Contenido creado por Joaquín Symonds
Judiciales

El nene de Uruguay

Atentado a Ferrero: cómo operan Los Albín y las raíces de sus vínculos con Marset

Luis Fernández Albín tuvo una vida asociada a la venta de drogas desde 2009, cuando cayó preso por primera vez.

29.09.2025 13:29

Lectura: 4'

2025-09-29T13:29:00-03:00
Compartir en

Por Joaquín Symonds

Luis Fernando Fernández Albín, de unos 37 años, es el señalado por las autoridades uruguayas por el atentado del pasado domingo en contra de la fiscal de Corte, Mónica Ferrero.

La vivienda de Ferrero, en Jacinto Vera, fue abordada por dos delincuentes que ingresaron por el patio para saltarse a los dos guardias de seguridad de la Guardia Republicana que se encontraban en el frente, precisamente, en una garita. 

Una vez dentro, comenzaron a disparar e hicieron un hueco en la tierra para explotar una granada. Los vecinos, horas después, dijeron a los canales de televisión que tanto la detonación como los balazos se escucharon en buena parte del barrio. 

La Policía desplegó un operativo con el fin de dar con los atacantes. El ministro del Interior, Carlos Negro, dio la orden de que toda la fuerza debía tener como primera prioridad buscar a los delincuentes. 

Las pistas comenzaron a aparecer con el correr de las horas. Los investigadores entienden que los delincuentes no tuvieron demasiada precaución, porque el objetivo es que Ferrero sepa quién busca amenazarla y entienda “el poder” de la banda criminal. 

En la reunión que realizó Negro con las jerarquías policiales, les transmitió que todos los elementos conducían a Albín, uno de los narcos más poderosos que tiene Uruguay en la actualidad. 

Tal y como informó Montevideo Portal en diciembre pasado, Albín tiene una vida asociada al delito desde muy joven.

En 2008, cometió el primer ilícito que registró el Ministerio del Interior, por el que fue condenado sin prisión. Un año después se lo condenó por primera vez con prisión por un delito de tráfico de estupefacientes en la modalidad de exportación y organización. 

Luego de un par de años tras de las rejas, salió, y en 2013 volvió a caer por tráfico de drogas. En 2014 se lo condenó por un delito de uso de documento falso y en 2017 por un delito continuado de negociación de estupefacientes. 

La pena venció en noviembre del año pasado. Precisamente, el 25 fue cuando el Instituto Nacional de Rehabilitación (INR) registró la salida.

Desde la cárcel, y con la ayuda tanto de su familia como de otros delincuentes, Albín logró ascender en la escala de narcotraficantes. El gobierno anterior había definido a la banda de Los Albín como una de las más peligrosas que opera en Uruguay. 

Albín forjó contactos con delincuentes en el exterior del país, desde donde comenzó a ingresar grandes cantidades de droga. Ahí es cuando entró el nombre de Sebastián Marset, con quien tiene vínculo desde hace varios años. 

El último cargamento incautado por la Policía fue en agosto, en la localidad de Punta Espinillo, cuando se logró frenar el traslado de 2,2 toneladas de cocaína. La droga estaba enterrada en una chacra; seis personas —integrantes de Los Albín— fueron detenidas. 

El cargamento, en Uruguay, estaba valuado en unos US$ 13 millones, pero en Europa se vendería a alrededor de US$ 60 millones, informó en ese momento la Policía. La fiscal Ferrero estuvo detrás del operativo, que se nombró por el Ministerio del Interior como Nueva Era. 

Se estima que el atentado que se dio el pasado domingo en la casa de la fiscal fue para dar una señal al respecto de la incautación de agosto. 

En informes que el Ministerio del Interior elaboró hace dos años, se señala que probablemente Albín haya comenzado a trabajar con Marset en 2017. Desde entonces, el grupo criminal ha crecido producto del poderío económico y las técnicas que utilizan emulando a otras bandas narco, provenientes sobre todo de Bolivia y Colombia. 

Los Albín no suelen aparecer en las noticias cuando se dan balaceras en la periferia de Montevideo, porque su negocio no es disputarse el territorio interno, sino burlar las investigaciones y los controles de las autoridades para vender grandes cantidades de cocaína en el exterior. 

Por Joaquín Symonds