 3), institución que cuenta con la sociedad de Jaime Saavedra, ex director nacional de Liberados, y el apoyo de una empresa amiga. Allí pretende ofrecerles capacitación y oportunidades a víctimas de la delincuencia y a liberados que busquen reintegrarse la sociedad. Y todo lo hace para honrar a dos personas: a su padre, que le enseñó que "todos somos iguales" y a su hijo Alejandro, claro.

-¿A qué te has dedicado toda tu vida?

-Siempre tuvimos negocio, comercio, en el ramo de la fiambrería. Tenemos avícola hace muchos años, en Camino Maldonado y Celiar, en Jardines del Hipódromo. Es una empresita familiar. Toda mi vida trabajé. Llegué a empezar facultad de Ciencias Económicas, pero no la terminé porque me casé. Después vinieron los hijos...

-¿Y tu vocación cuál es?

-A pesar de haber estudiado Ciencias Económicas, cuando yo era chiquilina yo decía que iba a ir a Tacuarembó a ayudar a la gente, porque era un departamento al que le faltaban muchas cosas. Soy montevideana, pero yo de gurisa decía que iba a ir hasta Tacuarembó a ayudar a la gente, porque me parecía que había mucho para hacer allá.

-Tu vocación siempre fue ayudar, entonces.

-Ah sí, sí, creo que eso lo mamé de mi papá, que muy de ayudar a la gente, y yo seguí el mismo camino siempre. Quería dar una mano en lo social. Eso era lo que yo pensaba. Siempre me gustó el trato con la gente. Cuando pasó lo de Alejandro, yo recibí montones de afecto, una devolución de la gente por lo que yo les había brindado. Todos los clientes de la avícola... fue una cosa impresionante. Y nunca dejé el trato en el mostrador.

-¿Cuántos hijos tenés?

-Dos: Alejandro y Fabián, que ahora tiene 39.

-El 14 de enero de 2009, en una rapiña, mataron a tu hijo Alejandro Novo. ¿Cómo fue ese episodio? ¿Cómo te enteraste vos?

-Ese día empezó muy temprano, porque él se iba a buscar pollos muy temprano al frigorífico. Nosotros vivimos en El Pinar, en dos casas separadas, en una estaba él con su esposa Mónica y su pequeña hija Melina, y en otra nosotros. Ese día Ale se fue muy temprano, me dijo: "Vieja, ¿me cerrás el portón?" y me pidió un analgésico porque estaba contracturado. Después, mi esposo y yo nos fuimos a la avícola, el otro hijo ya estaba trabajando, y más tarde iba mi nuera y mi nieta que tenía 3 años recién cumplidos. Como a las 12, Hugo (mi marido, hace 47 años) se cruzó por Camino Carrasco con Ale y se saludaron al cruzarse. Hugo llega a la avícola y me comenta que se había cruzado con Ale.


"Teníamos una piscina ahí, y yo llegué a pensar en algún momento de bajón: '¿Qué hago? ¿Me hundo ahí y se terminó todo... o salgo adelante por mi otro hijo y mi nieta?' Cuando entro a casa en la tele estaban los familiares de la AMIA contando cómo habían salido adelante. Y fue como un clic"

Tipo tres menos veinte de la tarde vinieron de la Caminera a decirnos que Alejandro había tenido un accidente en la ruta 8 a la altura de Los Aromos. Salimos volando con Hugo para ahí. Cuando llegamos, estaba la camioneta que manejaba Alejandro, estaba lleno de gente alrededor y me costaba avanzar y llegar hasta ahí. Y cuando llegué, Alejandro no estaba en la camioneta, lo habían llevado a Caamepa. Mi esposo voló hasta ahí y ya con las caras de las dos doctoras que nos recibieron nos dimos cuenta que algo grave había pasado. Mi esposo se descompensó, y yo fui quien reconoció a Ale, abriendo un cierre.

-Pero no fue un accidente...

-No, no fue un accidente. Alguien que fue en pos de un beneficio económico le dijo: "Hasta aquí llegaste". Y yo le prometí a Alejandro en ese momento que iba a encontrar a quién había hecho eso, y que el mundo se iba a enterar de lo que le había pasado a él. Ahí ya sabíamos que no fue un accidente. Hubo un montón de testigos que contaron que lo había parado una camioneta y lo escucharon gritar: "¡Me roban, me roban!". Se había bajado Alejandro, y cayó porque le dieron un tiro que lo atravesó. Él llevaba pollos, pero fue para robarlo. Había billetes desparramados y una planilla, y seguramente se llevaron algo de dinero. Fue claro que fue una rapiña, pero no quedó claro quién había sido.

-Más allá del dolor, ¿caíste en depresión, en no querer levantarte de la cama y seguir viviendo?

-Ese mismo día, cuando llegamos a la avícola, mi otro hijo, Fabián -que tenía 27 años- cuando llegamos, estábamos todos deshechos, y él dijo: "¿Qué estamos haciendo? Tenemos que seguir... porque a Ale le gustaría que siguiéramos adelante". Entonces decidimos que no íbamos a cerrar la avícola. Teníamos que venir a hacer trámites a Montevideo, a Ale le hacían la autopsia, pero quedarnos en El Pinar no tenía sentido. Era mejor seguir ahí, trabajando. Fabián decidió que abriéramos y siguiéramos adelante. Entonces, el 15 de enero de mañana, cuando llegué a la avícola, lo primero que atiné a hacer fue borrar el pizarrón donde teníamos las ofertas y escribir: "Hoy no tengo ofertas. Solo tengo dolor y tristeza. Tres o cuatro bestias nos quitaron a Alejandro". Puse eso porque los testigos habían dicho que eran "tres o cuatro" que iban en un auto. Y esa fue mi primera reacción, de expresar lo que sentía.

Te puedo asegurar que los viajes en ómnibus para casa y yo permanentemente veía la figura de Alejandro de atrás, o miraba en cada cara a ver si encontraba quién podía haberle hecho eso. Es lo que más sentí. Un día llegué a casa, sería marzo o principios de abril, y me puse a colgar la ropa en un alambre, y vi un picaflor o colibrí se posó en la cuerda de la ropa. Yo me puse a colgar la ropa y el bichito no se fue del alambre. Se quedó ahí todo el rato. Teníamos una piscina ahí, y yo llegué a pensar en algún momento de bajón: "'¿Qué hago? ¿Me hundo ahí y se terminó todo... o salgo adelante por mi otro hijo y mi nieta?" Y en un instante de duda, dije en voz alta: "Ay Ale, ¿qué hago? Dame fuerzas para seguir adelante". Cuando entro a casa estaba prendida la tele, y estaban los familiares de la AMIA contando en el informativo cómo habían salido adelante. Y fue como un clic. Empecé a preguntarme qué había para las familias de las víctimas de la delincuencia, como nosotros. Y ahí empezó Asfavide... Pero me costó años hacer entender que las víctimas de la delincuencia no éramos diferentes a todos los demás, me costó años.

-De hecho, pasaron tres años. ¿Cómo nace específicamente Asfavide, la Asociación de Familiares de Víctimas de la Delincuencia, junto a otras familias?

-Entre 2009 y 2010 había en la zona de La Unión y Jardines del Hipódromo muchas familias que habían pasado lo mismo que nosotros (que habían perdido seres queridos a manos de la delincuencia). Nosotros seguíamos buscando quién le había hecho eso a Alejandro, pero nos juntábamos con gente que le pasaba lo mismo, y acompañábamos marchas y movilizaciones. Queríamos que aparecieran los culpables del crimen de mi hijo. En ese momento nadie llamó a ver qué necesitaba mi nieta. Mi nuera se volvió loca pensando cómo decirle a su hija... si decirle la verdad o solo "papá está en el cielo". Un buen día dijimos: "Quedarnos en una esquina gritando no sirve de nada", y ahí empezamos a golpear puertas.

Y ahí fuimos al Parlamento, al Ministerio del Interior muchísimas veces. En ese momento estaba el Cavid (Centro de Atención a las Víctimas), pero... existía pero no funcionaba, esa es la verdad. Ahí empezamos. Íbamos, nos acercábamos a la gente (familiares de víctimas de la delincuencia), les decíamos que nosotros ya habíamos pasado por eso, y nos ofrecíamos para ayudarlos a hacer algún trámite, sacar una partida de defunción, los podíamos acompañar. Así empezamos, y seguimos. Al principio la contención psicológica la dábamos nosotros mismos -no teníamos psicólogos-, hasta que nos dimos cuenta que nos hacía mal. Éramos tres familias que mediante un mate y una reunión escuchábamos la historia de la familia nueva y terminábamos llorando todos...

Desde el 28 de agosto de 2012 empezamos a funcionar como asociación civil y con personería jurídica.

-Evidentemente sentían que el Estado no se estaba ocupando de las víctimas de la delincuencia, que no les daba un respaldo, no los ayudaba...

-Es así.

-¿Y cuál fue la finalidad de Asfavide desde su fundación, en 2012?

-Éramos tres familias, las mismas que seguimos al frente hoy. A nadie le gusta estar cerca del dolor. Quisimos dar ayuda psicológica, y en lo social lo hacíamos nosotros mismos, y después teníamos una abogada que nos ayudaba y les iba indicando los pasos a seguir. Pero no era "la gran ayuda". Había gente que no podía pagarse un abogado y los abogados de oficio son para gente muy carenciada, entonces había un rango en el medio al que no podíamos ayudar. La finalidad fue brindar atención psicológica, social, y jurídica. Y a partir de ahí seguimos avanzando.

-En 2012 se sancionó la ley 19.039 de reparación a las víctimas de la delincuencia, por la que las víctimas de delitos violentos que pierden a un familiar cobran una pensión (de unos 27.000 pesos por mes). ¿Fue un logro personal para tí la concreción de esa ley?

-Personal no, fue un logro para las personas víctimas de la delincuencia. Y eso que fue muy acotado el alcance, porque son solo para tres delitos: copamiento, rapiña o secuestro. O te matan en la rapiña, o quedar totalmente discapacitado, para poder cobrar la pensión. Donde quedes parcialmente discapacitado, ya no lo cobrás. Ahora se está reviendo eso en la LUC.

-¿Qué hace hoy Asfavide? ¿Cómo funciona?

-Hoy hay muchos voluntarios, a los que sí se les da un viático, Cutcsa les da boletos y se los damos para voluntarios y para víctimas de la delincuencia, para que puedan venir a atenderse. Y logramos el convenio con Udelar y Ministerio del Interior, por el cual tenemos el primer consultorio penal que hay en el Uruguay. Ese consultorio penal -dirigido por el Dr. Juan Raúl Williman- ya tiene más de 100 carpetas y eso que este año no lo podemos contar mucho... Y han salido una cantidad de procuradores que iban a hacer el curso al consultorio de la Udelar.


"Quienes arreglaron el local de Asfavide y lo dejaron impecable fueron privados de libertad del polo industrial del Comcar. Eso fue algo maravilloso, porque se hizo una integración de ellos con víctimas de la delincuencia"

Daniela (Álvarez) es la coordinadora de ese consultorio, y se atiende a las personas que llaman, ahí se ve cómo los podemos ayudar. Hoy contamos con 11 psicólogos trabajando. Y si precisan un abogado, los derivamos al consultorio jurídico penal de la Udelar. Hoy tenemos un lugar físico donde funcionamos: en General Flores 2419, en un local en convenio con BPS. Quienes lo arreglaron y lo dejaron impecable fueron privados de libertad del polo industrial del Comcar. Eso fue algo maravilloso, porque se hizo una integración de ellos con víctimas de la delincuencia. El local se estrenó en agosto de 2014 y el día de la inauguración estaban fiscales, ministros, personas privadas de libertad que habían trabajado, familiares de las víctimas, y nunca tuvimos un problema.

-¿A cuántas personas han atendido y brindado apoyo en ocho años? ¿Y a cuántas por semana atienden hoy?

-Unas 4.180 personas hemos atendido. Y antes de la pandemia, atendíamos 60 por semana con atención psicológica, y de seis a ocho consultantes nuevos por semana por jurídica. Después están los que van a firmar escritos, y todo eso.

-Pero vos fuiste más allá. Empezaste a visitar cárceles y a reclusos que ingresaban por primera vez a un centro penitenciario. ¿Por qué? ¿Qué buscabas con esas visitas, con esas charlas?

-Un día llegó a mi casa un señor contándome que sus dos hijos -que yo conocía- habían tenido un problema y que no sabía cómo decirme que estaban presos. Yo no podía creerlo, porque los conocía a los gurises de jovencitos. Para mí estaban presos por consumismo, por querer comprarse cosas que no necesitaban. Y ellos estaban en un lugar muy feo de la cárcel de Canelones. Yo ya venía hablando por las víctimas en el ministerio, entonces me animé y fui a hablar con ellos a la cárcel. Tuve la grata noticia de que los llevaron para Piedra de los Indios, en Colonia. Y el haber logrado que a ellos los trasladaran a esa cárcel hizo que me llamaran para integrar la Comisión Honoraria del Patronato de Liberados y Encarcelados. Y me integré al Patronato junto a (Juan) Salgado, Laetita D'Arenberg y (Julio) Sánchez Padilla, y ahí empecé a trabajar.

La primera vez que fui a una cárcel, me tocó ir a Canelones. Qué cosa más espantosa lo que yo vi ahí... Los olores, las imágenes que vi... lo pienso y lo siento ahora. Y ver siete u ocho personas sacando sus manos por una rejilla, caras transparentes... Nosotros fuimos a llevarles ropa e insumos de higiene, teníamos que pasarles las cosas por una mirilla. Yo no me imaginaba que eso existía. Salí de ahí y dije: "Así, quién no va a salir y seguir delinquiendo". Eso pensé. Eso fue lo que me hizo seguir yendo a las cárceles.

-Pero, ¿qué buscabas con esas charlas con los reclusos?

-Cambiar el mundo, si se puede. Yo quería que vieran el espejo de lo que pasaba con lo que ellos habían hecho, y creía que en ese diálogo se podían transformar cosas. Yo me presentaba como quién soy: Graciela Barrera, la mamá de Alejandro Novo, víctima de la delincuencia. Entonces me miraban como diciendo: "¿qué quiere esta mujer?" Y ahí yo les explicaba lo que quería: simplemente dialogar con ellos. Les hacía ver la realidad: que ellos de ahí podían salir, y mi hijo no. Mi hijo de donde está no puede salir. Les decía que yo hubiese hecho cualquier cosa por cambiar mi lugar con mi hijo, porque él tenía toda una vida por delante. También les decía que ellos todavía podían abrazar a sus hijos, pero Melina no podía abrazar más a su papá. Y ahí enseguida nacía el diálogo. Buscaba una conexión.

Y me han dicho: "Me hubiera gustado tener una mamá como usted". O "¿sabe qué pasa, señora? Yo conocí a mi papá en la cárcel, a mi mamá en la cárcel" y ahí me empezaban a contar cómo vivían ellos. Yo debía haber ido con un equipo de psicólogos para que todo fuera diferente. Eso se me ocurre hoy, con el diario del lunes. Yo en aquel momento quería que ellos vieran que había familiares que sufrían por el accionar de ellos.

Visité la unidad 6 de Punta de Rieles durante años, muchas veces al Comcar, a donde estaba en la comunidad educativa del Comcar, a charlar con ellos, y después en el polo industrial del Comcar también. También fui una sola vez al Penal de Libertad, a la cárcel de Canelones, y a muchos establecimientos del interior, cuando me invitaban.

-¿Cuánto te importa el arrepentimiento?

-(Piensa unos segundos). Obvio que me importa el arrepentimiento, pero no creo que solo pase por ahí la cuestión. Es el tomar conciencia de lo que se hizo... porque él puede decir: "Sí, estoy arrepentido", pero después por adentro no. Otra cosa es que tome la persona conciencia para poder cambiar. Yo hace unos meses tuve una operación de pulmón, estuve enferma, y tuve la gran satisfacción de que liberados se preocuparan por mí. Me llamaron por teléfono para saber si precisaba algo. Gente a la que yo había ayudado en Punta de Rieles. Eso quiere decir que para algo sirvió.


"Me han dicho: 'Me hubiera gustado tener una mamá como usted'. O '¿sabe qué pasa, señora? Yo conocí a mi papá en la cárcel, a mi mamá en la cárcel' y ahí me empezaban a contar cómo vivían ellos. Yo debí haber ido con un equipo de psicólogos para que todo fuera diferente"

Te voy a contar algo: cuando yo iba a la cárcel de Punta de Rieles había muchos perros. A mí se me había ocurrido hacer un refugio. Y varios de ellos que se entusiasmaron con hacer un refugio para perros. Entonces les dije: "Ustedes dibujen en un papel cómo se lo imaginan". ¿Y sabés una cosa? Dibujaron una cárcel, una cárcel para perros. Mirá si habrá que cambiar las cosas...

-"Quiero construir una sociedad donde todos nos podamos mirar las caras, donde haya paz y amor", dijiste en una nota con Canal 10. Cualquiera te diría que sos una ilusa, una soñadora, una romántica alejada de la realidad.

-Y bueno, y seré todo eso... pero yo lo voy a tratar de hacer. ¿Por qué no?

-El año pasado, en mayo, 10 años después, se esclareció el crimen de tu hijo. Recuerdo que te entrevisté en 970 Universal a propósito de la resolución del caso y el procesamiento de los culpables por homicidio especialmente agravado. ¿Qué sentiste cuando se emitió el fallo judicial 10 años después, y tras una década de lucha?

-Paz. Nada más que eso.

-¿En algún momento llegaste a perder las esperanzas de dar con los culpables y de que se resuelva el caso?

-Nunca. Mirá, cuando ocurrió lo de Alejandro no se consiguieron huellas, fue la Policía Científica pero ya habían tocado todo, eso fue a las 14.15 y a las 17 ya estaba la comisaría 25 de Barros Blancos... fue todo mal. Con todo ese escenario fuimos a ver a un abogado (que cobraba mucha plata), y él nos dijo: "Miren, ¿qué se esclarezca este caso? Un 30% de posibilidades... ni piensen que se va a esclarecer". Y yo le dije: "Treinta por ciento, perfecto. Nosotros tanto vamos a luchar que lo vamos a esclarecer, vamos a dar con los culpables".

-En la conferencia de prensa que diste en mayo del año pasado, dijiste que querías estar cara a cara con los culpables del crimen. En estos meses, ¿te reuniste con los culpables del crimen de tu hijo? ¿O todavía no?

-No, porque considero de que si no tienen condena, yo no puedo ir a hablar con ellos. Les falta la condena, entonces hasta que no estén condenados, no voy a ir a hablar con ellos. Pero sí lo voy a hacer.

-¿Y qué les vas a decir cuando estés cara a cara con ellos?

-No sé... los voy a mirar a los ojos. Son los ojos que vio Alejandro antes de morir.

-¿Buscás un pedido de disculpas? ¿Que te digan que están arrepentidos?

-No. Cada uno sabe lo que hace.

-"Las cárceles son una fábrica de dolor", ha dicho el ex director de la Dirección Nacional del Liberado, Jaime Saavedra. O "es la universidad del delito", dice el lugar común. ¿Vos crees en la rehabilitación de las personas privadas de libertad en Uruguay?

-Creo en la rehabilitación de las personas, pero en condiciones dignas. Yo píenso que para rehabilitar una persona tenés que empezar desde el vamos: con el perfil de la persona, con gente que se comprometa con el trabajo que hace, por eso siempre hablo de la empatía hacia el otro. No nos olvidemos que las personas cometen un delito, van a una cárcel pero lo que se les saca es su libertad ambulatoria, pero tiene que tener derecho a estudiar y trabajar, tenemos que darle trabajo, tenemos que darles normas de higiene, enseñarles valores. Hay un montón de cosas que se pueden hacer. Si no se reúne todo eso, es muy difícil rehabilitar a alguien. Pero yo igual sigo insistiendo.

Hay una empresa que nos está ayudando mucho, son amigos y están con nosotros en la fundación (Alejandro Novo) que se llama ISG. Están en el polo industrial del Comcar. Hacen pallets y tienen el kiosco dentro del polo industrial, y le dan una donación de sus ganancias todos los meses a Asfavide. Y de 98 que han pasado por ahí y salieron, menos del 5% reincidieron. Y ellos les dan trabajo, los tienen dignamente.

Y está el problema de las drogas. Acá debería haber justicia terapéutica: que haya centros donde las personas que tienen problemas de adicción, debería haber un juzgado especializado que los mande a esa clínica, entonces la persona que asuma que tiene un problema, va a esa clínica. Donde la persona no cumpla con el tratamiento, entonces sí que vaya preso. Pero hay que tratarlos como los que son: adictos que tienen problemas.

-El domingo 31 de mayo, por poner un día nomás, nos desayunamos con la noticia de tres marineros asesinados en un destacamento en el Cerro, un ex árbitro también ultimado para robarle el auto, un papá que mató a sus dos hijos de 8 y 10 años y se suicidó, y un femicidio. Todos esos deudos, los familiares de esos muertos, pueden estar leyendo esta entrevista. ¿Cómo los convencés de que hay que luchar por recuperar a "los malos"?

-Hoy no es el momento para decirles algo, porque cuando a uno le pasa, sentís bronca, sentís rabia, impotencia, por eso lo que puse en el pizarrón al otro día del crimen de Ale. Creo que es un proceso personal. Pero después de un tiempo los convencería diciéndoles: "¿Qué hacemos? Nosotros ya lo perdimos a nuestro ser querido. Entonces, hagamos algo para que esa persona no vuelva a cometer otro delito, porque si no otra familia va a llorar a alguien como nosotros". Y yo puedo demostrar con hechos las cosas que digo.

-¿Y sentís que con tu prédica y con tu trabajo has podido recuperar a alguien?

-Sí, creo que sí, inclusive de gente que estaba adentro, y salió adelante. Te soy sincera: con una persona sola -que ya la conozco- ya me siento bien.

-¿Qué pensás cuando escuchás o lees en redes sociales frases como "que se mueran todos", "que se maten entre ellos", o cuando muere un delincuente ponen "un pichi menos"?

-Cada uno puede pensar lo que quiera. Mientras no tengamos una conciencia, donde nos demos cuenta que somos todos miembros de una sociedad y que todos formamos parte de esto, no vamos a cambiar.

-En las pasadas elecciones nacionales integraste una lista al Senado en el Espacio 609. ¿Por qué involucrarte en política?

-Fui como suplente. Me pareció que era un lugar donde se pueden pelear las cosas de otra forma, donde hay que mejorar leyes, hay que hacer cosas, y me pareció que desde ese lugar también podía aportar mi granito de arena.

-¿Y por qué específicamente en el Espacio 609 que lidera José Mujica?

-Porque fue la gente que me supo entender cuando yo hablaba. Me sentí cómoda ahí, y ya antes era votante de Mujica.

-¿Cómo nace la Fundación Alejandro Novo, recientemente formada junto a Jaime Saavedra, ex director de la Dirección Nacional del Liberado, y que lleva el nombre de tu hijo?

-Esto nace porque con mi esposo queríamos tener una fundación que se llamara Alejandro Novo. Una vez que el año pasado se cerró el caso con los culpables y sentimos la paz de la que te hablé, ya íbamos viendo de qué forma encarar una fundación. Y sobre todo con esto de mis vivencias, de lo que yo pensaba, qué mejor cosa que hacer una fundación que llevara el nombre de Alejandro y donde pudiéramos ayudar a los más vulnerables. Poder hacer un mundo mejor, aunque suene ridículo o muy romántico. Algo donde se viera un poco de luz entre tanta tristeza.

-¿Cuál es la finalidad de la fundación?

-La finalidad de la fundación es generar trabajo, no sólo para los liberados, sino también para aquellas personas víctimas de la delincuencia que lo necesiten, que sean familiares, y también para familiares de personas privadas de libertad que realmente nos haga sentir que estamos tratando de rehabilitar a una persona. La idea también es trabajar con jóvenes migrantes, que si necesitan una mano, la puedan tener. Es ayudar a un conjunto de gente vulnerable: tirarles una soga para sacarlos adelante.


"Para rehabilitar una persona tenés que empezar con el perfil de la persona, con gente que se comprometa con el trabajo, con empatía hacia el otro. Las personas cometen un delito, van a una cárcel pero lo que se les saca es su libertad ambulatoria. Tienen que tener derecho a estudiar y trabajar, tenemos que darle trabajo, normas de higiene, enseñarles valores"

También va a haber capacitaciones, talleres, y todo lo que sea posible hacer en el área psicológica y social. Esta fundación nació a instancias nuestra, pero con el apoyo de un grupo de amigos que piensan de la misma forma. Entonces nos juntamos con Jaime Saavedra, ex director de la Dirección Nacional del Liberado (Dinali), con Pablo (González) y Gastón (Narvarte) de la empresa ISG, con Daniela (Álvarez) de Asfavide.

-¿Cómo y dónde va a funcionar la fundación?

-La chacra queda en la ruta 5 y Camino Fauquet, estamos muy cerquita del nuevo Mercado Agrícola. La idea es que ahí se lleven adelante diferentes emprendimientos: que hagan cajones, vamos a capacitarlos para que puedan cosechar vegetales de forma orgánica en la huerta, y a medida que vayan saliendo diferentes emprendimientos, ahí estaremos.

-¿Cómo se va a financiar? ¿Cómo puede ayudar la gente?

-Con donaciones de la gente y ayuda de empresas amigas. La gente nos puede escribir o llamar al 094250410 o al mail fundacionalejandronovo@gmail.com y ahí se contactan con nosotros. Vamos a hacer congresos con respecto a la droga, a lo pos-penitenciario, a cómo ayudar a las víctimas. Que sea una cuestión de unión, que es lo que nos interesa a nosotros.

-¿La idea es que liberados y víctimas de la delincuencia trabajen juntos?

-Sí, los liberados son personas que delinquieron y ya pagaron su pena. Si nosotros le seguimos poniéndole el rótulo de "delincuentes", no salen más. Somos todos partes de la sociedad.

-Tú decidiste cambiar el dolor por amor y empatía como motor para conseguir cosas: para ayudar en la rehabilitación de reclusos, para apoyar a las víctimas de la delincuencia. ¿Todavía sos vista "como una loca", como has dicho, por querer ayudar también a personas que eligieron el camino del delito?

-Creo que mucha gente me sigue viendo así. Pero, ¿sabés qué? Lo que yo siento es que al hacer esto, ayudando a los liberados, estoy también evitando nuevas víctimas, porque si yo puedo sacar a una persona adelante y que no cometa el delito que pasó con mi hijo, voy a estar ayudando a una familia para evitarle el sufrimiento de la pérdida de un hijo. Ese es mi camino.

-¿Qué hace el Estado por los liberados? ¿Se les da herramientas cuando salen?




"Los liberados son personas que delinquieron y ya pagaron su pena. Si nosotros le seguimos poniéndole el rótulo de 'delincuentes', no salen más. Somos todos partes de la sociedad"

-Creo que a partir de la nueva Dinali que creó Jaime (Saavedra), sí. Antes estaba el Patronato de Liberados y Encarcelados. Creo que se están haciendo cosas. Pero hay 7.000 personas que salen todos los años, ¿a cuántos abarca Dinali? A muy pocos. ¿Y qué trabajo se ha hecho en las cárceles? El trabajo de pre-egreso -que hoy sí se está haciendo- unos meses antes de que la persona salga, está bien, pero no es completo. Hay que trabajar con la persona desde el momento en que entra a la cárcel, para poder reencauzarlo. No creo que en tan poco tiempo una persona cambie.

-Me dijiste que querías cambiar el mundo. Ambicioso tu deseo...

-El mundo chiquitito de nosotros... Nosotros los que conformamos este Uruguay.

-¿Cuándo sos feliz?

-Yo aprendí a ser feliz. Aprendí después de todo lo que nos pasó aprendí a ser feliz con dolor acá adentro, porque Alejandro se siente bien si yo estoy bien.

Por César Bianchi