Tras haber transitado por la política y el fútbol, las prioridades de Jorge Barrera hoy están vinculadas a su vida familiar y a la profesión como penalista. En entrevista con Montevideo Portal, el abogado recorre su infancia en Minas, su vínculo con la espiritualidad, su rol como padre y aquello que guía su trayectoria en el ámbito del derecho penal. De todos modos, muchas veces, sin buscarlo, sus charlas derivan en algo vinculado al Club Atlético Peñarol.
Barrera afirma que en la actualidad está “más enfocado en otras áreas que en los temas públicos” y que se encuentra en una etapa de “retroceso” en cuanto a su exposición.
“Como si estuviera en la vida, digamos, una vuelta hacia atrás. Antes, quizás, yo buscaba la actividad pública o buscaba la exposición pública por distintos objetivos. Si me preguntas hoy, yo te diría que disfruto más de lo no público. O sea, antes me llamaban de cuatro medios y quería estar en los cuatro. Si me llaman hoy cuatro, trato de ver cómo puedo dilatar. No tengo lo que veo en algunos casos, de la adicción a estar. Si no es para decir cosas concretas, o por necesidades laborales… En definitiva, hay que saber medir circunstancias, cuándo lo público es para satisfacer la vanidad y el ego, o cuándo lo público es porque tiene una razón de ser. Entonces estoy más bien en esa etapa, llamale de retroceso de lo público”.
Sobre sus incursiones en redes sociales con posteos o interacciones vinculadas a Peñarol, Barrera cuenta que eso le genera constantes comentarios de su madre.
“Es la eterna pelea con mi vieja. Tocaste un punto, porque mi madre me vive diciendo, pero Jorgito, —tengo 57, pero para ella sigo siendo Jorgito— no puede ser, te veo en Instagram dando clases en facultad y hablando sobre derecho penal y a los dos días pareces un barra brava cantando. Y, es la vida, de cuando vos no dependés del qué dirán para tu conducta personal”, reflexiona.
“Soy gran consumidor y me divierto mucho en las redes. Lejos de la gente que dice que no, que no lee porque se amarga, yo me río, porque sé que es un lugar que tiene su función propia. Pero creo que lo más importante es que estoy en un momento de mi vida en que, como dependo de mi conciencia y no tengo temor al qué dirán en ningún aspecto, quizás soy más libre”, agrega.
Enseñar a pensar
En lo profesional, Barrera defiende con pasión el rol de los abogados defensores. Así, el jurista rechaza la idea de un derecho penal “para unos y para otros” y enfrenta cierta “hemiplejia” sobre la actividad del penalista.
“Hay con respecto al derecho penal, y sobre todo al penalista, una especie de hemiplejia de, primero, confundir la conducta personal del abogado con el caso. Algo absolutamente irracional, ¿no? Y ves eso hasta en personas con formación, con cultura y con valores. O sea, el abogado penalista es una cosa, el cliente es otra. El Estado de derecho implica el fiscal, el abogado defensor, para garantía de la sociedad, tiene que existir el derecho de una debida defensa no solamente para esa persona, sino para la sociedad, que no se cobre al grito, que sea una pena justa”, dice.
“¿Qué tiene que ver la conducta personal que uno pueda tener en su vida, en sus creencias, con un trabajo digno, regulado legalmente y honesto? Vos decís, históricamente el abogado penalista nunca fue popular. ¿Por qué? Porque con respecto al derecho penal pasan dos cosas. La primera es que la sociedad tiene un discurso de que hay que tener para los unos contra los otros. O sea, hay un derecho penal para unos y un derecho penal para otros. Cuando le toca a otro, mano dura, que se pudran en la cárcel, que paguen hasta las últimas consecuencias, no importa si hay garantías o no hay garantías porque quiero eficacia. Pero, cuando esa misma situación se refiere a un familiar, a un conocido, a un amigo, a uno personalmente, enseguida son garantías, derechos individuales, hay que tener presente que uno puede equivocarse. Entonces, no hay un derecho penal de unos y de otros. Yo creo en un derecho penal de nosotros, donde todos los seres humanos tienen derecho a una pena justa cuando se equivocan, entonces no hay que cobrar al grito”, agregó.
Según sostuvo, en casos de culpabilidad se defiende una pena justa, porque eso es una garantía del proceso. “Si no hay como dos categorías: cuando le toca a uno: no importa y quiero el resultado, y cuando le toca a otro quiero un debido proceso”, dijo.
El abogado habló también del desafío que representa la inteligencia artificial, tanto como herramienta en el desarrollo de la profesión como para su actividad docente.
“Hoy la inteligencia artificial juega un rol clave, porque vos tenés que enseñar a pensar. En clase, por ejemplo: hoy doy un delito contra la propiedad, lo pones en un chat y sale todo. Entonces, el tema es enseñar a pensar. Eso sí la inteligencia artificial no lo va a sustituir. Enseñar el pensamiento crítico, la raíz de las cosas, la esencia. La inteligencia artificial es buena y yo creo que puede ser una herramienta importantísima en la medida en que nosotros no perdamos la identidad de las esencias. La inteligencia artificial te va a dar la solución práctica y concreta con respecto a tal tema. El tema es que tenés que saber qué información darle. Eso es pensar”, sostuvo.
La mejor herencia
De sus primeros años en Minas, Barrera destaca el papel de la familia y la escuela pública como pilares de formación en valores. También repara en su devoción por la Virgen del Verdún y su fe católica.
Su madre, exigente y firme, le inculcó responsabilidad y rectitud. Su padre, hincha de Nacional, fue su mejor amigo.
En la charla, Barrera recuerda con emoción sus últimos momentos juntos: “Yo tengo la satisfacción de decir que mi padre se fue de esta vida y no quedó ningún pendiente, o sea, nos despedimos riéndonos”, dice.
Y cuenta: “Mi viejo me enseñó hasta el último segundo. Fijate que la última vez que charlé con él, por el estado de avance del cáncer, me habían dicho que ya eran las últimas horas, digamos, estaba como delirando, ¿no? Y la última conversación se dio por teléfono, eran como las 4 de la mañana del día que murió”. “Entonces me decía: 'Se casa la hija de un caudillo, y tenemos que ir al casamiento'. Entonces le digo: 'Sí, papá, esperá, descansá un ratito, que nos vamos'. Y agrega: 'Sí, pero hay que ser puntual, porque hay momentos en la vida que siempre hay que estar con la gente', dice. 'Cuando hay un nacimiento, cuando hay un velorio y cuando se casa un hijo. Y a eso no le podemos fallar', y me corta. Al ratito se desvanece. O sea, fíjate que hasta en un estado… Entonces, esa es la relación que yo tenía con mi viejo, por eso le perdonaba que fuera hincha de Nacional, y además era muy hincha y realmente yo eso lo valoré mucho. Porque primero la tolerancia no la tuve que aprender, la viví”, sumó.
Como padre, Barrera se muestra un tanto autocrítico. Reconoce la dificultad de lograr poner límites, pero pone énfasis en la diferencia entre ser un “padre bueno”, que diga a todo que sí, y un “buen padre”.
Barrera también habla de “la mejor herencia” que busca dejarle a su hijo, y lo ejemplifica con un día que fueron a ver juntos un clásico al Gran Parque Central. Ese día, se tomó una foto en medio de la tribuna donde estaban los hinchas de Peñarol.
“Ese día le digo: 'Mirá, vamos a sacar una foto, porque esta va a ser la mejor herencia que te voy a dejar'. Entonces me dice: '¿Por qué?' 'Quiero guardar esta foto por el hecho de que vos tengas que tu padre pasó por la vida política, fue vicepresidente de la Asociación Uruguaya de Fútbol, fue presidente de Peñarol, se dedica al derecho penal y que pueda estar en el medio de la hinchada, con la gente, en donde la recriminación sea, si gané el bicampeonato, si perdí el tri, si contraté bien, si contraté mal, pero que no haya una acusación, que no haya una mancha sobre la honorabilidad y la honestidad, para mí es la mejor herencia y el mejor legado que te puedo dejar'”, reflexiona.